La ‘guerra híbrida’ de Putin
Los países de la OTAN analizan sus opciones civiles y militares para enfrentarse a la combinación de abastecimiento de armas y operaciones encubiertas, inversiones y propaganda empleadas por Putin en la crisis de Ucrania y en otros países
Salvador Martínez Berlín , 26/03/2015
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Durante años, y no sólo debido a la crisis económica en Europa, no han parado de menguar los presupuestos de los ministerios de Defensa en el Viejo Continente. Por eso se le notaba cierta exasperación hace unos días a Samantha Power, la embajadora de Estados Unidos en la ONU, cuando señalaba en declaraciones a la BBC que, pese al aumento de amenazas en el mundo, el gasto de defensa en Europa todavía "no llega al 2% del PIB al que se han comprometido los líderes europeos".
Ese compromiso, que data de 2002, se alcanzó en el marco de la OTAN. Después de más de dos lustros, y tras no pocas tentativas vanas para vigorizar el gasto militar en Europa, en la Alianza Atlántica parecen haber encontrado ahora una amenaza lo suficientemente importante como para imaginar un engorde de los presupuestos de defensa continentales. Se llama "guerra híbrida". El concepto apareció en el ámbito castrense de Estados Unidos hace casi una década pero se presenta desde hace poco como una novedosa concepción de amenazas estratégicas presentes y futuras.
Desde Berlín, Christian Mölling, investigador del Instituto Alemán para Asuntos Internacionales y de Seguridad (SWP, por sus siglas en alemán), dice que la guerra híbrida se ha puesto de "moda". Lo cierto es que no hay ministerio de Defensa ni organización internacional ni think tank que se precie que no haya dedicado ya una conferencia o varios artículos a la "guerra híbrida". "Esos términos están fascinando a mucha gente, pese a que, en sí, no dicen gran cosa", asegura Mölling. De esa fascinación resulta que "la OTAN esté construyendo actualmente su estrategia sobre la base de estos términos, justificando así su reestructuración por un concepto nuevo", añade este analista.
Cuando se pregunta en Bruselas a los responsables de la OTAN sobre la guerra híbrida, se señala como referencia el discurso del pasado 5 de marzo del secretario general adjunto de la Alianza Atlántica, el estadounidense Alexander Vershbow. En él, el responsable norteamericano prefería hablar de "la emergencia de una nueva forma de combate híbrido". Es decir, según Vershbow, la aparición de una "combinación de intimidación militar, intervención encubierta, abastecimiento encubierto de armas y sistemas de armamento, chantaje económico, falsedad diplomática, manipulación mediática y absoluta desinformación". De todo esto hablaba el responsable de la OTAN al referirse concretamente en su alocución a Rusia y al "comportamiento" que durante "varios años" está teniendo en la escena internacional el país de Vladimir Putin.
Según Jana Puglierin, investigadora afincada en Berlín del Instituto Alemán para las Relaciones Exteriores (DGAP, por sus siglas en alemán), Rusia está "haciendo este tipo de guerra híbrida" en el conflicto ucraniano. Pero Ucrania no es el único país atacado así. De hecho, los países bálticos -Estonia, Letonia y Lituania- también se sienten víctimas de este nuevo belicismo ruso. Por eso, a mediados de mes, la presidenta lituana, Dalia Grybauskaite, decía: "Ya estamos siendo atacados". Para ella, "la primera etapa de la confrontación ya está teniendo lugar", a saber, "la guerra de la información, la propaganda y los ciberataques".
En realidad, éste es el sentir de no pocos países que otrora estuvieron vinculados a la Unión Soviética y bajo los cuales aún pesa enormemente la influencia de la vecina Rusia. Sin embargo, más al oeste, en París, cuando se habla de"guerra híbrida, hay expertos se revuelven en su silla. "Yo estoy incómodo con este tipo de conceptos porque la guerra siempre fue híbrida", reconoce Yves Boyer, ex director adjunto de la Fundación para la Investigación Estratégica (FRS, por sus siglas en francés). "Los Estados que han practicado la guerra, siempre han mezclado medios para lograr objetivos políticos o estratégicos, utilizando la fuerza militar, pero ocultándola", añade. Para él, el término "guerra híbrida" resulta algo así como "un eslogan todoterreno", un concepto "un poco artificial" surgido porque "parece que hay que alertar a la población" y "hay que fortalecer los presupuestos de defensa en Europa".
Para Boyer, o hay guerra o no la hay. No tienen cabida conceptos de guerra intermedios. "La guerra puede ser una gran guerra, como la de 1914-1918, o una guerra pequeña, si se mezclan operaciones militares, preparación militar, tareas de inteligencia e información o inserción de hombres en terreno enemigo". Dentro de este segundo tipo de conflicto parece encajar la actuación rusa en Ucrania. Pero incluso reconociendo como guerra -simple y llanamente- lo que Rusia está llevando a cabo en Ucrania, no está claro que convenga animar a responder militarmente a Moscú. Según Boyer, es cuestión de sentido común. "Hay que tener en mente que Rusia es una potencia nuclear y que nadie va a ir a buscarle las cosquillas, por eso no veo qué se puede hacer en el marco de la OTAN", sostiene este analista.
La guerra híbrida al este de Europa, por muy guerra que sea, no tiene solución militar. Esto es algo de lo que parece estar convencida la propia Angela Merkel, canciller alemana y figura erigida como líder de la respuesta occidental frente a Vladimir Putin. Ella dice no ver "solución militar" a la desestabilización de Ucrania, pero su énfasis en buscar salidas diplomáticas tampoco parece aportar soluciones a corto plazo.
Los expertos coinciden en señalar que, para contrarrestar la influencia rusa en el este de Europa, hay que fortalecer las sociedades civiles, promoviendo valores como la democracia, la pluralidad informativa o la libertad de expresión. Pero semejante tarea, que también habría que desarrollar en favor de una sociedad civil rusa sometida al poderoso influjo autocrático de Putin, será incluso más difícil que llegar al 2% del PIB en gasto militar tan anhelado por la OTAN.
Porque si falta dinero en los ministerios de Defensa europeos –y eso que totalizan alrededor de unos 200.000 millones de euros–, en peores condiciones están las arcas de los organismos comunitarios dedicados a apoyar a la sociedad civil, actores humanitarios o políticos en los países vecinos de la UE. Así, el presupuesto del Fondo Europeo para la Democracia, la entidad continental de referencia para tan loables fines creada a principios de esta década, apenas cuenta con 14 millones de euros. En este contexto, no parece que, de antemano, Europa tenga perdida la guerra híbrida. Da la impresión de que ni siquiera tiene con qué luchar.
Durante años, y no sólo debido a la crisis económica en Europa, no han parado de menguar los presupuestos de los ministerios de Defensa en el Viejo Continente. Por eso se le notaba cierta exasperación hace unos días a Samantha Power, la embajadora de Estados Unidos en la ONU, cuando señalaba en...
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