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Morente de la A la Z (II)

De Cabales a El Fillo

Extractos del libro ‘La voz de los flamencos’ (Siruela, 2008): una larga entrevista, en cinco tomas, con preguntas de una sola palabra (o dos) al genial cantaor granadino

Miguel Mora 1/08/2018

<p>José Monge Cruz, Camarón de la Isla</p>

José Monge Cruz, Camarón de la Isla

Grañena

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Cabales. Uno de los cantes grandes. Se llama así no porque haya reuniones de aficionados cabales cerca, sino porque en la época de las cabales, el cantaor que no cerraba la siguiriya con la cabal no remataba la noche: el cante no quedaba cabal. Hacía tiempo que no se cantaba, y yo lo empecé a hacer más rítmico, más rápido, con una guitarra diferente y con percusión. Es un cante que siempre exige mucho, en el fondo es una siguiriya, el único cambio real de la siguiriya. Hay que cogerle el truco, pero salir adelante con ella no es fácil. Yo cada vez que vuelvo a hacerla le saco más partido. Tiene vuelo y muchas posibilidades. 

Cádiz. La tierra del arte y del ahe. Tierra de cante. Y con mucha mezcla: humor, gracia, cante grande y letras muy trágicas. Se considera el hogar del humor, pero por debajo vuelan letras de cante jondo muy antiguas y absolutamente tremendas.

Camarón de la Isla. Hizo pasar momentos muy dolorosos con su desaparición. Se fue demasiado pronto. En la garganta tenía el almíbar gitano, lo dulce y lo rancio. Era un gran músico natural, con una intuición asombrosa. Tenía muchos fuertes: el color de la voz, un sentido rítmico extraordinario, un conocimiento del flamenco espléndido. Todo lo que hacía estaba siempre bien colocado, perfectamente cuadrado, y además con inspiración y con duende. No se podía pedir más. Una maravilla. El mundo entero, cuando enfermó, intuyó que se perdía alguien fuera de lo normal. Y ahí empezó la angustia de la gente y se empezó a mostrar más atención hacia el flamenco. Cuando murió, muchos creyeron que iba a pasar como uno más, pero no fue así: su música no ha hecho más que crecer, cada vez va a más. El equipo era imbatible. Paco fue un inmenso productor, y el padre de Paco les animó a cantar la antología entera. Murió sin herederos y dejó una maravilla que no se puede imitar.

Candela. El bar más flamenco de Madrid. Recuerdo la noche que entró Camarón por la puerta de atrás. Miguel, el dueño, echó a todo el mundo de la cueva y pudimos pasar juntos esa noche. Venía con Luis, Carlos y Pepe Habichuela y dos o tres amigos más. Éramos pocos y se podía hablar. Aquella noche habló mucho, cosa rara en él. Fue una noche sana, él tomó Fanta de naranja. No había drogas ni metepatas. Hablamos, cantamos… Las noches sin comunicación, sólo con el ruido de la música, son insoportables. Una copa, una charla, un cante, una guitarra. Fue una noche bonita, estuvimos muy a gusto. El Candela ha sido muy importante porque nos permitió a un montón de profesionales reunirnos, vernos, y empezó a bullir todo y a crecer. Hubo momentos muy bonitos, cada día iba allí gran parte de la profesión, y muchos venían de fuera. Se gestaban discos, conciertos, grupos, colaboraciones… Ketama y La Barbería del Sur salieron de allí; y recuerdo que la llegada de Gerardo Núñez al Candela fue un acontecimiento; esas facultades, esa intuición, ese coraje… Nos quedamos impresionados. Fue una sorpresa. También llegaron Rafael Riqueni, Cañizares, y Sabicas incluso estuvo alguna vez, en la época que grabamos el disco juntos (1990). Es el local más importante para el flamenco de los últimos 30 años; Miguel Candela tiene ese mérito. El Candela es una parte de mi casa.

Caña. Es una soleá compuesta por alguien. Un cante muy bien estructurado, genialmente hecho; hay diferentes formas de cantarla. La Caña del Granaíno, que hice con Manolo de Huelva siendo muy joven, tiene los tercios, las estrofas, muchísimo más largas. Los compases duran casi el doble, los versos se alargan más musicalmente. El polo natural y el polo tobalo son cantes hermanos; las melodías son diferentes, pero van las tres en Mi mayor. Aunque hoy día, como los guitarristas saben tanto, la pueden tocar en cualquier tonalidad. Se ha discutido mucho si son seis “ays” los que hay que hacer. Yo hago cinco en el polo y seis en la caña, que creo que es como está cuadrado. Se suele cantar la soleá apolá como remate. 

