Un temblor europeo de baja magnitud
La actuación policial del 1 de octubre amenaza con romper el apoyo político unánime del que España ha gozado hasta ahora en Bruselas y las capitales continentales. Francia se mantiene al lado del gobierno de Rajoy
Xandre Mato / Enric Bonet Bruselas / París , 5/10/2017
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La actuación policial para impedir el referéndum del 1 de octubre en Cataluña ha provocado un temblor en Europa, de baja magnitud, sí, pero que poco a poco se ha extendido hasta romper el apoyo político unánime del que Madrid había gozado hasta ahora en las capitales europeas. Las imágenes de porrazos, empujones y patadas, personas arrastradas por el suelo y centros electorales reventados han quebrado el discurso oficial de Bruselas. La Comisión tuvo que salir el lunes 2 de octubre para pedir “a todos los actores relevantes que se muevan rápidamente desde la confrontación al diálogo”, porque “la violencia nunca puede ser un instrumento en política”.
El primer ministro belga, Charles Michel, fue el primero en romper el silencio ante unas imágenes más propias de la represión practicada por la Turquía de Erdogan contra la oposición. “¡La violencia no puede ser la respuesta!”, tuiteó Michel. Le siguió preocupado Miro Cerar, primer ministro de Eslovenia, con un “llamamiento para el diálogo político, el Estado de derecho y las soluciones pacíficas”.
España y Cataluña son los protagonistas europeos desde el 1 de octubre. En Bruselas nadie habla ya del Brexi. Y la clase política del continente observa cómo un asunto doméstico --así se calificaba hasta entonces en la capital comunitaria y en las cancillerías-- ha derivado en un conflicto abierto que muestra la crisis del régimen constitucional del 78. El espejo roto refleja la división en Cataluña y la ineficacia del gobierno de Mariano Rajoy para encauzar un problema político.
La Comisión dio un soterrado toque de atención a Rajoy el 2 de octubre en un pronunciamiento oficial, donde reiteraba que este era “un asunto interno de España que se debe tratar dentro del orden constitucional de España”, pero también advertía de que la violencia “nunca puede ser un instrumento de la política”. Además, su portavoz jefe, Margaritis Schinas, reconocía que el comunicado tenía dos partes: la primera, insistiendo en que el referéndum dentro de la Constitución española era “no legal” (ojo al matiz); y una segunda “más política”, en palabras del griego, “tomando en consideración los elementos” del 1 de octubre, llamando a “la unidad y estabilidad, no a la división y la fragmentación” y pidiendo al presidente del gobierno español que maneje “el difícil proceso con pleno respeto de la Constitución”, sí, pero también “de los derechos fundamentales de los ciudadanos”.
Este malestar europeo con la negativa del Gobierno Rajoy a encauzar el problema catalán estalló el miércoles 4 de octubre en el Europarlamento. Todos los grupos políticos, sin excepción, pidieron en un debate monográfico que se dé salida a la crisis catalana con una negociación política. El vicepresidente de la Comisión, el socialdemócrata neerlandés Frans Timmermans, apostó por “el poder del diálogo, de sentarse juntos y hablar incluso si y, especialmente cuando, discrepamos apasionadamente” como pilar de la construcción europea. Hasta el conservador bávaro y presidente del Grupo Popular Europeo -- y hombre duro de Angela Merkel en la eurocámara--, Manfred Weber, tras reprochar al gobierno catalán que, sin una mayoría de los votos, quisiera usar todos los medios para la escalada, pidió diálogo, dentro de la ley, con un lacónico “por favor siéntense todos juntos”. Y no se pueden olvidar las palabras del liberal belga Guy Verhofstad, líder del grupo ALDE --del que forman parte tanto el PDeCAT como Ciudadanos--, para quien “36 años después de las pistolas de Tejero, la democracia española debe armarse de valor de nuevo, para superar la gran división y esta crisis existencial no creyendo que sólo la justicia puede resolver los problemas y, ciertamente, no con el uso deplorable de la violencia”. En Bruselas parece que hay políticos que diagnostican mejor el bloqueo institucional que en la Carrera de San Jerónimo.
El temblor viene de lejos y tuvo una primera sacudida, pequeña, a mediados de septiembre en una entrevista del presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, al canal Euronews con tres youtubers europeos. Tras las preguntas de estos, la periodista dio paso a cuestiones que llegaban de la red, y entró una sobre Cataluña. “¿Reconocerá y aceptará la Comisión un resultado del Sí en el referéndum del 1 de octubre en Cataluña?”, fue la pregunta. La respuesta fue pura doctrina oficial: no injerencia de la Comisión en los debates internos de los Estados Miembros; recordatorio de la doctrina Prodi que situaría fuera de la UE a una región escindida de un país miembro; y necesidad de respetar el orden constitucional y la ley en España. Hasta ahí todo normal. Entonces Juncker hizo una pausa, un punto en su discurso, y añadió: “Pero es evidente que si un sí a la independencia de Cataluña ve la luz, algo que está por ver, respetaríamos ese deseo, aunque Cataluña no podría convertirse al día siguiente de la votación en un miembro de la UE”.
A Juncker se le suele caricaturizar por algunos de sus ‘estrambóticos’ comportamientos: simular que estrangulaba al ministro Luis de Guindos en los peores momentos del rescate financiero español, su “Salut, dictateur”a Viktor Orban, el autoritario presidente de Hungría. Salidas de tono de un viejo zorro político, jugador de gestos e imágenes ante la prensa para posicionarse frente a su interlocutor. De todos estos años en política comunitaria, según su círculo cercano, Juncker sólo se arrepiente de su “Francia es Francia” para explicar porqué no se sanciona a París por su excesivo déficit. El resto de sus gestos y palabras suenan muy medidos, aunque parezcan a veces histriónicos.
Tras las palabras del presidente de la Comisión, esa misma noche su equipo de comunicación, en tromba, alegó una mala interpretación de sus palabras: la Comisión no aceptaría un sí el 1 de octubre, Juncker se refería a un referéndum legal pactado con el Gobierno y aprobado por el Congreso, etcétera. Sin embargo, la pregunta era claramente sobre el referéndum del 1-O y Juncker no enlazó sus respuestas de forma consecutiva. Hay una pausa, hay un pero adversativo y hay un evidentemente. Ligeros matices.
En Moncloa algo chirrió la tarde de la entrevista en Euronews y, aunque el desliz se tapó, Juncker fue ligeramente más lejos que ninguna otra alta autoridad europea antes. Excusatio non petita, accusatio manifesta. Rajoy y los suyos, confiados, debieron pensar que Bruselas no diría nada por desplegar a la policía contra la ciudadanía aunque esta votase en un referéndum “no legal”.
Macron mira hacia otro lado
Si Bruselas ha decidido ‘implicarse’ y ‘posicionarse’, a su tibia manera, ante el conflicto entre Cataluña y España y la deriva autoritaria del PP, Francia, como era previsible ha optado por mirar hacia otro lado. Pese a los abusos policiales, los miembros del ejecutivo galo guardaron silencio a lo largo del domingo. El único en pronunciarse fue el ministro de Economía, Bruno Le Maire, y lo hizo para expresar su apoyo a Rajoy. "Creo en la Europa de las naciones, no de las regiones", declaró Le Maire en la emisora de radio RTL, sin hacer ninguna referencia a las imágenes de violencia que llegaban desde Cataluña.
El presidente francés Emmanuel Macron habló por teléfono el lunes 2 de octubre con Rajoy para mostrarle “su apoyo a la unidad constitucional de España”, según comunicó el Elíseo. Durante la conversación telefónica, el dirigente centrista ni tan siquiera evocó los abusos policiales. En cambio, recordó al presidente del Gobierno español que “es su único interlocutor”. Una confianza que Macron ya transmitió a Rajoy durante su primer encuentro en París en junio: “Solo conozco un socio y un amigo que es España”.
El joven dirigente confía en su homólogo español para que “haya una estrecha colaboración franco-española que asegure el éxito” del ambicioso (y difícil de aplicar) proyecto reformista de la Unión Europea, promovido por Macron. Aunque España haya perdido peso durante los últimos años en la toma de decisiones en Europa, Rajoy cuenta con la simpatía del gobierno francés y de la canciller alemana Angela Merkel. Ser un buen alumno de la Europa de la austeridad le permite mantener su actitud intransigente ante el proceso catalán. No puede olvidarse tampoco el secular centralismo del Estado francés, al que una Cataluña independiente, o la sola posibilidad de un referéndum pactado, le colocaría en una situación complicada en Córcega, los Pirineos Orientales (Cataluña Norte) o en los Pirineos Atlánticos, el País Vasco francés.
Frente al apoyo de Macron a Rajoy, el resto de la clase política francesa, en particular los representantes de la izquierda, sí se han mostrado críticos con los abusos policiales y lo que consideran un “vergonzoso silencio” de Europa. “Dónde están los abogados charlatanes de la Europa política, de repente silenciosa en un momento en que la crisis en Cataluña pide diálogo y la mediación de la UE”, se preguntaba este miércoles 4 de octubre en Twitter el excandidato socialista a las presidenciales, Benoît Hamon, cuya mujer es originaria de la Cataluña Norte. El líder de la Francia Insumisa, Jean-Luc Mélenchon (republicano y socialecologista), también ha lamentado que “sólo sepamos mostrar una indiferencia que, por su lado glacial, dé el sentimiento de aprobar la violencia”.
Mélenchon ha pedido, de hecho, al Gobierno francés que ejerza como mediador entre las autoridades españolas y catalanas. “Se ha generado una situación de la que nadie puede decir cómo salir pacífica y democráticamente”, advirtió el líder de la izquierda insumisa durante su intervención en la Asamblea Nacional. Por este motivo, reivindicó el “deber” de “tender la mano fraternalmente a la nación española y proponer su mediación”, ante el temor de que la crisis pueda “degenerar” y afectar a Francia. En territorio francés tuvo lugar uno de los episodios cruciales en la organización del referéndum del 1-O. Fue en Elna, una pequeña localidad de la Cataluña del Norte, donde se guardaron durante unos días las 10.000 urnas, fabricadas por la empresa china Smart Dragon Ballot, que las envió al sur de Francia.
El primer ministro francés, Édouard Philippe, rechazó, sin embargo, la petición de Mélenchon. “Confío en Madrid para reanudar el diálogo, sin el cual no puede haber una solución duradera que beneficie la unidad y el desarrollo de España”, afirmó el dirigente conservador, quien reconoció que las imágenes del pasado domingo fueron “terribles, evidentemente”. Philippe espera que Rajoy entable consultas “con el conjunto de las fuerzas políticas", en un llamamiento tanto al diálogo como al “compromiso político”.
En medio de la vorágine del proceso catalán, Macron se reúne este 5 de octubre en París con el primer ministro iraquí Haïder Al-Abadi para tratar las ambiciones independentistas del Kurdistán iraquí. Aunque el gobierno francés defienda la unidad de Irak, se ha ofrecido como intermediario “para impedir que las tensiones se instalen”. Una mediación que resulta improbable en el caso del conflicto entre Cataluña y España. La principal diferencia entre el caso kurdo y el catalán: España forma parte de la UE. ¿A qué gobierno comunitario le gustaría que la Comisión Europea o uno de sus socios interfirieran en uno de sus problemas internos? La pertenencia de España a la UE favorece que el proceso catalán se instale en un inquietante callejón sin salida.
La actuación policial para impedir el referéndum del 1 de octubre en Cataluña ha provocado un temblor en Europa, de baja magnitud, sí, pero que poco a poco se ha extendido hasta romper el apoyo político unánime del que Madrid había gozado hasta ahora en las capitales europeas. Las imágenes de porrazos,...
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