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Morente de la A a la Z (III)

De Flamencólicos a Jaleos

Extractos del libro ‘La voz de los flamencos’ (Siruela, 2008): una larga entrevista, en cinco tomas, con preguntas de una sola palabra (o dos) al genial cantaor granadino

Miguel Mora 8/08/2018

<p>La Niña de los Peines. </p>

La Niña de los Peines. 

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Flamencólicos. Dicen que yo inventé la palabra, pero también se me acusa de otras cosas. Incluye melancólico; cólico; coliflor; alcohólico, y seguramente tiene connotaciones más graves. Viene de flamencólogo, claro, que es una palabra que inventó Anselmo González Climent, un argentino que era buen aficionao. La flamencología es un mundo de hombres apasionados que han hecho una labor por una parte buena, cuando los libros estén bien hechos; porque un libro siempre es importante pero una copia de un libro de otro libro de otro libro es menos importante, ¿no? Lo que ha sucedido es que algunos empezaron a representar la Real Academia del Cante Flamenco y a dirigir los sentimientos de la gente y de los artistas; a decir lo que se tenía que hacer y lo que no, y se perdieron en partidismos, y entonces muchos artistas se aprovecharon para conveniencia de sus carreras personales. Hay trabajos muy válidos y respetables, aunque han contribuido a algunos equívocos. Pero siempre que un género musical tiene muchos libros escritos sobre él es porque merece la pena. ¿No?

Folclore. El flamenco es un arte hecho sin escritura: los guitarristas de hoy siguen aprendiendo de otros guitarristas. Es mejor saber flamenco y música, desde luego, pero antes nadie podía escribirla. “Don Fulano sabe música”, decíamos entonces. Todavía se dice. Admiramos mucho al que ha estudiado la carrera de música; a la inversa no. Por eso siempre hay un tono de superioridad del músico de carrera frente al músico flamenco. Quizá no saben que los códigos nuestros, para aprenderlos, requieren quince años de estudios en Viena, comerse dos o tres membrillos en el pueblo de Beethoven y aun con todo y con eso no lo aprendes. No es por ponernos pedantes, pero los que quieren calificar esto como un folclore no se enteran. Tampoco es un arte popular: quizá a algunos les resulte folclórico, o pintoresco, pero es un arte de profesionales desde hace un par de siglos por lo menos. Lo que pasa es que este arte se ha hecho siempre en los cafés y en los tablaos, la gente iba allí para sobrevivir y ganarse la vida: pero eso está un escalón por encima del folclore, que es una cosa ocasional. Como el tío que sale a tocar la guitarra flamenca no haya ensayado seis horas todos los días, no toca ni dos notas. El cante ha crecido así, el baile y el toque también. Pero la gente prefiere pensar: “¡Qué interesantes estos bichejos, qué graciosos estos andaluces, qué espontaneidad!”. Es en el fondo ignorancia, y la ligazón del flamenco y la copla a la farándula, a la noche y a los señoritos, que es realmente una parte de su origen. Pero coger la zambomba el día de Nochebuena no es lo mismo que tocar por siguiriyas.

Silverio Franconetti

Silverio Franconetti

Franconetti, Silverio. Tampoco tengo autógrafo, pero me gustaría. Otro gran creador. Yo dediqué muchos años a investigar a los antiguos, pero cuando me di cuenta de que otros lo hacían, lo dejé. Ahora cada vez me interesa menos. Me desencanta ver tanta necesidad de inventarse autorías pasadas de cantes para resultar más sabio o más interesante. Dediqué mucho tiempo a eso y ahora ya no me interesa el cante como es ni como dicen que era. Me interesa el cante como no es. Cobitos era un cantaor genial de Granada, y pensaba que cuantos más nombres soltara de cantaores antiguos mejor; yo admiraba mucho eso. Cobitos decía que cantaba la soleá de Antonio el Portugués. Lo grande es que murió con 96 años, llegó a Granada con 14 y sólo fue a Cartagena. ¿Cómo iba a ser aquello de El Portugués? Pero claro, cuanto más exótico el nombre del autor de la soleá, mejor sonaba la cosa...

Gades, Antonio. Llegó tras las compañías de La Argentina, La Argentinita y Pilar López, Carmen Amaya y Antonio Ruiz, y aportó un estilo nuevo, una forma nueva, una iluminación nueva. Un baile nuevo. Lo revolucionó. Todos empezaron a bailar como él. Bailaba con una personalidad tremenda; es sin discusión uno de los mejores artistas de la historia española, a la altura de lo máximo, era fantástico. Enseñó una cosa crucial: que la disciplina, en el baile y la guitarra, es fundamental. El cante es el familiar anárquico del flamenco, aunque tampoco te puedes descuidar. Gades fue de los primeros bailaores que empezó a enarbolar la bandera de la izquierda. Pero quizá fuimos los cantaores los primeros. Menese, Gerena… Mi disco de Miguel Hernández salió antes en México que aquí.

Garfias, Pedro. Un poeta genial, que me recuerda al Ejército, a la frontera, a la guerra civil. Fue jefe de puesto en Aduanas durante la guerra y dejó escaparse a muchos artistas del país. Era comunista y se murió en la acera de la calle, ante la sede del PCE en México; como dijo su poema: “Borracho, tambaleándose”. A veces entraba y rompía los muebles, era el más anarquista de todos. Fue amigo y me parece que maestro de Luis Ríus, cuya mujer, la bailaora Pilar Rioja, todavía va a bailar cada año a Nueva York. Los conocí a todos en México. También a Juan Ibáñez, que era director de cine y amigo de Buñuel, y que puso los nombres de sus películas a los locales: La edad de oro, El perro andaluz... De Garfias y Ríus he cantado algunos poemas. Ni Garfias ni Ríus eran muy conocidos aquí; cuando volví de México y los canté, noté que nadie los conocía. 

Garrotín. Nunca lo he cantado. Es un primo de la farruca, gracioso pero no me ha gustado mucho. Más bien para guitarra y baile, aunque sin despreciarlo.

Granada. Tiene su parte maravillosa, en cuanto a flamenco, muy característica: una forma de cantar única. Carmen Amaya cantaba como las gitanas del Sacromonte. Parece que en el Somorrostro a su familia la llamaban “los gitanos granaínos”. Granada, para lo chica que es, ha dado muchísimo flamenco, grandes baialores como Mario Maya, Manolete o La Yerbabuena, tocaores como los Habichuela, los Maya, los Cortés… Lo digo porque parece que de Córdoba para acá no hubiera flamenco; y si nos descuidamos, va a resultar que el flamenco es de una calle sola.

Granadina y media granadina. La media granadina me recuerda a la media verónica, y pensándolo a lo mejor el nombre viene de ahí. Dicen que se lo puso Chacón para diferenciarla de la granadina. Lo que sé es que para cantar la media en condiciones hay que haberse comido antes un cordero en Casa Cándido. La media es más difícil de voz; de arte es lo mismo; va en tono de Sí. Da una notación muy brillante, luce mucho la guitarra y cuando se canta con buena voz es una belleza, se hace ad líbitum (a placer, libre) y a veces se utiliza para hacer alardes, sobre todo el que tiene mucha fuerza, un tono brillante y una tesitura alta. Las mujeres brillan mucho en ese cante. Brillar a veces no es que el cante esté bien hecho. Valor artístico y brillo no es lo mismo, pero es uno de los cantes grandes, de los que contribuyen a hacer grande el cante flamenco. La mentalidad hace unos años era presumir de poderío de voz, y había un cantaor de Graná con mucho arte que pasó un momento cómico: empezó a alargar el cante y no se podía parar, y le pedía por Dios al guitarrista que no parara, y cuando llegó al final la gente aplaudía porque había sobrevivido. Hay que tener cuidado en medirlo. Si tiene arte musical y expresión, es espléndido. 

Guajira. Me gusta, es muy bonito y muy cubano. La auténtica guajira de Cuba es distinta, pero nosotros nos la hemos imaginado así. Tiene unas tonalidades que están a un paso del cante por cabales, y si la aceleras es bulerías, lo que hace pensar que está entroncada con la soleá también, lo que demuestra que las impurezas del flamenco están por todas partes, porque en cuanto a medida y tiempo tiene que ver con la siguiriya… ¿Qué fue antes? ¡No lo sé porque no estaba allí!

Guitarra. Nuestro instrumento. Un instrumento de volumen sutil, pero que tiene problemas: no llega como el saxofón o la trompeta; por eso es muy difícil sonorizar la guitarra en los conciertos y en los espacios grandes hay que enchufarla. No hay más remedio. Tiene posibilidades maravillosas pero está inventada para la distancia corta. Soy un gran admirador de la diversidad de expresiones de la guitarra flamenca desde Manolo de Huelva hasta ahora mismo. Mi hijo Kiki parece que va a ser tocaor. En El pequeño reloj hice un homenaje a la guitarra, soy un guitarrista frustrado. Si no veo dos o tres guitarras por la casa no estoy contento, me gusta tenerlas cerca. Aunque no soy gran lector de música, es un instrumento muy difícil. Le tengo muchísimo respeto. Me imagino que piano a mitad de carrera será igual de endemoniado, pero hacer un acorde de Do en un piano debe ser fácil y hacerlo en la guitarra requiere muchísimo tiempo. Exige más ensayo que el cante, más sacrificio: sin eso, nadie toca un pimiento. Los tocaores siempre están tocando. El cante tiene otra ventaja: ensayar un cante es muy difícil, de hecho yo jamás ensayo.

Habichuela, Los. He pasado gran parte de mi vida junto a la familia. Ligado por destino, por amistad y por admiración; por paisanaje también. Y por arte, sobre todo. Juan y Pepe comparten el espíritu, pero su técnica es muy distinta. Pepe puede hacer un concierto de rasgueo. Juan tiene esa flamencura extraordinaria, ese sonido tan personal y de tanta calidad. Pepe ha conseguido un nivel técnico espectacular, el de las grandes guitarras. A él le debo el disco de Chacón, el Despegando y muchos trabajos. A Juan, muchos momentos muy importantes de inspiración. El mito de la contención del tocaor que acompaña y el de la sincronización perfecta del guitarrista con el cantaor no existen. Lo importante es la intención, el concepto, la expresión, la habilidad de hacer la falseta que viene a cuento después del cante, la sutileza y la intuición. La leyenda de esos que chanelan [presumen] de “cazadores” no existe. El guitarrista y el cantaor tienen que escucharse mutuamente. Ir juntos no siempre se consigue. Si eres un prodigio de técnica, vas al mismo tiempo. El diálogo puede ser respuesta y pregunta. Pero para contestar hay que preguntar antes. Juan tiene fama justa de acompañar bien.

Hassen, Armin (alias Antonio Robledo). El otro día hablé con él; es un gran pianista flamenco alemán, con él hice la Suite Flamenca y el Allegro Soleá, porque confiaba en él como orquestador y gran conocedor. Tenemos una relación de amistad. No le darían el carné de flamenco en la Junta de Andalucía, pero es más flamenco que la mayoría de los flamencos que conozco.

Hispavox, Antología Flamenca de. De las primeras que me compré y de lo primero que pude escuchar en mi pickup; me parecía una maravilla y todavía me lo parece. La hicieron los franceses, la casa de Le Chant du Monde, y luego la compró Hispavox. La montó Perico el del Lunar, él fue el productor, lo que entonces no existía. No se ha superado. 

Huelva. Tierra de arte. Muy flamenca, por cada metro cuadrado salen cientos de fandangueros. Profesionales salen unos cuantos: Rangel, Niño Miguel, Toronjo, Arcángel... Toronjo sólo te conocía cuando iba borracho. Calle Arenal, seis de la tarde, paseando con su señora, lo saludé. Ni me reconoció. A las siete de la mañana, lo veo en el Picacho Veleta, y me dice: “¡Hombre, Enrique!”.

Indio Gitano, El. Maravilloso extremeño, una voz entre lo gitano y el soul y el blues. Sonaba como Louis Armstrong y era un personaje extraordinario.

Interpretación / Creación. Se dice que el flamenco es un arte de intérpretes, no de compositores. No hemos estudiado composición, pero hemos creado música. El cante no cayó del cielo. Lo que pasa es que siempre ha sido denigrado. Por ejemplo, los fandangos de El Sevillano. Tiene catorce y todos son geniales: uno se podría llamar Noche oscura, otro Por la tarde comiendo brevas, otro Mariposas azules. Pero se llaman Entró un día y no me conoció y cosas así. El Mellizo creó su malagueña de la nada. Es un caso muy especial, que se despega del hilo conductor de la creación flamenca: es la obra de un músico enorme. No tiene antecedentes. Quizá la de Juan Breva tiene precedentes inmediatos en el fandango de Málaga; la de El Mellizo no está muy cerca de ningún otro cante anterior. Y como eso hay muchas otras cosas; la caña, por ejemplo, tan cuadrada, tan medida, alguien la debió componer: lleva una medida muy exacta, perfecta. Mis fandangos, mis siguiriyas, los he hecho yo en mi casa con la guitarra o andando por la calle. Yo sé muy bien cómo salen; a mí me han salido, sé cómo han nacido, nadie me ha dicho que yo los hiciera. Al contrario, mi primera siguiriya yo la ocultaba, no podías decir que era tuya, la escondía. Decía que era de un viejo de Málaga. Los cantaores viejos de esa época eran los guardianes del tesoro, pero el tesoro a veces estaba a veces ingenuamente idealizado; si Cagancho era aquel que hemos oído en los cilindros, mi perro lo mondaba. Chacón, La Niña de los Peines eran creadores, y es seguro que muchísimos cantes son originales de ellos; la Bambera de La Niña con Melchor es una creación de ella, personal, hecha a partir de una canción de columpio. Las farrucas, los cuplés que adaptó, los fandangos, seguro que hay creación ahí también. En Chacón, los tientos, las soleares, las siguiriyas, el mirabrás, los caracoles, todo eso y las malagueñas personales… Los dos son creadores enormes de música. Pero la tendencia a esquematizar de la flamencología, y de los propios artistas que querían demostrarle al escritor que eran los que más sabían, produjo una confusión enorme. Como si esto hubiera caído del cielo. Cantar, bailar y tocar por soleá es una cosa muy compleja. Bulerías y fandangos están quizá más cerca de lo popular. Hay 800 en Jerez que cantan muy bien por bulerías. Por soleá hay menos. Por siguiriyas menos. Y por fandangos naturales menos todavía.

Jaberas. Un fandango de Málaga con una música en ritmo de verdial. Muy bonita. 

Jaén. Dos grandes cantaores: Valderrama y El Gallina. Curiosamente, más artistas en los pueblos, más que en la capital.

Jaleos. Cante extremeño, la palabra lo dice: meter bulla, fiesta, alegría. El palo va cerca de la bulería, más fácil pero en un compás parecido.

Continuará.

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Autor >

Miguel Mora

es director de CTXT. Fue corresponsal de El País en Lisboa, Roma y París. En 2011 fue galardonado con el premio Francisco Cerecedo y con el Livio Zanetti al mejor corresponsal extranjero en Italia. En 2010, obtuvo el premio del Parlamento Europeo al mejor reportaje sobre la integración de las minorías. Es autor de los libros 'La voz de los flamencos' (Siruela 2008) y 'El mejor año de nuestras vidas' (Ediciones B).

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