Ilustración
Un extraño mundo escondido tras los viejos cantes flamencos
“Enfrento clichés como la bailaora despampanante con la cultura de masas, King Kong o el ‘western”, afirma Seisdedos, que expone su obra en Cádiz
Esteban Ordóñez 6/05/2017

Bulerías, una ilustración de Álvaro García (Seisdedos)
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Una cantaora y un tocaor sentados en sus sillas aguantan con fastidio a tres señores con bata blanca y modos de perito que toman medidas y notas. Creen entenderlo todo y parecen no comprender nada: comprueban la altura de los respaldos, calibran la anchura de cráneo del guitarrista. Otra imagen: un aladín flamenco, bohemio y con boina, sube a su novia sobre el lomo de un galgo y se escapan volando mientras la madre de ella los amenaza a gritos desde el balcón con una sartén en la mano. “Tu madre a mí no me quiere/ porque no tengo carrera./ Yo tengo en mi casa un galgo/ que lo saque cuando quiera/ que yo pa correr no valgo”.
El ilustrador Álvaro García, Seisdedos (Lorca, Murcia, 1979), lee las letras flamencas con honestidad y saca de ellas imágenes vivas y redondas. Es buen aficionado, perseguidor de voces viejas y, sobre todo, entusiasta de aquellas que nunca llegaron a grabarse. Le fascinan los personajes secundarios no tocados por la glorificación del relato canónico que al final lo agita y lo desproporciona todo. “No me interesa tanto el hecho flamenco como todo el mundo social que hay alrededor”, explica. Los clichés y los tópicos lo alarman seriamente, así lo demuestra su exposición Fui piedra y perdí mi centro/ 21 cantes flamencos ilustrados que se inauguró el 21 de abril en el Centro Municipal de Arte Flamenco La Merced (Cádiz). La serie se desprende de Flamencografías, un proyecto más amplio que quiere reflejar las “singularidades” olvidadas por las representaciones gráficas habituales.
Seisdedos ha colaborado en medios como El Independiente de Granada, Granada Hoy o Negratinta. También ilustra actualmente la sección Historias del pellizco en CTXT. Su trabajo contraría desde el primer vistazo. El ojo del espectador se ha educado en una imaginería estética muy concreta en relación con el flamenco, uno sabe qué trazos y qué iconografía esperarse. Seisdedos ha investigado estos códigos para romperlos y para jugar con ellos. Sus láminas, que remiten a los moldes del cómic y de la viñeta gráfica, se perfilan sin embelecos; hay que acercarse a estos trabajos con una actitud lectora, con ánimo de entretenerse y averiguar.
“No me interesa tanto el hecho flamenco como todo el mundo social que hay alrededor”
Al plantearse enfocar su carrera en esta música, revisó lo que se había hecho hasta el momento. “El primer choque fue darme cuenta de cómo el flamenco siendo tan complejo y tan vasto visualmente se había reducido a una guitarra, una silla de anea, los lunares y una bailaora que la mayoría de veces va vestida de rojo”. Según su análisis, las vetas filosóficas más explotadas en las artes plásticas flamencas son el kitsch nacional-flamenquista de tablaos y tiendas de souvenirs; el jondismo inspirado en el mairenismo, lleno de rabias telúricas y de los gritos del oprimido; y la perspectiva lorquiana salpicada de muerte, lunas y navajas. Las valora, pero busca otros caminos.
Parece existir una falsedad en la representación gráfica clásica que pasa desapercibida por el grado de consenso con que se ha reproducido: el flamenco casi desde sus primeros vuelos se ha sustentado en una amplia variedad de aficionados y de escenarios, pero el relato pictórico sigue apuntando a una pureza que, quizás, nunca fue tal. “En los trabajos que se han hecho, también en los fotográficos, se tiende a ocultar al público; nunca se muestra cuando es uno de los factores, y no el menos importante, que han estructurado el flamenco: el pueblo en las corralas, el señorito en la fiesta, el turista en el tablao”, señala. “Dentro del campo flamenco quizás algún día tengamos que reivindicar al guiri. Está por hacer una investigación rigurosa de los públicos”. El ilustrador apuesta por reconocer la transversalidad: “No conozco ningún otro género que sin un apoyo mediático masivo consiga atravesar tantas capas sociales y tantos perfiles de gente diferente”.
Las letras que recrea la serie se retraen a fechas previas a 1950: “Son anteriores a los cincuenta porque entonces cambia el país, el flamenco y cambia la sociedad camino del desarrollismo. Me interesa confrontar el mundo anterior a eso con una visión gráfica actual”, señala. Algunos de los fraseos son arqueología pura, fragmentos prácticamente olvidados. Otros se siguen cantando con una devoción más enfocada a la reproducción del mantra que al significado propio de los versos. Cuesta identificar el origen o el detonante primario de letras como “Fui piedra y perdí mi centro y me tiraron al mar”. El germen surrealista que explota Seisdedos anida en los propios versos: durante años han ido variando, recibiendo préstamos de los intérpretes, deformándose. Se trata de maremagnos de subconscientes y de épocas. Esto obliga a investigar: “A veces, me he puesto a escuchar obsesivamente determinados estilos, a perseguir un cante concreto para ver de qué formas se ha ido cantando y también para conocer su contexto histórico. Hace falta mucha documentación visual para saber cómo dibujar un tabanco de los años 30 o un café cantante”, detalla. No obstante, en otras ocasiones, la imagen procede, simplemente, de una “iluminación surrealista”.
De estos procesos, surgen láminas como la del King Kong flamenco: un gorila con sombrero jerezano torcido. El simio mantiene una sonrisa sádica mientras aprieta en la mano a una bailaora aterrorizada. “Uno de los planteamientos que me hice fue enfrentar clichés (como la bailaora despampanante) con la cultura de masas como King Kong o el western”. En este caso, asistimos a una malagueña clásica: “No me habías de conocer/ si me trataras de nuevo/ porque yo tengo distinto genio/ y otro modo de querer/ más cariñoso y más bueno”. “Eso es lo que dicen todos los maltratadores”, apunta Seisdedos, que decidió tomar la estrofa con ironía y mostrar lo contrario de lo que dice. “La malagueña es preciosa, pero no me creo lo que cuenta: en esta ilustración hay una voluntad de denuncia”.
La visión de la mujer en la cosmovisión flamenca es muy variada. En una de las imágenes, leemos: “Yo me quisiera morir/ por ver si tú te ponías/ negro lutito por mí”. Se muestra a un falso muerto vigilando desde su ataúd entreabierto y a una mujer pletórica de tobillo enrejado y vestidazo blanco. “Es una broma con respecto al arquetipo de Carmen, de la mujer fatal que arrastra al hombre a la ruina. Carmen es una losa para el flamenco”. Álvaro García destaca, en contraste, la riqueza de miradas de la masculinidad y la feminidad que hay dentro de este arte y recomienda escuchar la antología de la mujer en el cante de Carmen Linares para comprender la multiplicidad de puntos de vista al respecto.
Las láminas permanecerán en Cádiz durante los próximos meses. La sala las expone mirando al exterior. Después de un corto paseo por las escenas, uno comprende de verdad que hay siglos de música, calles y gentes detrás de cada rasgueo de guitarra. Seisdedos muestra mucho, pero a la vez, cada obra sugiere que queda todo por contar. “El flamenco es inabarcable”.
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Esteban Ordóñez
Es periodista. Creador del blog Manjar de hormiga. Colabora en El estado mental y Negratinta, entre otros.
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