TRIBUNA
Ningunas elecciones desbloquearán la situación
La situación de regeneración y de segunda transición que se planteó en las plazas en mayo de 2011 se encuentra estancada. Este es el debate que debería estar protagonizando el espacio público
Cristina Monge 11/09/2016
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Tras dos elecciones y dos intentos de investidura, el calificativo más utilizado para describir la situación que vive el país es el de bloqueo. Bloqueo que va más allá de la imposibilidad para alcanzar una investidura, y que se extiende a los asuntos esenciales que debe dirimir un gobierno: política económica que permita --de verdad-- superar esta crisis alejándose de la senda de la desigualdad, política social que garantice que nadie se queda atrás, y una regeneración democrática, ética y política, que devuelva la credibilidad a la democracia.
Se olvidan los que defienden abstenciones más o menos artificiales para dar al Partido Popular la presidencia del Gobierno de que tras la investidura llegarán los Presupuestos, las negociaciones con la Unión Europea, la ley de educación, las políticas ambientales, la reforma laboral, y un largo etcétera de temas clave ante los que se redoblará la presión para entrar de lleno en el campo del chantaje.
El Partido Popular está haciendo lo posible para llegar a una nueva cita electoral en diciembre. Quien lo dude, que recupere la cronología de hechos
El bloqueo institucional puede leerse como un reflejo del bloqueo social. Cuando los dirigentes políticos plantean su política de alianzas y posibles acuerdos lo hacen con un ojo puesto en su correlación de fuerzas internas y otro en la reacción del electorado. A juzgar por los resultados de las segundas elecciones, las celebradas en junio, no parece que el electorado premiara especialmente la disposición al acuerdo, aunque tampoco se puede concluir lo contrario para sorpresa de quienes pensaban que la pureza les acarrearía buenos réditos. Lo que el electorado dijo en junio, básicamente, fueron dos cosas: que una parte de la derecha, movida por su consustancial pragmatismo, veía más útil volver a casa votando al Partido Popular; y que la izquierda, en su conjunto, no era capaz de presentar una alternativa sólida y creíble que movilizara a su electorado. Nada de esto parece haber cambiado. Lo que no quiere decir que, de repetirse las elecciones, el resultado fuera el mismo. Es muy pronto para aventurar lo que pudiera pasar en diciembre, pero una cosa parece lógica: la abstención y la desconexión seguirían imparables, sobre todo entre las izquierdas. Consciente de eso, el Partido Popular está haciendo lo posible para llegar a una nueva cita electoral en diciembre. Quien lo dude, que recupere la cronología de hechos –que no discursos– en la que durante más de dos meses los conservadores no han movido un dedo para encontrar acuerdos, y cuando los han conseguido, los han ninguneado como hiciera el Sr. Rajoy en su discurso de investidura con Ciudadanos, con la guinda del anuncio de la recolocación de Soria en el Banco Mundial a pocos minutos de terminar la sesión.
Quizá convendría dejar el debate táctico para abordar el estratégico, y preguntarse cómo hemos llegado hasta aquí. Hace cinco años el 15M dio por inaugurado un proceso de regeneración que fue calificado como "constituyente" por unos, como "segunda transición por otros". Sin embargo, como se decía hace unos días en una columna de opinión, "Desperté, y Rajoy seguía allí". Pero Rajoy no sigue por una mayoría de electores que le hayan revalidado en las urnas, ni porque haya sido capaz de articular una política de alianzas que le permita contar con los apoyos para sacar adelante su investidura. No. Rajoy sigue allí de manera interina, decidiendo con absoluta impunidad y sin control parlamentario qué puede hacer y qué no, porque la situación de regeneración y de segunda transición que se inició en las plazas en aquel mayo de 2011 se encuentra estancada y sin vías claras de solución. Este es el debate que, a mi juicio, debería estar protagonizando el espacio público, y que todos, por miedo, comodidad o incapacidad, estamos obviando.
En este contexto, si se quiere desbloquear la situación que vive el país, sólo queda un camino: abordar los grandes asuntos pendientes que dejó la primera transición y gestionar los que el tiempo ha creado desde hace cuarenta años a esta parte. Esto no supone una enmienda a la totalidad de los logros que la democracia, y la izquierda en particular, cosecharon con la Constitución española y en los años siguientes. Pertenezco a esa generación que nacimos en hospitales públicos, nos formamos en universidades públicas, y hemos podido cuidar de nuestros mayores y nuestros pequeños con la red básica que dio el --aunque escaso-- Estado de Bienestar del que hemos disfrutado durante décadas. No es cuestión, por tanto, de una enmienda a la totalidad al sistema del 78. Más bien al contrario: es momento de actualizarlo para profundizar en él.
No es cuestión, por tanto, de una enmienda a la totalidad al sistema del 78. Más bien al contrario: es momento de actualizarlo para profundizar en él
La configuración territorial de las comunidades autónomas fue un "mientras tanto", un punto de acuerdo temporal que dejó sin solucionar el conflicto nacionalista –hoy recrudecido por mor de separatistas y separadores--, pero que permitía echar a andar, con tiempo y debate, hacia una salida acordada.
De igual manera, el diseño institucional se hizo pensando en que los partidos políticos eran parte de la solución, símbolo de modernidad, pluralidad, europeísmo y garantes de la estabilidad. Sin embargo, con el tiempo --y como ha pasado en otros países europeos--, los partidos se han convertido en parte del problema por su aversión a la apertura, la participación, y una mayor permeabilidad. No hay más que ver las dificultades que genera la elección de candidatos por primarias abiertas, o el sinnúmero de trabas en forma de aparentes requisitos técnicos que se ponen cuando se consiguen implantar.
Tampoco la corrupción escapa de esta lógica. La ausencia de una regulación ambiciosa y coherente sobre lobbies, sobre puertas giratorias --resolviendo al mismo tiempo las salidas profesionales de quienes se dedican a la política sin tener un puesto de trabajo garantizado por la Administración pública--, o sobre los requisitos de contratación pública, se obvió en el primer periodo constituyente, pero el tiempo ha demostrado la necesidad de abordarlos de verdad.
La lista de retos pendientes no acaba aquí, ni mucho menos, pero con estos ejemplos creo que se entiende suficientemente la idea de fondo: o abordamos los retos que en el 78 quedaron pendientes, o será imposible desbloquear la situación. Los que consideran que la Constitución del 78 era un punto de llegada y no uno de partida se olvidan de que fue el fruto de un complejo acuerdo para salir de una terrible dictadura, de que el mundo ha cambiado notablemente en estos casi cuarenta años, y de que muchos de los que hoy vivimos bajo su manto no pudimos votarla. Remover todas estas cuestiones pendientes es lo que se reclamaba en las calles en mayo de 2011, pero hasta hoy la sociedad no ha sido capaz de articular alternativas viables ni los políticos han sabido leer la complejidad de la situación.
No parece razonable que los 24 votos de fuerzas nacionalistas en el Congreso de los Diputados sean descartados de entrada por los dos principales partidos, convirtiendo así la cuestión territorial en un tabú y la investidura en casi imposible. Tampoco se explica en ninguna lógica que el acuerdo entre las fuerzas de izquierdas sea un sueño --y no sólo por las cuestiones territoriales--, ni siquiera cuando son capaces de acordar la práctica totalidad de propuestas a presentar en el Congreso de los Diputados con un Gobierno en funciones, como ya está pasando. Y finalmente, resultan extemporáneas y difícilmente explicables las reticencias por parte de los conservadores en convertirse en una derecha moderna, laica, que se despoje de cualquier sombra de corrupción y autoritarismo. Quizá deberían empezar por condenar el golpe de Estado del 36, ayudar a desenterrar a los muertos de las cunetas, leer la Historia para poder, de verdad, pasar página, y salir del atolladero en que nos encontramos avanzando en la segunda transición. De lo contrario, ningunas elecciones desbloquearán la situación, ni aunque se consiga formar gobierno.
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Cristina Monge. Politóloga.
Tras dos elecciones y dos intentos de investidura, el calificativo más utilizado para describir la situación que vive el país es el de bloqueo. Bloqueo que va más allá de la imposibilidad para alcanzar una investidura, y que se extiende a los asuntos esenciales que debe dirimir un gobierno: política...
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