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Mariana Mazzucato / Economista

“¿Es Silicon Valley producto del libre mercado o de la mano activa y visible del Estado?”

Stephen J. Dubner (Freakonomics) 26/09/2018

<p>Mariana Mazzucato</p>

Mariana Mazzucato

Simon Fraser University

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Mariana Mazzucato es catedrática de Economía de innovación y valor público en la University College London. Es asesora en el Council of Economic Advisers de la primera ministra escocesa y asesora de Carlos Moedas, comisario de investigación en la UE. Fue miembro del equipo asesor de Jeremy Corbin, del que dimitió a causa del Brexit. En la actualidad participa en el equipo asesor de la OCDE, para la elaboración de un nuevo relato económico, en Gotcha y en Sitra´s Advisory Panel en Finlandia, entre otros. Es autora de varios libros, entre ellos El Estado emprendedor y El valor de todo.

Mazzucato afirma que llegó a la economía a través de la lectura de algunos economistas entre los que sin duda se encontraba Karl Marx.

Todos conocemos el relato típico: nuestras economías serían más dinámicas si el Estado se quitara de en medio. La economista Mariana Mazzucato sostiene lo contrario: la financiación pública de la investigación en las etapas iniciales ha permitido en gran parte el desarrollo de los sectores tecnológico, energético y farmacéutico. Sin embargo, el Estado se muestra muy poco eficaz a la hora de llevarse los laureles y, lo que es más grave, a la hora de rentabilizar su inversión. Sin embargo, ¿qué habría sido de Uber sin la financiación pública para el desarrollo del GPS? ¿Qué sería de Google si no se hubiera producido la financiación pública para el desarrollo de internet? 

¿Qué diría ante afirmaciones como que el libre mercado es casi siempre bueno y el Estado casi siempre malo?

Es curioso que Adam Smith definiera el “libre mercado” no como algo libre de la intervención del Estado, sino libre de prácticas rentistas y de las actividades centradas en la extracción de valor

Lo primero que preguntaría es qué entendemos por libre mercado. Es curioso que Adam Smith, uno de los primeros economistas de finales del siglo XVIII, definiera el “libre mercado” no como algo libre de la intervención del Estado, sino libre de prácticas rentistas y de las actividades centradas en la extracción de valor. A aquellas personas que afirman que necesitamos menos intervención del Estado para generar más innovación y dinamismo les diría que se fijaran en Silicon Valley. ¿Es producto del libre mercado o de la mano activa y visible del Estado? Lo que yo defiendo es que el Estado ha intervenido en prácticamente todos los aspectos relacionados con Silicon Valley. Eso no significa, por supuesto, que no haya tenido algo que ver en todo ello el sector privado, de hecho, todos conocemos las importantes empresas asentadas allí. Pero los actores públicos intervinieron a lo largo de toda la cadena de innovación.

Se refiere a agencias como DARPA, NASA y los National Institutes of Health por ejemplo, ¿verdad?

Sí, me refiero a organismos encargados de desarrollar investigación puntera como la National Science Foundation, pero también a otros dedicados a la investigación aplicada, como DARPA y su organización hermana en los últimos tiempos, ARPA-E. Estas instituciones públicas son cocreadoras de valor. Es bastante curioso que nos hayamos acostumbrado a términos mucho más pasivos para describir al sector público. Hay que empezar a cambiar el vocabulario que empleamos. En lugar de decir que el sector público elimina el riesgo del sector privado, hay que decir que se trata de compartir los riesgos. En lugar de hablar de facilitar y permitir la actividad empresarial, hay que hablar de liderar la inversión como inversor preferente.

Uno de los argumentos centrales que defiende es que las instituciones públicas y cuasi públicas invierten, asumen riesgos y, sin embargo, apenas participan de los beneficios. ¿Hasta qué punto es esto problemático? 

Es muy problemático y tiene que ver, de nuevo, con cómo hablamos de las cosas. A menudo recuerdo que ya Platón advirtió de que los contadores de historias dominan el mundo. De hecho, estos relatos sobre quién crea valor son los que han creado los relatos que justifican la extracción de valor. Déjeme que ponga un ejemplo que creo que ilustra la idea: después de la crisis, el Gobierno de Estados Unidos decidió desarrollar una serie de medidas de estímulo fiscal de casi 800.000 millones de dólares. Y parte de esas medidas iban encaminadas realmente a potenciar la economía verde. Quizá recuerde que Obama financió a algunas compañías como Solyndra a través del Departamento de Energía, mediante un préstamo garantizado de unos 500 millones. La compañía quebró.

La gente dijo “¡Dios mío, el Gobierno es un caso perdido! Una panda de burócratas que no saben lo que tienen entre manos. No deberían apostar a los caballos sino ejercer de mediadores, hacer carreteras, invertir en educación e infraestructuras y quitarse de en medio”. Para empezar, este enfoque obvia el hecho de que el Gobierno de Estados Unidos ha sido el principal financiador en materia de energía solar y eólica –junto con otros Gobiernos– pero también de la energía nuclear. El propio fracking recibió financiación pública con anterioridad. De hecho, a la par que financiaba a Solyndra estaba financiando a Tesla con una cantidad similar de dinero. De modo que el coche Tesla S obtuvo un préstamo garantizado de 465 millones de dólares. Y cuando digo garantizado, me refiero garantizado por los contribuyentes. Contribuyentes a los que no les gustaba en absoluto tener que pagar la factura de la quiebra de Solyndra. Sin embargo, ¿por qué no sabían que habían financiado también a Tesla? ¿Acaso eso no habría cambiado el relato y la percepción de las acciones de aquellos burócratas de Washington? Lo cierto es que contaban con una cartera, como cualquier otro inversionista de riesgo. Cualquier inversor de riesgo te dirá que consigue un éxito entre muchos fracasos. Sin embargo, si realmente quieres dedicarte a esto tienes que elaborar una cartera que te permita obtener alguna ventaja de tus triunfos, precisamente para poder cubrir los reveses. El Gobierno de EE.UU. no lo hizo. No solo fracasaron en materia de marketing, no habían sido capaces de comunicar a la ciudadanía el éxito de algunas de sus inversiones, como en los componentes de tu iPhone o smartphone, internet, GPS, las pantallas táctiles, Siri: todos han recibido financiación pública. Pero en este caso concreto, la gente no sabía que el propio Elon Musk había recibido financiación para Tesla. Y Elon Musk, por cierto, ha recibido un total de 5.000 millones, con sus nueve ceros.

Por lo tanto, defiende que, por un lado, no se le atribuye lo suficiente el éxito al Estado por sus anteriores inversiones en organismos como DARPA y la NASA, o en el sector farmaceútico, etc. Y, por otra parte, defiende también que no está rentabilizando sus inversiones lo suficiente, todo ello bastante verosímil. Sin embargo, tampoco ayuda nada que el sector empresarial obtenga altos rendimientos y pague pocos impuestos. Me gustaría que ilustrara esto con algunos ejemplos. Me estoy refiriendo, como sabe, a EE.UU., porque ¿dónde están los Googles europeos? ¿Qué distingue a Estados Unidos de Europa, por qué no se dan allí compañías como Facebook y Google?

En primer lugar, EE.UU. contaba con un sistema de innovación que no tienen muchos países europeos, con un sector financiero paciente, y organismos muy activos orientados a cumplir una misión y preocupados por los grandes problemas. Para ir a la luna es necesaria la innovación en distintos sectores, incluido el de la ropa, no es solo una cuestión de aeronáutica. También se requieren otro tipo de instrumentos como los premios y las políticas de compra que permiten crecer a las startups. Y lo importante es contar con un sistema, con un ecosistema emprendedor, yo no creo en los emprendedores, creo en los ecosistemas de emprendimiento, que son los que permiten escalar a las startups. Es curioso que Europa haya aprendido lo peor de la experiencia de Silicon Valley. Y eso se debe en parte al discurso imperante en Estados Unidos, un país que habla como Jefferson pero actúa como Hamilton. Jefferson hablaba de cómo librarse del Estado y Hamilton, antes de su duelo con Burr, hablaba más bien de una estrategia industrial activa. Sin embargo, China sí ha aprendido la lección correcta. China está haciendo por la economía verde lo que Estados Unidos hizo por la revolución IT. Al mismo tiempo que sucede esto, Donald Trump desmantela lo que yo llamo el Estado emprendedor.

Pero la pregunta es: ¿a dónde van a parar los beneficios dado que todo se construye sobre las espaldas de infraestructuras financiadas con dinero público?

¿A dónde le gustaría que fueran a parar? Si pudiera diseñar y poner en marcha un marco de colaboración público-privada para los próximos 50 años, ¿qué mecanismos elegiría para que el Estado obtuviera rendimientos, que a su vez revertieran sobre los contribuyentes, en lugar de ver cómo el beneficio sigue fluyendo a manos privadas y de los accionistas?

Hay distintos mecanismos, no uno sólo. Sería absurdo pensar que sirve el mismo mecanismo para todos los sectores o las distintas fases del ciclo innovador. En el caso de las farmacéuticas, lo lógico es recurrir a los precios. Los precios que se fijan para los medicinas, los fármacos que las personas tienen que comprar para poder sobrevivir cuando contraen esas terribles enfermedades, ya sean diabetes, hepatitis C o cáncer, deberían reflejar esa aportación pública y así evitar que los contribuyentes paguen dos veces, por un lado por el gasto en investigación puntera, y por otro pagando los altísimos precios que fija la industria farmacéutica. Pero volvemos al tema de los contadores de historias de Platón. Si el relato que circula es contrario a ti y te convierte en un impedimento intervencionista, regulador y no te define como un inversor preferente, carecerás de la confianza, la seguridad y el mandato para poder influir sobre los precios.

¿Y teme un retroceso?

Exactamente. Los precios son un ejemplo. Otro sería generar las condiciones adecuadas para que los beneficios se reinviertan en las áreas que han recibido gran cantidad de ayudas y fondos públicos. Si las empresas quieren un libre mercado total, estupendo, que lo tengan, pero que no reciban un solo céntimo del Estado. Pero si vas a recibir esas enormes cantidades de dinero del Estado, entonces habría que imponer algunas condiciones para la obtención de valor público, porque de lo contrario, solo se trata de valor privado.

Por muy convincente que resulte su enfoque desde un punto de vista tanto económico como político, ¿no tiene la sensación de estar perdiendo la batalla? Porque, hasta dónde yo sé, la mayor parte de los gobiernos de los grandes países y las mayores industrias están precisamente empujando en el sentido contrario, ¿no es cierto?

Yo creo más bien que estas ideas están ganando terreno. Creo que resultaba mucho más difícil hace unos años. Volvamos al ejemplo de las farmacéuticas. Ya no pueden fingir que los precios elevados se deben al gasto en I + D porque ya hemos demostrado que eso no es así y que gastan mucho más en marketing y que su I + D es mucho más downstream que la del sector público.

Bien, para terminar, una pregunta un tanto odiosa. Pide que se valore más el gasto público, y que haya una mayor inversión en gasto público y mayores beneficios, pero a la vez es asesora de muchos Gobiernos y organismos, incluyendo el Gobierno escocés y la Comisión Europea. Cuando acusa a la empresa privada de estar plagada de rentistas, convénzame de que ni usted ni sus aliados gubernamentales lo son.

El Estado tiene que entender cuál es su papel. No está solo para arreglar los problemas marginales ni para limitarse a esperar a que las cosas vayan a peor para poner un parche. Tiene que ser un co-creador y co-artífice activo

En primer lugar, y no quiero que parezca que estoy a la defensiva, no obtengo un solo céntimo como asesora. Quisiera matizar mi punto de vista para que se entienda bien. Yo no digo que el Estado tenga que invertir más. Lo que digo es que el Estado tiene que entender cuál es su papel. No está solo para arreglar los problemas marginales ni para limitarse a esperar a que las cosas vayan a peor para poner un parche. Tiene que ser un co-creador y co-artífice activo. Mi papel ha consistido en mediar cuando se sientan a hablar el sector privado y el sector público, y que mantengan una conversación interesante. Y mi papel en el proceso político es ser la piedra en el zapato, que por desgracia no siempre se consigue sacar, y la piedra en el zapato de las empresas, para que nos les resulte tan fácil decir cosas como: “Ah, claro, es que el cortoplacismo se debe a las presiones del mercado”. A lo que yo respondo, “¿Qué quieres decir? ¿Qué el mercado es un resultado, el resultado de tus acciones? ¿Qué es el mercado?”. Y recibo palos por todas partes. En mi función de asesora, intento evitar la complacencia en torno a una mesa, la petulancia de los colectivos tanto públicos como privados. Y creo que se avecinan tiempos difíciles a los que solo nos podremos enfrentar juntos, y eso significa que hay que cambiar las palabras que empleamos, el relato y la historia hacia la necesidad de compartir los riesgos y las recompensas, y no de eliminar el riesgo.

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Resumen de la entrevista radiofónica realizada por Stephen J. Dubner a Mariana Mazzucato el 5 de septiembre en Freakonomics y producida por Zack Lapinski. El programa llevaba por título ‘¿Es el Estado más emprendedor de lo que pensamos?’.

Edición y traducción: Olga Abasolo.

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Autor >

Stephen J. Dubner (Freakonomics)

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4 comentario(s)

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  1. cayetano

    A Antonio, al capitalismo le preocupa más como usar internet como herramienta proactiva, minorando las disrupciones, al maximizar beneficios que otra cosa. Claro está, esos beneficios pueden ser sobre productos y servicios, incluidos los políticos. Acceder a los perfiles para personalizar mensajes y ofertas de todo tipo, es el reto, fue lo que permitió a Trump u otros, dar discursos personalizados y contrapuestos, con receptores no públicos y generales, sino individuales. Es decir, cabe la posibilidad de que un mismo emisor envíe mensajes diferentes a diferentes receptores. Los Estados no son más que meros intermediarios y contrapesos, válvulas de escape que permiten consensos, y legitiman al orden que pertenecen aquí y allí.

    Hace 5 años 5 meses

  2. Antoni Medina

    Mentira, si hubiera sido por el estado todavía tendríamos que tener permisos especiales para acceder a Internet. Y por supuesto no podríamos comunicarnos con nadie que no estuviera aprobado por el estado. Es mas, el estado está ansioso por ponerle freno a Internet porque le tiene miedo. Quiere regularlo como si fuera un commodity y convertirlo en su terreno de fiscalidad aunque esto afecte a la libertad de las personas. El estado no quiere que cualquier persona tenga un altavoz y que pueda difundir ideas mas allá de sus fronteras. Es mas, la presencia de un Internet no regulado ha demostrado el nivel fascista de cualquier estado.

    Hace 5 años 6 meses

  3. cayetano

    Es curiosa su reflexión sobre EE.UU y China: "Sin embargo, China sí ha aprendido la lección correcta. China está haciendo por la economía verde lo que Estados Unidos hizo por la revolución IT. Al mismo tiempo que sucede esto, Donald Trump desmantela lo que yo llamo el Estado emprendedor." Respecto al "libre mercado" -capitalismo- y el Estado Moderno no hay solución de continuidad entre ellos, el sistema requirió y continua requiriendo la funcionalidad del Estado para el proceso capitalista. Incluida una de las facetas que más sorprendían a Marx, y por la que algunos llegaron a tratarle de enamorado del capitalismo, su capacidad de innovación y/o elevación de la productividad. En lo que a innovación estratégica se refiere, el Estado siempre ha asumido los riesgos socializándolos. Halla donde la inversión privada no se adentraba por riesgo o amortizaciones demasiado extensas en cantidad y tiempo. No sólo en la investigación, que hoy destaca por ser el elemento más nítido de valor añadido, sino en infraestructuras (para Jeremy Rifkin) portadoras de nuevos paradigmas, como las energéticas y comunicaciones. Luego el relato contradictorio siempre ha existido, y la realidad concreta pero general, es que sólo se pretende la jibarización del Estado, allí donde el riesgo ha desaparecido por su acción, o éste ha generado una gallina de huevos de oro por deglutir. Cuando hablamos de huevos de oro, nos referimos a los servicios públicos y las propias clases populares. A la privatización de los servicios públicos esenciales y la desposesión de las clases populares. La cuestión no es sólo la invención e innovación, sino las resistencias que los capitales fijos de grandes corporaciones, presentan ante la aplicación de éstas. Y las consecuencias que tendrían en “el mercado libre”, si no se respetarán dichos intereses. Las Crisis ferroviarias que acontecieron en las postrimerías del Siglo XIX en EE.UU, eran –en parte- producto de inversiones en competitividad tendentes a precios sobre costes marginales, y también a la irrupción continua en el mercado de las nuevas fórmulas de comercialización e innovaciones y/o invenciones tecnológicas. Lo que llevaría al corporativismo como fórmula de apaciguamiento del agujero negro competitivo que se tragaba a las grandes compañías y sus inversiones. Acuerdos que en la época pretendían dar solución a un efecto pernicioso para las compañías, el tejido productivo estratégico. Pero que sin embargo hoy interpretaríamos como colusión para alterar la competencia y el precio de las cosas sobre los ciudadanos. Cuando lo único que cambia es la realidad en que interviene e intencionalidad que la mueve: antaño la supervivencia del tejido industrial para controlar precios en relación a costes, hoy igual pero pretendiendo la maximización espúrea del beneficio, estratosférica por encima de costes. Lo que demuestra el caso, como tantos otros, es que no existen estructuras, relaciones u organizaciones que sean idóneas per sé, ya que su idoneidad lo es para un espacio y tiempo concretos. Las estructuras humanas si se mantienen en el tiempo histórico cambian su funcionalidad y con ella la polaridad. La funcionalidad del Estado no es sólo cubrir los riesgos económicos, o aquellas inversiones necesarias para las sinergias económicas de crecimiento, que sin embargo son deficitarias. Una de las funciones fundamentales es la de legitimación, el Estado no es tonto y ha perdido oportunidades de otros relatos, simplemente ha cumplido su función. De tal manera que no sabemos en qué medida la intervención económica del Estado nos ha deparado beneficio económico, en el coste del medicamento, o en el disfrute de un modelo social, sus servicios e infraestructuras, mentalidad, y tantas sinergias y/o externalidades positivas que contribuyen a nuestro estatus para bien o mal. Hacer tangible el beneficio en el servicio público esencial es fácil, pueden informarte del coste recibido. Lo difícil es hacer tangible el % de coste liberado en la factura privada, por la intervención del Estado. Por ejemplo, en relaciones mucha más directas y fáciles, como ahora sería incorporar en la factura de electricidad información sobre el ahorro que supone la suspensión estatal del impuesto sobre la generación. El Estado podría dedicar esfuerzos para poder analizar, interpretar su aportación al producto concreto, y poder comunicarlo. Pero ello dependerá de la concepción y papel que se le asigne al Estado, y éste además como Administración tiene su propia cultura e inercias. Quizás sólo pueda explicarse la tontuna estatal, de no hacer valer su aportación, precisamente porque no lo pretende, porque es parte de su función legitimadora del sistema no pretenderlo. Y porque de haber gobernante que se lo propusiera, la mentalidad de la Administración y resistencia del resto de poderes probablemente fuera infranqueable. Aunque los modelos estatales no son idénticos, y permiten pensar en la posibilidad que apunta la entrevistada, en una coexistencia entre Estado y “Mercado”, desde una orientación reformista pero intensa. Reformismo intenso que discutiera el relato o cuento contrarrestando las doctrinas jibarizadoras del Estado, que desgraciadamente existen hoy en cuanto al emprendimiento, como bien dice Mariana Mazzucato el contexto ha derivado en discursos y prácticas que están desmontando lo que ella llama “el Estado emprendedor” por Trump y su Administración. Un cordial saludo.

    Hace 5 años 6 meses

  4. Vicino Orsini

    Noam Chomsky lo ha contado (por su experiencia de primera mano en el MIT) en numerosas charlas y conferencias. La inversión del Estado de EEUU (la misma que promueve que no se haga en otros países...) bajo la excusa de la "defensa militar" fue constante a partir del fin de la segunda guerra mundial. Universidad gratis para soldados y veteranos, había que entrenar a los ingenieros, burócratas, etc. para dominar el mundo on-site y en remoto. Todos los proyectos tenían que tener un primer capítulo sobre las aplicaciones militares, pura cháchara. Era política industrial y tecnológica pura y dura, financiada con el control de la economía mundial y los recursos estratégicos de todo el globo. Todo luego entregado a "los privados" (los capitalistas amigos, cronies) gratis por las agencias del gobierno. Así crecieron todos los sectores (aeronáutica, química, telecomunicaciones, informática) al calor de la teta del Estado, a la que tanto vilipendian. Cuando logran un producto viable comercialmente, ahí se corre el Estado y quedan las royalties y disfrute para los pocos conectados. Socialización de riesgos, privatización de los beneficios.

    Hace 5 años 6 meses

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