CASPER KLYNGE / EMBAJADOR TECNOLÓGICO DE DINAMARCA
“Es necesaria una coalición de países capaz de influenciar a las grandes tecnológicas”
Manuel Gare 30/05/2018
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Casper Klynge (Gentofte, Dinamarca, 1973) es el embajador tecnológico de Dinamarca, un puesto pionero con el que el país nórdico ha abierto la puerta a las relaciones diplomáticas con empresas tecnológicas. Un tira y afloja entre los intereses daneses y la acción de Facebook y compañía que pretende establecer un mayor control sobre los efectos que tales empresas ejercen en nuestro día a día: desde regularizar el pago de impuestos en territorio europeo a establecer políticas de protección de datos.
Aunque no deja de sorprender que un país precise de diplomacia para seguir el ritmo a los avances tecnológicos, quizá el papel que Klynge empezó a desempeñar en 2017 sea ahora imprescindible. Por entonces, el escándalo de Cambridge Analytica aún era lejano, como lo era el debate que se cierne hoy sobre el tratamiento de los datos y la privacidad de usuario. No lo era, sin embargo, el papel clave que las grandes empresas tecnológicas llevan años desempeñando en nuestra sociedad, condicionando la manera en que vivimos y nos relacionamos.
En esta entrevista concedida a CTXT por teléfono, Klynge define su trabajo como “similar al de cualquier otro embajador alrededor del mundo. La única diferencia es que yo me relaciono con empresas tecnológicas. Es decir: somos una plataforma diplomática al servicio de la política para comunicarse con esas empresas”. Un día se trata de “temas de impuestos, otro de tecnología relativa al transporte y al tercer día de investigación criminal y acceso a la información”. El primer año de trabajo de Klynge podría resumirse, pues, en esa normalización de la tecnología en múltiples aspectos de nuestra vida y, por otra parte, en construir relaciones con las empresas tecnológicas.
“Con algunas empresas es muy fácil trabajar porque entienden de qué va esto, mientras que con otras ha sido bastante complicado”, explica. Klynge, respaldado por su experiencia previa en la embajada de Yakarta (Indonesia), ejemplifica esa dificultad como “parte del juego diplomático” y asegura que, en su anterior trabajo, le era más fácil conseguir una reunión con el presidente danés que con algunas empresas de Silicon Valley. “Creo que esto es una muestra del nuevo orden mundial y de por qué estamos haciendo esto y otros países lo harán en el futuro”.
No se trata solo de Silicon Valley (donde se sitúa la oficina central de la embajada), en cualquier caso. Las operaciones que Dinamarca lleva meses desempeñando en lo relativo a la diplomacia tecnológica se reparten entre Copenhague, Pekín y próximamente Nairobi. Aunque es cierto que “algunas de las grandes tecnológicas están ganando una gran influencia a escala global”, esa tendencia a relacionar el trabajo de Klynge con Google, Amazon, Apple y compañía es errónea. “Trabajamos en la misma medida con pequeñas startups europeas y danesas, en busca de las nuevas tecnologías que vienen, identificando cómo esas tendencias pueden llegar a influenciarnos”, dice. Se trata de tecnologías que supondrán “grandes oportunidades” pero que también conllevarán cambios en la “regulación y legislación actual que nos pondrán a prueba”.
El embajador tecnológico de Dinamarca hace hincapié en el hecho de que el trabajo que están haciendo va dirigido a “poner a los países por delante de las empresas, y no al revés”. Lo que Klynge y su equipo hacen es, en esencia, “tratar de influenciar a esas empresas y de promover los valores que creemos que son los correctos: pago de impuestos, respeto de los derechos humanos y protección al consumidor”. Con ello, pretenden que las empresas se muevan en “una dirección consistente con respecto a cómo creemos que debe funcionar el mundo, al mismo tiempo que nos aseguramos de que sus responsabilidades están a la altura de su posición global”.
Los países que den un paso al frente serán los líderes del futuro
El robo de información en Facebook ha sentado un precedente peligroso, a la par que revelador: el de un mundo en el que las empresas tecnológicas comercian constantemente con datos de sus usuarios. “Es algo de lo que estamos hablando no solo con Facebook, sino con otras empresas: cómo van a prevenir que esto vuelva a suceder”, apunta Klynge, quien cree que el caso de Cambridge Analytica no será el último: “Veremos nuevas filtraciones de datos personales y nuevos intentos de influenciar a personas y elecciones democráticas”. Ahora, con el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) de la Unión Europea, las propias empresas tecnológicas están tomando consciencia del cambio de rumbo. Aún así, “no estamos donde nos gustaría estar, aún hay mucha resistencia y necesitamos seguir presionando”.
Si la nueva regulación europea es suficiente o no, el tiempo lo dirá, pero de momento “es lo mejor y lo único que tenemos”, afirma. La realidad es que, con la RGPD, la Unión Europea “está marcando el ritmo mundial en el campo tecnológico. Se trata de una legislación muy importante que básicamente dice que si una empresa quiere usar tus datos debe recibir tu consentimiento antes”, argumenta Klynge. “Creo que es un principio fundamental que la Unión Europea está estableciendo: que los datos pertenecen a quien los produce, y no a la empresa solo porque tengan las plataformas que almacenan dicha información”.
Klynge espera que más países sigan los pasos de Dinamarca: es una tarea que necesita de la complicidad de otros territorios. Las empresas “son extremadamente grandes, y un país como Dinamarca no puede presionarlas solo. Es necesaria una coalición de países capaz de influenciar a las grandes empresas tecnológicas y de tomar las riendas del desarrollo mundial”. No solo eso: la tecnología promete marcar nuestro porvenir, definiendo qué países “serán los verdaderamente poderosos”. Se trata de temas que pueden parecer “un poco lejanos de nuestro día a día, pero que al fin y al cabo pasan por proteger la democracia, la libertad, los derechos humanos o la igualdad de género. Son asuntos muy relevantes, y necesitamos que más países se centren en ello”. Pero, ¿estarán los países a la altura de las circunstancias? “Puedes agachar la cabeza y pretender que el mundo no es tal y como es, o puedes trabajar de forma proactiva para tratar de influenciar el futuro en la dirección que crees que es la correcta”, responde.
¿Qué dice eso de nuestro futuro? Para Klynge, la tecnología tendrá un gran impacto en nuestras vidas, con consecuencias tanto positivas como negativas. “Soy optimista, creo que la tecnología traerá más oportunidades y mejores cosas para la gente: menos trabajos duros, mejores servicios sanitarios, un mayor crecimiento económico... Por supuesto, también entraña riesgos y grandes cuestiones que cada país debe vigilar de cerca”, afirma. A la pregunta de si debemos asumir esos riesgos, el embajador danés responde con contundencia: “No nos da miedo el futuro, no nos dan miedo las nuevas tecnologías, no nos dan miedo las empresas tecnológicas, ni siquieras las norteamericanas. Si hay algo que nos ha enseñado la historia es que no puedes parar el desarrollo de la tecnología”.
Como parte de este debate, cabe preguntarse si las nuevas regulaciones permitirán seguir disfrutando de un internet libre al servicio de los usuarios, y no de las empresas o los propios gobiernos. “Es evidente que el enfoque de la Unión Europea y Estados Unidos es distinto en lo relativo a la neutralidad de la red. Europa está trabajando por un internet de acceso libre para todo el mundo, sin importar quién eres ni dónde vives. Y eso es algo en lo que Dinamarca está al 200%”, señala Klynge. Ese espíritu en busca de un futuro mejor es una de las razones por las que, concluye, “tenemos que comunicarnos en Europa y trabajar juntos para defender que nuestros principios son los correctos”.
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Manuel Gare
Escribano veinteañero.
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