TRIBUNA
El Orgullo de Manuela. Ya no podemos culpar al PP
Un año tras la llegada de Ahora Madrid, las celebraciones por la diversidad prometen un cambio relativo: los empresarios LGTB siguen siendo los grandes privilegiados de la convocatoria
Ignacio Elpidio Domínguez 22/06/2016

Un abanico arcoíris, durante las celebraciones del Orgullo LGTB.
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En mayo del año pasado, y tras más de dos décadas del Partido Popular, Madrid cambió de aires: y la inercia de tantos años de prácticas similares dejó una ciudad con cuestiones a medio resolver, como un sistema de bicicletas públicas con problemas, conflictos en la limpieza de las calles y plazas o el incumplimiento de la Ley de Memoria Histórica. Ahora Madrid ha padecido el ataque de los medios de comunicación, pero también se ha valido de este para justificar decisiones precipitadas, rectificaciones, y para excusar contratos y cadenas de los tiempos de Ana Botella. Uno de los frentes partidos entre la inercia y los cambios rápidos ha sido, sin duda, la relación entre el Ayuntamiento de Madrid y el Orgullo LGTBI, así como con los movimientos activistas.
Si el recientemente fallecido Shangay Lily describía su relación con Chueca como esquizofrénica por el dolor ante lo cercano y perdido, la postura de los últimos ayuntamientos del PP era similar pero diametralmente opuesta: Ana Botella combinó los obstáculos políticos y administrativos con la promoción turística de la ciudad en FITUR con una imagen del Orgullo mediada por parte del sector gay más clasista y machista de Madrid. La compatibilidad entre la explotación neoliberal de la diversidad como mercancía cómoda y la falsa tolerancia se hizo patente en esta actitud hipócrita de quienes solo parecían querernos por nuestros cuartos y por el rédito político, mientras nos mantuviésemos dentro de una imagen cómoda y servil.
El cambio de partido en el Ayuntamiento nos pilló por sorpresa a las personas que participamos y disfrutamos en el Orgullo. Casi de repente pareció que podía cambiar todo. Con el poco tiempo que quedaba para hacer cambios en 2015 el Ayuntamiento se tuvo que dejar llevar por la inercia, adaptándose a lo que asociaciones y empresarios hemos y han hecho en los últimos años. Algunos de los grupos que más confiaban en Ahora Madrid, incluso, protestaban contra las fiestas de carroza y barra de bar con una convocatoria paralela y muy minoritaria: el Orgullo crítico o, más tarde, indignado.
Dependemos de la asociación de empresarios LGTB, con la que el Ayuntamiento tiene un convenio hasta 2017
La presencia de Manuela Carmena en el escenario de Colón pudo marcar una nueva relación de la alcaldía con el Orgullo, pero la reciente multa por exceso de ruido en dicho escenario es una consecuencia de la contradictoria combinación de continuidad administrativa y legislativa y un contexto de corrección política y simbolismo como las banderas en tantos balcones oficiales. El Orgullo de Lavapiés, organizado en literalmente diez días, fue otro de los cambios incorporados. La participación del Ayuntamiento y, sobre todo, del concejal presidente del distrito Centro en este Orgullo de barrios fue parte de dos tendencias que podemos intuir en el programa que llevó Ahora Madrid a las elecciones: de una parte, la descentralización geográfica de las fiestas del Orgullo, al descongestionar una Chueca saturada durante su semana grande, y por otra parte la descentralización o apertura asociativa de las fiestas y las reivindicaciones, ampliando la participación a más asociaciones y organizaciones.
Con esta idea explicó el mencionado concejal presidente la actual relación entre Ayuntamiento y tejido asociativo; particularmente entre la promoción turística de la ciudad y la Plataforma 28 de Junio, la mesa que reunió desde mediados de 2015 a organizaciones LGTBI, incluyendo no solo asociaciones o fundaciones habituales de los medios y el activismo más institucional, sino también secciones de diversidad de partidos políticos y otras entidades.
Aunque Arcópoli, la asociación LGTB a la que pertenezco, estuvo allí desde el principio, yo comencé a involucrarme en las reuniones de la plataforma casi diez meses después. En el marco de un convenio de 200.000 euros para el Orgullo de este año —unos fondos aportados, por primera vez, por Madrid Destino, empresa pública enfocada a la promoción turística de la capital— el consistorio aprobó otra cuantía considerable, que pendula alrededor de los 50.000 euros, para patrocinar actividades culturales y sociales de las diferentes organizaciones. Desde el primer momento pudimos ver una combinación de buenas intenciones, diálogo y apertura junto con una mala gestión de los plazos.
Pocos meses antes del Orgullo de este año, tanto el Ayuntamiento como las organizaciones nos vimos con un problema: la imposibilidad de un proceso público de concurso o subvención para cumplir la intención del consistorio. Este compromiso anunciaba que la financiación pública para la promoción cultural y social de nuestra ciudad no sería solo para AEGAL, la asociación empresarial LGTB de Madrid que gestiona la parte festiva del Orgullo desde hace años.
Buscando pues esquivar esa “privatización” permanente del Orgullo, que durante años fue el modelo de la derecha, el Ayuntamiento nos ofreció la única alternativa viable: continuar en el convenio con esta asociación empresarial, firmado de cara a la celebración, en 2017, del Orgullo mundial o World Pride. En un tiempo récord la Plataforma y sus organizaciones, con la mediación de un activista de Ahora Madrid, llevamos a cabo un reparto del patrocinio del Ayuntamiento entre diferentes proyectos artísticos, deportivos, activistas, sociales y de información.
