1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

ENTREVISTA

Pepe Noja o los eslabones abiertos de la fortuna

A los 78 años, el escultor continúa vindicando “el arte para el pueblo” y lanzando un mensaje de rebelión y fuerza. Cuenta con 65 obras en lugares públicos de todo el país

Miguel Ángel Ortega Lucas Madrid , 2/11/2016

<p>El escultor Pepe Noja, en Madrid.</p>

El escultor Pepe Noja, en Madrid.

O. L.

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

____________________


CTXT ha acreditado a cuatro periodistas —Raquel Agüeros, Esteban Ordóñez, Willy Veleta y Rubén Juste— en los juicios Gürtel y Black. ¿Nos ayudas a financiar este despliegue?

 

____________________

Hacer una entrevista se parece mucho a tallar una escultura: se trata de llegar, desde la piedra de un enigma en bruto, al enigma neto del rostro escondido detrás. Se trata de cincelar, con paciencia artesana y ojos de alfiler, la piedra de un personaje hasta llegar al relieve de una persona. Los materiales son la calidad de la pieza con que uno se encuentra, más o menos maleable, más o menos dispuesta a que alguien (generalmente desconocido) venga a hurgar en su composición; las herramientas son las que trae de fábrica el que entrevista y, dependiendo de su afinación en el momento, podrá éste penetrar más o menos profundo en ese bloque de sangre y sueño.

Pueden estar las herramientas de uno más o menos afinadas y también pueden estar en hora o no; queremos decir (confesar), con todo el bochorno sobre la mesa, que este entrevistador llegó media hora tarde a la cita con el entrevistado. [Imperdonablemente; y no cabe atribuir responsabilidades al corte en la línea 1 del metro de Madrid; ni al tráfico en el paso de la Castellana ni a la lluvia; ni a la intuición de que probablemente llegaríamos más rápido en canoa hasta Arturo Soria, con lo que, pensándolo mejor, el que suscribe se bajó a toda leche del bus a buscar un taxi.] De modo que la primera impresión del artesano —que no es siempre la que cuenta, pero marca un tono— fue lamentable. La del material, sin embargo, fue impecable.

“Si no fuera porque soy un obseso de la puntualidad”, sonrió Pepe Noja ante el aluvión de disculpas, media hora hojeando los colorines de prensa de un Vips. Si el contratiempo le había molestado, no se le notaba en absoluto, o se le olvidó inmediatamente.

José Noja, Pepe Noja para el mundo del arte desde hace medio siglo, trabaja en su taller con los mismos materiales de los que está hecho. La paciencia es uno. Los otros son éstos que despliega con su sonrisa confortable —una de ésas para tener cerca cuando truena— bajo la barba blanca y cerrada, bajo el pelo blanquísimo y abundante; con su sonrisa de crío travieso bajo las gafas: para empezar la calidez, la cercanía; para continuar, de entrada, el humor de los que no terminarán nunca de tomarse en serio a sí mismos (sobrino, el material éste, de la lucidez). “Yo creo que fui la chichón de un bombazo [de la guerra civil]”. Sus padres, dice, tampoco debieron de tomarse “muy en serio lo de la guerra”. Nació en 1938, en Aracena, Huelva. Pero aparenta muchos menos tiros de los que asegura su biografía —y nos confirmará él luego—. 

Noja es escultor; uno de los más reconocidos de España desde hace decenios. Pero mejor cabría decir que es un escultor público: son 65, hasta ahora, las piezas que llevan su firma y que pueden encontrarse en las calles, en las playas, en las estaciones de metro (la de Sol en Madrid, por ejemplo) a lo largo y ancho de nuestro país. Son obras públicas no sólo porque estén a disposición del aire y del tacto de la calle, sino por vocación; tratan siempre, en su retorcida armonía, como saurios de metal pidiendo auxilio, de ofrendar una continua reverencia a un mismo sueño que cambia de nombre en cada animal, en cada ocasión. Sus obras se llaman Solidaridad, Amistad, Abrazo. Se llaman Monumento al abuelo, Monumento a la abuela. Y al minero, y a la música, y a Pablo Neruda.   

Yo fui un niño problemático. Ahora se le llama a eso hiperactivo. Antes era ser un hijoputa

Son sobre todo de acero, que es el metal noble del que también está hecho Noja. Un acero que arde. Porque el artista no tarda en abrazarnos, desde los ojos risueños, cuando empezamos preguntándole por su infancia y nos confirma que, efectivamente, ya se le ha olvidado tu retraso; probablemente todos los retrasos de su vida. (Hay entrevistados a los que hay que llegar y entrevistados que llegan: pareciera que Pepe Noja hubiera estado esperándonos desde mucho antes de hoy.)

—Yo fui un niño problemático. Ahora se le llama a eso hiperactivo. Antes era ser un hijoputa. De mis hermanos decían: ¿y Fulanito, dónde está? De mí, ¿y el hijoputa del pequeño?

Pero luego se reían, sus padres: “Me la armaban y luego les oía reírse en la habitación de al lado porque había hecho no sé qué en el colegio. ¡Y los ratones son pequeños pero tienen las orejas grandes, joder! El niño es pequeño pero no es gilipollas. Así que hacía aguas el sistema, dentro y fuera de casa”.

La familia emigró a Madrid al muy poco de nacer él. Su padre fue empleado de Banesto, lo que les permitía vivir modestamente, aunque sin apuros. Su padre era “de misa diaria”; su madre no. “Yo tenía un gran apoyo en ella, que era una mujer mucho más liberal que mi padre; mucho más inteligente. Por su raciocinio, su comportamiento, su forma de llegar, de convencer. Era la que me enseñaba a que no me dejara pisar”. Aun así, “a mí me han dado hostias por todos lados. Tampoco es cuestión de echarles la culpa; era la educación que habían recibido ellos”.

Y algo más debió de aprender, a través de su madre, el futuro artista; al darse cuenta (era pequeño, pero tenía las antenas emocionales grandes) de que aquella mujer, que era “madre y chacha al mismo tiempo”, que “solamente lo hacía todo en casa, ella sola”, a veces tenía que aguantar que le gritasen por nimiedades. Y el niño, “que mínimamente pensaba un poco”, se decía: “¿Y esto?”.

El panadero, trabaja siete horas diarias, veía a sus hijos todos los días. Más bruto que un arao

A los 14, su padre le sentó un día para explicarle cuál iba a ser su futuro, con el mapa de su vida ya trazadito sobre el mantel: vas a ir al Banco Español de Crédito a trabajar. Vas a estudiar en la Escuela Superior de Comercio, en la Plaza España, y luego a hacer oposiciones al banco. “Yo entiendo la época de la hambruna, de las dificultades. El banco era una seguridad. Yo entiendo a mi padre. Pero mi padre nunca me entendió a mí”. Entre otras cosas, el pequeño de los Noja se daba cuenta de que su padre terminaba a las siete de la tarde de trabajar y luego seguía echando horas, y a veces llegaba a su casa a las doce de la noche, mientras que “el señor Gregorio, el panadero, que trabaja siete horas diarias, veía a sus hijos todos los días y comía en su casa. O sea, que el panadero, más bruto que un arao, vive mejor. ¡¿Pero qué me está usted contando?!”. Siguió estudiando, y a los 17 decidió que quería ser piloto de aviación.

—¿Por qué piloto?  

—Porque mi amigo más íntimo, José Manuel González, había hecho los cursos de piloto de complemento y a mí me fascinaba aquello; eso de que un elemento esté en el aire, que sea libre. Me parecía increíble.

Por supuesto que en su casa le dijeron que ni hablar (para su madre la aviación era sinónimo de guerra y muerte, y no en ese orden). “Pero a los 17 ya eran los cojones de mi padre o los míos”. En este punto, sin embargo, apareció una de las primeras manifestaciones de la fortuna que fueron guiando la vida de Pepe Noja hasta la fecha. Otra madre, la de su gran amigo José Manuel, cuya familia era de muchos posibles, dijo que le pagaba los estudios para ingresar en la escuela de pilotos, a cambio de que se lo tomara en serio. Su padre empezó a acudir a su habitación no para levantarlo, sino para que se acostara de una vez, estudiando aún a las tantas de la mañana. Quedó el número 2 de entre los aspirantes. “Y estoy seguro de que el 1 fue por enchufe, porque yo miraba mi examen y no veía un fallo” —la retranca es continua en Noja, pero lo dice en serio—. “Y entonces cuando voy a mi casa y lo cuento, mi padre me dice que vale, que está conmigo. La madre que lo parió. Hice el examen para ser piloto y aprobé; nos presentamos cerca de 5.000 muchachos, y eran 50 plazas. Y entonces ya, mi padre orgulloso de mí. Es que es la hostia”.

“Y tú me dirás: oye, Pepe, que la entrevista no era para esto, pero es que me estoy desahogando”.

Día de Reyes, 1961

Pero esta entrevista no tenía un para esto o para aquello: si uno, al entrevistar a alguien, se ciñe a un guión, puede acabar más perdido que si lo llevara, porque puede perderse lo que quiera que la conversación quisiera aflorar por sí sola —infinitamente más interesante de lo que uno pudiera esperar—, y ahí sí que estás perdido. Igual que en la propia vida. Tratamos siempre de encontrar un guión, un mapa, un manual para saber cómo vivir, sin levantar la vista del suelo, cuando es justo eso, muchas veces, lo que nos impide darnos cuenta de que tenemos el camino delante de las narices. Igual que en el arte.

A Pepe Noja no le hizo falta nunca hacer demasiadas cábalas, porque ciertos hilos misteriosísimos y certeros se le fueron siempre adelantando. Ya era piloto, con apenas veinte años, cuando una mañana, junto a su inseparable amigo José Manuel, les paró en la calle de Alcalá un señor muy distinguido con acento raro que apenas balbuceaba español, preguntándoles por el jefe mayor del mismo banco en que trabajaba su padre. Le llevaron allí, claro. Y una cosa llevó a la otra, y el señor distinguido resultó ser un empresario muy importante de Holanda que tenía a su vez muchos amigos importantes allí; también en la compañía aérea KLM. Después de varios vinos, les preguntó si querían trabajar de pilotos en su país. “Pues claro, ¡ya mismo!” “Pero tiene que ser uno solo”. “Pues tú, Pepe”, dijo José Manuel. Y en lo que dura un parpadeo Pepe Noja era piloto en Ámsterdam, con veintipocos años, una salud de hierro (de acero), el futuro glorioso por delante.

—¿Usted cree que el funcionamiento de las cosas tiene más que ver con el destino, con la voluntad, con la suerte?

—No, yo no creo en nada. Con todos mis respetos, porque la mayoría de los que me rodean creen en Dios. Lo que no me cabe la menor duda es que tiene mucho que ver la persona. Cuando estoy en fundición y me vienen los muchachos jóvenes, recién salidos de Bellas Artes, los pobres, a preguntarme ¿y qué hay que hacer para esto?, yo les digo: mira, levantarte por la mañana y pensar que eres escultor y nada más. Como no lo pienses, ¡déjalo, no pierdas el tiempo! Lo segundo es formarte al máximo. Y fíjate tú: un tío que nace en Málaga, que coge una lámina de hierro, hace un círculo, unas tiras así. Y le da una tridimensionalidad y se carga 2.500 años de todo lo estático y reverencial, que era lo único que tenía la escultura, y lo pone en el mercado al nivel de la pintura. Ese señor se llamaba Pablo Picasso. Los mandó a tomar por saco a todos. Es decir: primero, pensar que sois escultores; después, que debéis seguir investigando: ¡no os paréis a imitar! Imitar es al principio, porque hay que poner algo en la mesa. Eso es el comienzo. Y tienes que aprender todas las técnicas; la cerámica, el óleo, la acuarela. Porque de todas se aprende. Y la suerte. ¡Como no tengas esa asignatura! Hay que estar cerca de ella. De alguna manera. Ponte a hacer cabriolas en la calle, pero búscala.

—¿Cuál es el día que usted recuerda haberse levantado pensando que era escultor, o artista?

—Eso fue por el Gobierno holandés. Y empezó el seis de enero, día de Reyes, de 1961. Yo estoy allí; KLM. 22 años, dinero, joven [llegó hasta a jugar en el Ájax de Ámsterdam]. Todo va funcionado extraordinariamente hasta que llega el día más duro de mi vida.

No es que uno sea listo, aquí somos casi todos gente muy normalita. Te tienes que ver en situaciones

El “día más duro” de la vida de Pepe Noja comenzó con una revisión médica rutinaria, tras la cual le apartaron y le hicieron esperar (media hora precisamente). Hasta que, “como en las películas de Hitchcock”, entró en una sala con cinco señores de bata blanca. Y el jefe del equipo médico le dijo: Señor Noja, vamos a darle una noticia que no es agradable, pero queremos que sepa que todo va a ser relativo, y se tomarán las mejores decisiones para usted. Le dijo: Lo sentimos mucho, pero tiene que abandonar la aviación (por una rinitis crónica.)

“Día de Reyes del año 1961”, dice. Y se nota que Noja recuerda las frases de aquel médico, pronunciadas en neerlandés, sílaba por sílaba, cincuenta y cinco años más tarde. “A un chaval, después del recorrido que había tenido que hacer, cuando había logrado la ilusión de su vida, con 800 horas de vuelo. Me eché a llorar”.

Ese mismo día de Reyes, puede que en los mismos instantes en que todo esto sucedía, el padre de Noja le escribía una carta desde Madrid. Decía: Querido hijo, que el próximo año y los venideros sean tan buenos como éste. “Ya me habían dado la baja, y él no tenía ni idea. Lo que es la vida. En fin”.

Pero nunca se sabe, no podemos tener nunca idea de cuál es el fin último, y oculto, de lo que sucede. El “día más duro” de la vida de Pepe Noja, o uno de ellos, fue el que le apartó de la aviación: y el que le llevó a otro sitio insospechado. Sucedía que, en ese tipo de casos, la seguridad social holandesa estipulaba que se le hicieran al individuo todos los test psicotécnicos y psicológicos posibles para dilucidar en qué otra cosa podía tener aptitudes, en qué trabajo podía funcionar bien (y ser feliz). “Yo tenía ya en la cabeza el volver a España, al banco, puf” Pero, después de un par de exámenes, alguien le preguntó: “¿Ha estudiado usted arte?” Y no, Noja no había estudiado arte. Siempre había dibujado bien, sí; incluso había tratado de sacar algún dinero en Madrid, en los tiempos en que su padre le decía no a todo, haciendo dibujos para reclamos publicitarios de bares. “Es que da usted unos conocimientos del aire que no son normales para alguien que no ha estudiado. Se considera que podría hacer un examen para ingresar en la Famous Artists School [americana; la primera escuela de arte del mundo, que tenía ya sede en Ámsterdam]”. “Para mí que me estaban tomando el pelo”, bromea Noja. “Pero con esto respondo a la pregunta que me has hecho”. A ésa de cuándo empezó a pensar en sí mismo como escultor, o artista.

Noja ingresó en la escuela de arte más prestigiosa del mundo, efectivamente. Por supuesto, previo examen in situ en que le pidieron dibujar cualquier cosa, lo que quisiera, en menos de cinco minutos, con un papel, un pincel y un tubo de acuarela. Agua, para humedecer, no había. Entonces se echó saliva en la mano izquierda, y con eso pudo dar mayor consistencia a “una barcaza en un riachuelo, unos pajarillos, una gaviota”. ¿Y cómo ha conseguido usted estos rasgos tan finos?, le preguntaron luego.

—Te las tienes que ver. Porque no es que uno sea listo, vamos a ver; aquí somos casi todos gente muy normalita. Lo que pasa es que te tienes que ver en situaciones. Y ahí entra mucho el sentido positivo o negativo de tu mente, cómo ves tú las cosas. Es así. Porque hay momentos en mi vida en que he dicho: Pepe, o eres el mejor o te vas a la mierda. Ésta es la lucha que había. Entonces tú te lo tienes que creer. Tú te levantas y tienes que ser escultor. Tú tienes que ser un gran periodista, ¡hostias! [...] ¡Sí! ¡Pero además te lo tienes que creer!: Yo soy capaz de hacer mi obra, saber interpretar al que tengo enfrente, y plasmarlo de manera que ilusione al que lo lea. ¡Claro! Si no, ¡retírate, vete!

[Decíamos al principio que Pepe Noja es acero que arde: pero no arde como un incendio, sino como una hoguera; pura humanidad ardiente y contagiosa. Afuera, sigue lloviznando sobre un día mortecino de octubre; sobre esta mesa de una cafetería moderna y anodina del norte de Madrid crepita una chimenea, y se está bien.]

Uno de los cuadros se llamaba Payaso, y consideraron que era Franco. No tenían dos dedos de frente

En fin: allí, en Ámsterdam, Noja empezó a estudiar arte en serio. Se echó una novia autóctona, de buena familia; aprendió holandés (inglés ya sabía). Sus primeras incursiones fueron pinturas al óleo que pronto tuvieron fortuna (“no me quiero engañar: la familia de mi mujer de entonces ayudó” a ello en los comienzos). Se hizo un nombre como pintor. Y en torno al año 67 (no había cumplido aún los 30) recibió otra carta desde España; pero esta vez no de su padre, sino de Carlos Robles Piquer, Director General de Cultura Popular y Espectáculos del régimen entre 1967 y 1969, y cuñado de Manuel Fraga. Poniéndole todas las alfombras rojas para exponer en Madrid.

—Me emocionó la cosa. Perdí el equilibrio. En esos momentos hay que dejar a éste [se señala el corazón] y pensar con ésta [se señala la cabeza].

—¿Se arrepintió?

—Sí. Yo envié la exposición porque me dieron la sala del Prado del Ateneo de Madrid, que era entonces extraordinaria. Pero luego me dicen que me censuran. Uno de los cuadros se llamaba Payaso, y consideraron que el payaso era Franco, ¡como no tenían dos dedos de frente! Entonces yo fui allí como un pajarito. Como un cabrón. Viene Carlitos Areán, director de la sala del Ateneo, y me dice: ‘Mira, quitamos éste, nos ahorramos follones, y te van a dar otra en la Gran Vía’. Para ésa me traje otra pintura que se llamaba Libertad, que representa una figura con unas cadenas rotas. Y entonces me dicen que no, que ese cuadro tampoco. Y con la exposición puesta ya, los carteles hechos, cogí todos los cuadros, los monté en el camión, y a tomar por saco, ahí os quedáis. Aun así quisimos quedarnos en España, sabiendo que ya estábamos señalados, tratando de seguir teniendo un mercado hacia afuera. Y así fue mi vuelta. Entonces conocí a Pablo Serrano, el escultor más grande que hemos tenido, y establecimos una relación casi de padre e hijo. Ahí empezó mi amor por la escultura. Porque fui pronto dejando la pintura; o, mejor dicho, me fue dejando la pintura a mí. Mis cuadros eran ya pura tridimensión.

Cilindros abiertos

“Es que la pintura es un engaño”, explica Noja, medio en serio (o en serio del todo): “Yo te pongo sobre una base plana un infinito: pero qué coño, ¡si está ahí, la tridimensión está ahí!”

Una entrevista también es un engaño, pensándolo bien; un trampantojo: uno trata de plasmar sobre un folio (una pantalla) la imagen fija de un rostro que en realidad es infinito, que escapa continuamente a la petrificación, que no quiere ser estatua sino una cosa orgánica que no deje de moverse. Pero no hay más opción que seguir cincelando esa figura (esa mirada de zorro bueno bajo las gafas, de jovencito algo gamberro de 78 años). Desde hace décadas la vocación, u obsesión, de Noja ha sido siempre la misma: el arte, de la gente y para la gente: “¿Por qué tengo todas esas obras en la calle? Porque yo he partido de que la obra es para el pueblo. Y ya hemos acabado con esa historia del arte en castillitos para la gente pudiente, como acabó Picasso con el escultor metido en el cementerio haciendo angelitos”.

—¿Y cómo es el proceso; de qué manera llega a plasmar materialmente esas ideas?

—Primero tienes que colocarte en situación, empatizar; si no, no merece la pena, no vas a transmitir el sentimiento a la obra. Hice Libertad porque aquí no la había. Las cárceles llenas. Había cantidad de amigos míos. A Eduardo de la Fuente lo cogieron [los grises] delante de mí porque no tuvo la sangre fría de darse la vuelta (yo diciéndole ¡date la vuelta, date la vuelta!, aquí en Alonso Martínez). Por manifestarse. Eso significaba meses en la cárcel, en aquellas cárceles. Mueren mujeres como ratas, por el puto machismo, por la puta razón de la fuerza [es el tema que más ronda su taller últimamente para ponerse manos a la obra]. Primero ves esa situación terrible; luego haces el desarrollo intelectual de la obra, tu orientación hacia el final, los elementos. Al principio con lápiz y papel, y al final el diseño, cómo acomodas la idea al material que quieres utilizar. Y finalmente, vital para mí, la ubicación. [Sus obras pueden encontrarse tanto en Móstoles (tiene allí una contra la pena de muerte) como en Estrasburgo o Nueva York.]

“El cuadro Libertad”, un símbolo para él en más de un sentido, “lo empiezo en el año 62. Me encierro en mi estudio, en Holanda, y lo termino en un par de meses. Después de una conversación con un amigo hispanista de allí, muy importante, salgo con la idea muy clara de que este cuadro lo tengo que hacer real, le tengo que dar vida. Y me propongo recorrerme 22 cancillerías europeas, para que todos los presidentes de Gobierno me lo firmen. Estuve hasta el año 76, que entró el cuadro en España. Lo tengo en mi casa, firmado.

—¿Y ahora? ¿Cómo ve lo que sucede ahora?

—Te hago a ti la pregunta, como persona joven: vosotros, que estáis en estas condiciones, que tenéis una formación, que lo estáis teniendo tan difícil, ¿qué pensáis? ¿Qué se os pasa por la cabeza, con vuestras ganas de vivir, con el sentido de la justicia, con todo lo que está pasando?

Busco que los niños puedan tocarla. Yo ponía la mano en cualquier sitio y me llevaba una hostia

“Pero por supuesto que de todo se puede salir”, repone al cabo. “Y que podría ser mucho peor, qué duda cabe”. Hace ya rato que Pepe Noja se ha olvidado de la grabadora (“ah, qué bien, así no se te olvidan tantas cosas”), igual que se olvidó del retraso, igual que se olvidó del sueño aquel de ser piloto cuando quiso la fortuna que encontrara el del arte. Lo único que no parece olvidar, con mirada insomne de francotirador, este hombre tremendo y humanísimo, es la injusticia; o lo que él cree que es injusto. Todo para él está “politizado”, dice, pero no en clave de pensamiento petrificado, sino como una manera permanente de estar en el mundo.

—Yo tengo 65 monumentos públicos –repite la cifra–. Cilindros, nudos. Mi vida son cilindros abiertos siempre, siempre en libertad. Yo estoy en contra de todo lo que sea opresión, dictadura. Son eslabones, que es lo que me gusta decirle a la gente joven: ilusión, apertura, no penséis que podéis caer. Yo he sido afortunado, sí. Sobre todo ha sido reconocido mi trabajo. Y mi idea. Yo he dicho que el arte es del pueblo y para el pueblo y que la cultura no se puede dar según la división económica de la gente.

—¿Y cuál es su anhelo, qué es lo que quisiera que la gente viera o sintiera con sus obras?

—Bueno, para mí lo primero son los niños. Si queremos hacer algo mejor, un país mejor, una civilización con mayor grado de sentimiento y responsabilidad ante los dramas, lo primero son ellos. Y busco que los niños puedan tocarla (yo, en mi tiempo, ponía la mano en cualquier sitio y me llevaba una hostia). No: es para tocarlo. Si vieras la de Gijón [Solidaridad], que es un tobogán. Abajo tiene un hoyo. Hay que ver cómo se divierten los niños con esa pieza.

—Una última pregunta. ¿A quién ha admirado o admira más?

—Pues mira —responde, sin pensarlo apenas—, a una persona que ha hecho mucho, mucho por mí, que me ha cambiado muchas cosa de la vida, y que se llamaba Willy Brandt. Cuando fui a que me firmara el cuadro, Libertad, salió él mismo a recibirme [Noja era aún muy joven, aún no se le abrían tantas puertas, mucho menos oficiales]. Estamos hablando de un ex alcalde de Bonn, de un ex canciller de Alemania, de un premio Nobel de la Paz. Y ese mozo vino hacia la puerta, y cuando la abrió el ordenanza de turno, se encontró conmigo, mientras yo entraba; me puso la mano en el hombro y me dijo, en un inglés perfecto: Enhorabuena. Yo no me lo esperaba. Era un momento difícil, porque no me esperaba ese recibimiento.

Tras casi dos horas de conversación, la voz de Pepe Noja, con su eco de acero caliente, se entrecorta por primera vez. Se emociona, por cosas que sólo esa estatua viva puede (y debe) saber, al recordar su encuentro con Willy Brandt (la persona que más admira, junto a Javier Ledesma; ambos por su “humanidad”); al recordar otras muchas cosas que recuerda u olvidaba recordar, en el mediodía de octubre y lluvia de Madrid, tantos años después.

Se quita un momento las gafas, se aclara los ojos, sin dejar de sonreír, y se apaga así la grabadora. 

____________________


CTXT ha acreditado a cuatro periodistas —Raquel Agüeros, Esteban Ordóñez, Willy Veleta y Rubén Juste— en los juicios Gürtel y Black. ¿Nos ayudas a financiar este despliegue?

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Miguel Ángel Ortega Lucas

Escriba. Nómada. Experto aprendiz. Si no le gustan mis prejuicios, tengo otros en La vela y el vendaval (diario impúdico) y Pocavergüenza.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí