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Japón. Un sitio genial; estuve hace mucho. El baile les gusta tanto… Es una pasión. Estuve una vez en El Tablao de Tokio, es un caso extraordinario, fabuloso para el flamenco. Hace poco vi una película genial de Basilio Martín Patino: unos japoneses habían encontrado la voz de Silverio en cilindro; descubren la voz y se forman unas discusiones terribles. Totalmente genial.
Juicio, El. Ja, ja. Aquello ocurrió en Motril en los años 80. Era un festival. Había dos ambigús al borde del escenario, así que el artista que salía a cantar a las tres de la mañana llegaba ciego. Recuerdo que había dos micrófonos para seis artistas, el sonido era pésimo... Salí y debí cantar 15 minutos, quizá 16. El contrato, que lo había arreglado Pulpón, estipulaba que cantaría la caña, la siguiriya y la liviana. Pero para terminar antes los canté todos de un tirón y acabé. Entonces salió un cojo del Ayuntamiento al escenario y con el contrato en la mano empezó a gritar: “¡Motrileños, ha venido a engañarnos! ¡Mirad lo que pone aquí!”. Para no pagarme, alegaron que había incumplido el contrato. Así que los llevé al juzgado para poder cobrar. En el juicio, el abogado me preguntó si era cierto que no había cantado la liviana. Y yo le dije: “Canté la mía personal”. Y él: “¿Pero se alivió al cantarla?”. Entonces le expliqué: “Mire, se llama así porque es un cante de preparación, pero se la voy a cantar para que la conozca”. Ahí terció el juez: “Vuelva usted al banquillo que son las once de la mañana y aquí no se canta”. Al final gané el pleito y cobré. Lo que ya no sé es si la jurisprudencia quedó a favor de la libertad del cante o no. Lo único que sé es que programar esos festivales que duran siete horas como defensa de la pureza del flamenco es un disparate. Muchos acaban a silletazos.
Kafka. Hicimos una cosa de Kafka con Israel Galván. Hice un tema, leí “La metamorfosis” y es impresionante; la idea es genial, y que Israel lo montara sólo se le puede ocurrir a alguien de un talento extraordinario.
Libertad. He dado la impresión de ser más libre de lo que he sido. Los pasos que he dado han sido más por desesperación que por otra cosa, por no tener más remedio. Muchos han sido más largos de lo que deberían haber sido, huidas hacia delante. Estás intentando encontrarte con el cante clásico, que es lo que más me ha gustado… Pero si me hubiera ceñido a eso, muchas cosas que están hechas no se habrían hecho, claro. Aunque muchas veces las he hecho porque me ayudaban a aprender a cantar mejor por siguiriyas. Cuando te tiras una temporada cantando con una guitarra eléctrica, paras y vuelves, el oído te lo agradece. Sobre todo por el cambio, por el descanso de la rutina. También es cierto que me gusta la sorpresa, el riesgo, otras posibilidades. A veces pienso: de mantener la pureza que se encarguen otros. Pero siempre vuelvo; es una regresión, porque siento que todavía hay mucho que hacer ahí. Se ha perdido el rito de la afición, y es paradójico que lo diga yo que me he paseado por ahí con guitarras estridentes, pero ese respeto por los anteriores ya no está. Escuchar a los viejos es lo primero para poder caminar; los que has conocido, los que te han entusiasmado, los que no has podido oír porque no estaban grabados y has tenido que imaginártelos… Ésos son siempre los más inspiradores.
Liviana. Un cante bonito, y estaría bien retomarlo por empezar con la ele, que es la letra de libertad. He pensado retomar la serrana y empezarla con la liviana. Falta mucho por crear. Lo más difícil es ponerse. Sobre todo si llevas muchos tropezones daos.
Macho. Se aplica a varios cantes. Hay letras que tiene macho o contestación, que responden a otra letra. “Vete y pregúntale a un sabio cuál de los dos perdió más, si el que comió de sus carnes o el que publicó su mal”; “El que publica su mal por de pronto siente alivio. Y el que comió de sus carnes se da martirio a sí mismo”.
Madrid. La calle de Alcalá, aparte de ser preciosa, es la calle por donde han bajado y subido los mejores toreros después de triunfar en Las Ventas. Cantando allí se sufre mucho más que se goza, pero cuando las cosas salen bien duran más. No hay una ciudad en el mundo con más arte, flamenco y del otro. Sin menospreciar a ninguna: vamos los andaluces y los antiandaluces, y Madrid nos recibe a todos. El ole se dice muy bien, porque hay mucha costumbre de escuchar. Y de ir a los toros. Le debo a Madrid todo lo que soy. Siempre la defenderé. Aunque se haya convertido en un mastodonte, conserva el sabor y la nobleza.
Mairena, Antonio. Una enciclopedia del cante. Cantaor de los grandes, llegó a adquirir un sitio tan grande que todos los jóvenes aprendíamos de él. Voz flamenca, sentido del compás, investigador y gran aficionado. Como flamencólogo, muy interesante: conoció mucho cante, y era muy largo, cantó muchos palos, todos menos los cantes libres y los fandangos, y les sacó gran partido. Su teoría escrita con Ricardo Molina, todos lo sabemos, le está haciendo daño a su obra. Su libro era sectario, intentan dogmatizar, decir lo que vale y lo que no, lo que había valido y lo que no; fue un error profundo, con tendencia exagerada a despreciar todo lo que no era gitano, pero nunca llegó a ser el cantaor de los gitanos. Un error lamentable: sus amigos tampoco eran gitanos. Eso no quita para que ahora haya gente que diga que no era buen cantaor. Eso no. Era un grande.
Málaga. Málaga cantaora. Nombre precioso. Viví momentos extraordinarios en la Taberna Gitana, con El Chaqueta, artista genial, uno de los más rítmicos. Gran tradición flamenca: el Café de Chinitas sale de ahí, y me han gustado muchos por malagueñas El Niño de las Moras y Ángel de Álora. El Chino tenía mucho arte. Y el flamenco cómico de El Tiriri. Los guiris suelen ser geniales en esa faceta cómica. En mi época era La Bepo, una pintora inglesa; y ahora es El Pollito.
Malagueña. El Canario, La Trini, Juan Breva, El Cojo de Málaga… Es un palo que me encanta, he grabado muchas, y tiene gran categoría. El cante grande se llama grande por estos cantes grandes; independientemente de que haya cantes chicos muy importantes. Cantar por malagueñas con mucha voz es importante; pero hay cantes muy difíciles de hacer donde la voz casi no es problema. En la malagueña las facultades son importantísimas, aunque le demos más importancia a las facultades expresivas o espirituales. Pero el chorro de voz en sí mismo no es nada. Se suelen tocar en Mi mayor, aunque caben tonos de taranta, el Fa sostenido, y algunas van en tono de granadina. Normalmente es un cante grande, pero hay malagueñas chicas también; está la malagueña grande de Chacón, que hay dos (Qué tienes por mi persona y Que te quise con locura), y hay otras como la de Gayarrito; aunque Gayarrito tiene nombre de tenor de ópera, hace falta menos voz.
Marchena, Pepe. La flamencología nos hizo ver que Marchena era la denigración del arte flamenco. Ahora sabemos que es una de las glorias más sensacionales del arte flamenco, para cualquiera que tenga los oídos medianamente en su sitio. Un creador nato.
Mariana. La mariana la cantaba el Niño de la Mariana. La hizo mucho Bernardo el de los Lobitos; es una canción, un cuplé. “Dicen que la mariana era una mona...”. Yo nunca la canto, no me llama la atención.
Martinete. Uno de los cantes grandes, aunque muchas variantes antiguas se han perdido, como la debla, por ejemplo. El Gallina cantaba un martinete que no era la debla; Tomás Pavón, lo mismo. Pero era el mejor martinetero. El único que se sabía la debla era Manolo de Huelva, pero no hubo forma de sacársela: cantaba como mi perro. Otras cosas más sencillas sí las aprendí de él. El martinete es una toná. Son sólo nombres que les ponen, es el cante por tonás. A veces se hace acompañado con los golpes de un martillo, pero un señor que está en la fragua dando martillazos no puede dar esos gritos. Es imposible. Es como el cante de las minas: ¿cómo va a cantar un minero metido en la mina? Pero en la taberna sí. Ahí, sí. El cante de trilla, en agosto, en Écija, nadie lo ha cantado. Aunque alguna relación tendrá. Al martinete lo han llamado carceleras y cante de conducción (de presos). Es una melodía muy antigua. Yo le he dado una forma nueva de verlo, más bien escenográfica. Es un trabajo sin terminar.
Matrona, Pepe el de la. Uno de mis principales maestros. Cantaor de concepto muy grande. El martinete y la siguiriya, en su expresión, eran una cosa impresionante, un monumento. Era un gran conocedor, muy largo, y presumía de eso con razón. Se especializó en comunicar, transmitir y conservar muchísimos cantes que sin él se hubieran perdido. La expresión era titánica pero tenía una voz ingrata, poco agradable. Su concepto iba más allá de cantar bien. Prefiero esas formas dislocantes a la bonita mediocridad. Su cante era más viejo que él. Y era muy inteligente además, un gran conversador, ocurrente y con gran sentido del ahe, y buena persona, un caballero, un tipo de capa y sombrero, honrado, presumido, con mucha energía, mucho carácter, mucho sabor. Le debo mucho cante, pero sobre todo el sentido del cante grande, el pensar que el cante grande es fundamental. Sin cantaores así no se le hubiera dado al flamenco la importancia que tiene. Fue un gran profesional, y de mucha dignidad, no cantaba en cualquier sitio aunque estuviera canino. Vivió mucho de las fiestas pero no iba a cualquier sitio. Él sabía cómo son las cosas que le dan dignidad al arte. Vivía con gran humildad, con su hija y sus nietos en la calle Amparo, barrio viejo de Madrid. Los jóvenes íbamos a buscarlo para tomar café, en la calle Victoria, y en la peña Charlot, donde era el líder de los aficionados. Ponían unas pesetas para vino y cantaban y hablaban. Se enfadó un día mucho conmigo y con cierta razón. Grabé la malagueña de la Peñaranda en mi primer disco, y cuando lo oyó me dijo: “¿A ti quién te ha dicho que esa malagueña es de la Peñaranda?”. Yo, que la había aprendido de él, le dije: “Usted”. Y él: “Yo sólo dije que creía que podía ser. Y tú has ido y lo has puesto”. Lo gracioso es que ahora se conoce así. Incluso mis enemigos la llaman así.
Melismas. Esas notas y esos giros que hacemos los cantaores y los árabes. Debe ser cosa del Mediterráneo. Lo cual no quiere decir que nos bañemos todos los días en Marbella.
Milonga. Un cante bonito. De Pepa Oro, dicen. En el flamenco ha habido muchas Pasionarias y Marías Zambranos cuando no las había en otros sitios. La Niña de los Peines lo fue, la Antequerana, que se tocaba y se cantaba, también. El flamenco ha dado muchas pioneras del frente de liberación feminista. En el Sacromonte había muchas mujeres de maquis que cantaban. La milonga, que es un cante de voz laína, tiene que ser una creación individual: se ve claramente que es una composición.
Mirabrás. Pregones andaluces, arte popular a un paso del flamenco y que muchas veces se confunde. Han desaparecido los pregoneros de Andalucía, pero el cante sigue. No tiene la difusión de los Rolling Stones, pero sigue siendo una maravilla.
Morente, Estrella. Una sorpresa dentro del panorama flamenco. Grabó el primer disco y a los pocos meses era un reguero de pólvora. Eso sucede muy esporádicamente en el flamenco. No me gustan las posturas de decir “es la mejor que ha salido en no sé cuántos años” porque eso es un desprecio inmediato al resto de los jóvenes, y los buenos no son superiores a los otros, son diferentes. Lo que puedo decir es que mejor que Estrella no ha cantado nadie hasta la fecha. Y que está en la edad de aprender y competir dentro de su grupo de población.
Niño Ricardo. Uno de los que más flamencos han tocado de la historia; de los de más sabor flamenco que ha parido madre.
Nitri, Tomás El. A ése no le hemos oído, sólo tenemos las patillas iguales. Le dieron la Llave del Cante, que debió ser un invento de un empresario habilidoso de la industria del flamenco: el hombre vino a Madrid, puso en competencia a las figuras y también le dio la Llave a Vallejo; antes la había ganado El Nitri, probablemente por idea de otro empresario. Lo de las llaves tiene un peligro. Si el que la recibe se cree que tiene la llave del cante, no tiene arreglo. Como operación comercial o reconocimiento a una proyección, bueno, está bien. Pero parece que el que tiene la llave es algo. Imaginemos la llave de la pintura. ¿Por dónde empezamos? ¿El Greco, Picasso, Barceló, Sicilia? No habría cerrajeros para tanta gente.
Ortega y Gasset. Tenía nombre de torero retirao. No lo he leído.
Paco de Lucía. Está todo dicho. Uno de los más grandes creadores e instrumentistas de este género, pero no sólo del flamenco; también de toda la música.
Continuará.
Japón. Un sitio genial; estuve hace mucho. El baile les gusta tanto… Es una pasión. Estuve una vez en El Tablao de Tokio, es un caso extraordinario, fabuloso para el flamenco. Hace poco vi una película genial de Basilio Martín Patino: unos japoneses habían encontrado la voz de Silverio...
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Miguel Mora
es director de CTXT. Fue corresponsal de El País en Lisboa, Roma y París. En 2011 fue galardonado con el premio Francisco Cerecedo y con el Livio Zanetti al mejor corresponsal extranjero en Italia. En 2010, obtuvo el premio del Parlamento Europeo al mejor reportaje sobre la integración de las minorías. Es autor de los libros 'La voz de los flamencos' (Siruela 2008) y 'El mejor año de nuestras vidas' (Ediciones B).
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