Conseguimos así dar forma a una apuesta del Ayuntamiento por hacer más visible la diversidad del tejido asociativo madrileño y del Orgullo, con una paradójica situación: dependíamos de la asociación empresarial de la que precisamente se buscaba huir, al menos en parte. De nuevo el consistorio de Ahora Madrid se encuentra con la inercia o continuidad de los compromisos previos, bien por el registro de marcas y proyectos, bien por el reconocimiento a la experiencia de esta asociación en la gestión del Orgullo más multitudinario de Europa.
Tanto en el Orgullo de Lavapiés de 2015 como en las celebraciones de este año, la falta de tiempo para cumplir plazos, junto a la previsible inexperiencia de activistas en el terreno habitual de gestores y burócratas llevó a mantener las raíces de la inercia; seguimos dependiendo al menos en parte de lo que muchas personas criticaban y criticábamos de los años del Partido Popular. Otra consecuencia de la inercia y del pasado es que este patrocinio al tejido asociativo sea de promoción turística. Es Madrid Destino —Cultura, turismo y negocio, reza su eslogan—, recordemos, quien se encarga de ello, y no directamente Cultura o Participación Ciudadana.
Con todo, la buena intención del Ayuntamiento y de su empresa pública de promoción turística —quien se encarga de este patrocinio al activismo— se ha visto en su disponibilidad para reuniones y debates, así como en el respeto a la autogestión del movimiento activista LGTBI madrileño. La sombra del Orgullo de 2017 ha estado presente desde el principio en estas reuniones con el Ayuntamiento. Una y otra parte hemos hablado de la necesidad de tener en cuenta los plazos y la lentitud que acompaña a la organización de eventos.
La previsión de más de tres millones de visitantes, que supera el récord alcanzado en el Europride de 2007, hace que activismo y política tengamos que entendernos aún mejor, mucho más pronto. No nos podemos permitir las prisas y la improvisación pero, sobre todo, no podemos permitirnos sus consecuencias: la permanencia de prácticas pasadas sin posibilidad de cambio y cuestionamiento. El contexto político-activista del Orgullo Mundial o World Pride —una marca registrada desde 2009 por la mencionada asociación empresarial— nos preocupa a activistas y académicos de forma previsible: Madrid será el escenario principal del Orgullo a nivel estatal, europeo y mundial.
No nos jugamos por tanto solo el gasto de dinero público en unas fiestas con una faceta y raíz reivindicativa algo arrinconada. No son solo los recursos públicos que se va a gastar el Ayuntamiento este año o el que viene, ni los siete escenarios o veinticinco fiestas anunciados para 2016. Tampoco es lo más relevante que estos 200.000 euros sean casi el doble de lo que en 2007 destinaron Ayuntamiento y Ministerio de Cultura al Europride 2007. No importan tanto —aunque sí algo— los gestos como la participación de la alcaldesa en un escenario, o la colocación de banderas arcoíris en balcones municipales.
La AEGAL suscita críticas por mostrar, en su material publicitario, solo a chicos gais jóvenes, musculosos y de clase media-alta
Importa más, desde la mirada de quienes investigamos y vivimos el activismo de la diversidad sexual y de género en Madrid, qué ciudad y sociedad queremos a través de este evento. Un Orgullo diverso en tejido asociativo y empresarial, en proyectos y actividades, puede hacer de Madrid un hogar para todo tipo de personas, LGTBI o no.
La matanza de Orlando o el contexto de visibilidad y debate público sobre las numerosas agresiones a personas no heterosexuales hacen —o deberían hacer— del Orgullo y de su potencial reivindicativo y movilizador lo más importante. La AEGAL, de la que dependemos, suscita críticas año tras año críticas por sus prácticas al gestionar su parte del Orgullo o por mostrar, en su material publicitario, prácticamente solo a chicos gais jóvenes, musculosos y de clase media-alta: también, en el proyecto de revista que presentó hará unos años. Esto provoca, como poco, dudas hacia el futuro más inmediato. La inexperiencia y, sobre todo, los problemas de tiempos y formas pueden explicar aunque no justificar esta contradictoria situación para el ayuntamiento del cambio y del activismo.
Si bien en 2015 el poco tiempo disponible para cambiar las cosas pudiese excusar que se mantuviese el "formato Botella", cada día que pasa este argumento pierde validez y se evapora la comprensión que pudiésemos tener hacia la situación administrativa y política del Orgullo en cuanto a multas, apoyo económico y logístico o marco legal. Las buenas intenciones que hemos visto en las reuniones nos hacen esperar un Orgullo más abierto en el futuro; hoy este es, aún, un evento vivido como público, aunque privadamente explotado por unos pocos. Lo contrario de lo que deberían ser unas fiestas de todas y todos.
En mayo del año pasado, y tras más de dos décadas del Partido Popular, Madrid cambió de aires: y la inercia de tantos años de prácticas similares dejó una ciudad con cuestiones a medio resolver, como un sistema de bicicletas públicas con problemas, conflictos en la limpieza de las calles y plazas o...
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Ignacio Elpidio Domínguez
Nacho, para los amigos, y antropólogo, entre otras etiquetas. Actualmente investiga para una tesis doctoral sobre Chueca y Lavapiés, desde el estudio de lo urbano en el capitalismo, en el género y en la sexualidad.
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