El Hacha
Qué bueno que volviste
Augusto Fernández ha vuelto para quedarse. Y lo ha hecho derrotando al peor enemigo posible, las malditas lesiones
Rubén Uría 26/10/2017
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Capitán del Celta, feliz en Vigo y hombre de confianza del celtismo, Augusto Fernández, agradecido de por vida al club celeste, decidió arrisgarse para morir en el intento de triunfar en el Atlético. La oportunidad le había llegado tarde, cumplidos los 30, pero Simeone llamó a su puerta, precisamente, porque buscaba un especialista, un tipo maduro, capaz, con una cabeza privilegiada y un pie preciso. Algunas voces discordantes discreparon de la contratación del argentino y dudaron de su nivel futbolístico. ¿Qué le podía aportar un jugador de esa edad al Atlético? La respuesta llegó en abril de 2016. Enfrente, el Bayern de Múnich. El plan de Simeone, arropar a los centrales, auxiliar a los laterales y dar salida al balón. Su hombre, Augusto Fernández. Su misión: sobrevivir y dejar hasta el último aliento. El de Pergamino interpreta un concierto de fútbol antiguo, dando sentido a cada instrucción del Cholo. Augusto, el último en llegar, es el primero en dejarse la vida en cada balón dividido. El Calderón, entregado, se estremece con la tarea del argentino. Si emerge Vidal, el antídoto es Augusto. Si se viene Douglas Costa, le tapa Augusto. Si superan a Juanfran, al quite está Augusto. Si Lewandowski puede con los centrales, aparece la escoba de Augusto. Y si el Bayern se convierte en una avalancha, Augusto, poseído, empapado en perfume cholista, coloca su cuerpo como obstáculo. En un partido macho, Augusto se muestra imperial. Nadie que estuviera en el Calderón aquella noche podría olvidar su actuación, memorable, sacando limpia la pelota, dando equilibrio y apagando cualquier fuego. Veteranía, compromiso y solvencia. El Cholo sabía lo que había fichado. Un todoterreno experto en solucionar problemas. Un Señor Lobo.
La convicción era unánime: Augusto era el hombre. De ahí que el 25 de septiembre de 2016, una fecha maldita para el movimiento colchonero, el lamento fuera mayúsculo. El argentino se rompía el ligamento cruzado de la rodilla derecha, tenía que pasar por el quirófano al día siguiente y su recuperación, por consejo médico, debía ser larguísima. Fue un varapalo terrible para Augusto, un golpe tremendo para el vestuario, un contratiempo para la afición y, sobre todas las cosas, una de las peores noticias para Simeone, su gran valedor. Fueron nueve meses de ausencia, de constante lucha contra una lesión terrible, el peor enemigo, el más invisible de los enemigos posibles en la carrera de un futbolista. Augusto peleó, zafó, quiso volver y exploró los límites de su paciencia, moral y cuerpo. No se desanimó cuando tuvieron que implantarte condrocitos autólogos de cartílago, tampoco tiró la toalla cuando los tiempos se demoraron y no se rindió, cuando podía haberlo hecho, cuando estaba listo para regresar y acabó volviendo, otra vez, lesionado, esta vez en los isquiotibiales, de una convocatoria con la selección argentina. Cualquier otro habría dimitido ante un calvario similar. Augusto no. Se machacó en solitario, se convenció de dar lo mejor de sí mismo y salió vencedor de una auténtica carrera de obstáculos con un objetivo en la cabeza: volver a sentirse jugador.
Anoche, Augusto Fernández, el especialista por el que suspiraba Simeone, volvió a pisar un terreno de juego vistiendo la camiseta del Atlético de Madrid, 396 días después de su gravísima lesión. "Qué bueno que volviste". El de Pergamino se ha reintegrado a la dinámica del grupo, está completando su puesta a punto y quiere volver a ser el de antes, ese jugador capaz de aplomar el centro del campo, dar salida limpia al balón y manejarse en la intendencia como un coloso. Durante su accidentada etapa como rojiblanco ha pasado más tiempo en la enfermería que en el campo, pero Augusto vuelve con sangre en el ojo y con la ilusión de un juvenil. Aspira a ser útil al equipo, a devolver la confianza al entrenador, a ayudar a sus compañeros y a demostrarle a toda la afición del Atleti que está listo para cualquier desafío. No corren buenos tiempos para un Atleti al que le llueven críticas, constructivas y destructivas, porque atraviesa un bache de juego y está peligrosamente reñido con el gol. Hay quien duda de Simeone – increíble, pero cierto–, y quien considera que el Atleti, experto en levantarse después de cada tropiezo, esta vez no se levantará. La solución final llegará en mayo. Hasta entonces, en momentos delicados, mientras el equipo busca reencontrarse a sí mismo, recuperar la pegada en el área y activar sus constantes vitales, conviene tener en cuenta el esfuerzo irreprochable de Augusto Fernández. Ha vuelto para quedarse. Y lo ha hecho derrotando al peor enemigo posible, las malditas lesiones. Llega cuando más le necesita el equipo, cuando más auxilio necesita el vestuario y cuando el entrenador busca más soluciones. Augusto vuelve porque se ha negado a tirar la toalla, incluso cuando ha tenido ganas de hacerlo. Dicen que no se puede vencer a alguien que nunca se rinde. Augusto es el mejor ejemplo de eso. El Atleti, también. Se ha caído cien veces y se ha levantado ciento una. La hoja de ruta de Augusto y del Atleti, está íntimamente ligada. Su destino, también. Retroceder nunca, rendirse jamás.
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Rubén Uría
Periodista. Articulista de CTXT y Eurosport, colaborador en BeIN Sports y contertulio en TVE, Teledeporte y Canal 24 Horas. Autor de los libros 'Hombres que pudieron reinar' y 'Atlético: de muerto a campeón'. Su perfil en Twitter alcanza los 100.000 seguidores.
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