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SALA DE DESPIECE

Tarde de toros

Sergio del Molino 1/09/2018

<p>Corrida de Toros en Barcelona, 1890.</p>

Corrida de Toros en Barcelona, 1890.

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No traigo mercancía fresca. Debí haber escrito esto en mayo, que fue cuando sucedió, pero andaba yo entonces al borde del colapso y no supe encontrar ni el tono ni la forma para contar lo que acababa de vivir. No importa mucho, porque las sensaciones no prescriben, pero no está de más advertirlo, que a los puristas de la actualidad no les gusta leer las cosas con tanto retraso.

Chapu Apaolaza, periodista taurino y miembro de la Fundación Toro de Lidia, me invitó a ver una corrida de San Isidro desde el callejón de Las Ventas. No es lo mismo que verla desde el tendido, me advirtió, es una experiencia mucho más impactante. Le confesé que no había ido a los toros en mi vida y que me tengo por antitaurino, si es que ser antialgo es una forma de definirse. Ambas cosas le parecieron fenomenales, a Chapu. Casi se relamió con la idea de enseñarle a un alma virgen los toros por primera vez. Lo comparó con llevar a alguien a ver el mar, estaba deseando ver mi reacción. Te invitamos para que luego cuentes lo que te dé la gana, me dijo, o no cuentes nada, pero creo que merece la pena que conozcas este mundo.

Con solo aceptar la invitación de Chapu ya tuve una discusión con mi madre, que se enfadó mucho conmigo. No sé qué se te ha perdido ahí, decía, ni qué curiosidad ni qué leches. Coincidía mi madre con algunos tuiteros y gente del Facebook, que me llamaron criminal y asesino cuando colgué una foto en la puerta de Las Ventas. Y aún no había ni entrado a la plaza.

¿Cómo puedo encontrar belleza en un espectáculo que atenta contra mi sensibilidad, que representa todo lo que detesto de mi país, que escenifica una barbarie de la que abomino?

Mis sensaciones y emociones durante la corrida estaban rotundamente condicionadas por mi anfitrión. Chapu Apaolaza es un tipo muy cariñoso, muy elegante, muy cordial, muy listo y muy culto. Alguien con quien es fácil encontrar complicidades. Ha sido comentarista de retransmisiones taurinas y tiene cierta reputación de bicho raro entre los aficionados más pata negra, que no entienden, por ejemplo, que se dedique a invitar a la plaza a gentuza como yo, que luego se dedica a criticar los toros. Asistir a una corrida con cualquier otra persona habría hecho de la misma algo mucho más desagradable y, sin duda, más en sintonía con lo que mi madre esperaba de mí (que confiaba en que saliera horrorizado, tal vez con náuseas y gritando asesinos a los del tendido que aplauden). Chapu tiene la culpa de que horas después, tomando unos botellines en un bar cercano, no me quedase más remedio que responder: sí, me ha gustado. Me sentía muy raro diciéndolo. Me resistía, incluso. Pensaba que el asco, el olor a animal, la brutalidad del rito y la cercanía con la sangre y la muerte se me iban a hacer insoportables, y no descartaba tener que marcharme de allí a los diez minutos, incapaz de ver nada más. Pero no solo aguanté toda la corrida, sino que me descubrí fascinado. Y eso que no fue una buena corrida. Eso me dijo Chapu, que fueron faenas mediocres, pero qué más daba, si yo no entendía un carajo, si era incapaz de saber si lo hacían bien o mal, si apenas entendía el significado ritual de cada escena. Sólo sabía que me había impactado mucho, para bien. Reconocer otra cosa habría sido hipócrita. A los ojos de mi madre, esta sensación me convertía en una especie de psicópata, alguien no menos despreciable que un ministro nazi.

A ver cómo se lo cuento, pensaba, sabiendo que no me iba a entender, pero que tampoco podía mentirle y decirle que me había asqueado ese espectáculo de tortura animal porque no era cierto: tenía la certeza de haber asistido a algo bello.

¿Cómo puede suceder eso? ¿Cómo puedo encontrar belleza –una belleza de una forma primaria y radicalmente distinta a la belleza que me inspira el arte– en un espectáculo que atenta contra mi sensibilidad, que representa todo lo que detesto de mi país, que escenifica una barbarie de la que abomino?

Cuando doy una charla o tengo un acto literario y, en el turno de preguntas, alguien del público empieza disculpándose porque aún no ha leído mi libro, le suelo responder: mejor, así tendrá una opinión contundente de él, que la lectura no le ha estropeado. Es un chiste pero lo digo en serio: la forma más eficaz y definitiva de oponerse a algo es no conocerlo. Es muy difícil mantener una convicción firme sobre cualquier cosa una vez se ha visto la tal cosa de cerca. En lenguaje taurino –que ha aportado tantísimas expresiones coloquiales al castellano, la mayoría de las cuales ni siquiera suenan taurinas–, eso se llama ver los toros desde la barrera (es decir, lo que hice yo, literalmente).

No me he caído de ningún caballo, no soy un converso ni me voy a sacar el abono de la temporada que viene. Puede que no vuelva a ver una corrida en mi vida, pero me alegro mucho de que Chapu me invitara a conocer su mundo. Me siento un privilegiado por haber visto algo rarísimo que atenta gravemente contra el espíritu de los tiempos, algo que pone a prueba no sólo mi sensibilidad, sino la de toda la sociedad. El espectáculo y su rito plantean dilemas muy incómodos que no se pueden resolver desde una atalaya moral. Es muy facilón señalar lo evidente: que hay un animal que sufre y muere para proporcionar deleite estético. No se puede negar. Ningún taurino decente y sincero debería negarlo. Pero no es menos cierto que el público que asiste a las corridas no se compone de psicópatas sádicos ávidos de morbo y salpicaduras de sangre. No es el sufrimiento de un animal lo que les lleva a la plaza –al menos, no lo es en el caso de los aficionados como Chapu–, sino la potencia simbólica del ritual, la representación de una tragedia donde todo sucede de verdad. Porque eso es una corrida: la teatralización de una lucha, pero es un teatro donde todo es real, que termina con la muerte real y en el que el torero tiene un peligro real de morir. No son actores representando Medea. El espectador sabe que no hay fingimiento, que al terminar la función no caerán las máscaras.

Para muchos aficionados, los toros representan la confrontación con la naturaleza humana y su relación con los animales que devora

Esto es atávico, brutal, incomprensible y, sobre todo, innecesario. Claro que sí, pero después de verlo yo ya no puedo sostener la caricatura del aficionado taurino como un salvaje abominable. Al contrario: desde su punto de vista, el salvaje abominable soy yo. Yo soy el hipócrita que se horroriza de la muerte del toro en la plaza pero disfruta de un chuletón. Un hipócrita que se avergüenza de su condición depredadora y que come muchos animales siempre que no vea cómo los matan. Un hipócrita que se aprovecha de la industrialización aséptica de los mataderos que quedan a las afueras de las ciudades y que compra los cadáveres de los animales envasados al vacío y con código de barras, para no tener que pensar que esa pieza de carne fue una vez un ser que sentía y respiraba. Para muchos aficionados, los toros representan la confrontación con la naturaleza humana y su relación con los animales que devora. Escenifican una cultura perdida, la que quedó en las paredes de la cueva de Altamira. En un mundo sin culpables, sin responsabilidad, donde todo viene elaborado por manos extrañas, anónimas y distantes, los toros recuerdan que el ser humano es un depredador y que la única forma digna y valiente de afrontar su condición es mirar a los ojos a su presa antes de matarla. Hipócrita y vil, según esta perspectiva, es quien cierra los ojos y finge que no existen las granjas y los mataderos.

No comparto esa visión, pero la entiendo y, sobre todo, comprendo que fascine a mucha gente. Algunos de mis amigos más sensibles y cultos, cuya inteligencia y personalidad admiro, son aficionados taurinos y sienten de alguna forma y en algún grado esa visión. Otros creen, como yo, que es un anacronismo que no tiene cabida en el mundo de hoy y que, inevitablemente, desaparecerá, pero asumen su contradicción: racionalmente les repugna; emocionalmente les fascina. Y lo entiendo: no hay ninguna otra expresión cultural en occidente que obligue a quien la presencia a hurgar en sus propios dilemas y a palparse las paradojas de una manera tan radical. Solo un fanático o un mentecato puede salir de una corrida igual que entró. Me resisto a creer que fue cosa mía. Chapu, como buen Mefistófeles, sabía dónde me metía y sabía qué estaba haciendo cuando me susurraba al oído su retransmisión personalísima del espectáculo. Sabía que me estaba llevando a un lugar incómodo. Sabía que me estaba inoculando un dilema que, aún hoy, meses después, no he resuelto.

Sí, me gustó la corrida, no puedo decir otra cosa. Pero sigo sin saber qué me gustó en realidad ni si excitó alguna zona oscura de mi sensibilidad que tal vez estaba mejor dormida.

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Sergio del Molino

Juntaletras. Autor de 'La mirada de los peces' y 'La España vacía'.

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33 comentario(s)

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  1. antitaurina

    Un inrelectualoide justificándose de ser en el fondo un sádico al que ver sufrir a un ser vivo le produce placeres orgásmicos....pues bueno, es tu problema.

    Hace 4 años 5 meses

  2. Lector de Azores

    Gracias por su artículo y por su testimonio. Yo incluso creo que es necesario nunca olvidar que hasta vegetales y frutos se destruyen cuando los comemos. La tragedia humana está en el hecho de reconocer y ser conscientes de que la vida sólo continúa cuando una muerte ocurrió antes. ¡Muy bien! Hay una parte de nosotros que sería mejor quedarse entumecida, pero el resultado de esa ignorancia podría ser mucho peor.

    Hace 5 años 4 meses

  3. Meester Van Niemand

    ¿Sabéis leer? ¿Dónde ha dejado dicho el autor que comparta con los taurinos la idea de la hipocresía moral de los antitaurinos? ¿Dónde que de una violenta o embriagadora experiencia sensible haya de derivarse una propuesta de legalización del acto contemplado? Cada vez que leo este tipo de comentarios me sorprendo a mí mismo haciéndome la misma pregunta: “¿Y estos son los míos?”.

    Hace 5 años 6 meses

  4. Pedro Velasco

    Menos mal que han comparecido aquí algunos fachas de izquierdas para recordarnos que en ellos se conservan la decencia, la ética, el respeto. Qué sería de este país sin ellos. Habría gente capaz de ir a los toros o de votar al PP o al PSOE. Suerte que ellos nos libran del fascista o español que todos llevamos dentro. Gracias, amigos superiores, hombres providenciales.

    Hace 5 años 6 meses

  5. Antonio

    Un artículo bobo hasta decir basta. Del mismo interés periodístico que las declaraciones de los vecinos del asesino múltiple recién detenido que te comentan que era muy educado y les saludaba todas las mañanas. Sí, Sergio, los taurinos no tienen cuernos ni rabo ni vienen de otro planeta y ninguna persona debería ser reducida a una caricatura, ¿cuántos añitos de vida te ha llevado llegar a esa gran conclusión? Pero eso no significa que tengamos que replantearnos la postura sobre la tauromaquia después de ese "gran descubrimiento" ni mucho menos que tengas el cinismo de creerte superior por desmontar al hipócrita que no le gustan los toros pero come carne; ese nivel de demagogia y de empanada mental te pone a la altura de grandes pensadores como Pérez Reverte o los de Libertad Digital. También estoy seguro de que los miembros de La Manada son muy cariñosos con su abuela y con su perrito, y que muchos simpatizantes del franquismo y del nazismo son gente educada con los que te puedes tomar un café sin notarles nada raro. Si no tienes ideas para tus próximos artículos, te sugiero otro igual de brillante que este que desmonte la imagen caricaturesca que se ha dado en los medios de La Manada o de los neonazis de Hogar Social, nos muestre su lado humano y nos invite a replantearnos nuestra postura sobre ellos.

    Hace 5 años 6 meses

  6. Juan Antonio

    Qué gusto leer un artículo así en esta época de cobardes que no se atreven a desviarse ni un milímetro de la dictadura del pensamiento único, lejos del cuál poco menos que te crucifican. Enhorabuena Sergio. Y gracias.

    Hace 5 años 6 meses

  7. Pablo

    Pésimo artículo. No tiene absolutamente nada que ver matar animales para la alimentación humana sin hacerlos sufrir, mediante una descarga eléctrica de un segundo, con torturarlos durante minutos en una plaza con público que paga una entrada por ver esa tortura. Es totalmente inadecuada la comparación. Lamento decirle al autor que tanto él como el tal Chapu son dos sádicos que disfrutan de ver como se convierte en pocos minutos a un bello animal en una albóndiga sangrante. Solo espero que ambos reencarnen en toros de lidia y que puedan disfrutar en sus propias carnes del "rito atávico" y sobre todo que sufran, que sufran mucho, y que mueran. ¿No es esa la belleza de la fiesta?

    Hace 5 años 6 meses

  8. Miguel

    Increíble artículo Sergio, con el que muchos nos sentimos muy identificados. Difícil contradicción de entender, y ya no digamos de explicar a los demás, entre lo racional y sentimental. Gracias por ponerle palabras.

    Hace 5 años 6 meses

  9. Marthsb

    teatralizar no es lo mismo que torear el teatro simboliza los muertos asesinados torturados no son de verdad o sea la comparacion no vale ni de lejos el"goce" que no el gozo entidad psicoanalitica define esta diferencia abismal en la que entra en juego lo simbolico. No como carne por ello me siento con derecho a no fascinarme con la sangre caliente de un inocente en las manos de nadie. No voy a misa pero hasta la religion invento la ostia y el vino para "simbolizar" la sangre y el cuerpo verdaderos. lastima que no lo aplicaran a la pederastia

    Hace 5 años 6 meses

  10. marthsb

    https://www.eldiario.es/zonacritica/Becerradas-inmundicia-cultural-psicopatia-sadismo_6_810228975.html

    Hace 5 años 6 meses

  11. Serafín Iglesias Morcillo

    Creo que si ante ese espectáculo, (lo he visto tres veces siendo un niño y obligado por un familiar hasta que me rebele con 11 años) no sientes horror y no eres capaz de apreciar, solo la primera vez que lo ves, la crueldad del mismo, estoy seguro que careces de sensibilidad o la tienes atrofiada, es imposible que con un mínimo de sentimiento, no percibas la violencia y el sadismo en contra de un animal indefenso, espectáculo que inexplicablemente, por lo menos para mí, produce placer a los que lo esta viendo.

    Hace 5 años 6 meses

  12. Oscar

    Perdonad que os diga a algunos, pero estáis criticando a Sergio sin saber... LEER. Yo no me considero taurino, ni mucho menos. He visto corridas, pero no me han producido nunca ese efecto "estético", más bien indiferencia. Pero entiendo lo que quiere decir Sergio, lo que pasa es que nos han dado una educación tan buenista, tan maniquea -culpa de nuestra cultura judeocristiana, no lo niego-, que cuando vemos escritas palabras como "espectáculo", "fascinación" y, sobre todo, "gustar", tendemos a pensar en lo bueno, lo correcto moralmente y no siempre es así. Me creo que el autor siga siendo perfectamente antitaurino, pero ha sabido extrapolar y valorar ciertas virtudes del acontecimiento del que ha sido testigo. No es nada nuevo en nuestra cultura, tan solo hay que ver la fascinación que produce en nuestras mentes la violencia, el horror y el terror en otros ámbitos como el cine; pero eso es ficción y no conlleva ningún juicio moral. Un poco de comprensión lectora y de empatía, incluso hacia las cosas que no nos gustan, nunca viene mal

    Hace 5 años 6 meses

  13. Miguel

    Creo que el autor se ha dejado abducir por el vino, la coba que le han dado y sus vivencias "impresionistas". Las corridas de este tipo, "vistosas" (no es arte ni mucho menos") e "higienizadas", son la punta del iceberg de la trasnochada crueldad nacional.

    Hace 5 años 6 meses

  14. Julio

    El sr siempre fue un sicopta. solo que no lo sabia. animalista de pacotilla.

    Hace 5 años 6 meses

  15. XP

    Comparar corridas de toros con mataderos és de una indigència intelectual extrema, por otro lado a este tipo hay que ignorarle y no merece respuesta, però vale para todos los que creen que esta comparacion es un buen argumento para la defensa de la tauromàquia, salud.

    Hace 5 años 6 meses

  16. Robinrob7

    "Lo comparó con llevar a alguien a ver el mar, estaba deseando ver mi reacción". Parece que Sergio del Molino confunde la inteligencia con la maldad y la estupidez.

    Hace 5 años 6 meses

  17. Luis

    Reconforta que aún algunos se sienten libres para ser políticamente incorrectos

    Hace 5 años 6 meses

  18. Sergio

    Por supuesto que los toros tienen un profundo significado simbólico, como , por otra parte, lo tenían los sacrificios humanos y el canibalismo. El problema no es ese, sino el que se anteponga esa experiencia simbólica al sufrimiento de un ser vivo. Quien busca su propio interés sobre la base de la tortura y el asesinato da igual que lo haga por ser una bestia que solo quiere ver sangre o que lo haga por la "profundidad" de sus sentimientos ante el espectáculo de la tortura. Ambos son ególatras faltos de empatía que solo buscan su satisfacción personal.

    Hace 5 años 6 meses

  19. Juncal matador de toros

    El toreo es un espectáculo no sólo de esta época si no de todas ya que representa la vida y la muerte, además toro y torero se funden en defender su vida y su muerte con las armas que cada cual posen.... Veterinario = demagogia de mercadillo. ( pero de los de todo a 1 euro) respeto para todos viva morante Alejandro Sanz y juncal. Se feliz y a vivir! Abrazos a montones. Pelear por la familia y amigos lo demás ya pelearán por lo suyo. Bsss paz y amor

    Hace 5 años 6 meses

  20. Eduardo Villar

    No quisiera desilusionarle, señor del Molino, pero el espectáculo que tan estratégicamente ha podido presenciar no es ninguna representación de una tragedia griega. Medea anda lejos de esas arenas. Tampoco es una epopeya existencialista acerca de la lucha hombre/bestia (a decir verdad nunca he sabido bien quién era quién en esta “fiesta”), como trata usted de adornar con su literatura barata y poco original. Lo que ha podido disfrutar no ha sido más que el crudo relato en directo de la agonía de un ser vivo (animal, eso sí). Los últimos treinta o cuarenta minutos de su vida, su escarnio, su humillación y derrota para regocijo suyo y demás asistentes. Y, para más inri, aun le arrancarán las orejas y el rabo tras su infame muerte. Todo ello, eso sí, con el colorido de la Fiesta. Con todo el arte de sus toreros, que admito. Con todo su valor o valentía, que tampoco voy a cuestionar. Sé que eso también está ahí y no es poca cosa. Que los aficionados taurinos no son psicópatas ni asesinos me consta. Jamás lo pondría en duda. Seguro que no disfrutan con el sufrimiento del animal. Pero no podrán negarlo porque está presente, delante de sus ojos. Que quieran verlo ya es una cuestión de empatía y sensibilidad. Mejor ignorarlo. Que use usted como argumento de defensa el tan trillado y recurrente ejemplo del chuletón que se comen los antitaurinos me parece, viniendo de alguien cuyo oficio es escribir, muy pobre de recursos. Viniendo de un intelectual, lo considero intolerable. Le confesaré una cosa: de niño tuve un traje de torero y capote y estoque. Quería ser como esos grandes matadores que veía por televisión en los años sesenta. Afortunadamente luego crecí como ser humano y aprendí a diferenciar el juego de la ignominia. Algunos de ustedes aun están a tiempo.

    Hace 5 años 6 meses

  21. Martha

    un amigo argentino medico de quirofano y acostumbrado a la sangre vino a España con su pareja y como buenos turistas fueron a los toros tambien virgenes como el autor pues en Argentina la abolicion existe desde el inicio de los tiempos. fueron con la idea de ver un espectaculo donde lo que esperaban encontrar era el enfrentamiento de iguales. A la primera se dieron cuenta del cuento. ni el torero arriesga y el toro torturado y humillado muere sin dignudad alguma. la fascinacion barata semejante a las 50 sombras de Grey hizo que mis amigos lo expresaran en la plaza poniendo la miseria y la cobardia a viz en cuello y de donde fueeon echadis sin mas. por mi parte no encuentro ninguna valentia en este texto que no merece publicacion y menos en ctxt. si necesita alguna expiacion el autor con el confesionario alcanza

    Hace 5 años 6 meses

  22. ibai

    Buenasss Yo soy un chaval de 14 años de Bilbao y os puedo decir q m apasiona la tauromaquia. Respeto a todas las opiniones. De sergio del molino me lei la España Vacia y me encantó... Muy interesante!! Salu2

    Hace 5 años 6 meses

  23. Daniel

    El toreo es el punk del siglo XXI, la única expresión artística que es capaz de cuestionar nuestra moral desde dentro y exponernos ante nuestras propias contradicciones. La verdadera vanguardia cultural siempre lo tuvo claro más allá de los fanáticos activistas del hashtag. Y enhorabuena por valiente, Sergio del Molino, esto SÍ es un artículo revolucionario remando contracorriente.

    Hace 5 años 6 meses

  24. Alejo

    Será bonito a los ojos de un psicópata, pero sigue siendo una tortura y un asco que se publiquen salvajadas en un medio. Si te gustan tanto compra un bono que están subvencionados

    Hace 5 años 6 meses

  25. Pablo

    Amigo Sergio, cuando veas morir un toro tras ser atravesado por trece rejones (Hnos peralta, a caballo) dos estocadas y un descabello, podrias opinar lo que decian unos jovenes franceses sentados ami lado: Espagnols, assasins. Si te "gusta" ese "espectaculo" con la consabida retorica autojustificaoria, haztelo mirar.

    Hace 5 años 6 meses

  26. Veterinario

    Si vuestro amfitrión és una rara avis en el mundo del periodismo del toreu os debería haber hablado de las mafias de los toros, de lo drogados que salen los animales, rellenitos de barbitúricos y diazepanes no sea que lastimen al diestro. Años hace, el veterinario en "jefe" de la monumental de Barcelona acaparó portadas por anular 2 corridas con la excusa de que drogaban a los animales. Y no, no es que quisiera denunciarlo, es que quería más dinero. Y no, no es un caso aislado: es la norma.¿ periodismo de investigación? ¿ para cuándo? Y yo era veterinario y asistía estupefacto a la peroratas del colega mafias chuleando de sus cojones...

    Hace 5 años 6 meses

  27. Angel

    Me gustó mucho la parte en la que se dice que es la representación de una tragedia donde todo sucede de verdad; quizá estamos demasiado acostumbrados a un mundo edulcorado e irreal y no seamos ya capaces de digerir verdades.

    Hace 5 años 6 meses

  28. Ore

    Si te gustó la corrida, efectivamente y como decías al principio -no habías leído el libro- eres un antitaurino de boquilla. Porque cuando has sido educado en que una aberración como esta es algo normal, que forma parte de la "cultura", que es "arte", etc., es complicado sustraerse al fondo de la cuestión. Pero si la oposición a las corridas de toros vienen del convencimiento de que lo que está ocurriendo es inadmisible en el siglo XXI en un país civilizado, no podrías ser tan condescendiente. Oye, en algunos países es un "espectáculo" público el ajusticiamiento de personas, y multitudes acuden a presenciarlos. ¿Por qué no volver a los gladiadores? Allí, como en las corridas de toros, la muerte estaba presente y era un peligro cierto para las personas, como ocurre hoy con el torero. Si te gustó la corrida, es que no tienes claros tus argumentos para ser antitaurino.

    Hace 5 años 6 meses

  29. imor

    Una vez me pasó algo parecido en una ceremonia religiosa en Salvador de Bahía: el oficiante le cortaba el cuello a un gallo blanco que seguía corriendo y regando de sangre los vestidos blancos de una ronda de mujeres. Los tambores, la sangre, el clima en general de la ceremonia me fascinaron más allá del horror. Han pasado muchos años y todavía recuerdo con claridad el sentimiento que me produjo.

    Hace 5 años 6 meses

  30. Koldo

    Muy interesante! Hace que me replantee ciertos planteamientos de mi posición antitaurina

    Hace 5 años 6 meses

  31. Lector 2

    Entonces, siguiendo el hilo y apropiándome de tus palabras, deberíamos permitir las luchas de gladiadores. Asistiríamos a ""la teatralización de una lucha, pero es un teatro donde todo es real, que termina con la muerte real y en el que el"" gladiador ""tiene un peligro real de morir."" Legalicemos las ""snuff movies"", donde el sexo más visceral es mostrado en su cruda realidad. Todo por la cultura, por no ser los hipócritas que realmente somos.

    Hace 5 años 6 meses

  32. José Luis

    Valiente.

    Hace 5 años 6 meses

  33. Lector

    Gran artículo. Sincero, valiente y acertado.

    Hace 5 años 6 meses

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