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Diacronía y tránsito del fantasma

Es posible imaginar que cientos de miles de desahuciados, deslizándose en el olvido y el silencio institucionales, hayan terminado por desvanecerse. De golpe, cientos de miles de fantasmas. ¿Qué pasaría si se organizasen?

Víctor Sombra 28/02/2017

<p>Imagen de un desahucio en Barcelona en junio de 2011.</p>

Imagen de un desahucio en Barcelona en junio de 2011.

Fotomovimiento

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A Diego y a todos los que dejamos en la oscuridad. 

A la PAH, entre las mujeres colectivas. 

I

En unos pocos años centenares de miles de familias se han visto obligadas a abandonar su vivienda habitual. Esto sucede en Siria e Irak, sí, pero también en España, donde el papel de la guerra lo ocupan la alianza del desempleo y un mercado inmobiliario extremadamente especulativo, dopado por la corrupción y desinhibido por la ausencia de políticas activas de vivienda.

Parece evidente que lo primero para hacer frente a una situación de “emergencia habitacional” es recurrir a datos fiables sobre quienes la sufren. Sin embargo, al ser interpelado en el Congreso, ya en junio de 2013, acerca del número de desahucios contabilizados desde el inicio de la crisis, el Ejecutivo cita una estadística del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) que no distingue los locales comerciales de las viviendas, ni los alquileres de las hipotecas. Esa estadística tampoco “toma en cuenta los desalojos que se producen sin orden judicial, fruto de una dación en pago o del miedo y la vergüenza asociados a estos procesos y que lleva a muchas familias a abandonar el inmueble antes de que les obliguen judicialmente a ello” (1).

La información estadística de las administraciones públicas se centra en las cuestiones que importan a la sociedad y a las que se quiere dar respuesta. Sólo lo importante cuenta y se cuenta. Sabemos por ello el número de coches matriculados cada año, o la esperanza de vida de los españoles, pero no el porcentaje de ciudadanos que al dormir se cubren la barba con el embozo de la sábana. Habría que concluir entonces que no se mide el desafío planteado por los desahucios porque no importa, o porque, aunque importe, no hay voluntad de diseñar una solución a su medida. En este sentido, resulta extremadamente revelador que los datos de que se dispone provengan de una estadística que pretende evaluar no la emergencia habitacional en sí, sino el impacto de la misma en la administración de justicia. Se mide el esfuerzo suplementario que deben llevar a cabo unos juzgados ya saturados, y es por eso el CGPJ quien lleva a cabo la estadística. Por la misma razón no caben en esas cuentas aspectos sociales como el número de menores y ancianos afectados, el impacto de los desalojos en la salud y la educación, y otros, como la distribución por género, ocupación o localidad, o el tipo de contrato incumplido, hipotecario o de alquiler, importantes para calibrar las políticas adoptadas y formular posibles alternativas. Diez años después del inicio de la crisis hay que dar la razón a la Wikipedia, que resume tanta confusión de forma un tanto lacónica: “No existen datos claros del número de desahucios en España ni de su tipología” (2).

Los datos achican el espacio de la imaginación, por lo que es normal que ésta se dispare en ausencia de aquellos. Que sea posible imaginar, por ejemplo, que cientos de miles de personas, deslizándose en el olvido y silencio institucionales, hayan acabado por desvanecerse. Que el día en que la comisión judicial llamó a su puerta para ejecutar el lanzamiento empezaran a perder corporeidad, lo que sin duda sucedió con los que saltaron en ese mismo momento por la ventana, enfermaron días después o salieron del país sin intención de regresar. Esto explicaría por qué el Gobierno los omite de su relato. No los cuenta porque no puede, al haberse volatilizado. Su caso es similar al de los espíritus, cuya presencia se siente pero no se constata y menos aún se computa. Algo parecido imaginan de forma recurrente los propios afectados. Diego, un desahuciado madrileño de seis años de edad, define su sentimiento como “el miedo a saber que te quedarás en la oscuridad, a que te olviden” (3).

