Reseña
Fuego, ruido y furia
El libro-bomba de Wolff deja claro que el presidente es exactamente lo que parece: un infeliz con el cerebro más perforado que un queso de Gruyère
Jorge Tamames 21/01/2018
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Fire and Fury, el libro salvaje del periodista Michael Wolff, es respecto a su género lo mismo que Donald Trump en comparación con sus predecesores: un sacrilegio. El pensador Corey Robin señalaba recientemente las similitudes entre el presidente de Estados Unidos y Nerón, el emperador obsesionado con degradar sistemáticamente la dignidad de su posición. A Trump no le hará falta incendiar Roma, porque ya abrasa al mundo entero con fuego y furia. Su ruido y furia, por otra parte, le convierten en una fuente inagotable de bochorno.
Hasta ahora la referencia ineludible para cualquier cronista de la presidencia imperial era The Best and the Brightest, el clásico de David Halberstam. Con su narración trágica de la corte de John F. Kennedy, que terminó volcándose en la guerra de Vietnam, Halberstam advertía de cómo los hombres más brillantes cometen errores imperdonables. Pero su prosa grave y deferente también apuntaló el mito de la Casa Blanca como un olimpo intelectual. No es de extrañar esta deificación de la presidencia americana: al fin y al cabo, quienes la ejercen acostumbran a hacer llover fuego y acero sobre los salvajes que no les rinden pleitesía. Lo que no puede parecer un presidente es un cretino y un hazmerreír.
Ocurre que Trump es precisamente un cretino y un hazmerreír. Y como no es fácil de asimilar ni dentro ni fuera de Estados Unidos, son legión los analistas que durante el último año nos han presentado al presidente como un demagogo autoritario, un fascista maquinando perversamente para subvertir el orden mundial o, como poco, un maestro de la manipulación. Nada de eso. El libro-bomba de Wolff deja claro que el presidente es exactamente lo que parece: un infeliz con el cerebro más perforado que un queso de Gruyère, dotado de una estupidez tan monumental que en ocasiones resulta difícil de aprehender.
El libro-bomba de Wolff deja claro que el presidente es exactamente lo que parece: un infeliz con el cerebro más perforado que un queso de Gruyère
Según sus detractores, que no parecen totalmente desencaminados, Wolff se ha ganado a pulso una reputación de periodista sensacionalista, aficionado a la rumorología y poco riguroso en el tratamiento de sus fuentes. Por eso, añaden, su libro debe cogerse con pinzas o sencillamente descartarse como política-ficción. Pero no hace falta dar por bueno todo Fire and Fury (aunque la mayor parte, como señalan diversos periodistas, parece creíble) para llegar a la conclusión de que su retrato delirante es bastante acertado.
La publicación del libro, originalmente prevista para el 9 de enero, fue adelantada cuatro días por el revuelo que generó el propio Trump. El presidente amenazó con prohibir el libro tan pronto como asomaron dos anticipos en New York Magazine y GQ. Ahí aparecían los detalles morbosos que han convertido el libro en un fenómeno de masas: según Wolff, Trump, un narcisista “semianalfabeto” con la atención de un niño de dos años, se pasa noches enteras viendo la televisión en la cama, donde devora cheeseburgers (temiendo ser envenenado, considera la producción en masa de McDonalds como una garantía de seguridad) y sólo es capaz de comunicarse con monólogos que entran en bucle cada diez minutos. Tanto él como su equipo estaban convencidos de que perdería las elecciones, y aliviados ante esta perspectiva. Frustrado porque una presidencia que no pensaba alcanzar ahora le quita tiempo de jugar al golf, Trump no se corta opinando que está rodeado de cretinos.
El presidente amenazó con prohibir el libro tan pronto como asomaron dos anticipos en New York Magazine y GQ.
El sentimiento, al parecer, es mutuo. Sus colaboradores le definen como “un idiota” (palabras de Reince Priebus, antiguo jefe de gabinete), “tonto del culo” (Gary Cohn, asesor económico), o “bobo” (H.R. McMaster, asesor de seguridad nacional). Según su hija Ivanka, incluso el color anaranjado de su pelo es fruto de una mente deslavazada. Trump se lo tiñe con un producto llamado Just for Men, pero no es capaz de esperar el tiempo suficiente para que le proporcione el color adecuado. Aunque nada de esto es demasiado sorprendente, comprobar a través de Fire and Fury que el entorno del presidente le ridiculiza tanto como el resto del planeta resulta tranquilizador e inquietante al mismo tiempo.
Las 200 páginas restantes abundan en la imagen de Trump como un hombre fundamentalmente incapacitado para desempeñar su trabajo. Un tipo con un ego inconmensurable, al que solo le interesa su gratificación personal más inmediata. A Trump le sobrepasa “la noción de la presidencia como un concepto institucional y político”. Carece de “capacidad para entender relaciones de causa y efecto”. “De alguna manera ganó las elecciones” reflexiona Wolff, “pero su cerebro parecía incapaz de realizar lo que serían funciones esenciales en su nuevo trabajo”.
Lejos de acusar directamente al presidente, Fire and Fury llega a estas conclusiones mediante un análisis detallado de Trump y su entorno. En este sentido, el acceso del que Wolff ha gozado proporciona un gran interés a su relato. Tras obtener permiso del propio Trump, el periodista se instaló en un sofá del Ala Oeste con el fin de convertirse en “una mosca en la pared”, observando y tomando nota. Durante este periodo Wolff también realizó en torno a 200 entrevistas con el presidente y sus asesores. No estaría de más señalar que la Casa Blanca de Obama, aquel paladín de las virtudes americanas, era notoriamente paranoica respecto a los medios de comunicación y jamás hubiese permitido semejante grado de transparencia.
Wolff centra parte de su historia en el primer equipo de Trump. El relato comienza con la victoria electoral y termina en agosto de 2017, cuando Steven Bannon, el exdirector de campaña y supuesto motor del proyecto ultranacionalista de Trump, es expulsado de la Casa Blanca. Estos ocho meses se convierten en una batalla encarnizada entre diferentes facciones. En un lado está Bannon, con su proyecto de ruptura nacionalista. En otro los republicanos tradicionales, representados por el jefe de gabinete Reince Priebus. En tercer lugar la familia del presidente, encarnada en el tándem Jarvanka (Ivanka y su marido, el joven e inepto Jared Kushner). Aunque Bannon y Priebus terminan por unir fuerzas, se ven incapaces de sobrevivir en una Casa Blanca cada vez más parecida a una monarquía europea decadente, en la que los familiares de un monarca senil y estúpido controlan el acceso al poder. El presidente, que carece de opiniones propias, tiende a opinar lo mismo que la última persona que ha hablado con él y le ha hecho la pelota con suficiente esmero.
Bannon, sin duda la fuente más generosa con Wolff, es retratado como la única figura estimulante: representa la faceta más extremista de la nueva Administración y es el único que cuenta con una visión estratégica coherente. Sin embargo, sobrevalora constantemente su talento, que en realidad es bastante limitado, porque se encuentra en una Administración repleta de inútiles. Sirvan los ejemplos de Stephen Miller, designado como redactor de los discursos de Trump pero apenas capaz de escribir dos frases seguidas, y la enigmática Hope Hicks, cuyo vínculo inquebrantable con Trump parece basado en su capacidad para resumirle las noticias y darle la razón en todo. No parece que este retrato halagüeño haya hecho un favor a Bannon. Humillado por Trump y abandonado por la influyente familia Mercer, se ha visto obligado a renunciar incluso a su puesto al frente del famoso portal ultraderechista Breitbart.
Bannon, sin duda la fuente más generosa con Wolff, es retratado como la única figura estimulante: representa la faceta más extremista de la nueva Administración
Uno de los puntos fuertes de Fire and Fury es, precisamente, la manera en que ilustra el papel discreto pero desproporcionado que desempeñan en la política estadounidense multimillonarios como los Mercer. La familia ultraderechista, junto a magnates como Sheldon Adelson y Rupert Murdoch, cuenta con acceso constante a Trump, que los venera sumisamente. Roger Ailes, el hoy difunto directivo de Fox News, resumía la actitud del presidente de manera gráfica: “Lame para arriba y caga para abajo”.
Pese a su inmenso valor cómico, Fire and Fury deja un regusto amargo. El periodista Matt Taibbi explica que la principal habilidad de Trump es hacer que el país entero descienda a su realidad paralela para imbéciles, en la que personajes como Oprah Winfrey se convierten en posibles candidatos presidenciales con posibilidades. Si la elección Trump es el síntoma de un sistema político disfuncional, el problema hay que buscarlo en una clase política que permitió su ascenso y resultó incapaz de detenerlo. En ese sentido, no cabe duda de que en Estados Unidos hay una persona aún más molesta que Trump con este libro. Es Hillary Clinton, incapaz de derrotar en las urnas a un descerebrado que ni siquiera pretendía ganar.
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Jorge Tamames
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