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¿A la mierda el trabajo?

“De ninguna manera estamos destinados a un futuro sin trabajo”. El autor responde a James Livingston y afirma que el empleo es una decisión política y no una mera función de la empresa privada

Scott Ferguson 3/01/2017

<p>Un obrero atornilla una de las estructuras del Empire State Building en 1930.</p>

Un obrero atornilla una de las estructuras del Empire State Building en 1930.

Lewis Hine / Archivo Nacional del Gobierno de EEUU

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A raíz de la alarmante elección de Donald Trump a la Casa Blanca, el historiador James Livingston publicó un ensayo en la revista Aeon con el provocativo título ‘A la mierda el trabajo’. La pieza condensa el argumento que explica con detalle Livingston en su último libro, No More Work: Why Full Employment is a Bad Idea (The University of North Carolina Press, 2016) [Basta de trabajo: por qué el pleno empleo es una mala idea]. 

Tanto en el libro como en el ensayo de Aeon, Livingston plantea abordar las diversas crisis que se solapan: una alienante y actualmente desgastada ética del trabajo nacida de la Reforma Protestante, cuarenta años de subempleo rampante, caída de salarios, incremento de la desigualdad; el repunte de la especulación financiera que los acompaña y la caída en la inversión productiva y la demanda agregada, y un clima post 2008 de resentimiento cultural y polarización política, el cual ha avivado los levantamientos populistas de derecha e izquierda.

Lo que la presente catástrofe muestra, de acuerdo con el diagnóstico de Livingston, es el fracaso final del mercado en la provisión y la distribución del trabajo de la sociedad. Lo que es peor, el futuro del trabajo parece desesperanzador. Citando los trabajos de los ciberutópicos de Silicon Valley y de economistas ortodoxos de Oxford y el MIT, Livingston insiste en que los algoritmos y la robotización reducirán la fuerza de trabajo necesaria a la mitad en 20 años y que esto es imparable, como si fuera algún proceso natural perverso. “Las tendencias medibles del último medio siglo y las proyecciones plausibles para el próximo medio siglo están tan empíricamente  fundamentadas que hacer caso omiso de ello como si fueran tonterías ideológicas o filosofía deprimente”, concluye el autor, “parecen como los datos del cambio climático, puedes negarlos si quieres pero sonarás como un idiota cuando lo hagas”.

La respuesta de Livingston a este “empírico”, “mensurable” y aparentemente innegable escenario apocalíptico es abrazar el colapso de la vida del trabajo sin lamentaciones. “A la mierda el trabajo” es el eslogan de Livingstone para superar la decadencia del trabajo, transformando una condición negativa en contradicción positiva de la vida colectiva.

Lejos de ser una forma de trascender la gobernanza neoliberal, la triunfante negación del trabajo de Livingston solo agrava la retirada de la gobernanza colectiva

En términos concretos, esto significa poner en marcha impuestos progresivos para captar las ganancias de las grandes empresas, y entonces redistribuir ese dinero a través de una RBU (Renta Básica Universal) que en este libro describe como “un ingreso anual mínimo para cada ciudadano”. Semejante redistribución masiva de fondos cortaría la relación histórica entre trabajo y salarios, desde el punto de vista de Livingston, liberando a los des/sub empleados para que persiguieran diversos fines personales y comunitarios. Dicha transformación es inminentemente asumible, puesto que hay fondos de grandes empresas que se pueden captar y redirigir a aquellos que los necesitan. El problema profundo tal como lo ve Livingston es moral. Debemos rechazar el ascetismo de la ética protestante del trabajo y, en su lugar, reorganizar el alma desde una base más libre y amplia.

Para que no captemos la idea mal, Livingston mantiene que el trabajo en sociedad no desaparecerá simplemente en un mundo organizado por una renta básica universal financiada con impuestos. En su lugar él ve un futuro con automatización creciente donde el tiempo libre es nuestra primera preocupación, el trabajo en sociedad se convierte enteramente en voluntario, y el consumo en curso impulsa la demanda. Renunciando a planes utópicos o fórmulas se pregunta: “¿Cómo serían nuestra sociedad y civilización si no tuviéramos que 'ganarnos' la vida, si el ocio no fuera una opción, sino un modo de vida? ¿Pasaríamos el tiempo en el Starbucks con los portátiles abiertos? ¿O enseñaríamos a niños en lugares menos desarrollados, como Mississippi, de manera voluntaria? ¿O fumaríamos hierba y veríamos realities en la tele todo el día?”. 

¿Enfurecidos por la explosión del trabajo en los servicios infrapagado y precario? ¿Desengañados por unos desalmados administración y puestos de atención ciudadana? ¿Indignados por el trabajo esclavo en el que se basa la historia del así llamado  “libre mercado”? ¿Deseas más tiempo libre? ¿No hay suficiente trabajo a mano? Bueno, pues entonces que se vaya a la mierda el trabajo, sentencia Livingston. Decid adiós al viejo objetivo liberal del pleno empleo y que se pudran la miseria, la servidumbre y la precariedad.

“A la mierda el trabajo” ha tocado la fibra sensible de una multitud diversa de lectores. Desde su lanzamiento, el ensayo ha tenido más de 350.000 clics en la web de Aeon. La publicación española CTXT ha publicado una traducción del mismo*. Y semanas después, el grito de guerra de Livingston continúa resonando por las redes sociales. “A la mierda el trabajo” ha sido retuiteado entusiásticamente por todo el mundo, desde marxistas y liberales al estilo europeo hasta anarquistas y gurús tecnológicos.

¿Qué pasaría si creásemos un sistema de trabajo público que proporcionara un salario mínimo justo y que verdaderamente asegurara una vida digna para toda la economía?

El problema es que “A la mierda el trabajo“ de Livingston cae presa de una empobrecida y en cierto sentido clásica ontología social del liberalismo, la cual deifica el orden neoliberal que pretende transformar. Renegando de la confianza de la humanidad moderna en el gobierno a gran escala y de las infraestructuras públicas robustas, esta ontología liberal predica la vida social en la inmediatez y en las aparentes asociaciones “libres”, mientras que su preocupación crítica sobre la tiranía y la coerción renuncia al cometido de la interdependencia política y de los cuidados. Como tantos partidarios de la Renta Básica Universal de la izquierda contemporánea, Livingston se reafirma en esa relacionalidad encogida. Lejos de ser una forma de trascender la gobernanza neoliberal, la triunfante negación del trabajo de Livingston solo agrava la retirada de la gobernanza colectiva y la despolitización concomitante de la producción social de doble faz del neoliberalismo.

En una contribución previa en Arcade, critiqué la concepción liberal del dinero sobre la cual los marxistas como Livingston de manera acrítica confían. De acuerdo con esa concepción, el dinero es un quantum de valor privado, finito y alienable el cual debe ser arrancado de las arcas privadas antes de que pueda servir al bien común. Por el contrario, la Teoría Monetaria Moderna afirma que el dinero es un instrumento público ilimitado y fundamentalmente inalienable. Este instrumento se basa en la gobernanza pública. Y el gobierno puede siempre permitirse apoyar la producción social valiosa, sin atender a la capacidad de recaudar impuestos de los ricos. El resultado: el empleo es siempre y en todo lugar una decisión política, y no una mera función de la empresa privada, los ciclos de expansión y recesión y la automatización. No hay por lo tanto nada inevitable sobre el desempleo y la miseria que este causa. De ninguna manera estamos destinados a un “futuro sin trabajo”.

Por lo tanto, confrontando el lema de la revista Aeon para el artículo de Livingston –¿Que pasaría si  el trabajo no fuera la solución sino el problema?– de manera inmediata empecé a preguntarme lo contrario. 

¿Qué pasaría si rechazásemos la jerga blanca y patriarcal del pleno empleo, la cual mantiene a millones de mujeres y minorías subempleadas? ¿Y si en lugar de esta treta liberal democrática pusiéramos en marcha un Plan de Trabajo Garantizado suficientemente financiado y completamente inclusivo como la base para un imaginario renovado para la izquierda? 

A la llamada de atención de “A la mierda el trabajo” de Livingston, la izquierda debería contestar, “Y una mierda”

¿Qué pasaría si dejamos de creer que los capitalistas y la automatización son los responsables de determinar cómo y cuándo trabajamos en sociedad? ¿Qué pasaría si dejamos de imaginar que el así llamado tiempo libre se autoorganiza espontáneamente como está ampliamente desacreditado por todo el mundo respecto a los mercados laissez-faire?  

¿Qué pasaría si creásemos un sistema de trabajo público que proporcionara un salario mínimo justo y que verdaderamente asegurara una vida digna para toda la economía? ¿Qué pasaría si hiciéramos imposible para WalMart explotar a los desfavorecidos, mientras que multiplicáramos el poder de negociación de todos?

¿Qué pasaría si hiciéramos uso de tal sistema para reducir la jornada laboral, exigir que todos tuvieran atención sanitaria e incrementáramos la calidad de la participación social a lo largo de los sectores público y privado? ¿Qué pasaría si la vida económica no estuviera basada solamente en el afán de lucro?

¿Qué pasaría si cuidáramos a nuestros niños, a nuestros enfermos y a nuestra crecientemente envejecida población? ¿Qué pasaría si redujéramos a la mitad los ratios de alumnos por profesor en todos los niveles educativos? ¿Qué pasaría si construyéramos casas al alcance de todos? ¿Qué pasaría si hubiera un jardín comunitario en cada manzana? ¿Qué pasaría si hiciéramos nuestras ciudades energéticamente eficientes? ¿Qué pasaría si aumentáramos las bibliotecas públicas? ¿Qué pasaría si socializáramos y pagáramos los trabajos de cuidado que históricamente no se han retribuido? ¿Qué pasaría si fuera algo normal que existieran centros de arte públicos en nuestros barrios? ¿Qué pasaría si pagáramos a la gente joven por documentar las vidas de nuestros jubilados? 

¿Qué pasaría si garantizáramos que realmente “las vidas negras cuentan”? ¿Qué pasaría si además de desmantelar el sistema presidiario industrial creáramos un mundo acogedor donde todo el mundo ciudadano o no tuviera el derecho a participar y ser tenido en cuenta?  

¿Qué pasaría si el rechazo por la empresa privada de trabajadores liberara a la gente para organizar el trabajo en sociedad bajo más amplias, diversas y abiertamente discutidas premisas?

¿Qué pasaría si los trabajos públicos reafirmaran la inclusión, la colaboración y la diversidad? ¿Qué pasaría si reconociéramos que los sentimientos de la vida laboral no son reducibles a la ética protestante sobre el trabajo? ¿Qué pasaría si nos preguntáramos si el significado y valor del trabajo se convirtieran en parte de la vida laboral en sí?

¿Qué pasaría si hiciéramos crítica social en términos que no estén definidos por la ideología neoliberal que deseamos sortear? 

¿Qué pasaría si afirmáramos radicalmente nuestra dependencia de las instituciones públicas que nos dan apoyo? ¿Qué pasaría si forzáramos a nuestro gobierno a asumir la responsabilidad por el sistema que siempre y en todo lugar condiciona?

¿Qué pasaría si admitiéramos que no hay límites a cómo podemos cuidar unos de otros y que como comunidad política podemos siempre permitirnos?

Los argumentos de Livingston no pueden superar estas preguntas. 

Luego a la llamada de atención de “A la mierda el trabajo”, la izquierda debería contestar, “Y una mierda”.

------------------------------------------------------------

(n.t. artículo al que sigue esta réplica traducida por Jorge Amar Benet presidente de APEEP).

La versión original de este texto está publicada en Arcade.

Scott Ferguson es profesor asistente en la Universidad del Sur de Florida. Doctor en Estudios de Retórica y Cine por Berkeley. 

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Scott Ferguson

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18 comentario(s)

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  1. Matt

    "¿Qué pasaría si creásemos un sistema de trabajo público que proporcionara un salario mínimo justo y que verdaderamente asegurara una vida digna para toda la economía?" Pues que el ciudadano, en lugar de quedar a expensas de las decisiones del Capital, quedaría a expensas del Estado que le OBLIGARÍA a trabajar en lo que la Administración decidiera, eliminando la LIBERTAD del individuo. Así volveríamos a caer en la lógica santificadora del trabajo propuesta por el protestantismo y celebrada por el neoliberalismo. Por eso, en lugar de un enfrentamiento infantil entre RBU y TG (TMM) lo que cabe es una integración de lo mejor de ambos sistemas, respetando de verdad la libertad del individuo, del ciudadano realmente libre en sus elecciones.

    Hace 6 años 7 meses

  2. ssdf

    un texto precioso viniendo de una revista que pide curritos gratis verdad CTXT?

    Hace 6 años 9 meses

  3. Jose A. Lopez

    Me sorprende la polarización en este debate de la RBU, incluso entre sumarísimos teóricos como éstos, porque entre 40 horas semanales de trabajo y una mísera RBU creo que hay exactamente 40 horas de trabajo de diferencia. Si a lo largo de la historia el ser humano ha sabido encajar la mecanización en su día a día es porque ha pasado, de las 24 horas durante los siete días de la semana desde que nace hasta que muere que pasa un animal luchando por su supervivencia, a las menos de 8 horas al día durante un tercio de su vida que utilizamos actualmente, es porque mejoras técnicas y mejoras en calidad de vida y disminución de esfuerzo han ido de la mano. En definitiva, lo que falta en el debate actual es la parte interesada, el empleado medio que diga quiero trabajar menos, ganar más y tener servicios y pensiones dignas, o es que ¿alguien cree que las fábricas no seguirían llenas de gente con interminables jornadas sin días de descanso ni vacaciones como en el siglo XVII es porque algún erudito decidió que fuera así? No, fue porque los obreros han luchado por ello, y ahora tenemos mejores herramientas, democracia, asociaciones, medios de comunicación libres, potentes e incontrolables. No se a qué esperamos.

    Hace 7 años 1 mes

  4. Jose A. Lopez

    Me sorprende la polarización en este debate de la RBU, incluso entre sumarísimos teóricos como éstos, porque entre 40 horas semanales de trabajo y una mísera RBU creo que hay exactamente 40 horas de trabajo de diferencia. Si a lo largo de la historia el ser humano ha sabido encajar la mecanización en su día a día es porque ha pasado, de las 24 horas durante los siete días de la semana desde que nace hasta que muere que pasa un animal luchando por su supervivencia, a las menos de 8 horas al día durante un tercio de su vida que utilizamos actualmente, es porque mejoras técnicas y mejoras en calidad de vida y disminución de esfuerzo han ido de la mano. En definitiva, lo que falta en el debate actual es la parte interesada, el empleado medio que diga quiero trabajar menos, ganar más y tener servicios y pensiones dignas, o es que ¿alguien cree que las fábricas no seguirían llenas de gente con interminables jornadas sin días de descanso ni vacaciones como en el siglo XVII es porque algún erudito decidió que fuera así? No, fue porque los obreros han luchado por ello, y ahora tenemos mejores herramientas, democracia, asociaciones, medios de comunicación libres, potentes e incontrolables. No se a qué esperamos.

    Hace 7 años 1 mes

  5. Jose A. Lopez

    Me sorprende la polarización en este debate de la RBU, incluso entre sumarísimos teóricos como éstos, porque entre 40 horas semanales de trabajo y una mísera RBU creo que hay exactamente 40 horas de trabajo de diferencia. Si a lo largo de la historia el ser humano ha sabido encajar la mecanización en su día a día es porque ha pasado, de las 24 horas durante los siete días de la semana desde que nace hasta que muere que pasa un animal luchando por su supervivencia, a las menos de 8 horas al día durante un tercio de su vida que utilizamos actualmente, es porque mejoras técnicas y mejoras en calidad de vida y disminución de esfuerzo han ido de la mano. En definitiva, lo que falta en el debate actual es la parte interesada, el empleado medio que diga quiero trabajar menos, ganar más y tener servicios y pensiones dignas, o es que ¿alguien cree que las fábricas no seguirían llenas de gente con interminables jornadas sin días de descanso ni vacaciones como en el siglo XVII es porque algún erudito decidió que fuera así? No, fue porque los obreros han luchado por ello, y ahora tenemos mejores herramientas, democracia, asociaciones, medios de comunicación libres, potentes e incontrolables. No se a qué esperamos.

    Hace 7 años 1 mes

  6. Jesús Díaz Formoso

    Pochetino: Así es; el nombre: "Centros especiales de empleo"; ganancias para el capital, miseria para el trabajador. Saludos

    Hace 7 años 2 meses

  7. Jesús Díaz Formoso

    SOBRE EL TRABAJO - http://puntocritico.com/2017/01/07/los-papalagi-discursos-de-tuiavii-de-tiavea-jefe-samoano-profesiones-de-los-papalagi-y-la-confusion-que-de-ellas-resulta/

    Hace 7 años 2 meses

  8. Pochetino

    A raiz ,de lo que escribe Jesus Díaz, sí la empresa es "sin ánimo de lucro" es de reciclaje de papel y emplea a discapacitados tenemos la cuadratura del círculo . Sueldos miserables a discapacitados pero eso sí damos trabajo y reciclamos. Sin ÄNIMO DE LUCRO y una mierda.

    Hace 7 años 2 meses

  9. Ecora

    - A mí lo que me escandaliza es que se reconozca que el trabajo es una decisión política, y acto seguido, se diga que debe ser exijido, (en lugar de proponer que se nos pregunte cuánta de esa política creemos que es necesaria). - Pensar que no podemos “autoorganizar” nuestro tiempo libre es partir de una concepción paternalista de los trabajadores, (quedando liberados de ese pastoreo los que pueden vivir de la especulación). Presupone nuestra inmadurez y nos condena a la dependencia de, al parecer, los teóricos que como Férguson “trabajan” en pensar por nosotros cómo gestionar nuestro tiempo. - Me parece absurdo, cogido por los pelos de un calvo, decir que la reducción del trabajo “agrava la retirada de la gobernanza colectiva y la despolitización”. Al parecer “las tardes libres necesarias para las asambleas”, que decía Oscar Wilde, son un lujo que no nos corresponde. Nos gobernamos apretando tornillos. Los neoliberales nos hurtan la producción y estos la gobernanza. - Todo votante de izquierdas debería considerar sospechoso que se contraponga la Renta Básica al Trabajo Garantizado. No hay motivo para ello. Esa forma de argumentar revela que el objetivo es denostar la RB, más que apostar por el TG. En mi opinión ambas medidas son compatibles y persiguen objetivos diferentes. La RB garantizaría la inclusión y una autonomía básica tanto respecto del estado y de sus mandos, burócratas de lo público, como del mercado y de sus mandos, burócratas de lo privado. El TG, como todo trabajo público, debe ser finalista, previo consenso en una necesidad social que lo requiera, no buscado por sí mismo como se defiende aquí. Ferguson defiende el empleo y después busca como solucionar su apuesta por el mismo, imaginando formas posibles de emplear a todo el mundo. ¿Por qué ese orden? Ese orden le delata. No dice, “esperen, antes de emanciparse hay que hacer esto y lo otro”. No. Lo que dice es “no deben emanciparse”, por los siglos de los siglos, se entiende, pues no añade hasta cuándo. El empleo es para él un fin en sí mismo, y ni siquiera explica por qué, (ya que descarta la ética protestante). Pero, efectivamente, gran parte de la izquierda no sabe concebirse fuera de la ética de la servidumbre; sólo busca una servidumbre mejor retribuída; mantiene al “proletariado” en las categorías asignadas por la modernidad y niega su emancipación.

    Hace 7 años 2 meses

  10. Luis Herrero

    Me parece que es mas atinado el articulo de James Livingston ya que tiene en cuenta el problema del crecimiento. El crecimiento es el resultado y a la vez el lubricante y atemperador de la competitividad, del conflicto institucionalizado. El trabajo es trabajo para otro, para un superior que decide lo que vale y lo que debe valer, y a tal respecto tanto da que ese otro sea publico o privado. La respuesta de Scott Ferguson parece anclada en el paradigma socialdemocrata post II Guerra Mundial... incluso habla de abrir bibliotecas publicas. La izquierda tradicional se identifica con una clase trabajadora, asi que el trabajo es su referente, su razon de ser, su justificacion. Por eso desde Izquierda Unida, Alberto Garzon critica la renta basica y propone a cambio el trabajo garantizado, abundando en la etica del trabajo, en que hay que ganarse los garbanzos, cuando precisamente las elites no lo hacen, los beneficios que obtienen y el poder que detentan no es para ganarse los garbanzos. El paradigma del trabajo ratifica la estratificacion en clases y es esta asimetria de recursos y poder lo que reclama crecimiento, con o sin redistribucion, pero el planeta no puede soportar esta dinamica, pues se ha alcanzado el cenit de los recursos, incluida la estabilidad climatica.

    Hace 7 años 2 meses

  11. Rasmaninof

    Todas las opiniones son respetables, como se declara en los principios de lo "políticamente correcto", pero en ésta que aspira a una sociedad del ocio subyace la de que "to er mundo es güeno" y eso es una gilipollez.

    Hace 7 años 2 meses

  12. Jesús Díaz Formoso

    Dubitador: Tomemos el ejemplo del reciclaje de papel. El papel recuperado es valioso por su fibra vegetal. Porque esa fibra recuperada sustituye en la industria papelera a la pasta de celulosa, que tiene un valor “de mercado” muy superior al del coste de la recuperación de papel usado (sin contar las externalidades padecidas por todos; preguntar en Pontevedra). La fibra vegetal obtenida de la tala de árboles, para la industria papelera, tampoco se diferencia mucho de la madera procedente de incendios forestales, cuyo precio siempre es, sin embargo, muy inferior a la fibra virgen (se obtiene en general mediante subastas, a las que sólo pueden acudir los papeleros –¿que haría cualquier otro con 100 metros cúbicos de madera quemada?). Sustituyendo pasta de celulosa por fibra vegetal recuperada, la industria papelera obtiene enormes beneficios. Se diría que suficientes como para asumir a su cargo exclusivo el coste del reciclaje y seguir obteniendo importantes beneficios. Pero no. Primero nos enternecen el corazón con lo bueno que es reciclar (piensa que la gestión ecológica de bosques es perfectamente compatible con entresacas que permiten la obtención de grandes cantidades, programadas anualmente, de fibra natural, sin afectar al bosque, al sustituir los árboles talados por plantones nuevos). Así que si no reciclas eres malvado; esta es función de los medios de comunicación del capital. Luego el corrupto poder político nos obliga a reciclar, so pena de sanciones. Todos contentos; los malvados van a ser castigados. Pero la realidad es bien diferente. La industria papelera –dueña directa o indirecta de la industria del reciclaje- obtiene gratis nuestro trabajo de selección y almacenaje; los espacios domésticos de almacenamiento (multipliquen el medio metro cuadrado por el número de viviendas). Obtiene materia prima a un coste bajísimo; obtiene la propaganda institucional, y además nos vende los contenedores de reciclaje. ¿Que revierte en nosotros? Nada más que la asunción de las obligaciones de los papeleros sin más contraprestación que la amenaza de sanción. Si esta actividad fuese prestada por el sector público, otra sería la situación. Pero no es así; trabajamos para el beneficio privado de los de siempre, los sucesores de José María Cuevas. Los Compiyoguis. Esos que crearon organizaciones de reciclaje sin ánimo de lucro en las que colocaron de directivos con supersueldazos a sus hijos más canallas; a sus parásitos, que convierten en nuestros parásitos. Sueldo para el nené de 200.000 euros anuales, pero sin ánimo de lucro. Eso es el Neoliberalismo: Un entramado de mil y una formas de apropiarse de lo que es de todos. Y a ello se enfrenta el Socialismo, que no es montar una revolución que sustituya en la pirámide del poder a una casta burguesa por otra casta comisarial de miembros del partido y/o la revolución. El Socialismo es una ruta hacia la libertad; caminantes en pos de la Libertad, que parten de diferentes posiciones ideológicas, desparramados por una maraña de caminos, buscando una sociedad sin clases, que haga desaparecer los Estados, por la misma desaparición de su función. En los albergues de ese camino nos vamos encontrando comunistas y anarquistas, liberales y socialistas, artistas y artesanos. Compartimos penas y glorias y continuamos avanzando. El Neoliberalismo se defiende; persigue a los caminantes; los enfrenta entre si por medio de las calumnias vertidas por sus medios de propaganda que, en nuestra amable confusión, aceptamos como medios de información. Es nuestra responsabilidad el no caer en enfrentamientos fratricidas; en percibir la manipulación antes de ser afectados por ella. Es nuestra responsabilidad, si. Para cumplir con las responsabilidades comunes, nos dotamos de un sistema fiscal; nos imponemos tributos. Pero ese instrumento común de libertad está en manos de los corruptos, de los capataces de los capitalistas más descarnados, a los que llamamos Neoliberales. Nuestra responsabilidad es, pues, recuperar el Poder Tributario. Recuperar el Poder de hacer leyes para el interés general (que no es tan difícil de conocer, al contrario de lo que gentes como Hayek quisieron –quieren- hacernos creer). RESPONSABILIDAD, es la palabra. ¿Quién es responsable de los males públicos? Muchos creen que la respuesta es “Los políticos que tomaron las decisiones que nos han conducido a esta desgraciada situación”. Falso. Los responsables son quienes responden. NOSOTROS. ¿Que el pago de los intereses de la deuda pública impide el gasto en Educación? Respondemos nosotros: nos quedamos sin educación. La culpa y la responsabilidad no suelen coincidir. Salvo en los cuentos infantiles. Dubitador y Diego; gracias por vuestras interesantes aportaciones. Salud y Libertad.

    Hace 7 años 2 meses

  13. Jesús Nácher

    A la mierda tú, Fergurson. Sí que se pueden superar todas esas preguntas, y tienen una respuesta muy sencilla "común", no necesitamos un p. estado, un funcionario, diciendo todo lo que debemos hacer, sí, la gente se puede organizar sin el estado ¿eso es neoliberal? también sin el mercado, es el común, es la forma básica de organización, la que predomina en cualquier sociedad ¿y si cuidamos a nuestros mayores? A la mierda, que los cuiden sus parientes con una RBU y no un funcionario ¿que pasaría si todos son tenidos en cuenta? No querrían trabajar, si existe a opción ¿Qué pasaría si construyésemos casas? La querrían a su gusto, hecha por ellos si es posible. A la mierda.

    Hace 7 años 2 meses

  14. Dubitador

    Comparto con Diego el sentimiento, pero disiento en su formulacion. " Mientras sigamos manteniendo nuestras cuentas y contratando hipotecas con esos mismo bancos a los que tanto nos gusta criticar " Esta clase de predicados emanan de la indefension inculcada por la narrativa dominante, esa segun la cual el mercado esta regido por la ley de la oferta y la demanda, derivandose de ello una pretendida soberania del consumidor y la consecuente falacia de que votamos con nuestro bolsillo, con nuestros actos de compra, con la lata de cerveza o la bolsa de plastico que no tiramos en el contenedor que toca. Lo cierto es que en el mercado capitalista la oferta es mucho mas poderosa y rica, es menos numerosa y por lo tanto esta mejor coordinada. El asalariado no oferta su fuerza de trabajo o habilidades, mas bien mendiga un contrato y solo puede pasar a negociar indirectamente condiciones laborales y salarios segun lo que los sindicatos logren y lo que se plasmae en la legislacion laboral. No nos merecemos lo que esta pasando, no podemos ser mas listos y eticos que nuestras elites, nuestra responsabilidad no puede ser equivalente, puesto que nuestra educacion, recursos y poder tampoco lo son. Somos educados desde la perspectiva de las elites, la cual nos informa engañosamente que el status de cada cual es fruto de sus virtudes y errores, mas una pizca de suerte o mala suerte. Esta perspectiva engañosa propende a que razonemos en contra de nuestros genuinos intereses, dandonos una patada en el propio culo y muy a menudo recibiendola tambien de parte de nuestros semejantes de clase, cuando pasan a argumentar con esa ideologia trucada que se nos ha inculcado y que se pretende que es sentido comun. Lo que si que podriamos hacer es no votar a partidos que claramente gobiernan contra nuestros intereses; aunque no olvidemos que la socialdemocracia cometio la traicion de pasarse al social-liberalismo.

    Hace 7 años 2 meses

  15. Jesús Díaz Formoso

    DIEGO: Gran comentario.

    Hace 7 años 2 meses

  16. Jesús Díaz Formoso

    Pues pasaría que viviríamos y nos desarrollaríamos en una Sociedad Socialista. GRACIAS por el desmonte de la nueva vuelta de tueca neoliberal -travestida de izquierdista de la nada.

    Hace 7 años 2 meses

  17. DIEGO

    Totalmente de acuerdo. Por cierto, Izquierda Unida lleva lo del trabajo garantizado en su programa electoral, pero claro, quién se lee los programas electorales de Izquierda Unida... Que no hay trabajo para todos y que cada vez habrá menos puestos de trabajo... no entiendo por qué la gente se cree esto cuando lo escucha. Es de sentido común que ese argumento es falso, pero claro, la gente tiene tan asumida esa concepción de que el empleo está formado casi exclusivamente por lo que la empresa privada demanda... Como dice el autor, cuántos servicios públicos se podrían mejorar y cuántos nuevos se podrían crear, consiguiendo además con ello una sociedad mucho más feliz e igualitaria si, desde las instituciones que nos gobiernan, se diese prioridad a la defensa de los derechos humanos, del planeta y a la felicidad de la gente, sobre los deseos de poder, de competitividad, de crecimiento económico... Pero bueno, es lo que nos merecemos. Mientras sigamos manteniendo nuestras cuentas y contratando hipotecas con esos mismo bancos a los que tanto nos gusta criticar; mientras sigamos comprando la ropa a las marcas que las fabrican bajo condiciones laborales y medioambientales claramente incorrectas; mientras no nos preocupemos si los alimentos que consumimos han sido producidos y distribuidos de forma sostenible; mientras sigamos yendo a manifestaciones en las que pedimos que se respeten los derechos humanos y del planeta al mismo tiempo que bebemos latas de cerveza que tiramos al suelo y nuestros lemas son insultos y argumentos estúpidos; mientras sigamos juzgando de mala manera a gente por realizar acciones o comentarios que no causan perjuicio a ningún ser; pero, sin embargo, les reímos las gracias a gente intolerante y malintencionada; mientras votemos a personas ignorantes, sin motivaciones éticas y de justicia... Pues así seguiremos.

    Hace 7 años 2 meses

  18. perplejo

    Trabajo hay muchísimo, lo que no hay es ganas de remunerarlo

    Hace 7 años 2 meses

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