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Luis García Montero / Candidato a la Comunidad de Madrid

“Una de las palabras que más temo es 'traidor”

Óscar Sainz de la Maza Ainhoa Campos Madrid , 14/05/2015

Luis García Montero, el 13 de mayo en Madrid.
Luis García Montero, el 13 de mayo en Madrid. Rosa Muñoz.

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A este poeta granadino, marido de la escritora Almudena Grandes, se le ha ofrecido un regalo tan suculento como envenenado: dirigir la candidatura a la Comunidad de Madrid por Izquierda Unida, un partido cuya federación en la región ha protagonizado una desastrosa concatenación de episodios internos. En primer lugar, ha sido salpicada por el escándalo del caso Caja Madrid, cuando se descubrió que los consejeros de la entidad (entre ellos, alguno de IU) habían cobrado sobresueldos en forma de tarjetas de crédito no declaradas –las famosas tarjetas black- y, de manera algo sospechosa, habían fracasado estrepitosamente en sus labores de vigilancia ante comportamientos ilegales y más bien poco morales.

En segundo lugar, la decisión de Podemos de concurrir a las municipales integrado en candidaturas de unidad popular dio lugar a un agrio debate en el seno de la federación: ¿concurrir con las propias siglas o aceptar disolverlas en la candidatura común? Para muchos dirigentes regionales, esto último significaba el suicidio político y el triunfo de una maniobra orquestada en última instancia por Podemos. Cuando las primarias, abiertas a simpatizantes, otorgaron la candidatura regional y local a los partidarios de la fusión, se sucedieron las acusaciones de traición e incluso de corrupción, y estos dos candidatos acabaron marchándose del partido para ingresar en las filas de Podemos y de Ahora Madrid, la candidatura conjunta que apoya el partido de Pablo Iglesias.

Ahora, charlando mientras toma un café bajo los árboles que adornan el hall de la estación de Atocha, Luis García Montero reconoce la ardua labor que le espera – despidiendo al mismo tiempo cierto destello de optimismo y tenacidad- y habla con nosotros sobre ética, doctrina y disputa política. 

El diario El País habla de cómo los intelectuales dan un “paso adelante” en política cuando la nación se encuentra en apuros. ¿No se trata más bien de un recurso para salvar los muebles por parte de dos federaciones (la del PSM y la de IU-CM) que andaban muy tocadas? 

La política como tal está sufriendo un serio problema de descrédito, y los partidos buscan dar una respuesta. Esta puede ser la de sustituir caras viejas por caras jóvenes y pegar un cambio generacional, o bien darle protagonismo político a gente que, aun estando comprometida políticamente, no se ha dedicado a la política institucional; no pertenece al “aparato”. Ése es mi caso. Siendo militante de IU desde su fundación en 1986, me he dedicado más al activismo social y la militancia cultural. Me relacionaba más con los movimientos ciudadanos que con la política institucional del partido. Y dada una situación difícil, tanto externa como interna (todo lo que acompañó la salida de Tania Sánchez hacia Podemos había generado disputas), los compañeros pensaron en mí como posible alternativa. Lo acepté como una obligación de militante. 

¿Hay diferencia cuando llega un intelectual a la política?

No creo que los intelectuales sean más o menos honestos que los políticos; como ellos, son ciudadanos. Me preocupa el descrédito y la caricatura que se hace de la clase política como si fuera una clase aparte, no es verdad. Sí es cierto que los mecanismos de la vida política española separan mucho la vida oficial de la vida real. Es una democracia con pocos elementos participativos. En ese sentido, sí me parece oportuno recurrir a gente que no se identifique con el “aparato” y que no tenga como trabajo exclusivo la política. Porque muchas de las peleas que yo he visto, aunque se justifiquen en choques de valores, tienen como trasfondo real la defensa del propio puesto de trabajo. Así que viene bien emplear a gente que sabe que, cuando acabe la legislatura, no irá a la cola del INEM sino que se reintegrará en su antiguo empleo. Esto te da mucha independencia. La política es un compromiso de todos, y uno puede tener su trabajo y por otra parte dedicar determinado momento de su vida a la política institucional. 

Me preocupa el descrédito y la caricatura que se hace de la clase política como si fuera una clase aparte, no es verdad

¿Alguna vez se planteó dar el salto a la primera línea?

He militado mucho desde la universidad y he llegado a ocupar algún puesto dentro de IU, pero nunca pensé en dedicarme a la representación institucional de esta manera.

¿Por qué, entonces?

Para que ocurriera, se tuvieron que juntar varios factores. Vivimos en una situación de incertidumbre, tanto para lo malo (deterioro social, descrédito de la política...) como para lo bueno; es la primera vez en mucho tiempo que pueden cambiar las cosas. Yo valoré en mi reflexión que expulsar al PP de las instituciones madrileñas era algo prioritario: es un partido que ha confundido ganar las elecciones con apoderarse de las instituciones –que son de todos los ciudadanos- como algo propio. Tanta corrupción, tanto desmantelar lo que es de todos para enriquecerse... Hay que aprovechar esta oportunidad para echarlos, y sólo la presencia de IU, unida a las demás fuerzas, permitirá que la posible alianza PP-Ciudadanos no retenga la mayoría necesaria para gobernar.

Pero para eso, más necesaria será la presencia de Ahora Madrid o del PSM, que se espera saquen más escaños que IU-CM...

Sí, me explico. Hubo un momento en el que las encuestas señalaron que sería posible un pacto PSOE-IU como el que gobernaba en Andalucía, por cierto, con un programa que asustó a más de uno porque paralizaba desahucios y ponía en marcha una banca pública. Para evitar entonces que se rompiera la lógica del bipartidismo (con el PSOE escorándose a la izquierda), éste puso en marcha sus mecanismos de defensa. Primero, mediante la opción, acaudillada por Felipe González, de una gran alianza PSOE-PP a la manera de Alemania. Segundo, facilitando el éxito mediático de una fuerza política que recogía la indignación de la gente; Podemos, que fue presentada como un “coco”, como unos bárbaros que venían a destruir la democracia, por lo que los dos partidos razonables tendrían que pactar para salvarla. Para eso se les caricaturizó como terroristas de ETA o como un comando adelantado de Venezuela. Pero el invento se les fue de las manos... 

Vivimos en una situación de incertidumbre, tanto para lo malo como para lo bueno; es la primera vez en mucho tiempo que pueden cambiar las cosas

Entonces, ¿Podemos es un invento cocinado desde fuera?

Sí, se generó de manera autónoma pero fue alimentado desde fuera. Lo que ocurre es que en el momento en que comenzaron a decir que no eran ni de izquierdas ni de derechas, y a recoger la indignación de manera populista y sin identidad ideológica, se les unió mucho votante del PP, asqueado por la corrupción insoportable. Una cosa es ser de derechas y otra muy distinta ser ladrón. Fue en ese momento en el que se utilizó a Ciudadanos, una marca minoritaria catalana, para arrebatarle a Podemos todo el voto desplazado de la derecha y el centro. Creo recordar que fue el presidente del Banco Sabadell, Josep Oliu [26/5/14], el que propuso crear una especie de “Podemos de derechas”. Se ha vuelto así a un bipartidismo pero fragmentado, con posibles pactos PSOE-Podemos contra PP-Ciudadanos. Es por esto que digo que IU tendrá muchos menos diputados, pero resultará necesaria para configurar una mayoría de izquierdas en las cámaras. Esto no quiere decir entrar en el gobierno, pero sí desequilibrar este balance de fuerzas. 

En su mitin-concierto del 25 de abril se escuchó: “¡La poesía al poder!”. ¿Acaso no pide la gente más economistas que poetas? ¿Más eficiencia en la gestión que muertos en la barricada?

