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Tribuna

Así que el cielo era esto

El objetivo no es representar, sino abrir las puertas de las instituciones para que sean ocupadas masivamente por la gente. No es invitarlos a pasar, es darles las llaves y acabar con el frente común de partidos-cártel

Francisco Jurado Gilabert 19/10/2016

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"La marcha del cambio",manifestación de Podemos en Madrid el 31 de Enero de 2015.

Wikimedia Commons

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“Así que el cielo era esto”, debimos pensar muchas personas de las que entramos por primera vez en las instituciones, tras esa maratón electoral que fueron los dos últimos años. No sé qué pudimos entender por asaltarlo, si esperábamos llegar como Gandalf y los Rohirrim al Abismo de Helm.

Lo cierto es que este cielo de protocolo y moqueta te puede tratar muy bien. Trabajar en lo que te gusta, con buenas condiciones, con una atención permanente y una repercusión social notable. A nadie le amarga un dulce y es fácil que se nos suba la institución a la cabeza. Si estás dentro, la institución te mima, te seduce, te cuida para que no quieras irte. Que se lo pregunten a Cipriá Ciscar, que lleva en el Congreso 7 legislaturas. Además, las instituciones son fundamentales para mantener a los partidos políticos, que no podrían vivir sin las subvenciones electorales y a los grupos parlamentarios. Este tinglado ha convertido a los partidos, como bien describían Katz y Mair, en un cártel que se incrusta en la Administración, que vive de ella, bajo la excusa de realizar una labor de intermediación entre las instituciones y la ciudadanía.

Pero el cielo no es gratis, requiere un cierto compromiso, un pacto no escrito que te obliga a respetar y reproducir el funcionamiento del modelo y, de igual manera que te puede colmar de atenciones, el cártel te castiga si atisba la más mínima señal de rebeldía, cualquier conato de subvertir el orden y los privilegios. Algo así nos pasó a los novatillos de Podemos al pisar suelo institucional. Con nuestras renuncias a coches oficiales, la devolución de las cuantiosas dietas o ese empeño en hacer funcionar los parlamentos.

Y como del cielo no te pueden expulsar, al menos, hasta las siguientes elecciones, la manera de hacerte la estancia incómoda pasa por ningunearte y frustrarte, hasta quitarte ese espíritu rebelde. Para eso están los recovecos de la institución, el papel de la Mesa, la utilización de los medios de comunicación y ese frente común de partidos-cártel que no dudan en bloquear todo tu ímpetu y toda tu iniciativa, hasta desesperarte. Si tu empeño no va a ningún lado y, además, se silencia, acabarás por cansarte, desistir y reconocer que “las instituciones no nos están sentando bien”.

--¿¡Cómo es posible!?, pensará el lector. Si hace dos años montamos un partido, a pesar de las reticencias que había en gran parte de eso que llaman 15M para entrar en el juego institucional --algo lógico, por otra parte, en un movimiento destituyente--, precisamente para romper ese techo de cristal que nos impedía llevar a cabo nuestras reivindicaciones. Entonces, ahora que vemos que el cielo no es un camino de rosas, ¿renunciamos a esta vía? ¿Nos volvemos a la calle? ¿Y no volveremos a toparnos con el techo de cristal? ¿Y si el siguiente techo es de hormigón?

No es serio haber obtenido la confianza de millones de personas, en parlamentos y ayuntamientos, para tirar la toalla a la primera y, sobre todo, para tirarla desde un escaño. Esto no significa olvidar que la política no reside exclusivamente en las instituciones, que uno de los triunfos del 15M fue rescatar la política de las paredes acartonadas y de las moquetas apolilladas, reivindicarla desde los bares, desde las plazas o desde el Facebook. Simplemente, es absurdo contraponer calle e institución, como es absurdo contraponer calle e Internet, radicalidad o moderación, brit pop y bulerías.

Detecto, en estos falsos dilemas, un problema recurrente: la necesidad de pintar la realidad en blanco y negro, en dentro y fuera, en una continua, insulsa y escasamente descriptiva/constructiva dicotomía. Este problema, además, se me antoja síntoma de la frustración antes descrita. Buscar en estos ridículos debates la fórmula extraviada, la excusa y la zona de confort. Si algo aprendimos en estos últimos años es que la sociedad, la política o la cultura están llenas de ricos matices, que somos una multitud difícil de cuadrar, sintetizar, reducir… o representar.

El mayor daño que puede causarnos la institución es hacernos creer que somos representantes de algo irrepresentable. Que los parlamentos hayan dejado de estar copados masivamente por dos partidos, por dos colores, no es casualidad, es un reflejo de una sociedad heterogénea. Y es normal que la gente sienta cada vez más rechazo por los partidos y por las instituciones, porque están construidos bajo una lógica de homogeneización: fidelidad, disciplina, unidad, identidad. La supervivencia del cártel depende de ello. Por eso el 15M los descolocó, por eso un partido que se lanzó como proyección electoral de ese hermoso caos los aterrorizó.

No. El objetivo no es representar, ni siquiera representar mejor. El objetivo es abrir las puertas de las instituciones para que sean ocupadas masivamente por la gente. Esta misión no se cumple tan solo con introducir a un grupo de “gente corriente” en la institución. Esa “gente corriente” deja de serlo desde el momento en que se arroga el poder de representar a otra gente. Abrir la institución es establecer canales para que cualquier persona pueda hacerse oír dentro, no simplemente trasladar su voz. No es invitarlos a pasar, es darles las llaves. No es decidir lo que creemos que es mejor para otros, es permitir que cada persona decida qué es mejor para ella, para su familia o sus amigos. El debate no es estar dentro o fuera, la cuestión es hacer que la gente pueda estar en todos sitios. En ese momento, se acabará la intermediación y habremos destrozado al cártel.  

 

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Francisco Jurado Gilabert

Fue asesor del grupo parlamentario de Podemos en Andalucía. Es Jurista e investigador en el Instituto de Gobierno y Políticas Públicas (IGOP) de la Universidad Autónoma de Barcelona. Especializado en campos como la tecnopolítica, el proceso legislativo y la representación. Activista en Democracia Real Ya, #OpEuribor y Democracia 4.0. Autor del libro Nueva Gramática Política (Icaria, 2014). 

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  1. Jesús Díaz Formoso

    El estancamiento es PROPOSITIVO. Las autoproclamadas “fuerzas del cambio” NO QUIEREN CAMBIAR NADA; SÓLO MAQUILLAR. Esta ausencia de propuestas concretas, que parece vocada a la permanencia-, o sus variantes (propuestas concretas sin impacto sustancial en la mejora de nuestras vidas y futuros) es el efecto de alguna/s causa/s. La primera es la desconfianza en la casta de la “nueva política”, que apenas se diferencia de la “vieja” en la indumentaria y en un “nuevo” vocabulario que da voz de nuevo a la vieja política de siempre. El pretender acaparar votantes sin las trabas de las ideologías ofertadas en el Mercado Político, posee un claro significado, a la luz de la absoluta ausencia de propuestas concretas y viables de construcción de la “nueva realidad”: una misma formación política puede querer, a la vez, una cosa y la contraria. Con ello no se mejora la confianza del votante; al contrario, se deprime, la confianza y el mismo votante. No es tan difícil proponer pequeños cambios legislativos con un fuerte poder de cambiar la realidad; ejemplos hay muchos; plantearé sólo dos de entre los muchos posibles: 1.- La Justicia: Propuesta: A los Jueces les juzgará en todo caso el Tribunal del Jurado Popular, tanto en fase de admisión a trámite de las Querellas contra Jueces por hechos cometidos en ejercicio de su cargo, como en fase de enjuiciamiento. 2.- HIPOTECAS: Fulminar la situación general de Indefensión de los Hipotecados, a quienes las normas procesales de flagrante inconstitucionalidad, amparada –en nuestra opinión, delictivamente- por el Tribunal Constitucional en su Sentencia (Pleno) 14/1992 -y las subsiguientes a ésta-, que deroga el Derecho Fundamental del artículo 24, 1º de la Constitución (tutela judicial efectiva “sin que EN NINGÚN CASO pueda producirse Indefensión”), cambiándola en un “aunque a veces puede producirse Indefensión”. La consecuencia es la anulación de TODOS los Juicios Hipotecarios en los que se ha “Ejecutado en Indefensión” a los demandados; con devolución de la posesión y propiedad sobre sus inmuebles, y la condena al pago de todos los daños y perjuicios causados por esta lacra judicial a los promotores de las acciones hipotecarias fundadas en la situación de indefensión de los hipotecados; la consecuencia de todo ello será, conforme al artículo 1124 del Código Civil, la rescisión del contrato de hipoteca, sin que el incumplidor (entidad financiera –banco, normalmente- que se comprometió a prestar durante un cierto tiempo e incumplió su esencial obligación al demandar en base a normas y jurisprudencia INCONSTITUCIONAL) pueda reclamar el dinero prestado al hipotecado, más que como “enriquecimiento injusto”, durante un año –ya transcurrido en la mayoría de los casos de desposesión ilícita y violenta de las viviendas de los particulares-, sólo las cantidades no compensadas del capital prestado con los pagos por principal e intereses, comisiones y gastos, compensación cuyo resultado vendrá a ser favorable al hipotecado, o en todo caso, el eventual saldo a favor del banco será entre poco y nada (esta fue siempre la posición de AUSAJ, absolutamente opacada por la mediática omnipresencia de la PAH y la actriz que es su profeta - no me refiero a los activistas, cuya lucha solo puedo alabar, pese a su ausencia de efectividad; ésta debida a sus líderes, nunca a sus bases). Hay multitud de pequeñas cosas que cambian mucho. Pero la única lucha que ha tenido lugar –y que tiene lugar- es por las poltronas. Eso también desincentiva un montón. // Y, por acabar, una última cuestión: ¿Cómo se puede defender tanto personalismo en un partido que se dice de la gente? Porque lo único importante está siendo –y no parece que vaya a cambiar- que los “designados” como políticos, por el Central Circle, sean quienes ellos deciden. ¿Son las ideas o son las personas? Evidentemente, son las personas, lo que, de nuevo, da al traste con la propaganda política mediática; no estamos ante una lucha de ideas, sino de personas, cada una con sus intereses particulares. No hay generosidad; no hay colaboración. No hay propuestas. Y quienes vemos en todo esto un lavado de cara del régimen franquista sin Franco, de la Globalización privatizadora del mundo y de la vida (y decimos lo que vemos), somos mal recibidos; a menudo directamente injuriados y calumniados. Nos esforzamos por ver soluciones, incluso donde no las hay. Pero esto no llega, como vemos tras cada elección. Los votos así conseguidos a) no proceden del compromiso, sino del hastío; son volátiles, pues no hay proyecto detrás de la propaganda electoral; b) Son pocos; aunque sean millones, no bastan. ¿Es esta la apuesta paralizante del Núcleo Irradiador? Claramente. No preocupan al sistema. Ahora nos dan el Circo GÜRTELL, lapidaremos a unos canallas ya amortizados, y creeremos que hemos cambiado algo, sin haber siquiera tocado la circunferencia exterior del sistema, fundamentado en el Poder de los reyezuelos Inviolables, y por derivación, en el de su camarilla de Compiyoguis, descendientes de los fascistas de siempre. Con los pulgares hacia abajo, pediremos la sangre de los acusados; pero se la pediremos a los amos de siempre; esos que no sufren, sino que nos hacen sufrir. VIVA LA REPÚBLICA ¡!

    Hace 7 años 5 meses

  2. Viva el mal, Viva el Capital

    Tiene bemoles que esto lo diga una persona que está en esas instituciones donde se vive tan bien como describe elegido digitalmente por el aparachickt de partido sin pasar por urnas, sin tener en ello arte ni parte esas personas a las que dice que hay que abrir las instituciones...hacer desaparecer esas figuras políticas como los asesores nombrados a dedo es el cambio político real prometido, largarnos discursos como el que representa este artículo es el cambiazo real ofrecido...una vez más "podemos" decir bien alto y bien claro "lo llaman democracia y no lo es"

    Hace 7 años 5 meses

  3. David

    El problema no es elegir entre la institución o las calles. Roosevelt cuando fue elegido presidente, en su reunión con los sindicatos, ante sus demandas les dijo: "obligadme a cumplir mis promesas" y en los años siguientes se desató la movilización en las calles por todo tipo de derechos, laborales sobretodo. No basta con representar ni con protestar, el votar no exime de responsabilidad de manifestarse por las causas que son dignas ni el manifestarse de intentar sacar a los corruptos y recortadores de las instituciones votando, aunque sea al menos malo. El gran error de Podemos fue desactivar la movilización cuando había expectativas de cambio, justo es el momento que hay que acelerar.

    Hace 7 años 5 meses

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