Caracol, Manolo. El niño prodigio del Concurso de Granada de 1922. Casi todos los prodigios, o pasan a genios o se terminan. Caracol nunca se acabó. Es uno de los metales más flamencos: una voz ancha, grande, gorda, con velocidad y con pellizco. Un cantaor largo, enorme fandanguero, uno de los más grandes. Pero por siguiriyas, por soleá y por todo a lo que le metía mano salía airoso. Tuvo mala prensa. Era impulsivo, pero yo no conocí a ese Carcacol agitado, siempre lo vi cordial, tranquilo, con educación. Y muy inteligente. Los buenos artistas suelen tener un punto de listos, de inteligentes, aunque hay de todo, claro. Camarón por ejemplo, era muy inteligente; Caracol, Matrona y Marchena, también. A Marchena lo oyes hablar y es un fuera de serie. Caracol además era chaconero, porque el padre trabajó de ayudante con Chacón. Y él lo defendió en el 22 para que ganara.

Caracoles. Una especie de canción antigua que debió de juntar Chacón. Debía ser un pregón y él hizo una creación preciosa.

Cartagenera. Uno de los cantes de más categoría y más difícil ejecución. Es libre, permite al cantaor un lucimiento de voz que algunas veces no es lo mejor de ese cante: para mí lo mejor es el pellizco, la afinación y la expresión artística. Viene del mundo de la taranta, de los sitios de las minas de Levante, y luego pasó al flamenco, donde la mayoría no hemos visto una espiocha ni en pintura.

 

Cojo (Enrique, El). Asombroso bailaor, maestro de baile en Sevilla, lo conocí y le vi bailar, era increíble el arte con que se iba levantando de la silla y se colocaba de braceo, al final se le olvidaba que era cojo, gordo, calvo y medio sordo. Gran artista y gran maestro que ha influido en todo el baile de brazos de mujer sevillano.

Colombiana. Una inspiración, lo que el cantaor imaginó que era el cante de Colombia; una recreación de los cantaores, siempre atentos a lo que venía de América Latina.

Compás. La forma, la técnica de medir el ritmo. Unos lo entienden de una manera, otros de otra, pero es una de las riquezas del flamenco, una forma de medir que no existe en otras músicas, sobre todo cuando hablamos de soleás, bulerías, siguiriyas o tientos… La medida del fandango es más universal, está en la jota aragonesa por ejemplo, pero si la aceleras y le cambias un poco el carácter, te descuidas y te sale una bulería. Ese tipo de juego rítmico existe mucho en el flamenco. El compás es para escribirlo y el tiempo para sentirlo. Hay trabajos perfectamente cuadrados, muy medidos, pero que están sin arte. Hay gente que tiene mucho compás y no es artista. Chocolate cantaba totalmente libre, fuera de los cánones del compás y de la guitarra, y es un artista que ha quedado en la historia. La Paquera no tenía el estilo moderno de la bulería de Jerez, pero mejor que ella no ha cantado nadie por bulerías… Casos y cosas así se dan mucho en el laberinto, a veces confuso, del flamenco. Una prueba más de que en el arte los dogmas no valen para nada.

Córdoba. Una de las ciudades más bellas del mundo y una de las mejores aficiones flamencas de España. A mí el cante de Córdoba siempre me ha gustado. Sus soleares, sus alegrías, sus fandangos, tienen un carácter propio.  El cante de Córdoba es como el bordón grave de la guitarra.

Chacón, Antonio. El más grande compositor de cante que ha habido, seguramente. Tenía la habilidad de coger una cartagenera o una taranta pequeña y hacer un grandioso cante. Lo más importante de él es su capacidad creativa; él es la encarnación del creador flamenco, junto a otros como El Mellizo. El cante ha sido creado por los cantaores, igual que la guitarra la crearon los guitarristas y el baile, los bailaores. La pena fue que el invento de la grabación llegó tarde y nos perdimos a algunos creadores importantísimos, y como el cante no se escribe en partituras, sólo se transmitió oralmente. Sabemos cómo es la música de Mozart e incluso la medieval. La pregunta es si la malagueña del Mellizo se parecerá a la original que él compuso, teniendo en cuenta la anarquía del arte flamenco, las noches ajetreadas e inspiradas, efusivas y generosas, y a veces dolorosas, de esta profesión. Es posible que muchos de los cantes que se achacan a tal o cual autor tengan muy poco que ver con el punto de partida. Chacón sólo grabó una pequeñísima parte de su repertorio, porque una de sus virtudes era su largueza como cantaor. Yo hice 24 cantes suyos, pero él era un gran dominador de cantes sin guitarra y creo que nunca cantaba igual, no se parecía dos noches distintas. Martinetes, siguiriyas, soleás, tonás, romances, de una vez a otra era una historia distinta. En todo caso, todo lo que dejó es sublime.  

Antonio Chacón. 

Antonio Chacón. 

Chekara. Buenísimo músico y violinista árabe con el que tuve una buena amistad profesional y artística. Nos entendíamos muy bien, hablaba un poco de español. La música andalusí y el flamenco coinciden en el sentimiento, pero son dos mundos distintos: nos separa el Estrecho, hay familiaridad y diferencias. La evolución del flamenco es más evidente que la de la música árabe, simplemente porque la música refleja los cambios sociales y los caminos de los pueblos.

Chocolate. Compañero, trabajamos juntos en festivales, y en la compañía de Manuela Vargas; gran cantaor. Siempre nos gustó a todos. 

Dinero. En el flamenco no se ha movido el dinero como en otros géneros. Nunca se ha movido como ahora, pero se ha movido. Los flamencos han estado siempre en ello. La droga del tiempo anterior era el juego. Había muy buenos crupiers y estupendos jugadores de cartas flamencos. Y de lotería. Marchena tomaba una calle de Madrid y le decía a su representante que fuera por la otra acera comprando lotería a los ciegos. Por lo visto le tocó varias veces. Y luego se lo gastaba otra vez.

Duende: una palabra inventada, una invención romántica para no decir pellizco, pero es lo mismo: la inspiración, el corazón, la transmisión.

Escudero, Vicente. No lo conocí, pero me hubiese gustado muchísimo. Era aficionado a cantar pero su genialidad fue la estética que él creó para el baile, sobre todo para el ballet flamenco. Su discípulo y maravilloso artista, Gades, culminó su obra. Fueron dos artistas geniales.

 

España. Siempre en la boca del cante: en los jaleos se decía antes: “¡España-Jerez!”. Claro que yo he llegado a decir hasta “Viva Grecia”. Ya no sabemos dónde estamos, ni lo que comemos. ¡No ha tenido que sufrir nada el flamenco hasta que le ha hecho caso España! Tuvieron que venir de fuera a convencerlos y aun así están dudosos, no le gusta a casi ningún burócrata. Y eso que parece que el flamenco es español. Resulta difícil decir que el flamenco es un arte de perseguidos, pero es verdad que procede de los barrios marginados… Otra figura muy española son los señoritos, pero supongo que habría de todo, con arte y sin arte, igual que en todos los demás oficios. Parece claro que el cante surgió en diferentes ciudades, hace siglos, casi siempre en sitios de mal vivir. En Graná salió en las cuevas y las ventas, Zoraida, El Álamo… Allí se buscaban la vida los cantaores con los señoritos y pasaban cosas graciosas. Le decían al señorito: “¿No tiene usted una foto de su nieto?”. “Aquí tengo una, mire qué cosa más bonita.” Los artistas se pasaban la cartera y sólo le dejaban la foto al pobretico. Pese a todo eso, el flamenco representa a la patria en todo el mundo desde hace muchísimos años. Se exporta mejor que los toros, claro. Ese éxito que tiene fuera a algunos les sigue pesando, cosa que entiendo. Como nunca han convivido en un entorno favorable hacia el flamenco, no se sienten representados.

Fandangos. Un palo muy diverso, ideal para la línea personal de creación: el de La Calzá, El Sevillano, Varea, El Gloria, El Bizco Amate, lo que yo alcancé... Antes estaba muy valorado entre los artistas, como hoy la bulería y los tangos, estaba de moda. Hay fandangos de varios sitios: en Málaga, en Lucena, en el Albaicín y los geniales de Huelva: cientos de personas lo cantan bien, ¡y a veces incluso juntas! Fandangos personales hay menos; porque creadores hay menos. Es de los palos más difíciles. Yo tengo tres o cuatro muy malos personales, soy uno de los últimos fandangueros, pero algunos los ha cantado gente importante [se refiere a Camarón]. Admitiré solamente que como soy muy fandanguero, le he sacado algo de partido.

Farruca. Cante que casi nunca canto, pero que es una belleza, y se ha desarrollado más en el baile y la guitarra: Gades bailó la más bonita que yo he visto. La Niña de los Peines quizá fue la inventora del cante. Aunque mi flamencología es de dudosa fiabilidad.

Farruco. Un fenómeno del baile.

Fernanda de Utrera. El cante por soleá. Una intérprete que va a valer por muchos años, de las expresiones que más me han llegado y me han gustado por ese palo. Hasta el último momento, ella y su hermana decían: “Nosotras no somos artistas”. Una contradicción tremenda, porque cantaron en los mejores escenarios del mundo, a horas fijas y muy formales, y grabaron muchísimo, y todos los profesionales las hemos escuchado para aprender. Más profesionales, imposible. Pero esa idea es genial: no admitían su dedicación profesional. Como si eso le fuera a quitar autenticidad a su arte.

Fillo, El. No tengo ninguna foto dedicada, pero parece que es uno de los padres de la patria. Espero que no cantara como Cagancho, que fue otro de los padres de la patria flamenca y cuando oías sus grabaciones en cilindros te querías poner a llorar. 

Continuará. 

 

 

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Autor >

Miguel Mora

es director de CTXT. Fue corresponsal de El País en Lisboa, Roma y París. En 2011 fue galardonado con el premio Francisco Cerecedo y con el Livio Zanetti al mejor corresponsal extranjero en Italia. En 2010, obtuvo el premio del Parlamento Europeo al mejor reportaje sobre la integración de las minorías. Es autor de los libros 'La voz de los flamencos' (Siruela 2008) y 'El mejor año de nuestras vidas' (Ediciones B).

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