Ese discurso forma parte de la cultura neoliberal que impregna nuestro tiempo: la izquierda que quiera reivindicar su identidad debe ponerlo en cuestión. Tecnócratas puros ya hemos tenido, y han dado mal resultado. No hace falta ser sólo un buen periodista; también tener conciencia de qué periodismo se hace: independiente, al servicio de un partido, de una corporación, etcétera. Es cierto que la formación y la técnica son fundamentales. Por eso he configurado un Consejo Cívico para que sabios con experiencia asesoren cada uno en su materia. Si por “poesía al poder” entendemos el hecho de que entre la locura en las instituciones, la idea me gusta poco. Pero me cae mucho más simpática si lo que quiere decir es que, además de la gestión, tiene que haber unos valores. Los valores de la izquierda. 

Yo valoré en mi reflexión que expulsar al PP de las instituciones madrileñas era algo prioritario: es un partido que ha confundido ganar las elecciones con apoderarse de las instituciones 

¿Y estos son..?

En primer lugar, reivindicar el trabajo; digno y con salario decente. Vuelve la figura, propia del franquismo, del que tiene trabajo pero sigue siendo pobre, cobrando menos de 600 euros y sin seguridad laboral. A los jóvenes se les educa en que no tienen derechos. Mi generación vivía la ilusión de que nuestros hijos, como nos había sucedido a nosotros, vivirían mejor que sus padres. Ahora me encuentro con que mi hija cobra una mísera beca por hacer el trabajo del que antes se encargaba un trabajador asalariado y, cuando esto se le acaba, si te he visto no me acuerdo. La verdad es que muchas de las reivindicaciones surgidas al calor de la crisis han tenido que ver más bien con las clases medias maltratadas: impuestos y corrupción. Pero el conflicto laboral se ha invisibilizado. La izquierda ha de poner ahí el acento. En cuanto a la segunda seña de identidad de la izquierda, ésta sería sin duda la defensa de los servicios públicos. 

Volvamos al Consejo Cívico de IU. ¿Cómo es que Cristina Almeida reaparece por ahí?

La convergencia de la izquierda no trata de repartirse puestos o pasta; hay un amplio sector social que puede responder a su crisis de valores. Almeida se dedicó al derecho democrático como abogada laboralista, y en determinado momento pensó que se podía incidir mejor sobre la sociedad desde el bipartidismo y el PSOE. Ahora ve que aquello no fue tan útil y vuelve a apoyar a IU. Hay de todo; desde el otro extremo, Agustín Moreno, del sector crítico de CCOO y referente de la marea verde. O Carlos Bravo, el ecologista de Greenpeace. Enrique Lillo, que ha llevado los terribles ERE en el Grupo PRISA, Coca-Cola o Telemadrid. De hecho, una de nuestras ilusiones es recuperar Telemadrid.

IU tendrá muchos menos diputados, pero resultará necesaria para configurar una mayoría de izquierdas en las cámaras

¿Y eso cómo se logrará? Más allá de cambiar a servidores de un partido por los del otro...

El periodismo es eje fundamental de vigilancia del poder; la delicada situación del periodismo repercute sobre la democracia. Por una parte, en los medios privados, los consejos de redacción no pertenecen ya a los periodistas, sino a grupos económicos que no se pueden permitir la independencia. La alternativa a esto pasa por respetar a estos medios privados y sus intereses particulares, pero fortaleciendo el periodismo público, que hoy parece depender del gabinete de prensa del político de turno. ¿Cómo? Hay mecanismos que ya se han probado: elegir la dirección de la cadena mediante mecanismos parlamentarios que ningún grupo pueda copar, y no por designación política. Y resucitar los consejos de informativos, formados por profesionales y no cargos escogidos a dedo, que actualmente están liquidados. El Gobierno de Zapatero hizo cosas que a mí no me gustan nada, pero hay que reconocerle que consiguió crear un ámbito más o menos autónomo de información en ese sentido, de 2006 a 2012. Hoy en día, sin vivir bajo una dictadura, lo cierto es que trabajar como periodista en democracia está muy complicado. Uno se juega el trabajo cada vez que decide salirse del guión.

Cambiando de tema, ¿estaban los implicados en el caso Caja Madrid remando contra el proyecto político de IU cuando percibían tarjetas de crédito en negro? ¿O la ideología del partido acepta que se asesore a entidades bancarias y se reciban ciertas remuneraciones a cambio?

Aquí intento tener las opiniones claras; ni evitar responsabilidades ni confundir las cosas. Los máximos representantes de la corrupción en Caja Madrid fueron colocados por el Partido Popular. Miguel Blesa y Rodrigo Rato. Y fueron el PSOE y el PP quienes dinamitaron conjuntamente las cajas de ahorros. Éstas le hacían una competencia fuerte a los bancos y quisieron quitárselas de en medio, liquidando de paso la obra social; la obligación de reinvertir parte de los beneficios en los habitantes de la región. Y dicho esto, llegamos a IU. Hubo militantes que tuvieron un mal comportamiento, como el señor Moral Santín, consejero que llegaba a acuerdos con la dirección a cambio de notables prebendas, o gente que, sin demostrarse que se haya llevado nada, no atendió la vigilancia del sistema como debiera. Pues bien, no me gusta ser más papista que el Papa, pero IU es el único partido que no sólo ha expulsado al primero, sino también a los segundos, incluso si no están imputados. Hay que asumir responsabilidades que no son del partido como tal (como, por ejemplo, la caja B del PP) sino de algunos militantes que ya han sido expulsados. Otra cosa muy diferente es la utilización de las denuncias de corrupción en la guerra interna dentro de un partido político. Ha ocurrido en el PP, contra Ignacio González, y en el PSOE, contra Tomás Gómez. En IU, salió a relucir el nombre de Moral Santín como si su problema no fuera responsabilidad de todo el partido sino solamente de un bando. Jóvenes que se han formado con Moral Santín, han trabajado con Moral Santín y han sido los íntimos amigos de Moral Santín, ahora utilizan el tema de Bankia para meterse con gente que nunca tuvimos nada que ver ni con el uno ni con lo otro.

¿Alguna idea sobre qué hacer con Bankia?

Nos queda asistir al último capítulo de este caso. El de la venta, a precio de saldo, de la Bankia que ahora es pública, tras haber sido rescatada con muchos millones de euros por los ciudadanos. ¿No podríamos mantenerla como está, una vez expulsados los corruptos y comprada con dinero público, a fin de garantizar el crédito y la obra social? Pero acabará finalmente en manos del Santander o del BBVA.

Usted defiende el diálogo con otras fuerzas siempre y cuando no lleve a la “autoliquidación”. ¿Acaso en Madrid el pacto implicaba la autoliquidación pero no en Barcelona, Bilbao, Zaragoza, La Coruña, etcétera?

Madrid es mucho Madrid; Machado le decía “rompeolas de todas las Españas”. Lo que ocurre aquí repercute en el resto del Estado, al tiempo que todas las conspiraciones políticas tramadas fuera acaban desembocando en la capital. En torno a la unidad popular, ha habido muchos debates falsos. La convergencia consiste en buscar puntos en común, no en intentar dejar al otro sin su lugar. Así, ha sido posibles donde todo el mundo ha concurrido con sus siglas, como en la coalición montada en Barcelona. Pero en Madrid, Podemos ha actuado con soberbia, diciendo “o nosotros o la nada”, y ha tendido trampas a IU, montadas por algunos militantes que decidieron pasarse de partido en un momento u otro. Una de ellas fue la operación de Tania Sánchez. Otra, la creación de un partido instrumental donde había que renunciar a las propias siglas. Eso no es converger, es decir “como yo no me voy a presentar en los ayuntamientos, voy a liquidar a aquellos que sí tienen presencia en ellos”. Frente a esto, mi postura es la siguiente. No renunciar nunca a la voluntad de converger, porque va a ser un proceso largo y habrá que sentarse a hablar. Pero yo quiero mantener la identidad de IU; no confío un proceso de regeneración democrática que no se diga ni de izquierdas ni de derechas. Eso tiene más que ver con el populismo que con la política seria. 

En más de un municipio del norte, las agrupaciones de IU participaron del proceso de unidad hasta que un oportuno telefonazo de la dirección regional les hizo dar marcha atrás. ¿Conocía esta operación y la apoyó?

Una de las palabras que más temo en política es la palabra traidor. El que tiene una opinión política distinta es siempre el traidor al proyecto. Hay mucha incertidumbre, y yo –aparte de sinceridad- exijo comprensión, tanto para los que han decidido marcharse de IU hacia otras siglas como para los que quieren quedarse y respetar las propias. Como hay varias interpretaciones, en un sitio vence una y en otro otra, y se crea cierta desconexión.

La convergencia consiste en buscar puntos en común, no en intentar dejar al otro sin su lugar

¿Pero fue Luis García Montero el que dio la orden de hacer esas llamadas y paralizar el proceso de convergencia en esos municipios?

No, eso no lo hice. La única orden que he dado yo sobre procesos de convergencia tuvo que ver con la marca Ganemos. En más de 400 municipios del Estado español, IU se presenta junto con Ganemos. Pero cuando nuestra dirección en Madrid decidió presentarse bajo el logo IU-Los Verdes-Ganemos, no fueron pocos (en Ganemos, Podemos y otros ámbitos) los que se sintieron manipulados por ésta. Yo entonces di la razón a los que pensaban que IU no debía apropiarse de esta marca, ya que se generaría confusión y la sensación de manipular lo que era de todos. 

Aparte de político, es usted escritor, y bien prolífico. ¿Qué opina del fenómeno de la piratería?

Estoy en contra. Me parece que la piratería forma parte de una discusión que tiene muchos motivos reales pero también mucha manipulación interesada. Una cosa, por ejemplo, es abaratar costes gracias a las nuevas tecnologías y los soportes digitales, y otra muy distinta creer que los creadores no tienen derecho a cobrar un salario. La piratería forma parte de esa cultura que educa a los jóvenes en un mundo sin derechos. Conozco a no pocos de ellos con talento que en otra época habrían podido vivir de la canción y ahora malviven tocando de bar en bar, sin poder dedicarse a ello plenamente. Yo soy partidario de los derechos de autor. La piratería en España, comparada con el resto de Europa, es escandalosa, y finalmente de lo que se trata es de los intereses de grandes multinacionales, que hacen negocio quitándole los derechos de autor a los creadores.

¿No hay decisiones ni políticas que puedan acometerse sin pasar por el tradicional enfrentamiento entre izquierdas y derechas?

Creo que las ideologías existen. Hay muchas cosas donde uno puede ponerse de acuerdo, como por ejemplo en el respeto a los derechos humanos. Pero la realidad es que el discurso del fin de las ideologías, del fin de la política de derechas e izquierdas, siempre ha sido un discurso favorecido por las élites para desacreditar los valores sociales. Lo que dice Podemos de no ser de izquierdas ni de derechas se parece mucho a aquel dicho de Felipe González: “Blanco o negro, lo importante es que el gato cace ratones”. Estos días me viene a la memoria una frase estupenda del Juan de Mairena, de Antonio Machado. “Quien te diga que no te metas en política, es que quiere hacer la política sin ti”.

 

A este poeta granadino, marido de la escritora Almudena Grandes, se le ha ofrecido un regalo tan suculento como envenenado: dirigir la candidatura a la Comunidad de Madrid por Izquierda Unida, un partido cuya federación en la región ha protagonizado una desastrosa concatenación de episodios internos....

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Autor >

Óscar Sainz de la Maza

Autor >

Ainhoa Campos

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