
Partido de la Eurocopa 2016 entre Inglaterra y Rusia en el Vélodrome de Marsella
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Es posible que el fútbol sea el único deporte donde simpatizar con los ingleses no sea algo grueso, burdo. Dentro de los límites del campo, al menos. El fatalismo que les rodea, su falta de pericia y habilidad les hace irresistibles. Más divertidas son las delirantes expectativas que les preceden. En Inglaterra pensarán de sus equipos más prometedores lo que se oía aquí de la España de Butragueño o la de Clemente --la del codazo de Tasotti, no la del ‘nigeriazo’--: “Aquella generación tenía un Mundial”. De esta, los ingleses no lo dirán.
La Inglaterra de 2016 no es la de Gascoigne ni Lineker. Tiene a Rooney, su mejor bala en más de diez años, organizando atrás el cotarro, pero esconde en el banquillo al nervudo Jamie Vardy. No se puede prescindir de un tipo que aprieta la mandíbula con tanta rabia. Tampoco la Rusia que le enfrenta en su primer partido hacia el fracaso es la de Arshavin, aquel diablo con aspecto de borrachín y aristocrática clase con el balón. Se nota. Sorprende en los primeros compases de juego ver a Inglaterra tirar pases entre líneas, un taconazo, gustarse. Aun así, lo más bello de la retransmisión antes del descanso es ver el Vélodrome de Marsella cuando la cámara baja a pie de campo. Allí debutó Nueva Zelanda en un Mundial de rugby, hace nueve años. Azotaron a Italia una buena tunda. Podrían haber sacado al equipo suplente y haber endosado otra, pero los trajes de estreno los llevan las mejores perchas. Con las ocasiones que acumula en la primera parte, Inglaterra podría estar dándole una buena a Rusia. Pero si no resisten comparación con sus colegas del XV de la Rosa --otros también dados al batacazo--, lo de los All Blacks mejor olvidarlo.
El cerocismo es trending topic en la segunda parte hasta que Rooney deja su tarjeta de visita. Poco después, el árbitro deja la suya y brinda a Inglaterra una falta al borde del área rusa. Es gol, centradita y por el palo del portero. Los ingleses sienten suyos los primeros puntos de la Eurocopa, uno de tantos eventos ideados para que las grandes firmas comerciales saquen brillo a sus gladiadores de siglo XXI. Bale les salvó el sábado lo que el viernes no hizo Pogba. El ruso Vasili Berezutski no es ninguna vedette, de extravagantes portadas o peinados que alimenten su ego (¿o era al revés?). Pero una preciosa vaselina suya borra a Inglaterra la sonrisa y puntos que tendrán que quitar a galeses y a eslovacos. Hart se la come con patatas No es Calamity, pero engorda la sensación de que los ingleses nunca cambiaron de portero. Llevan mil años con el mismo. Seguirán cayendo bien.
Es posible que el fútbol sea el único deporte donde simpatizar con los ingleses no sea algo grueso, burdo. Dentro de los límites del campo, al menos. El fatalismo que les rodea, su falta de pericia y habilidad les hace irresistibles. Más divertidas son las delirantes expectativas que les preceden. En Inglaterra...
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