FÚTBOL
Todo empieza atrás: cómo Guardiola domina el juego desde la defensa
El pase entre líneas es la forma más estética y eficaz de avanzar metros en el campo. Un recurso imprescindible para aquello que Guardiola repite una y otra vez: la creación de juego
Lucio Stortoni Ruiz 18/10/2016
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El puesto del enganche acompaña a la historia del fútbol casi en su totalidad y, si bien para algunos fue un invento húngaro y para otros surgió en el Río de La Plata, lo que se da por sabido es que tiene tantos años como belleza tiene este deporte. El futbolista encargado de ser el enganche del equipo es aquel que tiene visión y velocidad. Jorge Valdano en su libro Fútbol: El juego infinito dice que "existen tres tipos de velocidad: la de traslación (en cuánto tiempo somos capaces de recorrer una distancia; es la velocidad que aseguraría, por ejemplo, Usain Bolt), la mental (que nos permite elegir la mejor entre muchas posibilidades casi en un acto reflejo; en el fútbol, pensar rápido o pensar antes de recibir la pelota se ha convertido en un factor crítico) y la técnica (que se llama precisión, y es la más importante de todas, porque va de lo individual a lo colectivo: si controlo el balón con un solo toque soy rápido; si paso con un solo toque, logro que mi equipo sea rápido). Para entenderlo no hacen falta números, solo ojo crítico".
Teniendo en cuenta esta definición de quien fue entrenador del Real Madrid, y aplicando el sentido común, nos daremos cuenta que los grandes enganches de la historia han contado, principalmente, con los dos últimos tipos de velocidad: la mental y la técnica. La rapidez física es un accesorio complementario que solo gana utilidad en el caso de que el jugador esté provisto de las otras velocidades. El fútbol no es llegar primero, el fútbol es llegar bien. También es importante aclarar que el enganche no es una posición geográfica, sino un rol. No es cuestión de pararse en tres cuartos de cancha o en un lugar específico, lo importante es tener la calidad y personalidad necesaria para conducir el balón interpretando cuántos toques tiene que dar para que la jugada tenga sentido y fluidez: a veces a un toque, pero no siempre a un toque. A veces se requiere un pase para adelante, pero no siempre se requiere de un pase hacia adelante. El enganche no debe mecanizar, debe interpretar.
Los equipos de Josep Guardiola —como todos los equipos que han hecho historia a lo largo del fútbol por su buen juego— han tenido una característica esencial: la tendencia de que muchos jugadores sean "enganches". Juan Román Riquelme —considerado uno de los mejores argentinos de la historia en esta función— afirmó recientemente que el Barcelona jugaba con cinco de éstos: Busquets, Xavi, Iniesta, Messi y Neymar, ya que todos ellos, con sus obvias diferencias, cuentan con características distintivas del rol.
El Barcelona de Guardiola dio un paso más allá, llegando a jugar con seis jugadores a los cuales se les atribuían particularidades inherentes al puesto del enganche: Piqué, Dani Alves, Busquets, Xavi, Iniesta y Messi. Todos desde su posición geográfica tenían la valentía y el criterio que el famoso "número 10" debe tener. Porque si bien lo que más resalta del rol es la calidad, nadie puede ignorar que se requiere de personalidad y valentía —porque pegar patadas no es sinónimo de valentía, pedir el balón y no esconderse detrás de un adversario, sí—para poder desempeñar esta tarea.
Hoy en el Manchester City también se ve con nitidez: no sólo David Silva, De Bruyne y Gündoğan cumplen las funciones típicas de la función, ya que por ahora también lo hacen Otamendi, Stones y Kolarov. Recalco las palabras "por ahora", porque ¿quién sabe qué está pensando Pep para el futuro del equipo ciudadano? No sorprendería que guarde un as bajo la manga y en poco tiempo disponga de otra novedad reciclada en el fútbol. Ya que la tendencia de brindarle a los jugadores peculiaridades del papel del enganche no es algo nuevo: el ejemplo más claro lo tenemos en la década del 70 con el famoso fútbol total holandés, en el cual todos los jugadores participaban activamente en el juego, incluso los menos dotados técnicamente. Pero en los últimos años estos conceptos se habían borrado de la memoria, y Guardiola vino para recordarlos y elevarlos a la máxima expresión.
Durante el tiempo pre-Guardiola y post-Cruyff los centrales se habían convertido en jugadores meramente defensivos, cuya función era recuperar el balón, dárselo al volante central que tenga cualidades creativas, y luego desvincularse del juego hasta que su equipo pierda la pelota: una vez allí, tendrá nuevamente la obligación de recuperarla para volver a pasársela al mediocentro. La mayor participación que tenía un central promedio era dársela al otro central, y éste a alguno de los laterales para crear juego por banda. La otra alternativa más auspiciosa era que sean los encargados de hacer un pase largo que usualmente no terminaba en nada. Por supuesto que esto es una generalización, siempre hubo excepciones. Pero con la llegada de Guardiola esto cambió, y ahora los defensas centrales, en mayor o menor medida, tienen responsabilidades en la creación de juego y deben estar comprometidos en la misma.
Manchester City: Función de los centrales en la generación de juego - Variantes
— ⚽FÚLBO (@fulboblog) 21 de septiembre de 2016
Hecho por @cruyffismototal pic.twitter.com/55aPk8mds0
En el libro de Vicente Muglia —periodista argentino que trabaja desde 1997 en el diario Olé— llamado Che Pep, Gabriel Milito dice lo siguiente al respecto: "Los entrenadores que había tenido en mi carrera se preocupaban por remarcarme que, por el puesto que yo ocupaba dentro del campo de juego, no tenía que arriesgar. Gaby, control y pase, me pedían. Algunos me explicaban incluso que perder una pelota en la zona donde yo me movía era muy peligroso para el equipo. A mí desde chico siempre me gustó avanzar, llevar la pelota hacia adelante, pero como profesional nunca tuve la suficiente libertad para hacerlo, salvo jugadas aisladas. Cuando me tocó Pep en el Barcelona, me abrió la cabeza. En los entrenamientos yo hacía control y pase como me había acostumbrado a lo largo de tantos años y él un día me agarró y me dijo: No, Gaby, tú tienes que avanzar con la pelota hasta la mitad de cancha".
El pase interior es muy eficaz si cuenta con un golpeo firme y un alto grado de precisión
El primer paso para ejercer este estilo requiere que los jugadores cuenten con convicción. John Stones es un grandísimo central, elegante y con muy buen manejo de balón, por eso darle méritos a Guardiola de su juego suena condescendiente, pero distinto es el caso de Otamendi, quien ha demostrado en más de una ocasión con la camiseta de la Selección Argentina una alarmante falta de compromiso para con el juego. Este año eso cambió: se lo ve inserto en la creación, trasladando cuando hace falta y pasando cuando es necesario. Una vez que se cuenta con la convicción, se requiere de técnica e interpretación, y tanto Otamendi como Stones y Kolarov, han mostrado una inteligencia inusitada en defensores centrales, representando un valor muy importante para el circuito de juego del Manchester City.
Los pases entre líneas hieren a la defensa contraria. El juego de posición hace que los volantes interiores estén en posiciones receptivas intermedias, y esto lleva a que los centrales del City tengan la responsabilidad de hacerle llegar el balón a ellos. Usualmente, el pase interior es muy eficaz si cuenta con un golpeo firme y un alto grado de precisión. Estos dos valores fundamentales están siendo ejercidos con un oficio que asombra, y representan la forma más estética y eficaz de avanzar metros en el campo. El pase entre líneas es un recurso invaluable y, complementado con conducciones esporádicas, es una fuente de engaño imprescindible para aquello que Guardiola repite una y otra vez: la creación de juego.
El objetivo de todos los equipos del mundo es avanzar metros en el terreno de juego, pues esta es la manera de hacer goles. La salida desde el fondo es un recurso para generar superioridades, pero es imposible conseguirlas si los rivales no generan oposición sobre los centrales. Generalmente cuando éstos no cuentan con marca ni con la valentía necesaria para conducir y ganar metros en el terreno de juego, nada pasa en el partido. El encuentro se torna aburrido, y uno de los equipos termina cayendo en eso que tanto odia Guardiola y remarca Juan Manuel Lillo: jugar para tenerla, en lugar de tenerla para jugar. Cuando el tiki taka es un vehículo, se gesta un juego con un contenido estético insuperable que usualmente no deja a nadie indiferente. Cuando el tiki taka es un fin, el aburrimiento ataca a todos los espectadores que están viendo el partido. Por eso, los centrales deben tener el atrevimiento de saltar líneas con conducciones, porque no hay que obviar que el fútbol es engaño, y sin engaño, no hay nada.
Si los centrales se limitan a pasar la pelota y no cuentan con la valentía y el compromiso necesario, el equipo es predecible. Aunque si un defensa tiene el balón y encara a los adversarios, se producirá una situación de peligro en la cual el mayor riesgo lo tiene el central: si pierde el duelo individual hay muchas probabilidades de que se produzca un contraataque y la jugada termine en gol; mientras que si avanza y se despoja de su marca, sólo superó a uno de los tantos rivales con los que cuenta el adversario en su terreno. Es una apuesta que debe contar con atrevimiento, y los equipos de Pep lo tienen.
Cuando el tiki taka es un fin, el aburrimiento ataca a todos los espectadores
El pase largo al extremo opuesto es un cambio de frente con el matiz de que requiere del juego de posición para ser empleado. Esto sucede porque el lateral debe estar pegado a la raya. De otro modo, es inviable. Aunque no es sólo eso: también tiene que tener un buen control de balón y un alto grado de concentración. Si bien requiere de estas condiciones innegociables, cuando las mismas se encuentran presentes, es un recurso altamente eficaz. El que más intenta este pase en el Manchester City es Kolarov, ya que cuenta con una pegada formidable, pero también lo ejecutan de forma alterna el resto de los centrales. La utilidad de esta acción reside en que toda la defensa del equipo contrario está volcada en un sector, y encontrar ese pase sirve para obligar al adversario a correr tras el balón, frustrando y cansándolos en el camino. Además, en caso de que la basculación cuente con algún error, expone al rival a una situación de fragilidad y sumo peligro.
Para todo lo ya explicado, es imprescindible la valentía y un profundo compromiso con el juego. Sin esto nada es posible, y quizás sea el aspecto que más hay que recalcar. Dotar a un equipo de este coraje, invitándolos a asumir riesgos constantemente está al alcance de pocos. Josep Guardiola se encuentra en esta minoría. Es un elegido que recicla recursos empleados por otros grandes equipos en la historia de este deporte, y sin dudas es un placer ver como sus centrales se desenvuelven con convicción y manejan a la perfección la tendencia de convertir al fútbol en un juego de enganches.
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