1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

FREDY MASSAD / CRÍTICO DE ARQUITECTURA

“Vivimos narcotizados por ideas blandas y zombis que siguen retornando con la etiqueta de ‘nuevas’”

Andrés Carretero 23/03/2018

<p>Autorretrato de Fredy Massad.</p>

Autorretrato de Fredy Massad.

Cedida por el entrevistado

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

CTXT necesita un arreglo de chapa y pintura. Mejorar el diseño, la usabilidad… convertir nuestra revista en un medio más accesible. Con tu donación lo haremos posible este año. A cambio, tendrás acceso gratuito a El Saloncito durante un mes. Aporta aquí

Entre los libros recientes dedicados a reflexionar sobre el estado de la arquitectura a nivel global, Crítica de choque (Bisman Ediciones, 2017) supone un libelo de urgencia que dedica una atención especial a la actualidad Iberoamericana. Conversamos con su autor, el profesor, crítico y polemista Fredy Massad (Buenos Aires, 1966), un rara avis que persiste ensayando una crítica frontal contra la constante positividad del espectáculo –en continuidad con su labor como articulista en ABC, compilada en La viga en el ojo. Escritos a tiempo (Ediciones Asimétricas, 2015)–: la salud de la crítica, la autoconstrucción de la identidad mediática, la arquitectura en tiempos de “austeridad”, la extensión de categorías políticas en el discurso arquitectónico o los modos de acción y reacción ante la realidad presente. 

Si la escritura y la industria editorial son el espacio por excelencia de la crítica, usted señala la década de los años setenta del siglo pasado como el inicio del proceso de mercantilización de la cultura arquitectónica. ¿Cuál es el legado de la revista moderna, ideológicamente posicionada? 

No descubro nada si afirmo que estamos sufriendo un periodo de pobreza cultural que, según mi punto de vista, ha sido causada por una democratización que ha nivelado hacia abajo. La arquitectura, como expresión cultural, no ha escapado a esto.

En estas últimas décadas se ha producido un retroceso que costará mucho desandar. No creo que el factor fundamental de este proceso de degradación haya sido el paso de lo analógico a lo digital sino más bien un vaciado cultural consecuencia de una globalización mal gestionada. Un problema generado desde las bases de la educación y que ha producido una sociedad más perezosa, menos activa e intelectualmente ambiciosa. La formación universitaria se encuentra cada vez más empobrecida y esto no sólo ha de achacarse a los nuevos alumnos sino a la precariedad en que se encuentran los docentes y la mercantilización de la educación. 

Dicho esto, y centrándome en su pregunta, tampoco soy partidario de pensar que todo tiempo pasado fue mejor. Los críticos de antaño exhibían una posición en muchos casos elitista y presuntuosa, hablaban exclusivamente para un determinado sector público y, como hoy, tenían marcadas filias y fobias. Sin embargo, si uno echa la vista atrás, comprueba que existía un pensamiento crítico basado en una sustancia intelectual más sólida y autoexigente, y también unos receptores, minoritarios pero con una formación cultural más consistente. Las publicaciones que van del periodo de posguerra hasta finales de los años setenta contaban con editores con compromiso y voluntad de transmitir ideología y pensamiento, de participar activamente en la construcción de un proyecto cultural y social. 

Hoy en día, la posición del editor es sumamente delicada y, con frecuencia, cuestionable. Seguramente, en gran medida, porque actualmente todo ha de ser lúdico, divertido, inmediato. La cultura del esfuerzo, al igual que la del ocio, han decaído a causa de la hegemonía de la figura del emprendedor: un modelo de personaje nefasto, que solamente busca resultados materiales a corto plazo y ha de contribuir a la producción veloz e incesante de información para consumo. En este contexto, los medios “de papel” especializados en arquitectura son un elemento en vías de extinción, porque no han encontrado formas para competir eficazmente, y sin perder rigor, con la velocidad de los medios digitales. Y las publicaciones digitales carecen de trascendencia porque, en su mayor parte, están guiadas por una idea de negocio y carecen de cualquier aspiración intelectual. Tengo constancia de proyectos de publicaciones digitales que aspiraban a ofrecer contenidos con rigor y calidad, pero que fracasaron por falta de público potencial. En Internet, se buscan resultados inmediatos, de ahí el triunfo de publicaciones como Dezeen o Plataforma Arquitectura, que desde la absoluta superficialidad e inanidad de sus contenidos satisfacen esa ansia contemporánea por obtener información con rapidez y experimentar un deleite estético inmediato.

si uno echa la vista atrás, comprueba que existía un pensamiento crítico basado en una sustancia intelectual más sólida y autoexigente, y también unos receptores, minoritarios pero con una formación cultural más consistente

El legado de la revista moderna habría de ser esencialmente aquella idea de compromiso con la construcción de la sociedad para que la propia publicación actuara como herramienta de análisis e incluso de resistencia. Una consciencia que incitara a tomar un auto-compromiso estricto con la práctica de la crítica y reflexión sobre la arquitectura a aquellos que la ejercieran. De todas maneras, soy bastante pesimista y dudo que estos factores vuelvan a ser los motores de las publicaciones dedicadas a la arquitectura.  

Mantiene una actitud de resistencia frente a la “dictadura de la positividad” del entorno social contemporáneo −en particular aquella que se auto-reproduce en el medio digital−, a la vez que reivindica abiertamente la negatividad ante lo que considera una desactivación generalizada del pensamiento crítico. ¿Cómo valora el uso indiscriminado de la palabra “crítica”, que vuelve una y otra vez como fetiche en prácticas diversas, como la comunicación o los programas de postgrado?

Parto de la premisa de que el pensamiento crítico en general, y la crítica de arquitectura en particular, están atravesando un momento paupérrimo. Y, como usted señala, es  paradójico ver cómo, a pesar de esta debacle de la crítica entendida como una práctica inquisitiva, independiente y en constante auto-cuestionamiento del pensamiento, el término pulula actualmente, convirtiendo esta saturación en trivialización. 

Proliferan congresos y posgrados en los que se confunde “crítica” con “comunicación mediática” o “producción de entretenimiento”, algo que no hace más que corroborar este momento de ruina y de huida hacia adelante eludiendo una reflexión severa sobre el estado de las cosas. 

Otro síntoma de la desaparición de la crítica como tal  es la proliferación en los medios de opinólogos hooliganizados que, a sueldo o a cambio de prebendas, defienden el pensamiento único del grupo o ideología a la que sirven, y desde las indicaciones de los formatos de espectáculo desde los que estos mensajes son emitidos. De esta manera es imposible mantener cualquier diálogo porque ya se parte de posiciones tomadas a priori y totalmente blindadas, no hay ninguna posibilidad de intercambio fecundo. 

En esta pauperización cultural, la enseñanza se ha dirigido a construir un ser sumiso, proclive a ponerse bajo el paraguas de ideologías fútiles y tendientes también a la credulidad, que termina transformándose en fanatismo y en el ninguneo o ridiculización del discrepante. De esta manera, se facilita la construcción de personajes cada vez más vacíos que, a mi parecer, son fácilmente desmontables pero que la mayoría se obstina y congratula en celebrar. Y creo que en esto juega un papel fundamental la idea de positividad. La positividad es perversa porque abre la posibilidad al narcisismo y vitupera el antagonismo, en lugar de considerarlo indispensable. La positividad hace que el Otro desaparezca, y así el personaje narciso sólo mira de una manera positiva a su propio reflejo. 

