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Santiago Agrelo / Arzobispo de Tánger

“Europa permite que se violen los derechos humanos en Ceuta y Melilla"

José A. Cano Tánger , 23/12/2015

<p>Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger.</p>

Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger.

Archivo personal

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Monseñor Santiago Agrelo, nacido en Rianxo, A Coruña, en 1942, franciscano formado en Santiago de Compostela y arzobispo de Tánger desde 2007, se ha desmarcado del discurso que se esperaría de su cargo en cuestiones como el divorcio o el papel de la Iglesia en la política española, pero sobre todo es conocido por su denuncia de la situación de los inmigrantes subsaharianos en la frontera entre España y Marruecos.

Este julio vio cómo la Catedral de Tánger se convertía en improvisado refugio de casi 200 inmigrantes desalojados de sus viviendas en el barrio de Boukhalef por la policía marroquí. Su estancia apenas duró unas semanas, pero puso de nuevo de relieve la situación de estos migrantes a los que la diócesis tangerina lleva años atendiendo.

Agrelo insiste en que sus opiniones o el trabajo de su diócesis “no existen a raíz de este verano, sino desde siempre, simplemente después de este episodio me preguntan más”. En 2014, Agrelo ya envió una carta a la Defensora del Pueblo, Soledad Becerril, pidiendo una comisión de observadores para el respeto de los derechos humanos en la frontera española.

Admitía hace poco que ser arzobispo de Tánger cambió su opinión sobre la inmigración ilegal.

Antes de venir aquí tenía una opinión muy clara, pero equivocada. Me lo planteaba como un problema legal. ¿Puede un ciudadano de un país atravesar las fronteras de otro sin permiso de las autoridades? Pues no. Pero luego ves el problema en forma de personas que pasan hambre y frío huyendo de situaciones terribles. Y entiendes que es razonable que arriesguen la vida. Pero para eso me hacía falta venir hasta aquí.

Los inmigrantes subsaharianos son la gente con la que nadie cuenta nunca y que siempre paga por todo. Con cualquier cosa, su situación empeora

¿Y cuál es la realidad con la que se topó y ahora denuncia?

Que los inmigrantes subsaharianos son la gente con la que nadie cuenta nunca y que siempre paga por todo. Con cualquier cosa, su situación empeora. ¿La crisis de los refugiados sirios? Pues se crea esa doble categoría perversa de refugiados políticos y emigrantes económicos. ¿Europa aumenta su seguridad por los atentados? Se endurecen las leyes contra la inmigración ilegal, aunque no tenga nada que ver. También que Europa permite que en Ceuta, Melilla o el Estrecho de Gibraltar se violen los Derechos Humanos. Lo que el papa Francisco denunció desde Lampedusa en 2013 se llevaba denunciando desde esta diócesis desde antes de que llegase yo, pero nuestra voz no es la del Papa, aunque ahora nos acompañe.

Y esa violación de los derechos humanos se extiende a Marruecos…

Es que en Marruecos los subsaharianos han estado siempre en situación crítica. Legalmente son una especie de humanidad de última categoría. Desalojos en Boukhalef hay todos los años, la única diferencia este verano es que un grupo de desalojados quiso refugiarse en el atrio de la catedral, pero fue un episodio que sólo duró quince días de julio. Ha sido muy puntual, pero sirve para que me pregunten más por el problema. En este caso, se trató de marroquíes que habían vuelto para el Ramadán desde Europa y se encontraron a subsaharianos como ‘okupas’ de sus casas. Algunos habían pegado la patada a la puerta, pero a otros los había estafado un vecino realquilándoles la vivienda del de al lado mientras este no estaba… Los que se refugiaron con nosotros fue para que no les ocurriese lo que sucede en otros momentos o le que les paso a otras personas en ese momento: que la policía marroquí los traslade en autobuses a otras zonas del país o incluso a la frontera con Argelia. Su situación es aún peor que en Europa, también porque Europa ha delegado en Marruecos ese papel.

Es más importante la influencia en la sociedad que influir directamente en un político, porque si se consigue cambiar la opinión de la calle, a los políticos no les quedará más remedio que cambiar ellos

En 2005, mi antecesor, monseñor Antonio Peteiro, se encontró con una serie de redadas en las que se utilizó la antigua plaza de toros como campamento de refugiados y centro de detención improvisado. Monseñor Peteiro pidió permiso para que el personal de Cáritas pudiese entrar en la plaza a atender a quien necesitase atención médica o psicológica, pero se lo denegaron. Ese caso también fue excepcional

¿Qué trabajo hace ahora su diócesis?

Muy limitado. De hecho, durante la crisis de julio estuvimos colapsados. Hay un equipo de Cáritas, con psicólogas y asistentes sociales, que trabaja y atiende a quien quiera venir desde la cripta de la catedral. Los ayudamos a conseguir permisos o atención médica, a la que no tienen derecho. Y también acudimos a los campamentos que se han creado en el bosque de Bellones o en el Gurugú, a llevar comida o comprobar si alguien necesita atención de cualquier tipo. Quiero dejar claro que aquí en Tánger yo soy el que no hace nada, el que sólo habla. Es la gente que trabaja en Cáritas o en la diócesis la que lleva años luchando en esto, antes de que yo llegase. También tengo que aclarar que nuestro trabajo sólo es posible con la complicidad de las autoridades, con las que tenemos muy buena relación, porque la legalidad aquí no permite ni siquiera llevar comida a los campamentos.

¿Complicidad?

Complicidad humanitaria, la llamaría yo. Al fin y al cabo, les quitamos un problema al atender a esas personas que podrían estar tiradas en la calle sin ninguna ayuda si se cumpliese la legalidad de aquí a rajatabla. Nuestra relación es buena porque aquí, por ejemplo, yo puedo caminar por la calle con mi hábito de franciscano con más respeto del que recibo en España. Tenemos incluso un programa para ayudar a chicas con problemas que nos envía la policía marroquí. Hay colaboración.

Todos somos conscientes de que la mayor parte de la inmigración llega a Europa desde países diseñados y explotados por las potencias europeas

Si cada vez va a peor, ¿tiene la sensación de que sus denuncias no son escuchadas? Por ejemplo, su carta a la Defensora del Pueblo.

Uno diría que la denuncia no sirve para nada, pero no es verdad. No sirven con los políticos, pero sí con la sociedad. Es más importante la influencia en la sociedad que influir directamente en un político, porque si se consigue cambiar la opinión de la calle, a los políticos no les quedará más remedio que cambiar ellos. Hay políticos que se han molestado en visitar a un preso famoso en Venezuela, que seguro que merece todo el respeto y atención y vive una situación denunciable, pero, ¿por qué estas personas que se hacinan junto a sus fronteras no merecen el mismo respeto y atención? ¿Por qué ese doble rasero? Vivimos con muertos importantes y muertos que no lo son y pobres importantes y pobres que no lo son.

¿Y qué soluciones propone?

Están las medidas que se pedían en aquella carta, como los observadores para el respeto de los derechos humanos en la frontera pero, aun así, sería como ahora mismo, que nos estamos dedicando a poner remiendos. A mí me da paz que la gente que pasa necesidad en Tánger pueda venir a una casa donde se siente acogida, pero aunque merezca la pena, es casi nada. No soluciona nada. A estas alturas todos somos conscientes de que la mayor parte de la inmigración llega a Europa desde países diseñados y explotados por las potencias europeas. En África se da la paradoja de un continente rico poblado por la gente pobre. La solución es que la riqueza de África revierta en el bienestar de los africanos. No sé exactamente cómo serían los pasos, pero soy pesimista. Haría falta renunciar a parte de nuestro bienestar para que otros tengan más, y para eso en primer lugar hace falta ser capaz de ponerse en el lugar del otro y cambiar de opinión. Y eso lo veo muy difícil.

Usted lo hizo.

Porque siempre había vivido de espaldas a esta situación, pero me he pasado la vida intentando conocer las pobrezas a mi alrededor. Formó parte de mi formación como sacerdote. Iba todos los domingos a visitar la cárcel y conocer las vidas de quienes estaban allí. En Santiago atendía a los sin techo que venían a nuestro refugio. En Roma trabajé en los suburbios. Si no te mueves en esos espacios, corres el riesgo de traicionar el Evangelio.

¿Sus opiniones le han causado alguna vez problemas dentro de la Iglesia?

Mis opiniones nunca han sido un problema. Al contrario. Me he sentido siempre respaldado por la Iglesia en su conjunto. Supongo que habrá otros sacerdotes, u otros obispos, que no compartirán lo que yo digo, pero eso es natural. Ni yo represento una amenaza para ellos ni ellos para mí.

Monseñor Santiago Agrelo, nacido en Rianxo, A Coruña, en 1942, franciscano formado en Santiago de Compostela y arzobispo de Tánger desde 2007, se ha desmarcado del discurso que se esperaría de su cargo en cuestiones como el divorcio o el papel de...

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Autor >

José A. Cano

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