1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Una tragedia griega

En el colapso del país hubo un conjunto de actores que merecería ser objeto de mayores críticas que Varoufakis: los partidos socialdemócratas del núcleo europeo

Doug Henwood (The Baffler) 14/02/2018

<p>Yanis Varoufakis</p>

Yanis Varoufakis

Luis Grañena

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

CTXT está produciendo el documental 'La izquierda en la era Trump'. Haz tu donación y conviértete en coproductor. Tendrás acceso gratuito a El Saloncito, la web exclusiva de la comunidad CTXT. Puedes ver el tráiler en este enlace y donar aquí. 

Pocas veces los ministros de Economía se hacen famosos. Bueno, hubo un tiempo en la década de 1990 cuando Robert Rubin, el secretario del Tesoro de Bill Clinton, se acercó bastante. Fue porque mucha gente pensó que se estaba haciendo rico con las puntocom, aunque los quince minutos de fama de Rubin terminaron cuando estalló la burbuja tecnológica.

Una destacada excepción a esta regla es el ex ministro de Economía griego Yanis Varoufakis, que formó parte del gobierno liderado por Syriza, y que es conocido por el esfuerzo que realizó para resistir las medidas de austeridad que exigía el Fondo Monetario Internacional durante el colapso económico de Grecia.

Varoufakis publicó el año pasado Adultos en la sala, unas memorias sustanciales y bien escritas de su corta, pero relevante, carrera ministerial. Cuando Varoufakis accedió al cargo en enero de 2015, Europa llevaba seis años sumida en una crisis de deuda. Grecia, uno de los socios más endeudados de la Unión Europea, ya había sufrido varias tandas de medidas de austeridad y era la más afectada de la fraternidad de naciones de la periferia europea que se conocía como PIIGS (Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España). Se supone que estas reducciones del gasto público acometidas en el peor momento (rondas sucesivas de profundos recortes en el presupuesto de gobiernos de países que ya estaban en crisis) iniciarían la recuperación, de acuerdo a una serie de rocambolescas teorías elaboradas por los ricos y sus peones a sueldo. Sin embargo, en Grecia, al igual que en los demás países PIIGS, la austeridad solo produjo mayor miseria. Varoufakis puso en duda esa lógica y a mitad de año fue destituido.

La dura consigna de austeridad no cayó bien en la escena política griega. De hecho, fue ese calvario sostenido y recrudescente de austeridad lo que condujo al colapso de los partidos tradicionales y a la victoria en las elecciones de enero de 2015 del partido Syriza de Varoufakis, que es el acrónimo griego de un nombre que significa “Coalición de la izquierda radical”. El partido se fundó a principios de la década de 2000 como una confederación de grupos a la izquierda del centro y se convirtió en una fuerza unitaria a finales de 2013. Al año siguiente, el desempleo en Grecia rondaba el 27%, casi tres veces más que la reducida tasa del 8% que había antes de la crisis. Aunque el líder de Syriza, Alexis Tsipras, había sido diputado en el parlamento durante algunas legislaturas, ninguno de sus dirigentes podría ser considerado un político profesional con experiencia.

Teniendo en cuenta el miserable estado económico de Grecia, el ministro de Economía sería sin duda el centro de atención

Teniendo en cuenta el miserable estado económico de Grecia, el ministro de Economía sería sin duda el centro de atención y Syriza eligió a alguien que encajara bien lo de ser objeto del interés público. Varoufakis es un atractivo y encantador economista que se pasea en moto y tiene una glamurosa y aristocrática esposa artista. Su nivel de inglés no solo es fluido, sino que a menudo resulta bastante elegante. Solo con eso ya bastaba para atraer buena publicidad, al menos al principio, pero también le expuso a recibir numerosas acusaciones de derecha, centro e izquierda, de ser un exhibicionista y un narcisista. Además, había adquirido fama de ser un declarado crítico de la ortodoxia económica y de la terriblemente inhumana y desastrosa gestión de la crisis que habían llevado a cabo las autoridades europeas. [He de decir que he entrevistado a Varoufakis en mi programa de radio en repetidas ocasiones desde 2008 y, además de caerme bien, siento un gran respeto por é]. En 2010, Varoufakis publicó un breve artículo en su página web, escrito con Stuart Holland, en el que ofrecía una “modesta propuesta” para resolver la crisis de deuda europea. Se trataba de que el Banco Central Europeo (BCE) financiara la reducción de la deuda de los países periféricos en problemas mediante la emisión de garantías de préstamo que ayudaran a los bancos del continente que tuvieran dificultades y mediante la realización de fuertes inversiones en la infraestructura de los países en crisis. Hace algunas décadas, eso se habría considerado como una respetable receta keynesiana para generar una amplia recuperación económica, pero en esta época neoliberal parecía un mensaje venido casi de otro mundo.

En su relato, Varoufakis narra las negociaciones de alto nivel en torno a la reducción de deuda, y elude en gran parte el tercer argumento, la necesidad de realizar grandes inversiones en la periferia europea (una omisión que hay que lamentar, ya que la falta de inversión es el motivo central que se encuentra en el origen de la crisis). Volviendo la vista atrás, la crisis fue el inevitable resultado de juntar a doce países (que después se convirtieron en diecinueve), con grandes diferencias en cuanto a su desarrollo económico, en una zona de moneda única. Alemania es una potencia económica que produce algunos de los productos más avanzados del mundo; Grecia tiene muchos encantos, pero no tiene un Daimler-Benz. (Italia y España se encuentran en algún punto intermedio). Según las estadísticas del FMI, el PIB per cápita de Grecia era de un 67% con respecto al nivel alemán cuando se fijaron en 1998 las tasas iniciales de conversión entre las monedas nacionales y el euro. Después, el entusiasmo de suponer que ingresar en la eurozona permitiría a Grecia y a otros países europeos converger por arte de magia con el nivel de desarrollo económico de Alemania hizo que el capital lloviera en las rezagadas economías de los PIIGS. La consecuencia fue que se desencadenó un auge insostenible: el ingreso per cápita de Grecia subió de forma espectacular hasta un 80% con respecto al nivel de Alemania en 2006. Sin embargo, ese progreso demostró ser algo fugaz y la crisis devolvió el ratio del PIB entre Grecia y Alemania a un 56%.

A pesar de la bonanza de mediados de la década de 2000, los principios básicos de la economía griega no estaban mejorando: como consecuencia de una infraestructura cada vez más descuidada y de industrias que no estaban a la altura de las alemanas, la productividad del mercado laboral griego seguía sin ser equiparable, aunque los salarios e ingresos seguían subiendo. Como consecuencia de esta enorme, y a menudo creciente, disparidad en cuanto a eficacia, Grecia registraba déficits comerciales crónicos con Alemania y otros países avanzados, ya que sus productos no podían competir con los de esos países ni en calidad ni en precio. Asimismo, el gobierno también acumulaba grandes déficits presupuestarios. Estos déficits se financiaban con la entrada de capital que mencioné anteriormente, y los bancos alemanes, franceses y de otros países del norte suministraban el efectivo. Cuando llegó la crisis, los banqueros y sus escribanos culparon del problema a los corruptos, vagos y derrochones ciudadanos griegos, porque como todo el mundo sabe, los acreedores nunca son irresponsables.

En los días anteriores a la llegada del euro, los líderes financieros griegos podrían haber devaluado la moneda del país, el dracma. Esa estrategia habría hecho que las importaciones fueran más caras y las exportaciones más baratas, lo que habría ayudado a hacer cuadrar las cuentas internacionales y habría evitado que los problemas cíclicos se convirtieran en crisis. Pero una vez que Grecia ingresó en la zona euro, ese remedio quedó excluido. El flujo de capital se detuvo y los acreedores querían su dinero de vuelta. El PIB cayó un 4% en 2009 (una profunda recesión en sí misma) y luego se contrajo otro 24% a lo largo de 2013.

En medio de todo este desastre en proceso de desarrollo, apareció una banda de tecnócratas apodados la Troika: una especie de santísima trinidad compuesta por la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Los principales peones políticos de la Troika prescribieron profundos recortes en el gasto público a cambio de préstamos. Sin embargo, los ingresos de esos préstamos no se usarían para aliviar el sufrimiento de los griegos, sino que se utilizarían para amortiguar las cuentas de sus acreedores: el dinero del “rescate” pasó brevemente por las manos de los griegos en su camino hacia Fráncfort y París. Al final, la estrategia no “funcionó”, si lo que se quiere decir con funcionar es darle la vuelta a la crisis, pero funcionó en el sentido de que evitó que los mercados financieros implosionaran por completo, que es lo que realmente importa a los inversores en caso de crisis.

Syriza fue elegida para poner fin a toda esta sangría. Al contrario que muchos otros miembros del partido, Varoufakis (que nunca se afilió) se oponía a dejar la zona euro; Grecia no tendría que haber ingresado nunca, en su opinión, pero una vez dentro, salir (lo que se conoció como grexit) sería catastrófico. Llevaría demasiado tiempo crear una nueva moneda y durante esa transición cualquier griego con unos pocos euros de sobra los sacaría volando del país y convertiría una situación horrible en algo peor. Por ese motivo Varoufakis prefería negociar con la Eurozona, e incluso suspender el pago de la deuda a los titulares de los bonos y el FMI. La amenaza de un impago de bonos era especialmente poderosa: dejar que un tipo particular de bonos del Estado griegos incurriera en cesación de pagos habría causado un grandísimo problema al BCE, y le habría obligado a reducir el valor de los bonos de otros países en crisis que anteriormente había comprado para estabilizar la situación. Eso no solo descuadraría por completo su balance, sino que le traería inmensos problemas legales en Alemania, porque el gobierno y los tribunales alemanes no veían bien el intento del BCE por estabilizar los mercados financieros mediante la compra de enormes cantidades de bonos del Estado a lo largo y ancho de la Eurozona. El fantasma de un impago generalizado de sus inmensas obligaciones de deuda era el arma más poderosa que tenía Grecia, aunque a decir verdad no tenía muchas más.

Aquí es donde aparecen los adultos en la sala, como Varoufakis denomina a sus supervisores de la eurozona. Los esfuerzos del ministro de Economía por negociar con la Troika, que se narran en el libro de forma detallada y reveladora, eran básicamente inútiles. Gran parte del contacto que tenía con ellos se producía a través de algo llamado el Eurogrupo, un colectivo de ministros de Economía acompañados por el jefe del BCE y algunos otros burócratas de alto rango. El presidente del Eurogrupo, el ministro de Economía de Holanda Jeroen Dijsselbloem, es teóricamente un socialdemócrata, aunque en realidad no es más que un consumado sadomonetarista. Como le explicó un miembro de la secretaría a Varoufakis: “[…] El Eurogrupo no existe jurídicamente. […] No hay reglas escritas sobre la forma que tiene de llevar a cabo sus actividades y por tanto su presidente no tiene ninguna obligación jurídica”. 

En su seriamente limitado papel de socio negociador, Varoufakis pudo presentar ante el grupo lo que se denominaron “no documentos”, documentos de posición sin validez jurídica, que eran ignorados sistemáticamente. Sus argumentos económicos sobre la esencial impagabilidad de la deuda griega, que tenían mucho en común con los que adelantó el FMI, fueron recibidos con silencio. Era, como afirmó Varoufakis, igual que si estuviera cantando el himno nacional sueco.

El actor que más influencia ejercía del lado de los acreedores durante las negociaciones era el ministro de Economía alemán, Wolfgang Schäuble, cuya visión del mundo podría resumirse en un dicho que atribuyó a su abuela: “La benevolencia precede al libertinaje”. Aunque Schäuble estuviera de acuerdo con Varoufakis en que la Eurozona no era sostenible según el régimen presente, no tenía tiempo para las propuestas keynesianas de Varoufakis. En su lugar, quería “una mayor disciplina…Y la eurozona será más fuerte si el grexit la mete en cintura”. Grecia era una molestia que había que expulsar.

¿Por qué? Sobre el papel, uno podría argumentar que el grexit incrementaría los beneficios de las empresas alemanas, pero un resultado de ese tipo era más que improbable, teniendo en cuenta las dificultades generales de recuperar la deuda de una economía en suspensión de pagos; sería más fácil argumentar que al estimular el crecimiento, unas políticas menos restrictivas harían que aumentaran los beneficios. Pero Schäuble estaba pensando a largo plazo. Él creía que el “excesivamente generoso” modelo social europeo se había vuelto demasiado caro y había que deshacerse de él. Incluso aunque Grecia no contaba con un Estado del bienestar tan desarrollado (su tasa de pobreza era superior a la de Alemania y había mayor desigualdad en la distribución de rentas), Grecia tendría que ser sacrificada a fin de evitar el libertinaje. Serviría de ejemplo, sobre todo, a Francia, cuyo generoso sistema de bienestar tenía que ser repensado, en su opinión.

Tras cinco meses de negociaciones inútiles, en junio de 2015, finalmente Grecia dio marcha atrás en su intento por obtener una reducción sustancial de la deuda. Ante el temor de que se produjera un pánico bancario, el Gobierno cerró los bancos. Tsipras sometió la última oferta del Eurogrupo a referéndum: ¿aceptar o rechazar? El resultado de la votación, que tuvo lugar solo una semana después de que se anunciara, fue de sesenta y uno contra treinta y nueve a favor de rechazarla. Varoufakis quería que el Ejecutivo recurriera a la opción de la suspensión de pagos y, si las autoridades expulsaban a Grecia de la eurozona, improvisarían una nueva moneda a través del sistema impositivo. Pero sus compañeros habían perdido el coraje. Ignoraron el referéndum, tiraron para adelante, aceptaron otro acuerdo más de austeridad y Varoufakis presentó su dimisión. Actualmente, Grecia sigue todavía soportando una enorme carga de deuda. La economía ha dejado de contraerse, pero hasta las medidas más convencionales demuestran que todavía está muy lejos de recuperarse.

Es un relato trágico, en el sentido de tragedia de la antigua Grecia: fallos en la personalidad y la visión del mundo que conducen a lo que parece ser un desastre que podría haberse evitado.

Es un relato trágico, en el sentido de tragedia de la antigua Grecia: fallos en la personalidad y la visión del mundo que conducen a lo que parece ser un desastre que podría haberse evitado. Varoufakis ha sido criticado por débil y traicionero, lo que parece profundamente injusto después de leer su relato. Sus compañeros de Syriza (los que tiraron para adelante y firmaron el acuerdo con medidas de austeridad adicionales) podrían, siendo justos, ser acusados de lo mismo, incluso aunque el país tuviera pocas cartas que jugar aparte de la amenaza de impago. No obstante, hay un conjunto de actores que merecería ser objeto de mayores críticas: los partidos socialdemócratas del núcleo europeo. Los socialdemócratas formaban parte del gobierno de coalición de Angela Merkel en Alemania y ocupaban el gobierno en Francia. Varios de los dirigentes del Eurogrupo, como por ejemplo Dijsselbloem, son teóricamente socialdemócratas y, sin embargo, no hicieron nada para detener el empobrecimiento de Grecia y de los otros PIIGS. En líneas generales, han presidido o consentido la escalada del neoliberalismo en toda Europa, lo que ha dado como resultado un aumento de la polarización económica y de la pobreza, que después ha contribuido al presente auge de la extrema derecha.

Varoufakis, por su parte, ha pasado a un nuevo proyecto: la “democratización” de la Unión Europea. Un elemento central de su plan sería elegir gobiernos dispuestos a disputar la ortodoxia financiera mediante un método que él denomina “desobediencia constructiva”. Considera que este enfoque deliberante es preferible a reventar la UE y batirse en retirada hacia nacionalismos enfrentados. Es un objetivo loable, pero parece bastante remoto. Con todo y eso, al igual que sucedía con la amenaza del impago, no es sencillo vislumbrar ninguna otra opción que pueda dar origen a reformas significativas en la Zona euro, sobre todo cuando vemos cómo las fuerzas de la derecha nacionalista siguen ganando terreno. Por eso, además de proporcionar una magistral narración de la crisis de deuda griega, Adultos en la habitación sirve para brindar un argumento sumamente necesario para reactivar el internacionalismo humano.

----------------------------------

Este artículo se publicó en inglés en The Baffler

CTXT está produciendo el documental 'La izquierda en la era Trump'. Haz tu donación y conviértete en coproductor. Tendrás acceso gratuito a El Saloncito, la web exclusiva de la comunidad CTXT.

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Doug Henwood (The Baffler)

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí