1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Perfil

Mariano Rajoy, el político que pasaba por allí

Tímido y conservador, el presidente desalojado siempre consideró que su sitio estaba en el registro de Santa Pola, pero acabó encontrándole el gusto al poder

Xosé Manuel Pereiro 31/05/2018

<p>Mariano Rajoy, en su escaño, durante la moción de censura, el 31 de mayo. </p>

Mariano Rajoy, en su escaño, durante la moción de censura, el 31 de mayo. 

VERONICA POVEDANO

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Queremos sacar a Guillem Martínez a ver mundo y a contarlo. Todos los meses hará dos viajes y dos grandes reportajes sobre el terreno. Ayúdanos a sufragar los gastos y sugiérenos temas (info@ctxt.es).

Se dice que cuando a Manuel Fraga lo convencieron para retirarse a Galicia, le pusieron como arquetipo a Spencer Tracy: un cascarrabias bonachón y algo desaliñado. De vez en cuando cumplía el papel, y otras rompía el personaje por las costuras. De la misma forma, si alguien hubiese sugerido algún prototipo a Mariano Rajoy, muchos coincidirían en que sería el de Chauncey Gardiner, el jardinero un tanto autista que encarnó Peter Sellers en Bienvenido, Mister Chance (Hal Ashby, 1979). Es decir, un tipo más bien torpe que llega a lo más alto, la presidencia de los EUA Chance, o la de España Mariano Rajoy, simplemente porque estaba allí. (Ese era, por cierto, el título original de la película de Ashby: Being there). Un error generalizado, que a muchos les ha costado la carrera política, cuando menos. En todo caso, el paradigma que más se ajustaría a Rajoy sería el del emperador Claudio, al menos el que noveló Robert Graves, y que en la adaptación televisiva interpretó Derek Jacobi: alguien que sobrevive y manda a costa de tener una mano de hierro y guante de simpleza. 

Desde luego, él se ha trabajado –sí, trabajado, luego hablaremos de eso– esa imagen. “En 1981, yo tenía 26 años y era registrador de la propiedad en Padrón. Acababa de volver de la mili. Me pidieron los amigos que me afiliara a Alianza Popular, y que fuera ‘de relleno’ en una candidatura, asegurándome que no saldría. Pero tuvimos unos resultados espectaculares y salí diputado. Aunque yo quería dimitir, me insistieron mucho en que no lo hiciera. Y seguí. Luego me ofrecieron ser director general de la Xunta. Yo me resistía, porque lo mío era el Registro… Al poco tiempo, AP había designado a uno para presidente de la Diputación de Pontevedra, pero no apareció, y era el último día de plazo para presentar la lista. Además, habían convocado una rueda de prensa, y tal… Le buscaron por todas partes sin dar con él. Y, agobiados, acudieron a mí. Total, que con 28 años me convertí en presidente de la Diputación, sin haber movido un dedo”. En marzo de 1996, José María Aznar había logrado derrotar al imperio del mal felipista y Rajoy, en vez de sacar pecho como el jefe, contaba en El Mundo que había llegado a presidente de Diputación en un par de años fundamentalmente por no saber decir que no a los amigos. 

Lo que es cierto es que posiblemente haya que retrotraerse hasta Leopoldo Calvo-Sotelo, que ocupó fugazmente la Moncloa dos años escasos (1981-1982) para encontrar otro presidente tan falto de carisma como Mariano Rajoy (2011-18). Quien tenga la tentación de reforzar el paralelismo recordando que tres de los cuatro abuelos del sucesor de Adolfo Suárez eran gallegos, errará. Lo primero que hay que hacer para entender a Mariano Rajoy Brey (MRB) es asumir que, contra la etiqueta fácil y el recurso manido, el presidente del Gobierno de España no es así por gallego, si es que los hay de un solo tipo. Independientemente de lo que ponga su DNI, ese argumento de autoridad que ahora es tendencia, Rajoy no es gallego, en el sentido –peyorativo– de impenetrable o poco inteligible. Lo que es es contenido, por origen, por educación, y por carácter. A Rajoy lo ha hecho así ser pontevedrés, aunque haya nacido en Santiago de Compostela (1955) y se haya criado en León. El modelarse como persona en ambientes muy formales de ciudades pequeñas, y en círculos bastante restringidos.

El abuelo, Enrique Rajoy Leloup, era profesor de derecho de la Universidad Compostelana y decano del Colegio de Abogados de Santiago, republicano y galleguista, y fue uno de los redactores del Estatuto de Autonomía de 1936, lo que a los demás les ocasionó el paredón o el exilio y a él el ostracismo académico hasta los años 50. Rajoy II, Mariano Rajoy Sobredo, hizo carrera en la judicatura y su hijo mayor, Rajoy III, Mariano Rajoy Brey, vivió desde los cinco años hasta que fue a estudiar Derecho a Santiago en sedes judiciales, primero en la Audiencia Provincial de León y después en la de Pontevedra, en las residencias que tenían para jueces decanos, fiscales y presidentes. Los círculos eran tan pequeños que, en León, Rajoy Sobredo trataba bastante a un abogado llamado Juan Rodríguez García-Lozano, y sus hijos iban al mismo colegio. El del abogado, José Luis (Rodríguez Zapatero), aka Papes,era más joven que Marianín (como era conocido en León), y era compañero de aula del pequeño de los Rajoy, Enrique. 

Los Rajoy debían de leer después de cenar el Código Civil, al igual que esas familias norteamericanas que leen la Biblia alrededor del hogar, y los niños debían de jugar a las construcciones con los tomos del Aranzadi. Marianín era piadoso, alto y torpón, características que no le hacían precisamente popular entre los chavales. Después, MRB recaló en Compostela, en una universidad que hervía, ya en los estertores de Franco, pero se centró en estudiar aplicadamente la carrera, sin sacar los pies del plato y sin caer en la tentación de ir más allá de la amistad con algunos elementos de Defensa Universitaria (defensa contra el izquierdismo). Antes incluso de que la terminase, su padre se encargó de prepararlo para las oposiciones a registrador (y de levantarlo a las cinco de la mañana para que estudiase). En resumen, a los 23 años era registrador de la propiedad, pero experiencia de la vida real, tal y como la conocemos, tenía poca. Llegó a frecuentar algunos clásicos bares de copas de Pontevedra, como “Daniel”, en donde se solían formar parejas, pero tuvo que esperar a los 41 años (y cambiar de bar, el “Universal”) para encontrar la suya, Elvira Fernández. 

Farola y barranco

Como buen hijo de familia, eligió como destino algo a medio camino entre los dos lugares donde había vivido: Villafranca del Bierzo. Durante la semana registraba y dormía en el parador nacional, y los fines de semana cogía el Seat 127 y se iba a Pontevedra. Era más hábil con los argumentos jurídicos que al volante, porque en Villafranca se había cargado una farola, y camino de casa, ya destinado en Santa Pola (Alicante), se fue por un barranco en Palas de Rei (Lugo). Salió por su propio pie, pero con unas heridas en la cara que motivaron que MRB fuese el primer presidente de la democracia con barba. Aquel mismo año, 1980, hizo la mili (un Mariano Rajoy objetor de conciencia sería contrario a las leyes de la física) en la Capitanía de Valencia que regía Milans del Bosch, meses antes de que sacase los tanques. De todas formas, en una muestra más de la lógica militar y sus sinergias con la vida civil, el registrador de la propiedad de Santa Pola estaba destinado en el pelotón de limpieza y se encargaba de que las escaleras del edificio estuviesen en perfecto estado de revista. O sea que la ideología no se le contagió allí, aunque al regreso del servicio militar fue cuando se le notó el interés por la política, según sus amigos (no se sabe si los mismos que lo habían convencido para que diese el paso). 

A MRB el ser de derechas –así se definió siempre, sin ambages y sin complejos– le venía de serie, de una familia materna de religiosidad estricta y en la que el ABC era el oráculo diario. Su primera militancia fue en la Unión Nacional Española, una “asociación política” franquista, tradicionalista y carlista comandada por Gonzalo Fernández de la Mora. Su pensamiento lo plasmó en unos artículos en Faro de Vigo, en los que comentaba un libro de Fernández de la Mora (La envidia igualitaria)  y de Luis Moure Mariño (La desigualdad humana) en los que aseguraba que “frente a la envidia igualitaria solo es posible la emulación jerárquica” y  “la igualdad implica siempre despotismo y la desigualdad es el fruto de la libertad”. No era entonces un joven con la cabeza caliente por las malas lecturas, sino todo un director general de relaciones institucionales de la Xunta de Galicia. Cuando, en un acto de la Marina española en Guinea, dijo aquello de que vivía “en la calle del almirante Salvador Moreno, que no sé por qué le han quitado la calle, nosotros siempre la hemos llamado así”, sabía perfectamente quien era Salvador Moreno (un marino que cañoneaba poblaciones en tierra) y por qué le quitaron la calle ya en 2001, pero lo que les estaba diciendo a los marinos es “yo soy de los vuestros”. 

 En realidad, políticamente Rajoy lo pasó muy mal en Galicia. Durante su etapa como presidente de la Diputación, estaba cercado por los alcaldes del rural (de su propio partido) con una concepción de la política y una ideología bastante distintas. En 1986, MRB tenía ya su vida felizmente encarrilada en el Congreso de los Diputados cuando le hicieron una propuesta que no pudo rechazar: apagar la rebelión de los conselleiros de Alianza Popular contra el presidente de la Xunta. En cierta forma, volver al pelotón de limpieza, como en la mili. Tuvo que volver para ocupar la vicepresidencia durante un año y pico, hasta que una moción de censura, apoyada por su antecesor, tumbó a su gobierno. En 1989, Manuel Fraga recuperó Galicia para los conservadores (ya entonces PP), pero para Rajoy, congresista por Pontevedra, vicesecretario general del partido y miembro de su ejecutiva nacional, siguió siendo territorio hostil. 

Él era –y es– un hombre de José Manuel Romay Beccaría, ministro en el franquismo, en la democracia y actual presidente del Consejo de Estado, un político muy discreto al que la definición de “florentino” se le queda corta. Romay fue el ingeniero en la sombra de la llegada de Fraga a la Xunta, para ser después arrinconado por el sector galleguista del PP. Así que a Mariano, ni agua. “Os presento ahora a un gran hombre, un triunfador, al brazo derecho de Aznar, y que, pese a lo que dicen por ahí, no es marica: ¡Mariano Rajoy!”, lo presentó un día en un mitin uno de sus alcaldes. “¿Y qué hiciste?”, le preguntó horrorizado un amigo al que se lo contó. “Nada, ¿qué iba a hacer? Subí al estrado y le di las gracias por sus palabras”, contestó Rajoy. Así que cuando a MRB le comentan algo sobre volver a la política gallega, siempre responde: “Antes, Santa Pola”. 

Mariano Rajoy es conservador y es tímido. Una mala combinación cuando se le buscan las cosquillas, porque es como el incendio en una turbera: arde por debajo de tierra y en la superficie solo se aprecia algo de humo, hasta que de pronto, si hay una grieta, las llamas salen como un volcán. Y ha estado ardiendo durante mucho tiempo. Aguantó en su día incendios como dar la cara en la crisis del Prestige, negociar el apoyo de los execrados nacionalistas e incluso ser el soporte de compañeros de gabinete más atentos a otras necesidades más humanas pero menos confesables que las políticas. Era el funcionario que sacaba adelante el trabajo –en efecto, el trabajo– del que los demás se escaqueaban. De los tres vicepresidentes de Aznar, fue el único que no levantó la voz ni la mano cuando el dedo infalible del presidente revoloteaba buscando un sucesor. “Mariano, vente, te ha tocado”, le llamó Aznar finalmente. Lo escogió, dicen, porque creía que sería el que mejor iba a mantener su legado. Ignoraba lo de las grietas por las que se escapan las llamas. Al final de la campaña de 2004, la que contra todo pronóstico el PP perdió, le espetó al expresidente: “¡Tú y tu maldita guerra!” (aunque otras versiones se lo atribuyen a Rato). 

 MRB confiesa que hasta que fue vicepresidente no le cogió gusto a mandar. Es de suponer que cuando llegó a la presidencia se aficionó de verdad. Sobre todo porque ahí pudo desplegar todo su programa de orden –cosas que ni Aznar se atrevería a hacer, como los recortes en servicios públicos– mientras se encogía de hombros y se lamentaba a lo Sandro Giacobbe, “lo siento mucho, la vida es así, no la he inventado yo”. 

Pase lo que pase el viernes 1 de junio en el Congreso, a Rajoy siempre le quedará –además de Santa Pola– Pontevedra y sus amigos de allá, la peña Doble y Mitad (comen el doble, pagan la mitad, porque solo van hombres). Aunque ahora gobierne la ciudad un nacionalista marxista leninista confeso y le hayan declarado persona non grata por haber prorrogado, cuando estaba en funciones, la concesión a la papelera que hay en medio de la ría. 

Volviendo a Claudio, al de verdad (Tiberio Claudio Augusto César Germánico), todo indica que murió envenenado para que corriera el escalafón imperial. Lo malo fue que después vino Nerón. 

Queremos sacar a Guillem Martínez a ver mundo y a contarlo. Todos los meses hará dos viajes y dos grandes reportajes sobre el terreno. Ayúdanos a sufragar los gastos y sugiérenos temas

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Xosé Manuel Pereiro

Es periodista y codirector de 'Luzes'. Tiene una banda de rock y ha publicado los libros 'Si, home si', 'Prestige. Tal como fuimos' y 'Diario de un repugnante'. Favores por los que se anticipan gracias

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

1 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. Artur

    Malláchelo, Xosé!!!! (trad: "Lo Clavaste, Xosé!!!").

    Hace 5 años 10 meses

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí