1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Tributo

El don de Enrique (I)

El cantaor construye sus herramientas asumiendo formas de cantar, escuelas diferentes y heterodoxas para el canon de su tiempo, escuchando, abriéndose a otras músicas, a formas “degeneradas” de flamenco

Pedro G. Romero 2/02/2015

<p>Morente, el cante.</p>

Morente, el cante.

JAVIER CAMPANO

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Un reconocimiento, una especie de señalamiento en el que la maestría es subrayada. También es una señal de respeto y una raya: desde aquí el flamenco es otra cosa. Creo que el primero en recibirlo fue don Antonio Chacón, que, en lo que ahora nos ocupa, significa también un punto de partida estilístico, una línea de salida que siempre reivindicó Enrique Morente. Pero no se trata de dar señorío ni de tener una deferencia, no, no se trata ahora de reivindicar un subrayado de respeto, ese “don” que ya se encuentra suficientemente democratizado. El don que quiero referir a propósito de Morente, o, mejor dicho, los dones, tiene que ver con esa acepción de la palabra que la significa como regalo, dádiva  y ofrecimiento y, seguramente, también con la gracia, con el carisma del artista y los talentos de su obra. Sencillamente se trata de aproximarnos a lo que Morente nos ha dado. Perdónenme entonces el alambique este de empezar con un juego de palabras.

Hay una advertencia importante. Morente no nos ha dejado escrito, de manera contundente, nada publicado, ni siquiera unas notas sobre su poética, aunque seguro que en el futuro encontraremos muchos esgrafiados del maestro. Y es raro. Tenemos sus entrevistas, los testimonios de quienes bien le conocieron y su obra. Es de ahí, de sus grabaciones, actuaciones y proyectos, de donde podemos sacar algunas conclusiones. Pero es evidente que nos movemos en un terreno hipotético. La convicción de estas líneas, que no dejan de ser unas primeras notas, sueltos y apuntes, pasa por dibujar los rasgos generales del legado poético que Enrique Morente nos dejó. No me refiero a sus poesías, claro, ni a las que cantó, ni a la maravillosa antología que representan los poetas que ha cantado. Poético en el sentido originario de la palabra, poiesis, en el sentido de haber conseguido una determinada forma, un modo de hacer el cante, de hacer el flamenco.

El caso es que este modo de hacer el flamenco de Enrique Morente, su poiesis, es, seguramente, el más importante aparecido en este arte, al menos desde Antonio Mairena. Aparentemente señalado como un modo de hacer antagonista, el de Morente es, sin embargo, su único continuador. Entendamos que ha habido importantes estéticas, no sé, Camarón de la Isla, sin ir más lejos, una esthesis sublime y completa. Estamos hablando de modos de hacer. Aparentemente poiesis se suele referir a las artes escritoras y esthesis a las visuales, literatura y arte, respectivamente, según se atiende a sus campos etimológicos respectivos. Pero no es exactamente así. La esthesis atiende a formas acabadas, a texturas resueltas, a definiciones estilísticas, a una singularidad en el modo de aparecer las cosas. La poiesis, sin embargo, se conforma estructuralmente, por debajo. Una poiesis puede tener varias esthesis distintas. Y que me perdonen los aficionados si espeso estos apuntes con un lenguaje tan académico. Habrá bromitas a costa de los palabros. No se preocupen, también los académicos más conservadores pondrían en cuestión este uso libérrimo, flamenco, de sus autoridades.

Alguna vez he escrito que, si es cierto que desde Camarón el flamenco se revoluciona, también lo es que la fuerza estilística de su voz apenas permite a los artistas salir de su sombra. Es difícil escapar a su esthesis. Sin embargo, la voz de Enrique Morente permite crecer. Toda una generación de artistas, no sólo cantaores, también guitarristas y bailaores, productores musicales, críticos e historiadores, sí, hasta flamencólogos hay que pueden construir una estética propia, animados por su larga sombra, su poiesis. No es necesario que sigan sus reglas estilísticas, que acojan sus modos y sus formas. Morente representa una manera de entender el cante y no sólo de entender el flamenco.