En Crítica de choque le dedico un capítulo a lo que gira alrededor de un personaje como Alejandro Aravena, porque entiendo que es una constatación clara de esta paradoja sobre el estado de la crítica. Si uno analiza a fondo la obra arquitectónica de Aravena en ELEMENTAL se puede comprobar que es un proyecto que parte de un interés totalmente personal y narcisista, pero que se vale astutamente de un discurso dirigido al gusto del esnobismo solidario primermundista. En ese discurso hay un componente de supuesta solidaridad, preocupación por el desfavorecido, voluntad de equidad social… Esto reconforta a determinado público que decide creer a pies juntillas la autenticidad de ese discurso y adoptarlo como un dogma de fe, que además suena como una forma decente de hacer negocio. No obstante, si uno rasca ese mensaje cargado de optimismo y lo confronta con la realidad de la obra construida, se encontrará con que no es más que un espejismo de retórica melodramática, de falsedades que el establishment, por motivos que es preciso deducir, ha convenido en no desmontar. 

Creo que la negatividad es hoy una herramienta necesaria para el pensamiento crítico pero, a la vez, es importante ser consciente de ella porque se puede caer en la trampa de que se la acabe utilizando como otra forma de esnobismo.

Siguiendo a Lipovetsky y Serroy, identifica la figura del arquitecto como “operario artístico” del capitalismo, estableciendo una continuidad entre el genio modernista y el arquitecto estrella contemporáneo, autoconsciente y narcisista, que en todo momento está performando su identidad. ¿Son estas estrategias de seducción dispositivos exitosos en la producción de deseo de los futuros trabajadores?

Hace unos meses, ArchDaily informaba con entusiasmo de que Norman Foster había abierto una cuenta de Instagram y que, pese a ser un octogenario, su Instagram gozaba de más éxito que el de Bjarke Ingels.  No es una anécdota trivial sino un hecho a través del que se ilustra el estado en que nos encontramos. En primer lugar, la mayor parte de los medios especializados en arquitectura –sean digitales o analógicos– están banalizando cada vez más descaradamente sus contenidos, poniéndose a la par de la prensa rosa y amarilla, centrándose en este tipo de detalles absolutamente frívolos (promovidos por sus propios protagonistas) y alejando radicalmente la arquitectura de su dimensión intelectual y de toda posibilidad de lectura pragmática del sistema. Esta posición cómoda e insustancial, que se ofrece para la fascinación y la diversión, es completamente improductiva.

Ahí está Foster: un arquitecto con una trayectoria reconocida pensando que para no desaparecer, tal vez guiado también en gran medida por su propio ego, decide tomar presencia en Instagram, cual influencer

Ahí está Foster: un arquitecto con una trayectoria reconocida pensando que para no desaparecer, tal vez guiado también en gran medida por su propio ego, decide tomar presencia en Instagram, cual influencer. No se puede permitir quedarse fuera de las leyes que imponen hoy las redes sociales. Este exhibicionismo tiene una finalidad tanto narcisista como mercantilista. Foster está atrapado en un juego que le permitirá seguir en el escaparate cosechando adulación, y que, según mi punto de vista, es totalmente contraproducente para la credibilidad de alguien que en algún momento fue un arquitecto de interés. 

 

La transición entre generaciones está siendo cada vez más veloz. Existe pánico a envejecer, a quedarse obsoleto, algo que me parece estúpido. Creo que uno debe estar en el lugar de su vida que le corresponde. Pero a través de estas estrategias de marketing se intenta empatizar descaradamente con la generación millennial, y sí, seguramente, tratar de seguir apuntalando los pedestales basados en el carisma (o ficciones de carisma) desde los que figuras del star-system como Foster han ejercido su poder.

En su argumentación destaca el rol del storyteller, el narrador o cuentacuentos teorizado por Nicole Aschoff, que a través de su autoconstrucción como personaje mediático y la inflación del discurso, consolida las inercias de acumulación de riqueza del sistema capitalista.      

El planteamiento del storyteller que ofrece Aschoff en su libro The New Prophets of Capital describe a un tipo de personaje clave en el mundo actual. Son esos influyentísimos gurús, supuestamente revolucionarios y que se presentan como progresistas, que poseen claras e inmediatas soluciones para las problemáticas sociales más acuciantes. Aschoff disecciona a figuras como Bill Gates, Oprah Winfrey o Sheryl Sandberg y cómo a través de sus relatos de superación personal tratan de inspirar a los individuos comunes a ‘hacer un mundo mejor’. Como recalca Aschoff, recordando que estos personajes son siempre individuos que pertenecen a la élite, sus relatos, siempre anclados en lo positivo, marcan los términos del debate, se tornan  hegemónicos y devoran a las historias que desafían al statu quo

La mayor parte de quienes hoy se denominan críticos han terminado ejerciendo el papel de cronistas de los relatos que esos gurús o sus asesores de imagen manufacturan. Lejos de ser analistas e intérpretes de la realidad, se han decidido a construirla y seguir alentando ficciones que desemboquen en la positividad acrítica. Las ideas son reemplazadas por historias cotidianas, maximizadas, que pretenden transformar lo vulgar, lo común, en algo extraordinario. Los personajes huecos se visten con historias para satisfacer el deseo de identificarse con esos ‘héroes’, sentir la posibilidad de ser también algún día un triunfador a esa altura. 

Identifico específicamente a Alejandro Aravena con ese modelo de gurú construido en base al story-telling que define Aschoff: un individuo aparentemente revolucionario pero tras cuyo proyecto únicamente se halla una forma de filantrocapitalismo con la que consolidar los procesos de funcionamiento del neocapitalismo. 

Como comentábamos en la pregunta anterior, el personaje ha sobrepasado a las ideas (ya de por sí muy primarias).  Esto no es una circunstancia exclusiva de la arquitectura.  El mundo de la política, de la cultura… están hoy repletos de personajes vacíos erigidos a partir de narrativas y épicas. 

Suelo usar como ejemplos de la necesidad de una narrativa individual en el escenario de la arquitectura contemporánea a dos personajes que, a priori, pudieran parecer esencialmente antagónicos pero que son, a mi parecer, el anverso y reverso de una misma moneda: individuos que se han constituido en arquetipos de esta farándula generada para y desde los medios. Dos individuos que narran su vida para erigirse en modelos referenciales para todo un sistema. Aravena como el prototipo del sudamericano sensible a las problemáticas y que logra triunfar pese a las supuestas carencias de su entorno; e Ingels, un neocapitalista sin complejos, que disfruta presentándose como una especie de híbrido entre Peter Pan y Leonardo di Caprio en The Wolf of Wall Street, y que en el documental Big Time se regodea en narrarse como una suerte de genio de tintes pseudorrománticos, que quizá pueda morir joven, en la cúspide de su carrera.

Otro ejemplo lo brinda Rem Koolhaas, cuyo pensamiento está cada vez más cerca de los libros de autoayuda y que, como Foster, aun siendo un arquitecto consagrado, tiene la obsesión de perpetuarse, ser un referente de la cultura universal. En el documental REM, dirigido por su propio hijo, vemos a un hombre ya carente de ideas y desconectado de la realidad a ras de suelo, obsesionado hasta la ridiculez por autoconfirmar su grandeza.

El mundo de la política, de la cultura… están hoy repletos de personajes vacíos erigidos a partir de narrativas y épicas

No obstante, la construcción de narrativas que suplan a la reflexión crítica hoy no es sólo patrimonio de la arquitectura denominada espectáculo. También el autoproclamado anti-espectáculo está construido a través de otorgar un valor de contraparte a otros personajes que han decidido posicionarse en la vereda opuesta, pero persiguiendo los mismos fines de prestigio y poder. 

Traza una genealogía precisa de “la arquitectura de la austeridad” bajo el paradigma de lo social, donde la explotación conceptual de la periferia, la mezcla de paternalismo y neocolonialismo todavía lastra la mirada occidental, su intervencionismo sobre las áreas más desfavorecidas del planeta. Me interesa en particular su visión de la situación en Iberoamérica, siendo un crítico de origen argentino asentado en Barcelona desde hace décadas.

La mirada paternalista y la intencionalidad neocolonista han sido muy fructíferas para el primer mundo y para las elites dominantes iberoamericanas, pero se ha basado en una realidad reductiva, que no se condice con la heterogeneidad de la zona. Esto con toda seguridad no sólo sucede con Iberoamérica sino que está también sucediendo con la lectura que se hace de África, otro terreno que también ha sido abonado por esta posición neocolonial. Michel Houellebecq escribe que África es para Europa un lugar para el sexo y el negocio, algo que el cineasta austríaco Ulrich Seidl ilustra a la perfección en el episodio Amor de su trilogía Paraíso o, más recientemente, en Safari. 

La búsqueda de experiencias ‘exóticas’ y de nuevas vías de negocio no es una novedad en la arquitectura ni está directamente relacionada con la recesión europea. A principios de este siglo, Koolhaas escenificó su fascinación por la precariedad, el caos y la pobreza en Laos. La generación de neomisioneros actual (que encarnan la nueva tendencia arquitectónica hegemónica que el sistema erigió a partir de 2008 como reacción contraria a la arquitectura del espectáculo y la opulencia) buscan trascender a través de esa supuesta cooperación en países llamados ‘en vías de desarrollo’. La han transformado en una fuente de reconocimiento, autocomplacencia y negocio, convirtiendo en caridad y limosnas la posibilidad de contribuir genuinamente al desarrollo, como una supuesta expiación del exceso primermundista. 

Pero volviendo a Iberoamérica, probablemente el caso más flagrante como confirmación de ese paternalismo torticero primermundista fuera  la concesión del León de Oro de la Bienal de Arquitectura de Venecia al proyecto de investigación de la ocupación del Centro Financiero Confinanzas (o Torre David) en 2012. El proyecto no era sino una glamourización obscena de la pobreza, y el galardón delató a las claras la ignorancia y miopía de los esnobs europeos respecto a las realidades políticas y sociales.  

Más lamentable me parece aún que gran parte de esta sublimación buenista de la ‘pobreza’ y ‘lo austero’ provenga de la izquierda, que termina arrogándose ese papel de paternalismo inmovilista

Más lamentable me parece aún que gran parte de esta sublimación buenista de la ‘pobreza’ y ‘lo austero’ provenga de la izquierda, que termina arrogándose ese papel de paternalismo inmovilista.

Es absolutamente necesario hacer un verdadero análisis sobre la arquitectura hecha en la región, que es mucho más compleja y seguramente contradictoria a fin de combatir esta venenosa homogeneización trivial, que considero fundamentalmente un producto de exportación elaborado para complacer a la pedantería académica del norte del mundo, absurdamente hambriento de novedad y ‘exotismo’. 

En este sentido, centra sus críticas en cierta élite latinoamericana formada en la academia estadounidense que, según usted, instrumentaliza la desigualdad social de la región mediante la estetización de la pobreza.

El mundo desarrollado, o mal llamado primer mundo, construyó una imagen de Iberoamérica ligada a la precariedad, el voluntarismo, el caos… Esto no es sólo responsabilidad de las clases bienpensantes del primer mundo sino también de algunos miembros de las elites iberoamericanas, quienes pensaron que potenciando esos conceptos, sumados al victimismo, les permitiría introducirse en el vacío producido por la recesión del 2008. 

La estetización de la pobreza se ha convertido en un modus vivendi, en un reclamo, en un negocio. Sí es cierto que se ha simulado un cambio de paradigma, una simulación necesaria ante el descalabro provocado por la crisis de 2008. Cuando el punto de observación viró y se fascinó con esa precariedad, los arquitectos iberoamericanos miembros de esta elite pasada por las universidades estadounidenses se pusieron en primera fila, dejando atrás o desenfocados a arquitectos que estaban trabajando a pie de obra y construyendo una arquitectura de genuino compromiso social. 

De nuevo, el espectáculo se posicionó desde una forma más perversa usando la preocupación por el desfavorecido en mercancía y de esa forma evitando que la balanza se equiparase, y estos arquitectos pasaron a ser parte activa de ello. 

en Europa no hay gran interés por ver la cara desarrollada de un país iberoamericano sino que se prefiere perpetuar la imagen de pobreza y esa visión sesgada y homogénea del arquetipo de lo latinoamericano que se encuentra en el inconsciente colectivo

Hace unos meses estuve en Ambato (Ecuador), donde asistí al estreno del documental Hacer mucho con poco producido por el colectivo Al Borde y dirigido por Kliwadenko Novas. En él se ofrecía una intencionada lectura de la arquitectura que se construye hoy en Ecuador, haciendo hincapié en esa visión empobrecida y voluntariosa de la arquitectura del país. Se omitía deliberadamente toda la buena arquitectura contemporánea que se está construyendo también allí. Obviamente, la intención era producir un documental destinado a agradar y sorprender en Europa y Estados Unidos. En el debate posterior a la proyección dije a los miembros presentes de Al Borde que el documental, indudablemente muy bien hecho,  iba a ser muy bien acogido en Europa porque aquí no hay gran interés por ver la cara desarrollada de un país iberoamericano sino que se prefiere perpetuar la imagen de pobreza y esa visión sesgada y homogénea del arquetipo de lo latinoamericano que se encuentra en el inconsciente colectivo. 

En su libro se sirve de categorías políticas para articular el discurso, lo que puede dar lugar a metáforas o malinterpretaciones intelectualmente enriquecedoras: establishment oligárquico, neoliberalismo, o populismo, entre otras. Ésta última, profundamente discutida y empleada, la usa únicamente con un significado peyorativo; me pregunto qué respondería a algunos de sus detractores que, tal vez, gustarían de identificarle bajo la etiqueta de crítico populista

Crítica de choque parte de la intención de escribir un libro de crítica donde ésta no se transforme en una simple cuestión retórica sino abordarla desde el punto de vista de su propia puesta en práctica. Siempre trato de efectuar una lectura de la arquitectura situándola dentro de la cultura y la sociedad actuales. Es imposible e incorrecto, en mi opinión, separar el acaecer y el pensamiento arquitectónico de la realidad social y política. El libro transmite una lectura totalmente personal de nuestro presente desde esa premisa. 

Entiendo las reticencias que pueden suscitar determinadas palabras ya que hoy en día muchos vocablos están siendo bastardeados, sin duda con la intención de manipularlos, de llevarlos a un lugar en el que no signifiquen nada, ni tengan valor pero sirvan como eslogan. Fíjese en lo que está haciéndose hoy con conceptos como ‘censura’, ‘represión’, ‘dictadura’, ‘exilio’…

La idea de política relacionada con la arquitectura, y seguramente en todos los ámbitos, se ha transformado en una constante performance, tan estéril como autocomplaciente. Desde posicionamientos supuestamente radicales, lo único que se ha hecho es acariciar al sistema, terminar siendo el bufón de lo establecido. 

En el libro, uso el término populismo de manera totalmente peyorativa porque pienso que, a pesar de que los populismos hayan resurgido con fuerza, lo entiendo como una concepción totalmente anacrónica. En el libro cito al periodista argentino Miguel Wiñazki, una de las personas que creo que mejor ha entendido qué es el populismo hoy, y concretamente el populismo iberoamericano, del que beben los neopopulismos surgidos en la Europa de la crisis. Wiñazki plantea, y coincido, que “el populismo y el neopopulismo son una religión en la que los feligreses deben arrodillarse frente a un líder”.

A los que quisieran tildarme de ‘crítico populista’, les diría que justamente me siento en la vereda contraria. El populismo, según mi punto de vista, se sustenta en una cuestión totalmente sentimental y la visión que intento defender es pragmática y apela a la independencia de criterios, no a la adherencia pasional a un pensamiento monolítico. Usando un simple juego de palabras, podría hasta sugerirles que lo que hago es impopular, en modo alguno aspira a la popularidad

Su posicionamiento, que reclama lo improductivo, lo radical, incluso lo reaccionario −citando a autores como Christopher Lasch−, tiene voluntad de emergencia. Aún siendo conscientes del carácter constructivo implícito en toda negación, ¿hasta cuando postergar la no menos urgente visibilidad de las prácticas, colectivos o situaciones con la potencia suficiente como para constituir otros paradigmas? 

El título del libro es completamente intencionado. Desde el libro no intento de ninguna manera promulgar dogmas de fe, sino reivindicar que el crítico hoy debe tomar una posición beligerante. Mi intención es expresar una posición firme, vehemente, y enfrentar los problemas de cara. Desestabilizar. Reivindico la intolerancia hacia las posturas ambivalentes, las posiciones buenistas y victimistas. Ataco el hecho de que algunos críticos (o, mejor dicho, especialistas en marketing) hayan tomado las riendas del discurso arquitectónico.  

Admito que mi posición puede ser reaccionaria, pero se trata de una respuesta contra un entorno cada vez más narcotizado por las ideas blandas y las ideas zombis, que aunque muertas u obsoletas siguen retornando periódicamente con la etiqueta de ‘nuevas’. 

Evidentemente es necesario reconfigurar la profesión, tomar una verdadera posición de compromiso y una crítica que escanee la realidad en lugar de aplaudirla indiscriminadamente. Estos cambios son imprescindibles, aunque creo que en este momento son difíciles de concretar. El cambio debería nacer de la universidad, tantas veces acomplejada dentro de la propia academia, que termina aceptando cualquier tipo de circo como innovación en lugar de asumir una posición de resistencia. 

Ha de activarse un cambio. La figura del arquitecto todopoderoso se ha autorridiculizado durante la hegemonía del star-system, aunque haya algunas excepciones, pero no estoy seguro de que la solución esté en manos de las prácticas colectivas. Creo que el ser humano es individualista por naturaleza y esa idea romántica de lo colectivo o participativo está casi siempre condenada al fracaso. Es seguramente más importante buscar modelos individuales basados en el respeto y la colaboración que permitan hallar fórmulas con las que se redefinan unas bases intelectuales y éticas para la arquitectura. 

CTXT necesita un arreglo de chapa y pintura. Mejorar el diseño, la usabilidad… convertir nuestra revista en un medio más accesible. Con tu donación lo haremos posible este año. A cambio, tendrás acceso gratuito a El...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Andrés Carretero

Andrés Carretero (1986) es arquitecto y crítico. Su práctica abarca una concepción expandida de la arquitectura atravesada por el arte, la teoría y lo político. Co-fundador de MONTAJE – infraestructura cooperativa de producción arquitectónica y co-editor de Materiales concretos.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

3 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. c

    la realidad y las soluciones basadas en analisis sintesis reflexion etc no es populismo es pensamiento critivo el populismo son arengas sensacionalistas y viscerales , miedo, odio, que se lanzan para que no se vea la realidad Populismo es AR y La griso, Cs , etc es el pensamiento unico que intentan imponernos con fakes

    Hace 6 años

  2. Iñaki

    Leí hasta lo de la cultura del esfuerzo... Cuando esta se reivindica sin más, sin hacer constar que refiere a ese sobreesfuerzo que han de hacer aquellos que desde las clases más bajas para obtener alguna clase de reconocimiento por las clases más altas... reivindicarla sin más significa justificar esas diferencias. Y no. Ni son justas ni son justificables. Son explicables. Y eso es lo que no hacen la mayoría de críticos. Y la razón, no es otra que el haberse convertido en cómplices de esas clases más poderosas. Bufones al fin y al cabo...

    Hace 6 años

  3. Gus

    Interesantísimo. Por favor pongan un botón para compartir los artículos en twitter!

    Hace 6 años

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí