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Julia Cagé / Economista, autora de ‘Salvar los medios de comunicación’

"Los medios pequeños deben convertir en accionistas a sus donantes"

François Ralle Andreoli 9/03/2016

<p>Julia Cagé.</p>

Julia Cagé.

Emmanuelle Marcadour, Le Seuil - La République des idées

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Joven economista especializada en medios de comunicación, que estudió en la prestigiosa École Normale Superieure de París y se doctoró por Harvard, Julia Cagé (Metz, Francia, 1984) profiere un grito de alarma en su ensayo Salvar los medios de comunicación (Anagrama, 2016). En la era de los clics y las pantallas de plasma, el sistema de producción de información se halla inmerso en una mutación permanente acelerada por un contexto económico en plena turbulencia. En opinión de Cagé, esta situación pone en peligro tanto ese "bien público" que es la información como el oficio de periodista, que con frecuencia se ve reducido al de un informático dedicado al copia y pega de teletipo.

Esta reflexión cobra un sentido especial en el contexto español, devastado por la crisis económica y, a la vez, en plena ebullición. Se ha hablado mucho del impacto del espíritu del 15 M en los cambios de la relación de los ciudadanos con la política. Pero habría que hacer lo mismo a la hora de analizar la creciente demanda de nuevas fuentes de información liberadas del control del poder político y de un accionariado concentrado en unas pocas manos. Julia Cagé propone, precisamente, acentuar la implicación participativa de los lectores en la vida de los medios de comunicación.

La apuesta por la solidez económica de los medios, fundamental para su independencia, es lo que centra su atención. Cagé pone en guardia contra el espejismo de los millones de visitas de ciberlectores y contra el Eldorado de la publicidad online (controlada por Google). Y propone la elaboración de una fórmula que articule el punto de vista francés, basado en el papel del legislador contra los monopolios, con un tipo de fundaciones inspiradas en modelos anglosajones.

En Salvar los medios de comunicación usted emite una señal de alarma que parte de un diagnóstico muy revelador para España, donde desde 2008 se han perdido 300 medios de comunicación, se ha despedido a más de 12.000 periodistas y se han acentuado los fenómenos de concentración. También explica que el nuevo contexto económico tiene un impacto sobre la labor de los periodistas. ¿Puede hablarnos de esta degradación?

En primer lugar, está el hecho de que hay menos periodistas. Algunos empresarios de prensa creen que van a poder elaborar un trabajo de la misma calidad con muchos menos periodistas. Pero si nos fijamos en el ejemplo más notable de la actualidad, la investigación de The Boston Globe sobre los abusos sexuales de los sacerdotes en EE.UU., nos damos cuenta de que se necesitaron meses de investigación, casi un año, y cuatro periodistas dedicados en exclusiva al asunto. Lo que supone una cantidad inmensa de dinero invertido porque, además, había un riesgo legal y los gastos judiciales que esto implica. En eso consiste una investigación de calidad, en poder emplear el tiempo y los medios necesarios. Hoy tenemos cada vez menos periodistas que, además, disponen cada vez de menos medios para trabajar, como demuestra, por ejemplo, el cierre de las delegaciones en el extranjero, que afecta evidentemente a la calidad del trabajo que pueden realizar.

La segunda cosa que me llama la atención en el contexto actual es la precarización de la profesión de periodista. En particular, hemos asistido a gran número de cambios en el accionariado de los medios. Hasta ahora, cuando alguien no estaba de acuerdo con la línea del proyecto editorial de un nuevo accionista, podía irse y mantener su independencia. Pero hoy los periodistas no tienen esa posibilidad porque si se van de un medio va a ser casi imposible que consigan otro trabajo porque ya nadie contrata. En consecuencia, hay un efecto directo, menos periodistas y por tanto menos medios dedicados a producir información, lo que afecta directamente a la calidad y, además, pone en cuestión la independencia del trabajo de los periodistas.

Usted comienza su libro diciendo que "vivimos el mejor y el peor momento para los medios". También hay, en este contexto tan difícil, nuevas oportunidades gracias al mundo digital. Pero usted pone en guardia contra una serie de espejismos que, en España, nos son muy familiares: la multiplicación de las cabeceras, la carrera desenfrenada por la publicidad digital… ¿Cómo encontrar el equilibrio para un nuevo medio de comunicación sin un nuevo estatuto legislativo?

Sí, es complicado, ese es el desafío, la cantidad de medios que se crean. En Francia acaba de fundarse Les Jours, el medio digital que yo sigo ahora, que es de pago, 9 euros mensuales, y sin publicidad, como Mediapart. Hay dos retos. El primero es hacer una ronda de consultas a todos los posibles inversores para lograr el capital suficiente para ser viable en un horizonte de 3 años. Es sabido que se necesita cierto tiempo para que un medio consiga los beneficios suficientes para poder subsistir. El segundo desafío es precisamente lograr el número de abonados que lo haga rentable. No llegarán a 50 las nuevas cabeceras basadas en nuevos modelos que logren sobrevivir, en especial las de pago. Lo que, sin embargo, me hace ser optimista es que estoy segura de que quedarán algunas. Especialmente cuando pienso en el éxito de Mediapart, un bonito ejemplo tanto desde el punto de vista editorial como económico. Pero no hay que pensar que la cantidad de nuevas aventuras que se inician es una muestra de la buena situación del sector de los medios y de su gran renovación. Lo que demuestra, sobre todo, es que hay un montón de periodistas que no logran encontrar una redacción donde trabajar. Todos intentan salir adelante y los nuevos medios son generalmente muy pequeños. La mayoría están destinados a desaparecer, son experiencias interesantes pero no son fuentes de una información suficientemente general o exhaustiva como para sustituir a los grandes medios existentes. Estamos en un periodo excitante. Otra cosa que también me apasiona es que los periodistas están dándose cuenta de los problemas que hoy se plantean con los grandes accionistas, especialmente en lo que a la independencia se refiere. A la hora de hablar con los posibles inversores intentan protegerse directamente de la amenaza que supone la existencia de uno o dos accionistas mayoritarios susceptibles de influir en la línea editorial. Pero al mismo tiempo, se hace en un contexto difícil y habrá uno o dos éxitos frente a muchísimos fracasos...

La solución podría pasar en parte por el legislador. Pero nos encontramos siempre con la dificultad de encontrar un equilibrio entre las subvenciones, el marco ant-monopolio y las ventajas fiscales. Como usted dice, los medios siempre tendrán dificultades para encontrar inversores que sean mecenas desinteresados. ¿Es difícil encontrar una fórmula? 

Justamente aquí es donde aparece la solución que planteo en mi libro y que, con toda modestia, considero muy pertinente. El legislador puede intervenir de modo neutral, lo que es muy importante, pues siempre que se legisla hay que garantizar que se hace con independencia del contenido. El modelo que propongo incluye ventajas fiscales independientes del contenido. Primero hay que aprobar un IVA reducido que se aplique a todos los medios. La segunda cosa que propongo, precisamente porque soy consciente de que hay que ir a buscar capital además de lo que se consigue a través de los periodistas y del crowdfunding, es restringir desde el principio el poder de los grandes accionistas mediante una limitación de su derecho de voto. Es lo que denomino "sociedad de medios de comunicación sin ánimo de lucro". Se limita el poder de los grandes accionistas y, por ejemplo, por encima del 10% de capital su derecho de voto solo aumenta en un tercio con el aporte de capital adicional. Se trata de algo técnicamente realizable, por ejemplo, estableciendo acciones con derechos de voto múltiple o variable. Hay muchas empresas con esos derechos de voto múltiple. Cuando los dos fundadores de Google sacaron la empresa a Bolsa, se quedaron con unas acciones, cada una de las cuales tiene 10 derechos de voto mientras que las que vendieron tienen uno. Eso es algo que puede introducir fácilmente el legislador. El caso de Estados Unidos es interesante al respecto. Allí hay dos tipos de fundaciones y una fundación con muchos donantes tiene muchas más ventajas fiscales que una fundación con un número reducido de donantes. Se trata, precisamente, de favorecer la multiplicidad de donantes y evitar un exceso de concentración en manos de una o dos personas. Aquí es donde el legislador tiene un papel que desempeñar. Creando estructuras que, a través de las ventajas fiscales, inciten a los grandes accionistas a aceptar que, de entrada, se va a limitar su poder de decisión.

No es exactamente el modelo de "sociedad de prensa sin ánimo de lucro"  que proponía Beuve-Méry, el fundador de Le Monde, para evitar la intervención de grandes inversores. Tras la lectura de su libro se tiene la impresión de que ninguna fórmula sin grandes inversores puede competir con la prensa de información general

Sí, para montar un medio que va a tener de 10 a 15 periodistas, que no será un medio de comunicación "exhaustivo", se necesitan al menos de 2 a 4 millones de euros. Si se quiere un medio con 50 periodistas hacen falta 15 o 20 millones. De ahí la limitación del crowdfunding y del ir financiándose sobre la marcha. Para conseguir semejantes sumas hay que acudir a accionistas externos. Y en ese momento hay que protegerse, de entrada, de su posible influencia limitando su poder de voto y atándoles las manos.

Cuando se aplica este análisis al caso español nos encontramos con una situación un tanto complicada. El sistema de pago nunca ha funcionado. El crowdfunding da buenos resultados pero no se alcanzan las cifras de las que usted habla. Su libro termina con la fórmula "capitalismo, crowdfunding, democracia". Da la impresión de que o bien es una ecuación irresoluble o, precisamente, es parte de la solución. Pero no da muchos motivos de esperanza a los pequeños medios que opten por una fórmula cooperativa o basada únicamente en la participación ciudadana.

En lo que al crowdfunding se refiere, no conozco bien la situación española. Conozco muy bien la francesa y la estadounidense. Y en ambos casos, todos los llamamientos al crowdfunding de los nuevos medios han tenido un éxito mucho mayor del esperado. Hay nuevos medios que pueden recolectar 80.000 euros en dos días. Los ciudadanos tienen auténtico deseo de ayudar a la creación de nuevos medios independientes. Es un hecho. Estos últimos años, España ha estado en una situación económica más difícil que Francia y Estados Unidos. Es un país mucho más golpeado por la crisis económica, especialmente en el caso de los jóvenes. El índice de paro de éstos sigue siendo enormemente elevado, pero son precisamente ellos los que mejor responden a las campañas de participación financiera. Creo que no se puede decir que el crowdfunding no sea un éxito, pero sí que hay que condicionarlo a la situación actual. Parece que la situación económica se recupera, lo cual puede significar también una oportunidad para el crowdfunding. Una segunda cosa es que el crowdfunding no es la solución absoluta, y es precisamente esto lo que subrayo en mi libro. Hasta ahora, cuando uno contribuye en un crowdfunding no es más que un donante, no recibe nada a cambio. En mi libro voy más allá, es casi lo que podría llamarse crowdequity, que los ciudadanos no solo den dinero sino que también se conviertan en accionistas. Y voy aún más lejos porque propongo incrementar sus derechos de voto. Pienso que dar un auténtico poder de decisión al lector es una manera de acelerar el éxito de las campañas de financiación participativa.  

¿Se trataría de un grado superior de participación y de implicación?

Sí, hasta el momento se denomina al crowdfunding financiación participativa. Pero, entre nosotros, no tiene de participativo nada más que el nombre. Uno da dinero y se acabó. Mientras que en mi propuesta se da dinero y se pasa a ser accionista. Se pueden recibir informaciones, participar en el consejo de administración, etcétera... El segundo aspecto es que, hasta ahora, cuando uno dona dinero a través del crowdfunding, dicho dinero no se considera fiscalmente como una donación que dé derecho a desgravar, mientras que en mi modelo, sí. Donar dinero es más barato y, además, da unos derechos de voto que incrementan su valor respecto a otros aportes de capital. Esto debería acelerar el éxito de las campañas de financiación participativa para los medios. 

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Traducción: María Cordón.

Salvar los medios de comunicación. Julia Cagé. Presentación de Thomas Piketty. Traducción de Joan Rimbau. Anagrama.

Joven economista especializada en medios de comunicación, que estudió en la prestigiosa École Normale Superieure de París y se doctoró por Harvard, Julia Cagé (Metz, Francia, 1984) profiere un grito de alarma en su ensayo Salvar los medios de...

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Autor >

François Ralle Andreoli

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