No existen datos claros del número de desahucios en España ni de su tipología

De golpe, cientos de miles de fantasmas. Algo sin duda extraordinario, ya que las apariciones suelen referirse a uno o unos pocos espectros, y raramente se les considera en gran número, como muchedumbre o masa espectral (4).Sin embargo, la equiparación de los desahuciados y otras víctimas del capitalismo vigente con los fantasmas no es de por sí subversiva, al contrario. Al fin y al cabo, las historias de fantasmas suelen resultar bastante conformistas. Su conflictividad se resume en la falta de resignación ante la finitud de la vida. En pleno auge del positivismo decimonónico proliferaron los relatos de vampiros, fantasmas, muertos vivientes y todo tipo de monstruos, engendros y quimeras, como si el hombre no se conformara con la ampliación de sus horizontes vitales por el progreso y la ciencia, o no confiara en la felicidad que éstos podían procurarle, y siguiera añorando un más allá y un otro lado más radicales, un envés y revocación absoluta de lo visible y constatable (5).

Al fin y al cabo el fantasma procede del más allá y, tras un breve paréntesis entre nosotros, se vuelve por donde vino. Por otro lado, todo parece indicar que las apariciones dependen del observador, tanto o más que del fantasma. No se trata tanto de dónde aparece –los fantasmas pueden estar en cualquier parte– sino desde dónde se les percibe. Y en este sentido es curioso el papel que juegan las ventanas en los relatos de fantasmas. Ya en la primera noche, la institutriz de Otra vuelta de tuerca responde al insomnio paseando por la habitación “para contemplar, por la ventana abierta, las primeras claridades del alba estival […] y escuchar, mientras comenzaban a piar los pájaros en las primeras tinieblas que se disolvían, la posible repetición de un sonido o dos, algo menos naturales, y no en el exterior sino dentro de la casa, que había imaginado oír” (6).

Su caso es similar al de los espíritus, cuya presencia se siente pero no se constata y menos aún se computa

La ventana permite apreciar la cesura entre dos mundos. Como recalca Manfred Max-Neef en La dimensión perdida (7),la ventana es “una instancia reversible de transición”. Y sigue: “Es un ojo abierto hacia lo otro o hacia lo demás. No me integra con lo que hay al otro lado; sólo me da perspectivas del otro lado. Mediando una ventana no hay un continuo entre el aquí y el allá. Hay una relación discreta; es decir, un salto entre el aquí y el allá”. Y concluye: “Cruzar puertas es transitar a lo largo de un continuo. Mirar a través de ventanas es saltar abismos […] Se mira a través de las ventanas y se descubren otros mundos”.

Ya lo avistemos fuera, acercándose a la casa, o en su interior, cruzando fugaz el pasillo, el tránsito del fantasma cuestiona nuestro dominio del espacio. Quizá el lugar que ocupamos no sea tan nuestro, o al menos no lo sea de forma tan exclusiva, ya que el fantasma no parece querer desalojarnos, ni tampoco puede reemplazarnos. En esto se parece a quienes nos precedieron y amaron, que visitan nuestra imaginación de forma asidua y a veces inesperada. En uno de sus poemas inéditos, mi compadre y vecino Monty Montbrulant se centra en esa sucesión fantasmal de generaciones y afectos.

La casa

La casa que alquilé tenía el retrato de una mujer en negro.

Mi novia me ayudó en la mudanza, poco antes de dejarme.

Se quedaron, sin embargo, sus muebles y la imagen

que cruza, cuando me vuelvo, de un cuarto a otro.

 

He sacado de un cajón el viejo retrato y lo he devuelto

a su sitio: si está presente, que no sea incesante.

Si lo encontré tan pronto, no lo di del todo al olvido.

Lo dejé activado, dispuesto a que llegara esta hora

de la despedida para recobrar lo suyo:

la mirada puesta donde apenas duró el calor de un abrazo. 

 

He de admitir que la ruptura tuvo que ver

con el miedo a cumplir los sueños.

Terror a que la realidad no llenara su cuenco.

Me faltaba fe para creer que lo que me quemaba los dedos,

la esperanza, era memoria de un mundo perfecto,

y los retiraba, hasta que por fin se enfriaron.

 

Quizá lo estaba buscando, una cena siempre fría,

Disponer día tras día, metódicamente, de mi propio infierno;

hasta que al cabo de los años, en esta casa vacía

mi retrato en negro avisara a otro incauto.

 

Ante mis protestas, Monty insiste en que siempre hay una sospecha de gozo en funerales y divorcios. La muerte libera el espacio y los medios, dice. Y en cuanto al amor, añade, si no terminase no podríamos amar de nuevo, o simplemente dejar de hacerlo.

II

No creo que los relatos de fantasmas sostengan siempre una fantasía escapista. La vocación de los seres fantásticos para darle vuelta al tablero de juego no pasó desapercibida para quienes buscaban una transgresión, no de los límites de la vida, sino del sistema socioeconómico. Hay ejemplos de ello desde los inicios del género fantástico (8),pero también se dan en el análisis político, por ejemplo el que se centra en la globalización. Un ejemplo reciente sería Espectros del capitalismo (9),de Arundhati Roy, donde se asimilan los fantasmas a los desposeídos de la India, un país en el que las cien personas más ricas poseen activos que equivalen a una cuarta parte del PIB y millones de personas sobreviven con menos de dos dólares al día.

Desde dentro del sistema una presencia llama a cambiarlo, a subvertir radicalmente el mundo tal y como lo conocemos

Y, más atrás en el tiempo, nada menos que el Manifiesto comunista se abre con la proclamación bien conocida de que “un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”. Se añade a continuación que “todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para cazar a ese fantasma”. Como en cualquier cacería, lo primero es identificar la presa. El problema reside en que no se sabe quién o qué sea ese fantasma. Los partidos en el poder y la oposición por igual se lanzan el “epíteto zahiriente de comunista”. Por lo tanto, concluyen Marx y Engels, “ya es hora de que los comunistas expongan a la faz del mundo entero sus conceptos, sus objetivos y tendencias; que opongan a la leyenda del fantasma del comunismo un manifiesto de su propio partido”. Con este objeto, prosiguen los autores, “comunistas de las más diversas nacionalidades se han reunido en Londres”.

En las páginas iniciales del Manifiesto se configura el modo de proceder del fantasma. Se da primero una llamada. Desde dentro del sistema una presencia llama a cambiarlo, a subvertir radicalmente el mundo tal y como lo conocemos. El recorrido por Europa, a veces sigiloso, clandestino, otras causando gran estrépito, representa el vagar propio del fantasma. Configura una suerte de poltergeist revolucionario, en el que huelgas, proclamas y manifestaciones marcan el recorrido y la llamada del fantasma. La respuesta a esa convocatoria es la reunión en Londres de comunistas de diversas nacionalidades que dará pie a la manifestación del fantasma, su epifanía, en forma del texto por todos conocido. Esta voluntad organizativa está presente en el mismo título Manifiesto del Partido Comunista, y en su carácter sintético, centrado en la definición de las clases, su lucha y objetivos.

La perspectiva desde la que se contempla ese fantasma supone un marco definido de visión, una apertura en el cuerpo social que recorta una perspectiva sobre el entorno. Estas ventanas son difíciles de encontrar y de abrir, por lo que solemos asomarnos tan sólo a las que nos dejan preparadas la edad, el origen y la condición social. Según nuestra posición, el otro mundo que divisamos puede ser una posibilidad concreta del nuestro, y no otro aspecto de un más allá que cuestiona la finitud de la vida y nos entretiene tanto como nos asusta, embozando la visión del entorno.

Se podría entonces pensar que cada contexto tiene sus fantasmas y que la elección de una perspectiva u otra determinará el tipo de fantasma que se manifiesta. Juan Carlos Rodríguez abunda en esta pluralidad de fantasmas y su vinculación al momento histórico, al preguntarse por el fantasma que recorre hoy nuestra sociedad (10).“El fantasma que de hecho recorre Europa –y el mundo– es la realidad del capitalismo neoliberal y sus expectativas plenas de desolación y de ruina: en cada sociedad y en cada vida diaria […] la globalización capitalista se asume sin conflicto, como si fuera parte de nuestra naturaleza, de nuestro yo libre, previo a cualquier restricción”.

David Becerra, en su reciente Convocando el fantasma. Novela crítica en la España actual (11),avala esta visión fantasmal del capitalismo, pero retiene al tiempo la noción de un espíritu transgresor, dibujando un escenario con dos fantasmas posicionados de forma antagónica. Señala David Becerra que “frente al fantasma del capitalismo, que se hace invisible, que se ha hecho naturaleza, una novela crítica tiene que convocar al fantasma de la Revolución de que hablaban Marx y Engels en 1848. Porque no se trata de otra cosa que de convocar al fantasma. Porque, como quiere uno de los personajes de El comité de la noche, de Belén Gopegui, “escribir es […] convocar al fantasma. Se trata de ser el fantasma” (12).

El verbo convocar parece especialmente apropiado para referirse a quien se encuentra en un mundo o entorno diferentes. Desde su mundo, el fantasma nos convoca a la acción en el nuestro: a la rebelión, por ejemplo; o al consumo compulsivo y la autoexplotación, si nos fijamos en el fantasma del capitalismo, adueñándose de nuestro inconsciente colectivo (13).No es fácil escuchar otras llamadas cuando nos envuelve su poltergeist: la publicidad, los medios, las redes sociales, emplazándonos en el centro de un carrusel a la medida de nuestras ilusiones; pero quizá las señales que encontramos en el entorno pueden ayudarnos. Las huellas de la ausencia constituyen una poderosa llamada: la sombra de otros muebles en la pared, fotos, cuadros, libros, recibos y cartas abandonados en las viviendas desahuciadas. La huella del éxodo impresa en la ciudad misma: comercios cerrados o vacíos, medios de transporte abandonados, parques marchitos, guarderías y colegios sin niños. Esa imagen resulta doblemente dolorosa por su reflejo en el panorama paralelo de las viviendas vacías por razones especulativas. No olvidemos que España concentra el treinta por ciento de las viviendas vacías de Europa, casi tres millones y medio, conforme, esta vez sí, al Instituto Nacional de Estadística (14).

El fantasma que de hecho recorre Europa –y el mundo– es la realidad del capitalismo neoliberal y sus expectativas plenas de desolación y de ruina

Esos signos de la ausencia quedan reflejados gráficamente en Aquí vivió. Historia de un desahucio, de Isaac Rosa y Cristina Bueno (15).La familia que estrena piso reconoce la huella de sus antiguos dueños en los objetos abandonados, las señales en las paredes de cuadros y muebles ajenos. Estas señales dan paso a una presencia más directa en la forma de una anciana que, desorientada por el Alzheimer, vuelve al hogar del que fue desalojada. Y esta anciana desmemoriada resulta especialmente fantasmal, porque la falta de memoria, o mejor la memoria selectiva, es connatural a los espectros. Éstos han olvidado su muerte o se empeñan en negarla vagando por los lugares que reclaman, pese a la contradicción constante de las cosas y la imprecisión creciente de su paso. Olvidan que están muertos pero recuerdan los lugares que recorren y nos recuerdan –para eso vienen, para que no olvidemos– su pertenencia a ellos.

El espacio vacío se convierte en el testimonio del ausente, su forma de estar. “Faltar es formar parte”, nos recuerda Belén Gopegui en El comité de la noche (16). El fantasma nos llama la atención con su ausencia hasta el punto de que ésta se hace significativa, supone una forma de presencia, distinta pero presencia al fin y al cabo, y a menudo también una llamada que nos convoca a la acción (17).Nuestros actos pueden responder a esa llamada y convocar a su vez al fantasma, aprovechando los puntos en que ambos mundos son permeables, donde es posible aparecer y asomarse, como por las ventanas de una escritura dirigida a “traer de vuelta a los expulsados del presente” (18).

El comité de la noche nos da pistas para precisar en qué consiste hoy “ser el fantasma”. En primer lugar, los fantasmas son los que viven livianamente, sin casi apoyatura en la realidad: desahuciados, parados que vuelven a casa de los padres y habitan el cuarto de la infancia, los que pasan de un subempleo a otro, los que emigran por razones económicas. Las víctimas del desempleo y la emergencia habitacional, cuyo paso leve, o directamente ausente, ofrece un retrato colectivo de la crisis. Nos hacen, por tanto, fantasmas, empujándonos a los márgenes de la sociedad. Buscando cobijo y conexión inalámbrica por locales y calles, o tratando de determinar desde el extranjero cómo seríamos, por qué lugar del universo paralelo de nuestra ciudad de origen transitaríamos en ese momento, si no hubiéramos tenido que emigrar.

Las víctimas de la crisis, fantasmas en fuga, no pueden poner fin a la emergencia habitacional. Es necesario que, como respuesta al clamor compartido de las víctimas, se constituya un fantasma diferente. No es que al organizarse las víctimas dejen de serlo, es que comienzan otra andadura, adquieren otra dimensión. Una organización es una persona incorpórea, compuesta y articulada por otras, que consigue, coordinando sus miembros, desplazar más objetos, hablar más alto, desplegarse simultáneamente en varias actividades diferentes. Un poltergeist mucho más eficaz que el de quienes se limitan a dispersarse solos. Este fantasma puede considerarse una ficción, carente de materialidad, pero esto no lo hace menos poderoso. Al contrario, su naturaleza incorpórea y colectiva le permite expresarse mediante comunicados extremadamente precisos, habitar las redes de forma intensiva y eficaz, reconsiderar en común estrategias y objetivos, incorporando las perspectivas de nuevos miembros, y estar presente de forma continua en todas partes. 

Esa imagen resulta doblemente dolorosa por su reflejo en el panorama paralelo de las viviendas vacías por razones especulativas

Las organizaciones pueden calificarse como “personas colectivas”, ya que tan sólo pueden actuar con el concurso de las “personas físicas”, sumando sus esfuerzos y voluntades (19).A diferencia de los fantasmas de carne y hueso, “se enfrentan a los previstos, a lo que ellas deciden” (20),pero son ellas, no las víctimas aisladas, quienes pueden luchar contra la emergencia habitacional. Es cierto entonces que los mismos fantasmas habitan el cuarto de la infancia y forman el comité de la noche, pero tiene que haber un tránsito de un fantasma a otro. El mismo que convierte a las cientos de miles de víctimas de la emergencia habitacional, dispersándose en direcciones distintas, en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), una red de organizaciones que en menos de una década de existencia ha sido capaz de parar más de dos mil desahucios y realojar a más de dos mil quinientas personas, más que el Gobierno en el mismo periodo, y de impulsar y sostener iniciativas legislativas para reformar a fondo el mercado de la vivienda en España (21).

La PAH permite a los desahuciados ayudarse mutuamente en áreas como el sustento básico, la salud o la infancia. A través de esta asistencia concreta e inmediata, la PAH va acompañando al desahuciado en el proceso de toma de conciencia por el que un deudor fracasado comienza a verse como la víctima de un fraude masivo que busca colectivamente reparación. La defensa jurídica de los desahuciados conduce a realzar el valor del derecho a la vivienda y otros derechos sociales frente a la perspectiva meramente crediticia. La asistencia social en el ámbito sanitario y educativo, a menudo llevada a cabo en colaboración con otras organizaciones nacionales e internacionales, ha permitido empezar a documentar la violencia económica e institucional que ignoran las estadísticas oficiales.

La oscuridad estadística empieza a hacerse porosa, los datos se van conjuntando, formando distintas relaciones y figuras (22).Sabemos así que, mientras se sigue produciendo una media de 159 desahucios al día, entre el 70 y el 80% de los mismos, según Unicef y el Consejo de Europa, afectan a familias con menores a su cargo (23).O que, según constata la Facultad de Psicología de la Universidad de Granada, el 67% de los desahuciados en Andalucía tiene una salud deficiente, frente al 19,7% del conjunto de la población (24). Es este combate concreto de los desahuciados el que permite ir tomando las dimensiones de la emergencia habitacional. Algunos de sus rasgos suponen una inversión de valores que raya lo inimaginable, como la venta de la vivienda social a los mismos agentes cuya voracidad jugó un papel decisivo en el origen de la crisis. No sólo se desiste de llevar a cabo una política activa de vivienda sino que se entregan las pocas herramientas disponibles para ello, en una operación que hace risible al bombero pirómano, a los agentes más desbocados del mercado inmobiliario (25).

Poco a poco, la asistencia mutua de los afectados por el desahucio, la lucha contra sus consecuencias y causas, van definiendo al fantasma del capitalismo, pero también empiezan a mostrarnos a los espectros que le hacen frente. Hemos visto que uno de los más poderosos lo forman trescientas organizaciones que intervienen de forma local y coordinada, ofreciendo respuestas cada vez más globales. El tránsito de este fantasma se cumple al pasar del individuo a la organización, pero también se vislumbra en el género. Mientras que el hombre tiende a permanecer socialmente constreñido en el rol de deudor fracasado, la mujer protagoniza la toma de conciencia que lleva a las familias a participar en una respuesta organizada al desahucio (26).

La sombra que crece al fondo forma una silueta que avanza, decidida y fugaz. Al abrir la ventana se gira hacia ti. Muchos ojos alzan su mirada. La llevan muchos pasos.

Post Scriptum

Para compensar el fúnebre y conformista poema de Montbrulant, le he pedido que escriba su réplica, celebrando el regreso del fantasma. Que le llame a recuperar la casa y restablecer la convivencia quebrantada por el desalojo.

La casa, 2

Y llenar ahora de cánticos y peces

la sala de estar los sueños de mi casa.

Un caño de esperanza y memoria

me bautice por dentro a cada trago.

 

El cielo azul ondeará por la ventana

y entrará mudo a besar cualquier recodo,

pondrá el tizón fresco de una risa,

el párpado vencido de lo que pasa y dura.

 

Ven, corre los pasillos hasta el último

cuarto, que el fervor dormido de mi cuerpo

Quiere que me veles con una manta

en que están trenzadas las caricias,

todas, también las que no han sido,

y que dejes antes de irte, sobre mi frente,

la señal aprendida de unos labios. 

-------------------------------------------------- 

1. Desahucios y Democracia: De la estrategia del miedo a la guerra de cifras como política disuasoria, de Ada Colau y Adrià Alemany.

Este artículo denuncia la debilidad de las estadísticas oficiales y su utilización interesada. La falta de datos oficiales fiables es lo que ha permitido dar por buena, a principios de 2013, la cifra de la patronal bancaria de entre cuatro y quince mil familias afectadas por los desalojos de vivienda habitual, mientras que los colectivos sociales hablaban ya de cientos de miles de afectados. Los dos autores de este artículo han trabajado, en el marco de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), para obtener datos más aprovechables a partir de las cifras del CGPJ. La PAH calcula que, desde 2007 hasta el segundo trimestre de 2016 se han producido 485.171 desahucios, y por tanto otras tantas familias afectadas.

2. Desahucios en España durante la crisis económica.

3. Testimonio recogido en la página. 11 del estudio Te quedarás en la oscuridad. Desahucio, familia en infancia desde un enfoque de derechos, Varios Autores, PAH Madrid, Enclave y Quiteria, Madrid, 2016.

4. Una excepción sería la Divina Comedia, en la que Dante, guiado por Virgilio, contempla grupos grandes de espectros. La serie de HBO The Leftovers, de Damon Lindelof y Tom Perrotta, relata la desaparición brusca e inexplicable de ciento cuarenta millones de personas, lo que puede llevar a imaginar que permanecen todos en el mismo y fantasmagórico lugar, y que, al menos como hipótesis, sería posible verlos juntos. 

5. Esto no quita que a menudo reflejen de forma convincente la lucha por la vida y un coraje que no se arredra ante los seres del más allá, como en el cuento de Pu Songling (1640-1715) ‘Mordiendo a un espíritu’, traducido recientemente por Mario Peña Álvarez y disponible aquí.

6. Henry James, Otra vuelta de tuerca, página 21, traducción de José Luis López Muñoz, Alianza, Madrid 2000. Esta escena anticipa el resto de las apariciones del relato. Lo hace porque los más significativas encuentros con el espectro de Quintin se producirán a través de una ventana, en concreto aquel en que la institutriz se da cuenta de que el fantasma no la busca a ella sino a su pupilo Miles. También porque esta primera noche ante la ventana prefigura el modo en que la institutriz experimenta las apariciones. Hay una clara anticipación en el gesto de acercarse a la ventana “para contemplar […] y escuchar”, confirmada en cada encuentro posterior con los fantasmas, desde el primero en el parque, cuando la institutriz señala que una de las ideas que la acompañaban en su deambular era “que sería una deliciosa aventura encontrarme con alguien”. O al borde del estanque, cuando, sentada con una labor en el banco de piedra, nos confiesa que empezó a tener la certeza, aún faltándole la visión directa, “de la presencia, a bastante distancia, de una tercera persona”, y se aplica minuciosamente a escoger el momento y modo de alzar su mirada a la misma.

7. Manfred Max- Neef, La dimensión perdida. La inmensidad de la medida humana, Icaria. Más Madera, Barcelona 2008, p. 21.

8. El clasismo y puritanismo de la sociedad victoriana salen mal parados en el Drácula de Bram Stocker, o en el Cuento de Navidad de Dickens, crítica social que se hace más contundente en el siglo XX, con epígonos como los poderosos alegatos contra la exclusión social y la segregación racial de los filmes de George A. Romero, o el ataque frontal al régimen militar nigeriano del álbum Zombi de Fela Kuti. 

9. Arundhati Roy, Espectros del capitalismo, traducción de Carmen Valle, Capitán Swing, Madrid, 2015. 

10. Juan Carlos Rodríguez, De que hablamos cuando hablamos de Marx, Introducción, Akal, Madrid, 2011.

11. David Becerra, Convocando el fantasma. Novela crítica en la España actual, tierradenadie ediciones, Madrid, 2015.

12. Ibídem, p. 20. Belén Gopegui, El comité de la noche, Literatura Random House, 2014, Barcelona. 

13. Daniel Tabarovski trata de dar rostro al nuevo fantasma del capitalismo, definiéndolo como el “amo bueno”, el que nos dice “soy frágil y necesito que me comprendas”, y también: “Estamos los dos del mismo lado”. La violencia que ejerce –señala Tabarovski– es “una violencia pacífica, la fuerza tranquila, el método del diálogo, el consenso hueco...”. A esto cabría añadir que el “amo bueno” llega a hacerse, en un contexto de creciente autoexplotación, indistinguible de nosotros mismos, o queda subsumido en supuestos intermediarios tecnológicos que acaparan rentas, información y poder a partir de los servicios que nos prestan. Daniel Tabarovski, El amo bueno, Mar Dulce, Buenos Aires, 2016. 

14. La visión apocalíptica de aeropuertos vacíos y complejos comerciales y deportivos abandonados, autopistas sin coches, urbanizaciones a estrenar sin vecinos, se suma por tanto a la de los comercios cerrados y pisos desalojados, barrios enteros surcados por los carteles de “Se vende”. Resultan a menudo cercanas a los espacios en que se ha producido una limpieza étnica. No son tampoco lejanas de las imágenes que siguen a cataclismos reales o imaginados, como Chernóbil, o las del cine post apocalíptico, donde un entorno urbano intacto, pero completamente vacío, es transitado por un hombre solitario y algunos animales salvajes. Se da la tentación de pensar que se trata de fenómenos abruptos e inapelables, carentes por completo de sentido, y asimilables a los fenómenos naturales. Nada más lejos de la realidad. La emergencia habitacional se gestó poco a poco, lo mismo que los previsibles cataclismos climáticos del Antropoceno, o el genocidio ruandés o judío. Echó raíces en un capitalismo especulativo y clientelista, jaleado y dopado por la corrupción política, y creció cada año más fuerte, sancionado por las autoridades nacionales e internacionales, hasta venirse abajo sobre sus propios fundamentos.

15. Isaac Rosa y Cristina Bueno, Aquí vivió. Historia de un desahucio, 2016, Nube de Tinta, Penguin Random House, Navarra. 

16. Belén Gopegui, El comité de la noche, Literatura Random House, 2014, Barcelona, p. 216.

17. Es curioso que el escribiente de El comité de la noche se acerque una y otra vez a la ventana para modular, con ayuda de las cortinas, el paso de la luz. Parece así proyectar al fantasma ante sus ojos. La escritura calca esa proyección, haciéndolo presente.

18. Belén Gopegui, El comité de la noche., cit. Tal y como señaló Urbano Pérez Sánchez en su presentación de esta novela en Salamanca, dicha máxima “es el motor que alimenta en buena medida toda la obra narrativa de Belén”. Basta con pensar, por ejemplo, en el coro de asalariados de Lo real (2001), en el repartidor ecuatoriano de El padre de Blancanieves (2007) o en los padres de la adolescente Martina de Deseo de ser punk (2009).

19. Véase la teoría de la personalidad jurídica de Hans Kelsen en las pp. 113 y ss. de Teoría general del Derecho y del Estado, UNAM, México, 1995, traducción de Eduardo García Máynez.

20. Belén Gopegui, El comité de la noche, p. 82. cit.s

21. Y encima la PAH sí parece capaz de “llevar la cuenta”, facilitando un conjunto útil de estadísticas sobre el desahucio. En cuanto a las propuestas de la PAH en materia de vivienda, véanse las “Cinco de la PAH”.

22. La ausencia de información estadística permite centrarse en los datos que resulten más útiles y estratégicos, escogiendo lo que se quiere mostrar y lo que se prefiere mantener a cubierto. Esto puede resultar especialmente útil para algunos “fantasmas”: “De nuevo imaginamos cómo sería no derribar los cimientos sino empezar a construir otro mundo aquí, a la vista de todos [....] Una especie de escondite inglés en el que vas moviéndote aunque parece que no te mueves y, por fin, cuando el adversario se da la vuelta, resulta que tú ya has llegado” (Belén Gopegui, El comité de la noche, pág. 57cit.). 

23. Te quedarás en la oscuridad. Desahucios, familia e infancia desde un enfoque de derechos, Varios Autores, 2016, PAH Madrid, Enclave y Quiteria, p. 4; disponible aquí. La situación de la infancia resulta especialmente grave, ya que hay más de un millón de hogares con niños en los que todos sus miembros adultos están en desempleo, una cifra que se ha triplicado desde 2007. 

24. Ibídem, pp. 37 y 38. Y que, en el mismo territorio, un 48,3 % de los desahuciados toma medicamentos tranquilizantes, antidepresivos o para dormir, frente al 12,5 % de la población. 

25. Ibídem, p. 73. “En agosto de 2013 el Instituto de la Vivienda de Madrid (IVIMA) vendió tres mil viviendas a la empresa Goldman Sachs-Azora, con sus inquilinos dentro, sin aviso previo. Posteriormente redujo o canceló las ayudas al pago del alquiler, con la consecuencia del inicio de procedimientos de desahucio por impago de renta, acometidos por estas empresas sin consideración social de ninguna clase”. Claro está, tal y como habría anticipado todo el que conozca la fábula del escorpión y la rana, atribuida a veces a Edipo, en cuanto los fondos se hicieron con la propiedad de la vivienda social tomaron medidas para revalorizarla, elevando los alquileres, favoreciendo los desalojos y generando una nueva ola de desahucios. No se les puede culpar por proceder conforme a su naturaleza. La Wikipedia ofrece información sobre el papel de esta empresa en la crisis al otro lado del Atlántico, señalando que “el 16 de abril de 2010 la Comisión del Mercado de Valores de Estados Unidos (U.S. Securities and Exchange Commission-SEC) acusó a Goldman Sachs de fraude por las hipotecas subprime”.

26. En los registros de la PAH de Madrid se observa que en el 55 % de los casos el solicitante de ayuda es una mujer frente al 39% de hombres. El estudio citado en la nota anterior menciona otros indicios del papel prevalente de la mujer en la respuesta colectiva al desahucio e invita a llevar a cabo a un análisis de género exhaustivo al respecto.

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