La poiesis es un modo de hacer radical, opera de raíz. No es que transforme el cante, la concepción de la música flamenca en su apariencia formal; lo que hace es estructurar de manera nueva el procedimiento con que opera ese cante. La forma de hacer de Antonio Mairena uniendo arqueología, genealogía y enciclopedismo es ahora mismo la forma estructural e institucional del campo flamenco. En cierto sentido, y no estoy valorando su discurso sino la forma de hacer, representa el triunfo de un cierto positivismo que trataba y trata de legitimar el flamenco como arte, cultura y demás valores sociales. Es la culminación del proyecto académico de Demófilo, el padre de los Machado, de la legitimización republicana que trajo los efectos del concurso de Granada de 1922 que impulsaron Lorca y Falla. Morente actúa también sobre ese caudal, sin lugar a dudas. De hecho, las transformaciones en el hacer de Morente, siendo estructurales, comienzan a operar, no en el cuestionamiento de este venero, sino en la refutación evidente de sus condensaciones discursivas, en el descrédito otorgado a teorías de la pureza, de la sangre, de la familia, etcétera, sobre todo, por el carácter judicial y excluyente que muchas de estas operaciones tenían.

Morente quiere esa potencia. Morente siempre ha manifestado su admiración por el famoso concurso de Granada de 1922. Aun sabiendo de los daños que las poéticas erradas de Lorca y Falla ocasionaron al flamenco, sabía que también allí se generó una potencia, un modo de extensión del hecho flamenco que ya no tenía vuelta atrás y que había engrandecido las capacidades de ese arte. La pureza, las disparatadas teorías sobre el profesionalismo o la condena del alcohol y la vida licenciosa de los flamencos quedan sólo como anécdotas. Permítanme un ejemplo personal. Morente me preguntaba cómo había acabado yo dedicando algo de mi tiempo a esto del flamenco. Le contaba yo, entre otras cosas, que había leído un ensayito magnífico que Eugenio Cobo dedicó al Bizco Amate y que me había puesto a investigar y que la primera conclusión fue que todos los datos históricos en que se basaba ese ensayo eran falsos. Aun así, el núcleo principal que me había atraído, la magnífica descripción del nihilismo como una forma de vida lumpen, seguía pareciéndome verdadero. Entonces decidí emprender un trabajo que fuera capaz de mantener esa impresión, pero que a la par se armara con informaciones más ciertas. Morente asintió y pasó a referir la magnífica potencia de esos mitos, esas falsedades que, por otra parte, han construido siempre la forma de hacer del flamenco. A eso me referiré más tarde. Lo que quiero subrayar ahora es la capacidad de Morente de haberse alimentado de esa potencia mitológica con que las mixtificaciones han construido el flamenco y haber asumido además una historia más cierta.

Morente construye sus herramientas, los instrumentos de su poiesis, operando con la esthesis, asumiendo formas de cantar, escuelas diferentes y heterodoxas para el canon de su tiempo, escuchando, abriéndose a otras músicas, a formas “degeneradas” de flamenco, desde Caño Roto hasta Emilio el Moro, a otras músicas populares —tango, son, rock and roll—, a la música culta, a las polifonías, a la esencia de la música religiosa, incluyendo las expresiones más vanguardistas y radicales como Luigi Nono o Helmut Lachenmann. Es desde esa práctica abierta como va configurando una forma diferente de acudir al flamenco. Pero indudablemente hay elementos de estructuración, de proyecto. No se trata sólo de unas determinadas formas, de defender ciertas estéticas frente a otras, más bien de encontrar un procedimiento más veraz, más ajustado a lo que el propio flamenco ha desenvuelto. Lo hace además subrayando el carácter perfomativo de este arte, haciendo del mismo el sistema de conocimiento. Las colaboraciones de todo tipo, el ajuste a otras disciplinas, el conocimiento de los mecanismos de lo teatral, la increíble prodigalidad de Morente tienen que ver con esa certeza. Pero el mecanismo, Morente lo aprende de ese giro etnográfico que es herramienta dominante en la formación del artista flamenco y que tipifica Mairena.

El cantaor hace trabajo de campo, acude aquí o allá a escuchar a un viejo aficionado que tiene memoria de algún cante, de alguna práctica flamenca que se supone en extinción: El se canta lo que se pierde, literalmente, en este caso más de Juan de Mairena que de Antonio Mairena. Porque Morente hace de la herramienta un instrumento polivalente: no le sirve para cerrarse sino para abrirse. No es más que seguir la lógica de la herramienta. Morente opera por igual con el Ciego de Lebrija que con Max Roach. Lo extraño de ese giro antropológico es que en su tipificación mairenista —de Antonio Mairena— sirviera para cerrar, para acotar el campo, para excluir experiencias, para mantener viva no ya la experiencia de la tribu, en este caso muchísimo más abierta que la del etnógrafo Mairena, sino para hacer exclusiva la experiencia del propio investigador. No es momento ahora de analizar el contexto histórico de este reduccionismo mairenista, tan marcado por el clima cultural franquismo/antifranquismo previo a las renovaciones sesentayochistas. Es como si el antropólogo se reservara para sí la experiencia indígena y luchara, no tanto por vindicar la tribu, sino más bien por tener el absoluto de su interpretación. Es una tipología habitual en los primeros etnógrafos, críticos con la experiencia colonial a la vez que monopolizadores del discurso sobre el que actúan como un nuevo colonialista. Morente es el caso contrario: no interpreta, se diluye en la tribu.

Se trata, evidentemente, de una intuición ambiental, verdaderamente un signo de los tiempos. La posición de Morente, su lugar de operaciones, funciona respecto al mairenismo exactamente igual que, a nivel académico, el posestructuralismo refutando al estructuralismo. Podríamos extendernos en el discurso académico pero no es el sitio. El propio Claude Levi-Strauss cuestiona su autoridad estructuralista, y Michel Foucault, por más que operara en contra de la autoridad estructuralista, no escapó, en un primer momento, a ser incluido en el grupo. Quiero decir que, académicamente, tampoco se trata de compartimentos estancos ni de definiciones del todo claras. Si nos dejamos llevar por las propias palabras, estructura y su pos-, podemos tener una idea clara. Unos construyen un edificio, con no poco esfuerzo y no pocos méritos, pero se empeñan en que todos vivamos en él y adaptemos la propia vida al discurso que intenta analizarla. Lo primero es poner en crisis ese discurso, lo segundo resituarse en el campo para que la posible estructura del edificio, si es que podemos seguir llamándole estructura, tenga una relación más veraz con la vida, incluyendo en esa relación el propio carácter estructurante de cualquier discurso. Puede parecer complicado. Morente se resitúa en el campo, entre otras cosas, consciente de los peligros del propio discurso. Esa es una posible explicación a que Morente no entendiera necesaria una actividad discursiva —escritos, teorías, argumentaciones— en torno a su entendimiento del flamenco. Ese hacer andando machadiano es mucho más consciente de lo que parece. Se hace camino al andar aparece en 1975, el año de la muerte de Franco. En torno a 1977 aparecen dos discos claves, el Homenaje a Don Antonio Chacón y Despegando, los dos con la guitarra de Pepe Habichuela. Por un lado, una antología muy concreta, no ya su versión de los cantes, sino la versión que hemos heredado de Chacón, un subrayado de ascendencia genealógica que se opone de frente al canon construido por Mairena. Y, curiosamente, un llamado al realismo frente al constructivismo fantástico de Mairena, puesto que el legado de Chacón podemos sopesarlo y certificar su veracidad, mientras que la arqueología mairenista inventa y construye a partir de un testimonialismo que tiene tanto de ficción como de documento. Morente es consciente siempre de ese valor inventivo de Mairena aunque, evidentemente, no comparta sus estrategias. El segundo, Despegando, seguramente el disco más importante de lo que la crítica llama un flamenco nuevo —desde luego, un disco mucho menos manierista que La leyenda del tiempo, obra también magistral a la que pone voz Camarón de la Isla—, supone toda una declaración de principios y anuncia ya casi todo Enrique Morente. Verdaderamente, una toma de posición en el campo: por un lado, presenta una arqueología que viene a refutar el canon mairenista; por otro, sitúa su trabajo en una línea conceptualmente distinta de la revolución que están llevando a cabo Paco de Lucía y Camarón de la Isla, una línea que acompaña, pero que aspira a desbordar esa revolución más allá del ámbito estilístico.

Pero sigamos todavía con el profundo socavamiento que Morente realiza a la arqueología canónica que instauró Antonio Mairena. Hay un caso ejemplar, esa polémica en torno a la soleá de Charamusco que tanto gusta a la afición flamenca. Andrés Raya y otros buenos aficionaos lo narran en sus blogs; José María Bonachera hace una interesante lectura en La vida y la muerte de Antonio Mairena. Básicamente el asunto parte de la magnífica soleá Tú vienes vendiendo flores que graba Morente en Despegando y que recoge ya los cantes de Charamusco, que Antonio Mairena convertiría en una especie de manifiesto. Parece que sí, que Morente había escuchado una cassette con la grabación inédita de Mairena y quedó prendado de esa musicalidad, en muchos sentidos más a tono con su entendimiento del cante que con la estilística defendida por Mairena. El detalle de la cassette no es baladí pues sustituye la famosa transmisión oral mairenista, fuente de toda su inventiva. Es evidente que la gran proliferación de estilos flamencos, su explosión y riqueza estilística, acompaña siempre a la historia de la reproducción técnica —cilindros, placas, vinilos, radio, televisiones, internet, mp3— o, como dice Ortiz Nuevo, “el flamenco llega con el ferrocarril”. Pero no es ese el asunto ahora. La cosa es que los rasgos diferenciadores del Charamusco ya los habían grabado antes Juanito Valderrama y Pepe Marchena, estos sí, antagonistas directos de la concepción del cante de Antonio Mairena. Pepe Marchena lo graba como Soleá de Yllanda al concurrir esta referencia en la letra que, me dice Faustino Núñez, había grabado Garrido con una música distinta. Esta evolución que altera el par letra y música es otro de los puntos clave de la construcción del flamenco, la brecha además para incorporar nuevas letras y poemas cultos al cante, un par evolutivo este de fonética y musicalidad poco atendido por los expertos. Pero a lo que iba. Resulta que lo que resuena en esa soleá, el giro vocal que le da identidad, a esa y tantas otras, la soleá petenera, soleá apolá, soleá de Triana, soleá de Paquirri, soleá de El Fillo, etc., en fin, el rasgo musical primero lo encontramos en una petenera, de origen mexicano, que grabó El Mochuelo en cilindros de cera. Una petenera ni tan siquiera aflamencada, presentada como mera canción. Pepa Sánchez nos ha puesto en estos conocimientos, aunque Faustino Núñez ya había dado su aviso. En fin, que resulta entonces que esa modalidad de soléa tiene para la poética de Morente una coherencia que en Mairena, haciendo además de este cante un manifiesto, supone casi la quiebra de su edificio. Las soleás caracterizadas como de Triana, que para tanto aficionado son una especie de troncal del edificio flamenco, no son más que el resultado lógico de un rasgo estilístico, una especie de sombra melancólica que da la necesaria fragilidad a un cante muchas veces demasiado fuerte, demasiado forte, casi una piedra, mientras que ese deje retrotrae el cante a su propia apelación de soledad, de abatimiento. El reconocimiento de este rasgo es intuitivo. Ni Morente ni Mairena sospechan siquiera de su origen americano. El caso es que el rasgo está ahí. Claro que habrá voces que querrán ajustar el discurso. Alguno dirá que si no sería Rodrigo de Triana, el que acompañó a Colón, quien llevó la soleá a las Américas, quién sabe. Y no lo digo con sorna. Admiro profundamente la capacidad mitológica de autonarración que se han dado los flamencos. Mi admiración por Mairena empezó ahí, cuando aprendí a leerlo como a Pericón de Cádiz, si bien dando gravedad y academicismo a lo que en Pericón es chirigota; pero son chuflas muy serias, risas que no tienen nada de banal. “Tú vienes vendiendo flores, las mías son amarillas, las tuyas de todos los colores”. Podíamos tomarlo de forma literal, para algunos el cante es amarillo, para otros puede tener todo tipo de colores.

Continuará.


Un reconocimiento, una especie de señalamiento en el que la maestría es subrayada. También es una señal de respeto y una raya: desde aquí el flamenco es otra cosa. Creo que el primero en recibirlo fue don Antonio Chacón, que, en lo que ahora nos ocupa, significa también un punto de partida estilístico, una línea...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Pedro G. Romero

Pedro G. Romero (Aracena, 1964) opera como artista desde 1985. Actualmente trabaja en dos grandes aparatos, el Archivo F.X. y la Máquina P.H. Participa en UNIA arteypensamiento y en la PRPC (Plataforma de Reflexión de Políticas Culturales) en Sevilla. Es director artístico de la compañía Israel Galván y comisario/curador del proyecto Tratado de Paz para la Capital Cultural DSS2016.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí