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No tendrás un referéndum en tu vida

Posibilidades legales de realización de un referéndum en Catalunya. ‘Spoiler’: ninguna. ¿Cómo se soluciona una demanda política no atendida por la política?

Guillem Martínez Barcelona , 21/09/2016

<p>Manifestación de la Diada 2016. </p>

Manifestación de la Diada 2016. 

Elise Gazengel

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¿Cómo crear un estado?

Los Estados se parecen a los niños. A saber: el mundo está lleno de ellos, en ocasiones salen a la primera, en ocasiones al cabo de muchos esfuerzos. En ocasiones, nunca. Un último e inquietante paralelismo: son pocos los usuarios del sexo o del Estado que sepan describir científicamente como se hace un niño o un Estado. Un bebé y un Estado, en fin y por razones opuestas, son objetos incomprensibles. Para saber lo que es un Estado, disponemos, no obstante, de una chuleta. Se trata del texto de la Paz de Westfalia --de 1648; una antigualla, como el término Estado--. Gracias a él sabemos lo que es un Estado, por lo que, a priori, sabemos también cómo crear otros. Un Estado es --tachán-tachán-- el dominio sobre un territorio y una población. Algo que, desde 1648, ha perdido nitidez. Esta mañana a primera hora, por ejemplo, instancias no Estatales --yo qué sé: el BCE, la Comisión de la UE, el FMI o, glups, las empresas, a través de un hipotético TTIP-- decidirían regiones amplias del dominio de varios territorios y poblaciones, sin pasar por la casilla Estado.

Ahora, tras abandonar implícitamente la independencia unilateral prometida, tan ricamente, al electorado, parece que se está volviendo, otra vez, a la idea de referéndum 

Sea como sea, parece ser que si un territorio o población quiere ser Estado, debe de alguna manera retroceder a 1648 y dominar un territorio y una población. ¿Es eso lo que está pasando en Catalunya? No. Ni un segundo. A diferencia de, pongamos, las Repúblicas Bálticas, la Generalitat no ha puesto un control de pasaportes fuera del límite territorial del Aeroport del Prat. A pesar de lo declarado, no ha hecho ni ese ni ningún otro amago de control sobre un territorio y la población controlados, en todo momento, por un Estado que no se llama Catalunya. ¿Qué ha hecho? En un primer momento --2012-2015-- pedía una consulta --ojo, no un referéndum-- para la creación de un Estado. Ahora --desde 2015--, tras abandonar implícitamente la independencia unilateral prometida, tan ricamente, al electorado --es decir, tras abandonar la promesa electoral de dominar población y territorio--, parece que se está volviendo, otra vez, a la idea de referéndum --ojo, no consulta--.

Visto lo visto, me atrevería a señalar que en Catalunya, por tanto, no se está viviendo un proceso de autodeterminación --jamás emitido, en tanto no se ha intentado, ni un instante, el control sobre el territorio y etc.--, sino un --llamémosle-- Procés, con muchas funciones para consumo interno y, me temo, con un único y mayoritario consenso social, subyacente bajo --o a pesar-- la actuación política del processime. La necesidad de un referéndum. La necesidad de volver a negociar el Estado. La necesidad de decidir qué Estado o Estados se prefieren. Lo que lleva a la siguiente pregunta: ¿es posible un referéndum de autodeterminación en España? Es, de hecho, la pregunta del millón. Si hay negociaciones entre PSOE y el pack Podemos --es decir, si son efectivas y quieren servir para algo--, sin duda debe aparecer en ellas esa pregunta. Como debe aparecer la agenda del 15M --garantía y ampliación de derechos, ampliación de la democracia, medidas ante la deuda y la justicia--. Si no aparece el tema territorial o el tema Democracia, es que no hay negociaciones, o que uno de lo polos de ruptura ha dejado de emitir.

¿Es posible un referéndum de autodeterminación en España? Es, de hecho, la pregunta del millón

Referéndum es lo contrario a una consulta

Y aquí cabe señalar que un referéndum es lo contrario de una consulta --recuerden, la primera demanda del Govern de Mas al Estado--. Una consulta, así, es algo no sometido a ley --sí, bueno, el Govern CDC hizo una Llei de Consultes, pero para ello tuvo que invalidar una Llei de Referèndums, elaborada por el Tripartit--. A diferencia del referéndum, una consulta es algo simbólico, unilateral, no reconocido por el Estado ni por la comunidad internacional, sin valor ni trascendencia. Para situarnos sobre el carácter anecdótico, si no chorras, de una consulta: sólo existe en España, por lo que se retrotrae a su peculiar cultura política. Es decir, es un objeto gubernamental, sin control, y sólo sirve para lo que el gobierno que lo propone decida. Por ejemplo, lo que CDC presentó como una consulta para la independencia, cuando se explicó en el Congreso, resultó ser una consulta sin carácter vinculante ni, incluso, consultivo, que serviría --toma ya-- “para que dos Gobiernos siguieran hablando”, como un gran ideólogo señaló en el turno de palabras. Es decir, no es nada y no sirve para nada. De realizarse una consulta ciudadana en Catalunya, debería ser un referéndum. Es decir, debería ser clara y vinculante. Y para ser un referéndum, para que participen con garantías democráticas los partidarios del sí y del no, es decir, la sociedad --y aquí empiezan los problemas--, debe contar con la autorización del Estado, o la validación de la comunidad internacional. Lo segundo es complicado, pues a la comunidad internacional sólo le consta el problema catalán por la prensa. La semana pasada, verbigracia, el flamante Conseller D'Afers Exteriors comunicó al mundo, desde EE.UU. y a través de la CNN, que en Catalunya “no hay una voluntad secesionista ni rupturista”. Yepa. Respecto de lo primero --una referéndum con la autorización del Estado-- es algo que ya ha pasado en alguna situación anterior. Exemplum:en 1994, en pleno Aznarato, el Consejo de Ministros otorgó al municipio de Palamós la facultad para realizar un referéndum. El caso de la cosa era decidir sobre la urbanización de la última playa virgen del Ampordán. El problema nace cuando, en el referéndum propuesto, no hay playa. Es decir, cuando el referéndum propuesto atañe a regiones yuyu de la Constitución.

Si no aparece el tema territorial o el tema Democracia, es que no hay negociaciones, o que uno de lo polos de ruptura ha dejado de emitir

Al Estado, por cierto, parecen importarle un pito las consultas, esas anécdotas sociales. No dijo ni mu cuando el Ajuntament de Barcelona --como ahora el de Sevilla-- convocó una consulta --es decir, una ceremonia parecida a una recogida de firmas, consultiva, mona--, en aquel caso sobre la urbanización de la Avinguda Diagonal --2010, Era ZP--. Pero sí reaccionó, y con detenciones y multas, ante una consulta similar, el Multireferéndum --2014--, una propuesta participativa ciudadana, que pretendía familiarizar a la ciudadanía con la toma de decisiones a través de la democracia directa, y que fue duramente perseguida por la Junta Electoral. La razón: si bien la consulta era una consulta ad-hoc, sí coincidía en su fecha con unos comicios. Es decir, con un monopolio del Estado. La consulta catalana del 9N --una consulta como un pino; es decir, nada y con ninguna repercusión política y efectiva--, a su vez fue también perseguida por el Estado, más allá del deber y a pesar de no ser un referéndum y de no coincidir con ninguna fecha electoral. La razón: la Fiscalía explicó, requerida por el Gobierno, que el 9N no incurría en delito, pero ante las insistencias del Gobierno se lo volvió a pensar, ilustrando con ello lo que es la separación de poderes en el Sur de Europa, siglo XXI.

Debajo de la democracia directa está la playa

Entonces, ¿cómo se puede realizar un referéndum en un territorio, cuando la pregunta del referéndum afecta a un concepto pesado de la Constitución, como es la Soberanía? Hay dos posibilidades. Una es realizar el referéndum en todo el Estado, como limita la Constitución. Y pactar, o no, la atención y el carácter vinculante que tendría la cosa en las cuatro circunscripciones catalanas. Pero para ello hay pegas. Es decir, se tendrían que superar barreras insuperables, fijadas en la Constitución. Verbigracia: el referéndum tendría que ser sobre una reforma constitucional. Lo que implica este recorrido: elecciones constituyentes, reforma de la Consti --de manera que se planteara otra lectura de la Soberanía, y/o el derecho de autodeterminación--, disolución de Cortes y referéndum. Vamos, uno puede confiar antes en el vino de la casa de un restaurant chino, que en la viabilidad real de ese itinerario.

La otra opción es la cesión momentánea, por parte del Estado, de una competencia. La de convocar referéndums, vía el artículo 150.2. Eso --ceder momentáneamente una competencia Estatal a una autonomía-- ya se ha hecho. Una sola vez. En 1996, el Estado cedió la competencia a la Generalitat para que los Mossos fueran policía de tráfico. Eso fue, por cierto, un protocolo del Pacte del Magestic, con el que la entonces CiU facilitaría la investidura de Aznar. Lo que nos da una pista. La única solución a todo este embrollo pasa por el hecho de que las dos derechas esencialistas catalanas y españolas se pongan de acuerdo pues, al parecer, sólo ellas pueden dibujar, sin ser linchadas, las interpretaciones de la ley que afecten a conceptos mixed-emotions nacionales. Algo, por otra parte, difícil. Si, ya, la derecha nacionalista catalana se está pactando encima y puede pactar lo que sea, pero las derechas nacionalistas españolas ahora son dos. Y C's nació, precisamente, como respuesta nacionalista española a los Pactos del Magestic CiU-PP, y al inicial buen rollo entre PSC y PSOE durante el Maragallato. Un referéndum pactado en virtud del artículo 150.2 tampoco evitaría, por cierto, que la pregunta fuera el resultado de una reforma constitucional --recuerden el itinerario improbable que suponía--. Y fin del itinerario. ¿Hay otros accesos a un referéndum?

La Fiscalía explicó que el 9N no incurría en delito, pero ante las insistencias del Gobierno se lo volvió a pensar, ilustrando con ello lo que es la separación de poderes en el Sur de Europa, siglo XXI

Sí, pero no

El PSC dispone de una propuesta para un referéndum Quebec System. Es decir, un referéndum improbable en otro sistema constitucional que no sea anglosajón. Es, empero, importante que el PSC se haya planteado la cosa --con reticencias; el día que jefatura debía aprobarla, se retiró del orden del día--, como es importante que el PSOE haya pasado cuatro pueblos de ella. También es interesante --es decir, ilustra el hecho de que el PSOE, de alguna manera, entiende que está pasando algo grave, que hay que solucionar políticamente--, la propuesta de reforma constitucional más o menos encubierta, que posibilitaría una solución --opaca, despachil, sin referéndum, à l'espagnole-- del conflicto catalán. El conflicto catalán, por cierto, es muy fácil de solucionar entre élites, pues la élite catalana, tras cuatro años haciendo lo imposible para no intentar el dominio de territorio y población, necesita una pista de aterrizaje. Posiblemente sería el paso a un federalismo no sexy o, incluso mucho menos, una nueva fiscalidad. Hay más posibilidades, no obstante, para un referéndum. Al menos, sobre el papel. Una sería la Llei de Consultes Populars Per Via de Referèndum. Se trata de la ley de referéndums --previa a la sentencia del TC sobre el Estatut--, legislada por el Tripartit --otro indicio para comprender por qué PSC y PSOE se pelaron a Maragall--. Es una ley progresista, que crea canales para la iniciativa popular en la cosa referéndums. Es decir, supone una ampliación de la democracia directa llamativa. En tanto que admitida a trámite por el TC, fue suspendida en 2006. La suspensión, en ausencia de sentencia, sólo dura cinco meses. Por lo que es completamente vigente esta mañana a primera hora. ¿Puede ser la vía para un referéndum? A temperatura y presión normales, no. Si se utilizara, el TC no tardaría un minuto en invalidarla, vía sentencia --últimamente las hace tan rápido que parece que se las baje de Google--, o vía recurso 2.0. Vamos, que es matemáticamente imposible realizar el referéndum que reclama el 80% de la sociedad catalana. Fin de la discusión. O no.

El conflicto catalán es muy fácil de solucionar entre élites, pues la élite catalana, tras cuatro años haciendo lo imposible para no intentar el dominio de territorio y población, necesita una pista de aterrizaje

¿Cómo solucionar un problema político que la política no contempla?

Llegados a este punto, cabe recordar que la democracia, en España, va unida, desde el siglo XIX, a la descentralización del territorio. Por lo que en caso de expansión democrática, se ha recurrido a soluciones de descentralización, siempre contrarias a la ley vigente en el momento de inicio de la expansión democrática. Sucedió en 1931, cuando la República, sin marco legal alguno hasta la redacción de la Constitución, en 1932, reconoció la Generalitat Provisional. Sucedió lo mismo en 1976, cuando el Gobierno, sin marco legal, reconoció, otra vez, una Generalitat Provisional. ¿Podría el Estado reconocer una solución imaginativa, en este otro proceso constituyente y de crisis de Régimen que estamos viviendo? Pues no. Las dos Generalitats Provisionales partían de criterios de autogobierno, no de asunción de soberanía. Es decir, asumían un reparto de competencias con el Estado, pero no de soberanía. Y un referéndum es la exposición del Estado a un reparto, parcial o total, de la soberanía. La soberanía, según la Consti'78, la detenta la nación española. Se reconoce en el texto que ese concepto de soberanía y de nación es anterior al legislador. Lo que es cierto. Una idea similar de soberanía y de nación aparece, sin muchas diferencias, glups, en las Leyes Fundamentales del Movimiento. Pero conviene recordar que toda esta mística pre --o a-- democrática, incomprensible para una mayoría de la sociedad, que no votó la Constitución, fue objeto de negociación incluso en el franquismo, único periodo de la historia local en el que, por primera vez, se independizó, posteriormente a un referéndum, una provincia. Ojo, no un territorio, no una denominada colonia, sino una provincia, como Barcelona. Se trata de Guinea. En el franquismo Last Days, por cierto, se produjo otra solución imaginativa --si bien la palabra no es esa-- con otra provincia. El Sáhara. España no renunció a la soberanía de esa provincia, que sigue siendo española, como reconoce la ONU. Pero cedió su administración a Marruecos y Mauritania. Un indicio de que el Estado, si así lo desea, puede ceder, sin ceder nominalmente su soberanía, en todo. Guinea y Sáhara explican que los mitos nacionales, inamovibles, no paran de moverse en una dictadura. Imagínate en una democracia.

Guinea y Sáhara explican que los mitos nacionales, inamovibles, no paran de moverse en una dictadura. Imagínate en una democracia

Crisis democrática y democracia

Nada, salvo un cambio cultural repentino y similar al vivido por San Pablo, hace prever un próximo referéndum en Catalunya. Lo que apunta a la creación de un problema democrático que puede gangrenarse por falta de atención. Si se realizara un referéndum, por otra parte, es poco probable que lo ganara la independencia, que no llegaría al 50%. ¿Por qué no se hace? ¿Por qué el Processisme, que nació para canalizar la demanda popular de un referéndum, prefirió una consulta? ¿Por qué el Processisme terminal propone ahora un RUI --Referèndum Unilateral de Independència--, es decir, otra consulta, sin validez ni participación de todas las partes? ¿Por qué el Estado, a su vez, se niega a una consulta y a un referéndum? Supongo que porque ese referéndum se tendría que repetir en cada generación, porque ese referéndum obligaría a ser sexy y más participativo a ese Estado, porque ese referéndum lo cambiaría todo, porque ese referéndum obligaría a más y mayores cambios. No sólo en el Estado. No sólo en Catalunya. Y sí, evidentemente, la posibilidad de ese referéndum choca frontalmente no tanto con la Constitución, sino con su interpretación más conservadora. Que, por otra parte, ha llevado al Estado, desde 2011, a la legislación de leyes que ya no entran dentro del pack democracia y bienestar. Defender ese referéndum, no deseado por las élites españolas y catalanas, es defender la democracia. Es inquietante que ningún gran partido clásico, por tanto, la defienda.

¿Cómo crear un estado?

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Autor >

Guillem Martínez

Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo) y de 'Caja de brujas', de la misma colección. Su último libro es 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama).

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