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La ciudad del Paraíso, ya lo sabemos, es Málaga. Por antonomasia. Así lo acuñó Don Vicente Aleixandre, que se refirió a ella en varios poemas como el lugar de la dicha. De la felicidad, ay, perdida. Y contó su mar y sus colores, llenos de sentimientos. Pero perdida, pasada, porque los paraísos siempre son perdidos. Y además, como dice mi marido, Marcos-Ricardo Barnatán, en un poema, “el paraíso está lleno de serpientes”.
Málaga, pero también hay otras, ciudades, casas, tiempo. Los míos tienen las arquitecturas tan distintas de las casas de mis abuelos, pero en esencia, se construyen en el tiempo pasado y huido, y, seguramente, en algunas formas de la libertad iniciática. Como la Málaga de Don Vicente, hecha de memoria y nostalgia. Y belleza. Y amor.
Málaga es ya un paraíso oficial, y sus razones tiene. Y no es el único. ¿Qué tal Río de janeiro? ¿Qué tal Tánger? ¿Qué tal Biarritz o Buenos Aires? Pues llenas de serpientes.
Varados en Río es un libro, que no sé si es una novela porque cuenta historias reales de personas reales, pero que podría ser una novela no sólo por su cuidada estructura, por la cadencia con que se entrelazan sus historias, sino también por una prosa realmente espléndida. Javier Montes mira el paraíso de Río y se encuentra con un grupo de exilados de distintas procedencias, con un nexo común: la literatura, y también la necesidad de definir esa ciudad que, como él dice, ya está en el imaginario paradisíaco de cualquier soñador de viajes, aunque sean low cost. Río: playas, calor, cuerpos dorados, música, frutas y placeres. Y serpientes…. Por sus páginas –el libro lo ha publicado hace muy poco Anagrama, y es un placer leerlo-- desfilan Stefan Zweig, tan recuperado ahora, con gran parte de su obra reeditada sobre todo por Acantilado, que eligió la ciudad brasileña para suicidarse; Elisabeth Bishop, la poeta norteamericana reivindicada, con razón, en los últimos tiempos, y que había ido por un par de semanas y se quedó años; el inolvidable novelista argentino Manuel Puig, que había probado Nueva York y Roma y más ciudades europeas para terminar recalando en el DF, México, claro. Todos ellos vieron, sintieron, las dos caras de Río y su a veces insoportable fuerza. Pero sobre todo, está Rosa Chacel, la verdadera protagonista de Varados en Río, si no lo fuera la propia ciudad. Pero Rosa, dos décadas de infelicidad. Una Rosa distinta de la que hemos conocido, una Rosa en soledad, en ninguneo, en un ostracismo que no se cura aunque se vuelva costumbre, aguantando la traición marital, incapaz de escribir, acomplejada en lo físico y en la pobreza vergonzante. No bajo a la playa porque no tengo un bañador decente que ponerme, dice en un momento dado, y no pongo comillas porque cito de memoria. Los cuatro estuvieron, quién puede dudarlo, en un sitio mítico, en el sitio perfecto para el exilio. Bueno, pues no. Ahí estaban las conocidas serpientes. Tuvieran la forma que tuvieran. Los chulos de Puig, la soledad y el miedo de Zweig, la contradictoria pasión de Bishop. La soledad casi extrema de Chacel. Y Río bifronte.
En La ciudad de la mentira (Destino) Iñaki Martínez ajusta las cuentas a Tánger. Es el mítico, cuando era la ciudad abierta, de las administraciones internacionales, del brillo de espías, fiestas y cancillerías lujosas, de los hoteles y los cócteles, esa que se disfraza un poco en Casablanca. Pero también hay la medina, y también hay los burdeles, y también hay esa rara frontera entre el cosmopolitismo de las élites y una población masivamente aparte. Una trama de espionaje pero también de amor (complicado, cuadrangular: además de la chica y el chico, están en las otras dos puntas la sombra de la viudedad y el carácter impreso del sacerdocio) sirve, además, para hacer un mapa de aquella ciudad tan perdida como Cartago, y un juego de caracteres verosímil y de ambientes convincentes. En fin, una novela, esta sí, sin duda, que se puede leer con placer este verano. Porque está estupendamente escrita.
Y para estupendamente escrita, Casi nada que ponerse, de Lucía Lijtmaer, aparecida en Libros del Lince. También habla de paraísos y, claro, de serpientes, cómo no. Esta novela /reportaje/ memorias cuenta dos historias paralelas (o tres) de personajes reales, que ya son irremediablemente literarios. El primero, el de la propia autora, una escritora y periodista catalana, nacida en Argentina y con nombre polaco, que está siendo cada vez más conocida en el mundo del periodismo español. El viaje argentino de la narradora, mitad profesional, mitad de recuperación de espacios, tierras y mundos, está contado con agudeza y humor, al que sólo llega, muy tamizada, muy pudorosa, la sombra de la nostalgia. La argentina actual se abre bajo un escalpelo de lucidez, y un lenguaje desprejuiciado, joven, moderno, pero muy muy literario. Es decir, bello y eficaz.
El segundo plano es la historia de Mario y Roberto, una pareja de chicos de humildes orígenes rurales –un pretexto para los viajes de la narradora-- que alcanzaron lo más alto en el mundo del diseño de moda, de la alta costura, pero que ya desde el principio se sabe que los momentos dorados han pasado. Es una historia de viejas glorias, algo neuróticas, rodeados de todo ese mundillo –clientas, modelos….-- y toda esa escenografía de lujo y esplendor que, ay, ya pasó. De alguna manera son una metáfora de la propia Argentina….. ¿El paraíso? El del glamour, claro. El de la ciudad, Buenos Aires, que no duerme, y que siempre ha tenido sus ricos y sus famosos. Y a Mario y a Roberto en su corazón mismo. ¿Y la serpiente? Ah, la serpiente….. ésa es la de los perdedores, que acecha, que nos acecha, porque es, finalmente, el tiempo. Que pasa y no perdona.
Tres libros, tres novelas –sí, Varados en Río también es una novela, porque la historia pasa por la reflexión especular entre los personajes y la ciudad, por la omnisciente persona del narrador, por su juicio y su presencia y su propia ruta carioca-- altamente recomendables. Para este verano, y para más, mucho más que el verano.
La ciudad del Paraíso, ya lo sabemos, es Málaga. Por antonomasia. Así lo acuñó Don Vicente Aleixandre, que se refirió a ella en varios poemas como el lugar de la dicha. De la felicidad, ay, perdida. Y contó su mar y sus colores, llenos de sentimientos. Pero perdida, pasada, porque...
Autor >
Rosa Pereda
Es escritora, feminista y roja. Ha desempeñado muchos oficios, siempre con la cultura, y ha publicado una novela y un manojo de libros más. Pero lo que se siente de verdad es periodista.
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