1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

El vals de las identidades

Mientras predomine la lógica identitaria que reivindica lo particular y lo propio, la agenda social por la igualdad y los derechos comunes quedará relegada a un papel subalterno

Martín Alonso Zarza 19/09/2018

<p>Matteo Salvini, líder de La Liga.</p>

Matteo Salvini, líder de La Liga.

European Parliament

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

CTXT es un medio financiado, en gran parte, por sus lectores. Puedes colaborar con tu aportación aquí.

“Nosotros nos preocupamos por la cultura y por la identidad del pueblo europeo”, se promocionaba Matteo Salvini a principios de agosto, de cara a las próximas europeas. La misma música entonaba Steve Bannon poco después: “Las ganarán los movimientos de derecha populista y nacionalista. Se harán con el gobierno. Veréis Estados-nación cada uno con su identidad y sus fronteras”. Así pues, el principio activo de la pócima mágica de esta nueva hornada de caudillos es la identidad; una ubicua –hagan la prueba de contar el tiempo antes de encontrarse con ella– etiqueta. De modo que vale la pena echar un vistazo a la cuestión.

Empecemos por el lado, digamos, anecdótico. En la cafetería bonaerense Floren Garden, las servilletas de papel proclaman “La identidad de una esquina”, la del cruce Florida-Paraguay. “El tomate de ramellet es parte de nuestra identidad y cultura popular”, declara el ganador de una beca de investigación en la modalidad de Cultura Popular del gobierno balear. Desde la misma sección hortelana pero en los Alpes, los hermanos Zollinger se ocupan de las semillas swiss-made y reivindican para la ensalada identitaria el tomate ‘rosa de Berna’. De la huerta a la cocina. En mayo pasado el gobierno sueco confesó que el plato nacional, las albóndigas, es en realidad turco. Muchos tuiteros reconocieron la honestidad del gobierno por revelar la verdad sobre un tema tan sensible para la identidad nacional. Salto a la música. En la interesante exposición “Sonidos de la protohistoria” del Museo Numantino de Soria leemos sobre las trompetas celtibéricas “que los romanos las eligieron como elementos identitarios en las representaciones de los galos y los celtas vencidos”. Cambio de registro para sustituir en la representación colectiva un équido por un bóvido. Un titular de finales de agosto: “Galicia estrena su primer ‘paso de vaca’, porque la cebra no le representa”. Pero resulta que las manchas representativas son de una vaca forastera no autóctona. “Hay razones para homenajear a la vaca como icono gallego”, declara la directora de marketing de una granja. No podía faltar el deporte: “Durante décadas [el Madrid] fue el equipo de los que llegaban a la capital. Sin embargo, ha perdido su particular batalla sociológica, lo que ha dejado a muchos madridistas sin identidad”. ¡Pobres madrileños sobrevenidos en cueros identitarios! Y para finalizar un ejemplo en sentido contrario, una patología que viste, porque parece que es mejor una mala identidad que ninguna: “Me llamo X, soy autista y no quiero que nadie me cure porque el autismo no se cura. Es una condición, es parte de nuestra identidad”. El caso hace recordar a aquel médico que sostenía que la fiebre del heno era la marca de identidad, y de superioridad, de los ingleses.

El inagotable repertorio da cuenta de la omnipresencia del término y no solo en las anécdotas populares. Pasa lo mismo en el lenguaje académico, donde a menudo la omnipresencia se multiplica en anacronismo y se presenta la identidad como una constante histórica. Es bien sabido que el primer capítulo de cualquier identidad es la invención de una genealogía. Unos ejemplos de firmas autorizadas: “La identidad ha sido uno de los elementos destacados en la educación del siglo XX” (DEDiCA. Revista de Educação e humanidades, 5, 2014); “la pregunta por la identidad ha estado presente en todas las épocas de la historia de Occidente” (Ensayos de Filosofía, 6, 2017).

¿Es así? En el Diccionario de Ciencias de la Educación (Santillana, 1983), no aparece “identidad”. En los índices analíticos de los nueve volúmenes de la Historia de la Filosofía de Frederick Copleston, las referencias son, hasta el siglo XX, al principio de identidad, que es una propiedad lógica (una cualidad de las proposiciones) no ontológica (un atributo de la realidad, como quiere el uso actual). En los cinco volúmenes del Dictionary of the History of Ideas (1974) no aparece el término. La identidad en la tradición clásica se entiende como una relación de semejanza total entre dos instancias. Por eso el término brilla por su ausencia en los clásicos del pensamiento social. De modo que en el índice de The Macmillan Book of Social Science Quotations, editado por David L. Sills y Robert K. Merton como volumen 19 de la International Encyclopedia of Social Sciences (1991) no aparece identidad. En los volúmenes de contenido aparece solo en la acepción psicológica (desarrollo de la personalidad, concepto de sí mismo) en la entrada “identidad psicosocial”, no como atributo de culturas, sociedades u otras instancias colectivas. El término tampoco aparece en los volúmenes del Diccionario Unesco de Ciencias Sociales (1975).

Precisamente la referencia psicológica es la primera en el sentido corriente y nace en la segunda mitad del siglo pasado de la mano del psicoanalista Erik H. Erikson. Pronto, en el maelstrom del 68, el término se extiende a otros campos hasta convertirse en el constructo comodín y nebuloso que conocemos. La identidad nace precisamente en el humus conservador del final de las ideologías (la obra pionera de Daniel Bell con ese título se publica cuatro años después del trabajo de Erikson, en 1960). La genealogía es clara, como han puesto de manifiesto analistas como Liana Giorgi, Robinson Baudry y Jean-Philippe Juchs o Detlev Claussen. En particular, Baudry y Juchs aciertan a resumir la paradoja en una frase: “La noción de identidad es de un uso masivo pero reciente en el campo de la psicología y las ciencias sociales”. De modo que es un claro abuso retroproyectar históricamente el uso del término. Y esa alegría en el uso se replica en otras direcciones. “La identidad nacional es un algoritmo político”, dice una de las viñetas de El Roto. Un algoritmo performativo, porque el lenguaje de la identidad se inserta en una constelación semántica muy connotada. Claussen asegura que ha sustituido a “ideología” y desplazado el foco desde lo social hacia el tejido blando culturalista. Las palabras crean campos de valores. Así, “identidad” rima con particularidad (se enaltece lo propio frente a lo común), distinción, ADN, competición, privatización/patrimonialización, diferencia, pureza, exclusión, tribalismo, marcadores, fronteras, muros, estrategias de suma cero, síndrome carencial…; pero no con solidaridad, igualdad, reciprocidad, cooperación, fraternidad, ciudadanía, dominio público, universal o planetario.

No cabe aquí el desglose de la constelación tenebrosa (supremacismo, victimismo, esencialismo, narcisismo, faccionalismo, radicalización, binarización –“nosotros-ellos”–, fundamentalismo, organicismo, irredentismo emocional, intolerancia, burbuja cognitiva, paleofilia…) propiciada por las gramáticas de la identidad que se resuelven en el mejor de los casos en bastiones incomunicados. Es algo más de una ironía que el mismo Erikson padre de la criatura acuñara igualmente a su contraparte, a la que denominó “pseudoespeciación”, la tendencia a considerar al endogrupo como “naturalmente” superior (“The concept of identity in race relations. Notes and queries”, Daedalus, vol. 95, 1966). Es esta propensión la que explica las prevenciones de mentes preclaras: para Tony Judt, “‘Identidad’ es una palabra peligrosa. No tiene ningún uso respetable en nuestros días”; para Ian Buruma, como para Amin Maalouf, es “un asunto con sabor a sangre”. Sin llegar tan lejos, la identidad es una herramienta que produce resultados bien diferenciados según el espacio ideológico y civil. De nuevo Steve Bannon: “En tanto [los demócratas y la izquierda] sigan hablando de política de identidad, les tendremos dominados”. Recordemos donde germinó el “Spain is different”, precursor del contagioso “X [nosotros] primero”, “hacer a X grande otra vez”. De ahí la inclinación de los líderes etnopopulistas a convertir la identidad en palanca de movilización. Porque la identidad activa emociones negativas low cost, como el miedo, el odio o el resentimiento.  De modo que a poco que las circunstancias coadyuven, el vals de las identidades derrapa en danza macabra.

Pero sin llegar a ello la identidad produce una segmentación en la movilización que impide la confluencia en términos de solidaridad ciudadana, como señalaba hace poco en estas páginas Eugenio del Río y acaba de recordar Michael Ignatieff aprovechando la publicación de dos libros recientes que apuntalan el mismo argumento. No se ha prestado bastante atención a la diferente respuesta de la marea blanca en Madrid y en Barcelona; y a las consecuencias que ello ha tenido para las poblaciones respectivas en términos de calidad asistencial. Es evidente que mientras predomine la lógica identitaria que reivindica lo particular y lo propio, la agenda social por la igualdad y los derechos comunes quedará relegada a un papel subalterno. Al final, la política de la identidad se convierte a la vez en una prisión grupal y en un obstáculo social para configurar una acción colectiva con capacidad de hacer frente a las lógicas depredadoras de gentes como Orbán, Bannon o Netanyahu. El último nombre es el mejor ejemplo para mostrar el efecto sobre la izquierda y las fuerzas sociales de una lógica identitaria en un estado que se considera con razón heredero de la peor catástrofe producida por la lógica identitaria.  Mírese qué peso tiene hoy la izquierda en el país de los kibutz.  No deberíamos olvidar, junto a otras reivindicaciones legítimas de la memoria histórica, el núcleo central de la historia del siglo XX.

-----------------------

Martín Alonso es autor de No tenemos sueños baratos. Una historia cultural de la crisis y El catalanismo del éxito al éxtasis.

CTXT es un medio financiado, en gran parte, por sus lectores. Puedes colaborar con tu aportación aquí.

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Martín Alonso Zarza

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

1 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. cayetano

    Es un buen artículo, relatándonos la interpretación histórica del significante identidad (con referencias bibliográficas), desde sus relaciones con ideologías y/o culturas políticas en cada contexto histórico. De compartir su enfoque, no podría más que aportar alguna matización o pellizcar algún argumento secundario, pero no es el caso. Como atrevido ignorante, critico la mayor junto al proceso de razonamiento, sin necesidad de negar o afirmar su relato histórico. Y la crítica va a la línea de flotación de la médula en su razonamiento, sobre si >. Cosa que no entiendo, pues prefiero más “concepto” que “principio” de identidad, y al entender que no es ni unívoco pacíficamente, aun si fuera cualidad de proposición. Por la misma razón que la realidad social de la que se habla, tampoco cuenta con atributos unívocos como se pretende. Y ello, porque no hay realidad que niegue la contradicción, ni afirme la univocidad y/o al Uno, menos aun la realidad social en todo su esplendor y complejidad, con infinidad de contradicciones. Pero en mi corto entendimiento, al menos sobre el tema, pienso que la capacidad performativa de un término consiste en reproducir o consolidar experiencias y/o realidades, deseos o pulsiones, fantasías… en definitiva vivencias imaginarias o reales, que preexisten y son potencia de concepto. El concepto es performativo al dar corporeidad delimitando los significados, y concretando las distintas potencias que preexistían al mismo, conformándolo respecto de una cultura, normalmente hegemónica y asumiendo una función teleológica (inmanencia), en su contexto. Como decía un comentario de Iñaki en uno de los artículos sobre el tema en CTXT, lo que no se nombra no existe, y apunto para ser más estricto: o al menos su incorporeidad impide la manifestación de su presencia consciente, que es preexistente a la potencialidad contradictoria de la que nace, en su caso, el concepto o principio corpóreo y ya delimitador de un significado. A donde nos lleva este razonamiento, de entrada a comprender porque los términos y conceptos cambian de significado a lo largo del tiempo y espacio. Creo que este aserto es compartido por todos. Y este argumento no negaría el artículo que nos ocupa, pero si traslada e invalida la argumentación sobre la univocidad ahistórica del significado (principio o atributo) de identidad y sus inmanencias performativas. De un lado, aun si aceptamos que todo concepto responde, para el caso da igual que sea proposición de cualidad o atributo de realidad, a una realidad contradictoria e histórica. Está claro que el concepto identidad es reciente históricamente, tanto como el concepto de individuo (lo ha explicado muy bien el autor). Pero no podemos por ello negar que la significación conceptual tanto de identidad como de individuo, son parte de la realidad y cultura de hoy. De hecho lo denunciamos y vamos a contracorriente, precisamente porque son hegemónicos hoy, en este contexto histórico. Y aunque sea desde la negación y la crítica, el autor se ha dedicado a explicarnos y afirmarnos de una parte cuan actual es el concepto de identidad (sea proposición o atributo), y de otra cuan perniciosa es su actual significación. Que el concepto de identidad como el de individuo, aparezcan en la Modernidad, no demuestra que el concepto de identidad responda a una única potencia de corporeidad de una realidad histórica presente, sólo que no responde a la de ayer. Y el autor en ningún momento plantea que dicha univocidad sea histórica, más bien pareciera que es ahistórica, dado que siempre han de tener los significados perniciosos que le atribuye ontológicamente (“atributo de la realidad”). Además, tampoco demuestra necesariamente que la corporeidad instrumentalizada del término identidad, ahora hegemónica (tenga la significación e inmanencia teleológica que tenga), sea la única potencia de corporeidad del término, dado que primero la realidad es contradictoria, y por ello evoluciona. Es decir, que se pueda discutir la significación del término, con el mismo o inventando otro, encabezonarse con el término y entender unívocamente y atemporalmente la cuestión es su error. Otro significante o resignificado del mismo, que cómo función ha de ser némesis significativa, con origen en las propias contradicciones de la realidad social preexistente. Que naciendo de la misma preexistencia potencial por contradictoria, sea su antítesis, némesis de la acepción que la ultraderecha asigna al término, sea concepto, principio y/o atributo de la realidad. Y eso es realmente lo importante no el significante o término, sino encontrar, disputar desde la misma raíz de la realidad contradictoria de dónde nació la acepción perniciosa, la contraposición, su antítesis, su némesis. Y Clara Ramas junto a otr@s, entienden que puestos a discutir la interpretación de la realidad, hagámoslo disputando la batalla por la significación de los términos que ella misma parió, quizás porque sea lo más económico o eficiente en términos de comunicación. Pero también porque eso es coger al toro por los cuernos- metafóricamente-. Dicho en otras palabras, la gran reflexión para mí que soy insignificante, de seguir el hilo argumental del autor y teniendo en cuenta las consideraciones previas de este comentario, sería contraria a la manifestada por él. Por ello, si al autor del artículo no le gusta el término identidad, y da por imposible una batalla por su resignificación. Resignificación posible, como sin pretenderlo afirmaba uno de los artículos contrarios al término Patria, pues afirmaba que en condiciones diferentes los términos son fácilmente resignificados, lo decía éste al hablar de Patria y su significado para los pueblos y movimientos de liberación latinoamericanos. Como decía, en el caso, de que el autor no comparta el término identidad para resignificarlo, para disputar la batalla del lenguaje, el imaginario popular y la política, debería proponer la comentada Némesis que nace de las mismas contradicciones de la realidad que contraponer a la óptica de la extrema derecha. Que el término identidad parta de la cultura actual sólo indica que corresponde a estos tiempos, cómo explica en tantos ámbitos y perspectivas el propio autor. Que su significación remite al individuo es lógica en esta cultura donde todos nos hemos socializado, incluso la comunidad se piensa desde la suma de individuos y no como realidad ontológica preexistente. Pero ello, no significa que no podamos resignificar el término identidad dotándolo de potencias positivas, frente a la némesis que propone la extrema derecha. Recuperar el término identidad cuando hay tantas vivencias de identidad, unas con base material y otras no, pero todas sustanciales en la cotidianidad vital. Recuperarlo o recrearlo para un proyecto de comunidad o de Patria, que se enriquece en la diversidad de identidades, que incorpora esa diversidad como seña de identidad (no es una contradicción lógica, señas de identidades como seña de identidad, depende de la mentalidad o imaginario). Y ello en base a los valores inmanentes de comunidad en diversidad de identidades (materiales o no), sustentado todo ello por compartir unos intereses materiales y condiciones de vida frente a la involución social que recorre las distintas identidades que la componen y creen en el futuro de sus sinergias desde la diversidad. Recuperar un concepto que de corporeidad a la misma contradicción en la realidad de la que nace y avanza la extrema derecha, pero desde las antípodas, sin dejar vacío. Pues no olvidemos que la extrema derecha crece sobre una contradicción imaginaria o real que ha quedado sin respuesta, y ellos han ocupado el vacío. Y si no abordamos ese vacío contradictorio de la realidad, para dar respuesta desde nuestra óptica, contraponiendo la antítesis a la ultraderecha y resignificando desde ese vacío y contradicciones, vamos en inferioridad, como de otra parte se está demostrando desgraciadamente. Clara Ramas y otros proponen identidad, comunidad y Patria, y no tratan de parecerse para contrapesar. Pero sí de reconocer que están dando respuesta a una serie de contradicciones en las que existían un vacío, y en las que por tanto sus significantes son hegemónicos. Discutamos la hegemonía del lenguaje, del significado, de la proposición, y otra cosa, no lo hagamos en su terreno, el de la maximalización universalista. Acaso renunciar a la batalla por el lenguaje y sus significados, no es ir desarmados, al no dirigirnos al núcleo contradictorio desde el que irradian las extremas derechas. Quién, hoy en día va a renunciar a su identidad, sea proposición o atributo o potencia de la realidad contradictoria. Pensemos en términos políticos, ahí es donde está la batalla, la ultraderecha muda como serpiente y como a serpiente hemos de darle en la médula espinal de su fake rhetoric, si pretendemos acabar intelectual y emocionalmente con ella, demos también la batalla por significar el lenguaje. Un cordial saludo.

    Hace 5 años 5 meses

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí