1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Safaa Fathy / FILÓSOFA, ESCRITORA Y CINEASTA

“Los celos de los padres y los hermanos tienen un punto incestuoso”

Miguel Ángel Ortega Lucas 14/02/2018

<p>Safaa Fathy, en una imagen reciente. </p>

Safaa Fathy, en una imagen reciente. 

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

CTXT está produciendo el documental 'La izquierda en la era Trump'. Haz tu donación y conviértete en coproductor. Tendrás acceso gratuito a El Saloncito durante un mes. Puedes ver el tráiler en este enlace y donar aquí.

“La escritura es otro modo de calcular el tiempo”.

Podríamos espigar otras, pero esa frase que pronunció Safaa Fathy (Minia, Egipto, 1958) hacia el final de su intervención en la Casa Árabe, el pasado mes de enero, quizá posea, además del peso de la verdad, un resplandor secreto que ayude a entender mejor su vida; sus vidas, mejor dicho.

No es muy conocida en España, pero su obra, amplia y ecléctica, abarca la poesía, el teatro, el ensayo filosófico y el cine; escrita en árabe, inglés y francés. Doctorada por la Sorbona en 1993 –con una tesis sobre Beltolt Brecht–, directora del programa del Colegio Internacional de Filosofía durante más de un lustro, su nombre suele sonar junto al del pensador francés Jacques Derrida, a quien tradujo al árabe y con quien hizo un libro (Rodar las palabras) y una película, D'ailleurs Derrida. El filósofo influyó poderosamente en su concepción del mundo; comparte con él esa relación, exasperada pero fatal, que Safaa Fathy mantiene con la literatura. Acaba de publicar en España, con Amagord, su más reciente compilación de poemas, Al Haschische (“Término árabe”, explica en el mismo pórtico del volumen: “plural de Al Haschicha, / hierba seca, / también hijo por nacer, petrificado en el vientre de su madre”. Y: “La droga que todos conocemos”).

No es en absoluto su primer poemario publicado, pero lo cierto es que tardó mucho tiempo –tenía ya más de treinta años– en vencer el pudor, “la vergüenza” que le causaba declarar que escribía poesía. Por muchos motivos que irán emergiendo a lo largo de esta conversación que tuvimos con ella, apenas tres días antes de su regreso a París, en el apartamento madrileño de La Latina donde se refugió estos últimos meses para acabar un nuevo libro (España, dice, le transmite una “energía” muy sana). Pero cifra en sus ocho años la edad en que empezó a escribir. Y a aprender –como una tronera en la pared por la que escapar de una celda– lo que suponía poder tener otra forma de calcular el tiempo.

Por ahí, precisamente, sin darnos cuenta, comenzamos la conversación: a cuenta de lo que decía Derrida, en el documental que ella misma filmó, sobre el misterioso concepto que los peces pueden tener del tiempo. De momento, sin embargo, sólo podemos concebirlo en términos humanos: esa sucesión lineal de acontecimientos en que emplazamos los llamados pasado, presente, futuro. Por eso pedimos a Safaa, al tomar asiento, que nos hable de su vida desde el principio.  

“Muy complicada” –dice, mientras sirve las primeras tazas de té frente a un ventanal desde el que se domina el atardecer sobre Madrid–... Nací en el sur de Egipto. En la ciudad donde encontraron a Akenatón y Nefertiti, donde la primera religión monoteísta conocida, porque sólo adoraban al Sol. Mi madre y su familia vivían en el desierto, con una estructura social y hábitos muy distintos de los egipcios medios. Tenían costumbres ancestrales, extremadamente conservadoras.

¿En qué sentido?

En la herencia, la estructura social; muy tribal. En la aldea de mi madre ni siquiera preguntaban a las mujeres si querían casarse (mi padre era de otra aldea, no tan extrema en este sentido). Había muchos rituales; para todo. No hace mucho, quizás en los años 30 o 40 del siglo pasado, los procedimientos en torno a la muerte eran muy extraños: los hombres tenían que cubrirse con motivos negros, dormir a la intemperie, ayunar... Estaban muy influenciados por los coptos [cristianos ortodoxos de Egipto, cuyo origen de sangre se remontaría efectivamente a los faraones]; el calendario, las costumbres de la Pascua... No existía el divorcio, y cuando mi hermana quiso hacerlo (lo hizo finalmente), mi madre se resistió mucho...

“Para que entiendas la clase de familia de la que vengo”, continúa: “Un tío de mi padre mató a mi bisabuelo materno, y otro tío de mi madre, en vendetta, mató entonces al otro”, al homicida primero; a éste “lo cortaron en pedazos”, por haber dado muerte al patriarca del otro clan. Todo por algo relacionado, al parecer, “con una mujer”.  

Esto sucedió antes de que los padres de Fathy, procedentes de las familias enfrentadas, se casaran. Cosa que acabó sucediendo con igual naturalidad (dictaminaron que la espiral de violencia acabara ahí), y por cuestiones quizá igual de pragmáticas: había entonces muy poca gente que fuera a la universidad, explica, y su padre y los hermanos de su madre se educaron “en los mismos sitios, así que se hicieron amigos”. Después de un tiempo, “por alguna razón, decidieron que alguna de sus hermanas se casara con él”. Y le tocó a su madre. Sin preguntar a la mujer en cuestión, por supuesto, qué opinaba del asunto. “Mis padres se casaron en esas circunstancias. Mi madre era muy guapa. Pero no se vieron hasta el mismo día en que se casaron, en Alejandría, en el salón de una casa. Jamás habían visto una foto el uno del otro. Llevaron flores, un fotógrafo, y supongo que un peluquero...”.

¿Alguna vez habló de ello con su madre?

Sí. Me dijo que ella quería casarse en la ciudad y no en la aldea. Rezaba por eso. Dio gracias por salir de allí. La otra opción hubiera sido seguramente casarse con un primo de allí mismo. De esa forma, pudo irse.

Fathy creció en un hábitat contradictorio, de ambivalencias asombrosas: ciertos hábitos de su familia seguían siendo “muy arcaicos”, pero tanto ella como sus hermanos acudieron a colegios occidentalizados en Alejandría, una de las ciudades más cosmopolitas del Mediterráneo todavía por entonces. Se mudaron mucho: su padre, oficial de policía, trabajó en control marítimo en barcos egipcios, y también en comisarías y prisiones: “Cuando me hice activista de extrema izquierda”, dice, casi riendo, “algunos de mis amigos fueron sus prisioneros”.

¿Cómo fue esa relación?

Dificilísima. Mi padre era extremadamente tradicional, más que mi madre. A las chicas no nos permitían nada, nada. Sólo íbamos al colegio y volvíamos, nada más. No nos dejaban ni visitar a las amigas; mi madre nos lo consentía a veces, en secreto. Pero eso era todo. Sin embargo estábamos muy occidentalizadas. Llevábamos vestidos cortos sin ningún problema... [Muestra una foto en su ordenador de cuando tenía 12 años, junto con un hermano pequeño, en El Cairo: efectivamente, podría ser cualquier niña española de los años 60.] El velo es algo mucho más reciente, de finales de los ‘70... Pero no nos permitían nada.

Y llegaría un momento en que dijera hasta aquí...

En el primer año de universidad. En el mismo sitio donde nací, Minia. Entré a estudiar literatura inglesa, aunque lo que quise hacer en principio era periodismo (esa facultad estaba en el Cairo, pero no iban a dejarme ir a vivir allí sola). En la facultad había activistas de extrema izquierda e inmediatamente me hice una de ellos. Mi padre aún era policía, y durante cuatro años tuve problemas tremendos con mi familia. Porque me encerraban en casa.

¿Literalmente?

Literalmente. Aunque fue gradual. Me hicieron ir a la prefectura de policía, a firmar un papel en el que me comprometiera a no participar en ningún tipo de actividad política; si no firmaba, me echarían de la universidad. Era la época de la dictadura de Anwar el-Sadat [Premio Nobel de la Paz en 1978 por los acuerdos de Camp David]. Cuando me negué, me encerraron. Dije: “No voy a firmar eso”. Porque sabía las consecuencias; si firmaba me obligarían también a casarme a la fuerza... Mi padre era entonces el asistente del máximo oficial. La confrontación fue absoluta. Me encerraron. Pero no me echaron de la universidad y la acabé; lo aprobé todo. [...Encerrada, continuó aprendiendo seguramente esa “otra manera de calcular el tiempo” que permite la poesía, las palabras mágicas...] El tercer año conocí a mi pareja, un escocés... Muchas cosas pasaron. Pero conseguí finalmente irme de allí. Aunque mi padre me llevó a los tribunales: consiguió que un médico firmara un documento para declararme demente, para que no me dejaran viajar sola. La lucha continuó, pero mi padre me dejó ir al fin para trabajar en El Cairo.

Tiempo después recalaría en París, para dar clase en la Sorbona. (Dice Belén Quejigo en el prólogo del poemario que “los nómadas no buscan tener una residencia fija en la tierra, no esperan echar sombra o raíces... sólo tienen geografía humana, huellas que desaparecen...).

¿Cree que, en algún aspecto, esa obsesión de control por parte de muchos hombres puede deberse a algún miedo hacia la sexualidad de las mujeres, a que vean en su libertad una amenaza?

Es miedo a eso, claro; es un control de su sexualidad. Hay un concepto del honor respecto a la mujer [la antiquísima honra, en España] que sólo se reduce a la sexualidad. En el hombre puede ser robar u otras cosas. En este caso lo inmoral se atribuye a la mujer por la cuestión sexual. Pero también puedo verlo en mi caso por la historia de mi familia, porque otras familias eran mucho más libres entonces... Muchas veces he pensado que los celos de los padres y los hermanos tienen un punto incestuoso. Algo inconsciente y negado en la superficie, por supuesto.

Esa opresión, matiza, depende también en los países árabes de cada familia, de la educación o el entorno (urbano o rural)... Cuando llegó [el presidente] Nasser [anterior a el-Sadat], “se expandieron mucho las clases medias” en Egipto, y con ello el acceso de las mujeres a la universidad. Aun con dichas resistencias a “dejar a las chicas ir a estudiar a otra ciudad, alquilar un piso compartido...” Y con universidades con reglas parecidas a las de las casas, como “una extensión de las familias”.

Respecto a la situación que pueden sufrir las mujeres en el resto del mundo: “American Film Institute realizó un gran estudio que acabó reflejando que muchas mujeres sienten dolor durante el sexo, o fingen los orgasmos para complacer al hombre. Es una cultura basada en enterrar el dolor. En Egipto la invasión de los cuerpos de las mujeres es increíble, entre el acoso, la violación en las propias familias, en los trabajos, en el transporte púbico... En Francia, lo sé con toda certeza, en algunos ambientes es normal acostarse con alguien para conseguir un trabajo; actrices, periodistas... Era hora de hablar de esto. Supongo que, dentro de todo este movimiento [se refiere al reciente #MeToo], habrá episodios inventados, pero la mayoría son reales”.

Las causas serán muchas, y muy complejas, pero, en esencia, ¿cree que es más una cuestión de poder, de educación...?    

Es una cuestión de poder y de educación, sí. En muchos lugares del mundo, Oriente Medio, África, India, la violación no es considerada un crimen. Y en Occidente, hasta los años 70, a las violaciones no se les daba mucho crédito. Muchas veces no se denunciaba por eso [el “desprecio”, dice, que podía sentir un policía ante el testimonio de una mujer]. Ahora hay muchas más pruebas científicas y la policía lo maneja de manera muy distinta. Pero queda mucho por hacer.  

Necesitamos una orientación distinta en las estructuras, en el paradigma político, económico, social, que incluya a la gente, no sólo a las mujeres; a todo el mundo

Sobre el poder, la perversión de quien abusa del que está abajo porque puede, hay quienes opinan que si las mujeres mandaran en la proporción en que lo hacen los hombres, el mundo sería mejor.

No, no, no creo en eso. No es una cuestión esencialista, de que las mujeres por el hecho de serlo sean mejores en el poder. Es una orientación política, ética, filosófica... Ese discurso es completamente naif, que las cosas cambiarían automáticamente con las mujeres en el poder. Sólo hay que ver cómo trata [Angela] Merkel a Grecia, por ejemplo. Creo que se trata de toda la estructura. Por supuesto que un poder más compartido sería mejor. Pero necesitamos una orientación distinta en las estructuras, en el paradigma político, económico, social, que incluya a la gente, no sólo a las mujeres; a todo el mundo. Que incluya y que no excluya. Un paradigma inclusivo.

Otra poeta, Alejandra Pizarnik, al preguntarle en una entrevista a principios de los 70 qué opinaba sobre el papel de la mujer en la sociedad, respondió que para ella se trataba de aquello que decía Rimbaud, Changer la vie. Cambiar la vida entera desde su raíz, porque este mundo no está bien pensado para nadie. Paras las mujeres desde luego, pero para los hombres tampoco.  

Claro. Es que no es bueno para nadie. El paradigma tiene que cambiar; con más participación, más apertura a la diferencia, más respeto a la naturaleza... Lo otro está haciendo a la gente muy infeliz.

De hecho, la conducta de un machista irredento, de un misógino, no digamos de un acosador, no es precisamente la de alguien que esté de acuerdo con la vida...

Por supuesto. Es alguien miserable. [Miserable, en inglés –el idioma en que transcurre esta conversación– califica a alguien como triste, desgraciado.]  

Cuanto más arte haya, más pacífico será todo.

¿Cuál sería el lugar de la poesía, del arte, en todo esto?

Definitivamente con la poesía la gente estaría mucho más en paz. Si tuviera un lugar, una presencia mayor, y no fuera sólo la práctica secreta de algunos; si tuviera una existencia real en la vida de la gente, el comportamiento podría cambiar. Cuanto más arte haya, más pacífico será todo.

Porque la poesía no es escribir cosas, sino ¿una manera de ser?

Es una manera de vivir. Escribir poesía no te hace ser poeta. A veces escribes y otras no. Es mirar al mundo continuamente desde otro punto de vista, otra percepción. Todo el tiempo ves algo. Y eso puede emerger cuando escribes. Cuando el poema viene a ti, es por las cosas que sientes, piensas, percibes; ahí aparece la escritura. La poesía es completamente distinta de cualquier otro discurso escrito. En la narrativa pueden surgir cosas poéticas, pero en la narrativa la historia te lleva a la visión; en la poesía, la visión es previa a la escritura.

Una concepción que se transluce de manera diáfana en la poesía de Fathy: casi siempre como una torrentera del inconsciente. El árabe, explicó en su conferencia en Madrid, es su “idioma materno, del inconsciente”. Su poesía, al menos la publicada ahora, está escrita en francés, “el idioma de la vida cotidiana” para ella. Y sin embargo pareciera ser la voz más profunda –¿árabe?– la que escribió esto, por ejemplo:

En la noche de las noches, revivió la decisión. ¿En quién? En de una vez por todas. Sucedió la noche de un viernes que la protagonista estaba sentada a la mesa de un restaurante arábigo-andaluz, rodeada de su familia política. Pasadas las diez de la noche, inclinó la cabeza, dejó de hablar, se mantuvo un
segundo
en el límite y entró de nuevo en hipnosis
En motín marino
En insurrección
En Tebaida, cautiva
En barricada de la memoria
En camino de horas
‘Caminando caminando’

¿Cuándo empezó a escribir poesía?

Con ocho años.

[Nos reímos:] Pero no publicó, ni siquiera dijo que la escribía, hasta muy tarde. Esa “vergüenza” de la que habló...

Sí, me sentía muy avergonzada. Tenía algo que ver con el permiso. Nadie me decía ‘no escribas’ (en mi familia, salvo mi hermana, no tienen ni idea de lo que hago...). Pero no me sentía autorizada. Autorisée [lo dice en francés, para subrayar el juego verbal, que también es posible en castellano e inglés: ser una autora; estar autorizada a serlo...]. También sucede que en Egipto nunca hubo muchas poetas. No al menos en ese momento. Como si la poesía en árabe fuera más para hombres... Bueno, mira a Emiliy Dickinson. Tampoco publicó poesía en su vida... Sí, no me sentía autorizada. Me llevó mucho tiempo, quizás con el segundo libro, decir “estoy escribiendo poesía”. No “soy poeta”, sino “escribo”. Pero al principio no podía decirlo.

¿Ha descubierto ya para qué escribe, por qué lo necesita?

Para vivir. Para ser capaz de vivir... Porque creo que mi existencia necesita doblarse. Vivo en un nivel, en la vida cotidiana; pero en otro nivel, vivo en otro sitio distinto.

Necesitamos de varias existencias para sobrevivir.

Sí. De hecho todo el mundo lo hace. Tiene muchas existencias y tratamos de combinarlas, alternarlas. Tenemos más de una existencia seguro. [El primer poeta que nombra, al preguntarle por sus referencias, es Fernando Pessoa: quizás el poeta más desdoblado en identidades de la historia.]

¿Y cree que son más reales esas existencias que emergen al escribir que la real?

Sí. Lo creo... He descubierto que he terminado un libro, hoy mismo. Un libro de setecientas páginas...

¡Oh, felicidades!

Lloré. Me senté a llorar. [Sucedió no muchos minutos antes de que este preguntador llegara a su casa.] ...Y me sentí muy extraña, conmovida. Llamé a mi marido, a mi hermana... Me sentía abrumada, sorprendida... Y es así, como algo que vino, me tomó... Es una sensación muy extraña. Es la primera vez en mi vida que escribo setecientas páginas de literatura, de ficción. Es terrible...

¿Se siente triste porque se haya acabado?

No. Es que no podía creer que fuera a hacerlo. He estado trabajando muy duro, y no sabía... Es una historia sobre todo esto que hemos estado hablando de Egipto. Sobre todas estas experiencias antiguas; algo épico, si quieres llamarlo así... Nunca pensé que lo terminaría. Creía que algo pasaría y no podría, que algo me interrumpiría... Vine aquí a España para hacerlo, hace tres meses... Cuando lo vi terminado hoy no podía creerlo: ¡No es verdad, no es verdad...!

------------------------

Al Haschische, el último poemario de Safaa Fathy, ha sido publicado en edición bilingüe francés/español por Amagord Ediciones.

 

CTXT está produciendo el documental 'La izquierda en la era Trump'. Haz tu donación y conviértete en coproductor. Tendrás acceso gratuito a El Saloncito durante un mes.

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Miguel Ángel Ortega Lucas

Escriba. Nómada. Experto aprendiz. Si no le gustan mis prejuicios, tengo otros en La vela y el vendaval (diario impúdico) y Pocavergüenza.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

1 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. t

    Mi hermano pequeño, conseguia manipular a mi madre , con sus ojitos azules, parecidos a ls de mi padre cuando queria echarme la culpa de lo que él habia hecho... y esto duró muchos años

    Hace 6 años 1 mes

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí