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MUJERES EN CONTEXTO / MARÍA VALLOJERAS / TRABAJADORA DEL CAMPO

“La vida en el campo ha cambiado un mil por mil”

Gorka Castillo Piedralaves , 22/08/2018

<p>María Vallojeras</p>

María Vallojeras

G.C.

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“He trabajado todo lo que he podido desde que me quedé viuda hace 18 años y tuve que sacar adelante a mi hija, que entonces tenía 13 años. Lo mejor es que a mis dos hijos les he enseñado a vivir la vida, que no todo es tener y gastar, sino que hay que tener, guardar y saber gastar”. María Vallojeras (Madrid, 1951) tiene las manos grandes y sus dedos parecen nudos de un castaño centenario. Son las condecoraciones por mantener viva una pequeña finca con olivos y huertos en Piedralaves, Ávila, un municipio tamizado por las sombras de las estribaciones de Gredos. Los campos de Castilla que se extienden por la vega del río Tiétar. Aquí creció y crió a sus dos hijos que ya dejaron el nido y están ganándose el sustento, “uno de barnizador en Madrid y la otra en la farmacia del pueblo”. Porque la huerta no da para vivir en el siglo XXI “pero, bueno, a mí no me cuesta hacerlo”, dice esta mujer de ojos encendidos, sonrisa dulce y espontánea. De joven asomaba con sus patatas, judías, pimientos, tomates y garbanzos que vendía al peso en las calles del pueblo con su balanza romana. Ya con 10 años iba con los cerdos al campo. Ha segado bajo un sol que chorreaba plomo fundido y ha hecho leña para combatir el invierno castellano que congela hasta la sangre del lobo. María es una entusiasta defensora de la vida rural que aún recuerda a los segadores que hacían la faena cuando encinas, burros y pobreza ocupaban el paisaje de esta tierra. “Ahora la gente se queja de vicio. Muchos tendrían que vivir un par de años como antiguamente para que valoraran lo que tenemos”, añade convencida.

Ya se ve a poca gente vendiendo frutas y hortalizas por las calles. ¿Se ha perdido esa tradición?

Claro, pero es que la gente tampoco se dedica al campo como lo hacía antes. El campo ya no te da para vivir. Es una pequeña ayuda pero necesitas tener otro trabajo.

¿Antes sí daba para vivir?

No te ha dado nunca, esa es la verdad. Lo que pasa es que antiguamente se vivía de lo que se sembraba. Comías lo que había en casa. Desayunabas patatas, comías garbanzos y cenabas judías. A diario, porque no había otra cosa. Y el que tenía un cerdo, lo mataba y no pasaba hambre. Conseguía su cachito de tocino, su cachito de chorizo y su cachito de costilla. Y el que no lo tenía pues a ver si le daban algo. Muchas veces se ayudaba a uno a trabajar en el campo o a limpiar la casa para que los que tenían le dieran las sobras que no se habían comido.

Eran los señoritos del pueblo

Aquí había alguno que tenía cuatro vaquillas y 20 vacas y ya se creía algo. Tenían un criado pero no le daban casi nada. Muy poco. A lo mejor algo de leche de diario, pan y poco más porque sueldo, sueldo, lo que se dice sueldo, tardó mucho tiempo en pagarse.

¿Tan duro es el campo?

Pues sí que es duro. Es levantarse tempranísimo y volver a la noche. El que tiene ovejas pues se va con ellas por ahí. Y el que tiene cerdos les echa un poco de comida por la mañana, vuelve a casa a desayunar y después, ¡hala!, con el morral a cuestas y al campo. Da igual que sea invierno o verano. Por eso me río de las mochilas que lleváis hoy en día. Eso no es nada. Antiguamente las utilizábamos para llevar la merienda.

Usted empezó a trabajar en la finca desde jovencita

Con 10 años ya sacaba los cerdos de mi padre al campo. Era lo que me tocaba. Eran seis o siete que cuando se enfadaban te cagabas en lo que cuadraba.

¿Compartían las labores del campo en casa?

No. Yo sólo tengo un hermano y decidió irse con 13 años a Madrid para aprender el oficio de barnizador. Así que lo que tenía que haber hecho él me tocó hacerlo a mí. En Piedralaves, las mujeres no iban mucho al campo. Ayudaban, eso sí. Recogían tomates, judías y todo eso pero a segar no iban. Igual había alguna que recogía espigas, cogía higos o vendimiaba pero era algo aislado. La mujer de aquí no ha sido tan esclava del campo. Era esclava de la casa. Igual tenía cuatro, cinco o seis hijos, los abuelos le iban a comer y lavaba en el arroyo, claro, porque no había ropa de sobra para cambiarse. Era lavarla por la noche para ponértela por la mañana.

¿Considera que el mundo rural es machista?

Antes era más que ahora porque las mujeres no disponíamos ni de dinero propio. Lo nuestro era ver, oír y callar porque el hombre era quien manejaba la casa. Nos daban el dinero contado para ir a la compra. Por eso muchas mujeres se casaban pensando que iban a ser amas de su casa. Y no. Y si alguna tenía la mala suerte de que el novio la dejaba pues ya podía irse del pueblo porque no la iba a querer ningún otro hombre. Así era.

¿Sigue existiendo mucha desigualdad entre el hombre y la mujer?

Respóndeme tú a una pregunta aunque me llames exagerada. ¿Crees que si nos dieran a todos el mismo sueldo viviríamos igual? Pues no. Al cabo de un año, uno lo multiplicaría por diez, otro viviría con lo justo y alguno no tendría una perra en el bolsillo. Entonces, no podemos vivir en la igualdad.  

¿Tampoco en cuanto a derechos de género?

Yo, cuando veo esas manifestaciones de mujeres a favor de la igualdad siempre digo ¡coño! A esa la pongo en un andamio subiendo vigas y sacos de cemento y vemos. O subiendo al monte a cortar pinos o a tirar piñas con un gancho. ¿Crees que puede hacerlo igual que un hombre? Yo, desde luego, no lo hubiera podido hacer.

Pues a lo mejor no.

No podemos. Habrá otros trabajos que sí estamos a la par pero hay que mantener las diferencias.

¡Y lo dice una mujer que se dedicó a un trabajo en el campo destinado a los hombres!

Sí. Yo me he subido a los olivos, los he podado, los he vareado. He arreglado los tejados del pajar. En fin. Lo he hecho por obligación y sé bien que no todo el mundo puede.

¿Sigue trabajando en la huerta?

Claro. Llevo 18 años viuda y en mi casa nunca han faltado las patatas, las judías, los pimientos, las cebollas y los tomates. Siembro todos los años porque lo hago con gusto. Podría decir que no pero me levanto todos los días a las 7 de la mañana para bajar a la finca. Subo para comer y por la tarde vuelvo otra vez hasta la noche. Tienes que regar, quitar hierbas y matojos, recoger, arar. Una finca da mucho trabajo.

El campo se ha convertido en unos de los refugios de muchos jóvenes golpeados por la crisis económica. ¿Qué le parece?

La forma de trabajar el campo hoy en día es muy distinta. Antes era la azada y ahora es la máquina, que aunque te obligue a invertir un dinero el rendimiento es mayor. Y cuanto más grande sea la finca y más la trabajes, más subvenciones tendrás. Para mí, ese es el problema. ¿Por qué crees que hoy se siembran tantas fincas? Por las subvenciones que dan, cojas o no producto. Aquí hablaron de plantar olivos y recibieron subvenciones pero cuando vinieron a comprobarlo ya se habían llevado el dinero y no habían plantado nada. Un fraude. Si no dieran subvenciones cada uno trabajaría lo suyo y en lugar de vender el producto a cuatro duros que lo vendan a ocho.

¿Tanto ha cambiado la vida en el campo?

Ha cambiado un mil por mil. Ahora la gente se queja de vicio. Yo digo que tendrían que vivir un par de años como se vivía antiguamente para que valoraran lo que tenemos. Porque vivimos como reyes. Pobres o humildes pero como reyes. Hoy tenemos lavadora, frigorífico y televisión pero antes no había ni camas. Dormíamos en el suelo, en un jergón. No teníamos ni váteres. Íbamos a cagar a los huertos, a poner el culo al fresco. El agua la traíamos en cántaros y botijos a lomos de los burros. Antes era todo así.

Y sus hijos, ¿bajan a la finca?

Mi hijo baja al campo porque le obligo a hacerlo. Se ha metido a pintor y no le gusta. Mi hija trabaja en la farmacia y su marido, que es albañil, es quien más me ayuda preparando las olivas y eso.

Si ahora le propusieran abandonar el campo para trasladarse a una cómoda casa en la ciudad, ¿aceptaría?

No. Yo quiero el pueblo.

Pero se parece poco al de su juventud. Hoy, con tantas construcciones nuevas, parece una pequeña ciudad

Sí, era una cuarta parte de lo que es ahora. Se reducía a lo que hoy es el centro del pueblo. Las casas, todas viejas, y donde vivo hoy estaban los corrales, los huertos, los regajos que los regaban para sacar la hierba fresca que daban a los animales. No había ninguna casa por aquí. Yo me crié en ese ambiente y fui feliz porque jugaba en la calle. Había libertad en la calle. Ahora no hay ni amistad, ni vecinos ni nadie que te socorra si te pasa algo. Antes se ponía alguien malo y uno le fregaba los cacharros, otro le hacía la cama, venía un vecino con un saco de ciruelas y no se vendían sino que las ponía en la puerta de casa y las repartíamos entre todos.

Hubo un tiempo que vivir en la ciudad era la modernidad

Yo me fui a servir a Madrid y estaba deseando volver al pueblo. Eso ocurría porque aquí no tenías más que sota, caballo y rey. Llegaban las fiestas de San Roque y era cuando estrenabas el vestido y ya no lo sacabas en todo el año para que no se te estropeara para el siguiente.

¿Cree que vivir en el pueblo tiene futuro?

Ha tenido futuro. Aquí hubo tres o cuatro fábricas pero ya cerraron. Estaba la de las puntillas, la de las sillas y la de las máquinas de coser. Cada una de ellas ocupaba a 30 o 40 personas. Entonces había vida pero hoy ya no. La albañilería, durante estos años del boom de la construcción, tuvo futuro pero se edificó en tres años lo que tendrían que haber hecho en 20. Se ha ganado mucho dinero pero se ha estropeado todo. ¿De qué va a vivir la gente ahora? Porque, oiga, pagos tenemos todos.

Cerca de aquí, en una de las vertientes del río Tiétar, se proyectó construir hace unos años un campo de golf. ¿Hubiera sido una solución?

Aquello lo paró la gente por temor a que nos quedáramos sin agua porque entonces no estaba hecha la presa. Cuando llovía mucho no había problema porque llegaba el agua a los arroyos y se recogía en los depósitos. Se vaciaban de día y se llenaban durante la noche pero, ¿y si no llovía? Ese era el problema porque el agua es fundamental. Teníamos que tener agua por cojones. Tuvimos nuestras discusiones pero no se hizo porque no lo vimos rentable. 

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