Resumen de lo publicado. De la emisión de días históricos del año pasado, la cosa ha quedado así, lo que debería hacernos meditar, hermanos. Los días 6S y 7S no se han conmemorado/han pasado de largo. Cabe suponer que se quieren olvidar. El 20S, día de las primeras detenciones en Economía, y día en el que ANC y Òmnium mandaron parar, se ha celebrado como todo lo contrario, como el inicio de una revuelta. El 1-O se celebró a tutiplén y sin unanimidad por parte del pack Procés, que tiende a observar ese día como un referéndum y un consecuente mandato. El Gobierno, por otra parte, ha pasado de puntillas por su día 1-O, si bien –importante– ha reconocido que abrir la puerta a Piolín fue un error. El 3O también ha pasado un tanto de largo, diría. Recuerden: fue el día en que unos sindicatos –el más ganso: la CGT– convocaron huelga general y, el Govern, lockout. Esa mezcla de huelga y de cierre patronal remunerado supuso una manifestación gansísima en BCN y, en lo que es un indicativo de lo que es el Procés, un paro absoluto en el campo, en la enseñanza y, un poco menos, en el pequeño comercio. Hay otro 3O que se ha celebrado incluso menos. El del discurso BDSM del rey. Esto es, el anuncio oficial de que Esp era un producto finalizado y que, ante cualquier discusión al respecto, no se dudaría en emplear, glups, la fuerza. Es decir, a Piolín, el Leviatán del Tercer Mundo. El discurso del rey más preparado de la historia y bla-bla-bla, por otra parte, supuso un cambio iconográfico importante. BCN se llena de banderas esp y, el día OCHO O –brrrrr, la tecla del ocho sigue changada, y eso que le he puesto aloe vera–, se produce la primera gran mani ultra-no-nacionalista. Asistió la extrema derecha de toda la vida, la venida a más y –novedad, no observada en su importancia por nadie, me temo– personas normales, alejadas del nacionalismo esp y cat y de la extrema derecha, asustados ante la desaparición de discursos y chistes de las izquierdas –incluso, las nuevas– ante el Procés. Sí, las izquierdas no Procesistas fallaron. Mucho. No emitieron contundentemente ante dos distintos y distantes discursos brutales de dos Gobiernos. Puede que acaben comiéndoselo con patatas. En eso llegó el día 10. Creo que es el día mas importante de todos. Es más importante que el 27O, que llegó con todo ya explicado. Es el día que explica lo que es el Procés y por qué ha fracasado. Explica, me temo, por qué puede fracasar cualquier intento de cambio del Estado emitido por otro emisor. No sé. Las izquierdas rupturistas por ejemplo. No se lo pierdan.

Los hechos. No fue un día épico. Había sesión parlamentaria. Se suponía que ese día –9 días después del 1-O, es decir, violando otra vez la Llei del Referéndum que no se aplicó en ningún tramo– se tenía que declarar la DUI. Pintaba que sería una DUI fake. Y pintaba, con el discurso del rey en el ambiente, que eso no impediría que Piolín nos diera a todos en las pestañas. El pleno, en todo caso, quedó suspendido unas horas. A los periodistas que estábamos pelando la pava se nos intoxicó, en ese interín, con las intoxicaciones habituales. Las más divertida: se habían parado máquinas porque Austria, Bélgica y Eslovenia –hala– iban a reconocer la República. Vamos, que el pleno se aplazaba por la misma razón que, precisamente, se tendría que haber acelerado. En la reunión del staff procesista, al parecer dispuesto a proclamar la DUI, que ya tenía un texto escrito, Puigdemont planteó aplazar la cosa. No creo que ese dato sea importante. Se hubiera aplazado, si no a petición de Puigde, a petición de otro. No había, en fin, ganas. Lo importante fue el itinerario seguido.

Itinerario A. Pesó en el posicionamiento del día una carta emitida por Donald Tusk –presi del Consejo de Europa– a Puigde. Básicamente, le exponía que la decisión de una DUI supondría un paisaje de violencia. Tusk pedía diálogo –es decir, no ir a por DUI, porque diálogo con el Estado, lo dejó claro el rey, no habría nunca–. Se cambió el texto de la DUI, que pasó a ser un texto de no DUI. Al parecer, ese texto lo hizo Jordi Sánchez, en lo que fue su segunda gran contribución –la primera, el 20S–, para parar la cosa –le piden condena por rebeldía cuando, visto lo visto, deberían regalarle un jamón–. El texto final, el discurso de Puigde, fue un aplazamiento de la DUI y una petición de diálogo. Importante: el diálogo se pedía, se traía a colación, se involucraba a Europa, en tanto Tusk había hecho –muy poco, pero lo justo– lo que no hizo el Jefe del Estado. Mediar para evitar un marrón. Por fin, creía el Procesismo, había un objeto con el que negociar con el Estado –quédense con el concepto "objeto con el que negociar con el Estado", que es básico en el Procesismo/es el Procesismo–. Era una victoria, en tanto que eso. Luego, sin delito, sin riesgo, fuera del hemiciclo, el Procesismo, fiel a su estilo, firmó la DUI original. Con eso se tiró millas. Los medios y las asociaciones peronistas explicaron, en los siguientes días, que la indepe estaba más cerca que nunca. Concretamente, a 15 días exactos.

El plan B. Había otro plan. Era el plan B, o era el plan Z. El Procesismo está repleto de planes. Todos llevan, en todo caso, al concepto, importante, de crear un “objeto con el que negociar con el Estado”. En el Passeig de Sant Joan, cerca del Parlament, las asociaciones construyeron un independródomo, presidido por una pantalla gigante, en la que se proyectaba la sesión parlamentaria. La cosa se vino arriba cuando pareció que Puigde estaba leyendo una DUI. Y se vino abajo, ocho –brrrr, un ocho histórico y yo sin tecla del ocho– segundos después –la duración, ese día, de la República Cat, según Wikipedia–. El personal se dispersó, pero pletórico, pues las cuentas de wasap y telegram procesistas informaban, lo dicho, que tranquis, que la indepe venía en 15 días. Exactos. Inciso: ¿se puede manipular por años a una sociedad? Sí, se puede. De lo contrario, nunca nos hubieran dado el derecho al voto universal. Fin del inciso. Mientras se retiraba la parroquia, se produjo el plan B. Es decir, lo que que quedaba de él. Òmnium grabó un spot, calcado de otro grabado en Ucrania, en la plaza Maidán, 2013, en el que se denunciaba la violencia sufrida por parte de la poli, y se pedía ayuda a Europa. Quedó, sin violencia policial ese día, muy sobreactuado y fuera de lugar. Se utilizó días después, sin mucho éxito, cuando el arresto de los Jordis. El video, en todo caso, explica lo que pretendía. Tras una DUI, fake o menos fake, Piolín saldría del barco más caliente que un mechero, la liaría. Sería un segundo 1-O. Y las imágenes, debidamente difundidas en Europa supondrían, por fin, la creación de un "objeto con el que negociar con el Estado", concepto muuuuuuuy importante, no sé si lo he dicho.

Objeto con el negociar etc. Ha pasado un año de todo ello, lo que permite ver todo ello con calma. Desde la calma, me temo que el Procés sólo es a) un proceso de propaganda electoral continuada, que fija sus límites en citas electorales, no en una indepe. Pero también es, a la vez, lo dicho, una suerte de b) intento para crear, tachán-tachán, un objeto con el que negociar con el Estado. Eso ya lo sabía la semana pasada cuando me fui a cenar con un amigote indepe, que me iluminó y me giró ese concepto. Se trata de un tipo listo. Cuando en la primavera de 2016 todo eso de la indepe en dieciOCHO meses estaba parado, muerto, fue miembro del grupo promotor que coló un referéndum al Govern. El Govern lo cogió como suyo más contento que un chinche. Por fin tenía un “objeto con el que negociar con el Estado”. La idea de mi amigote, empero, era otra –no la comparto, pero me parece brillante–. Llevar al trullo a un Govern Procesista, no indepe, que jamás haría un referéndum, ni nada efectivo para la indepe. Si uno lo ve así, ese pequeño grupo indepe, y el grupo #15MpaRato, son los únicos colectivos que han conseguido llevar a la cárcel a grandes figuras del Régimen. Anyway. Lo que me llamó la atención de la cena fue una frase emitida por mi comensal –un tipo listo, insisto; incluso me invitó a su casa a cenar, se quedó con el vinorrio, un Saint-Émilion del 94, brrrrrr, y nos fuimos a un resturant, que lo más caliente estaba en la nevera–. Esta frase: “Crear un objeto con el que negociar con el Estado es inútil e imposible. Es una táctica equivocada y que no puede llevar a ningún resultado. De hecho, fue la táctica de ETA”.

El 10-O como objeto con el que etc. “ETA intentó crear un objeto con el que negociar con el Estado con muertos sobre la mesa. Una salvajada, pero algo que no importa al Estado. El Procesismo, con cosas que al Estado le importan incluso mucho menos: manifestaciones, propuestas fallidas de referéndum, el interés de una Europa a la que todo esto no le importa nada”. De hecho, esta fantasía de tener un objeto con el que negociar con el Estado es dilatadisima. Habla de un Estado que no dialoga. Quizás empieza tras la batalla de Stalingrado, cuando se vio, durante unos meses, a un franquismo débil, y la posibilidad, por parte de algún sector del exilio, de tener un objeto con el que negociar con el Estado, o con los Aliados. Nunca ha servido para nada disponer de un objeto con el que negociar con el Estado. La I República y la II República nacen sin ningún objeto bajo el sobaco con el que negociar con el Estado. Es más, tan solo se ha producido, desde la I Restauración –se dice rápido– una negociación con el Estado. En la Transición. Un momento en el que el Estado negocia con la oposición su incorporación al Estado. La oposición, por cierto, carece de objeto con el que negociar con el Estado en esa ocasión. Lo que indica que ni siquiera cuando se negocia con el Estado ha sido importante disponer de un objeto con el que hacerlo. O, rayos, es el Estado el que siempre posee el objeto. En fin. El día 10-O, uno de los días más tensos y difíciles de explicar del año pasado, tal vez la culminación de 5 años de Procés y de un mes eléctrico, fue, tan solo, otro día en el que el Procés creyó crear un objeto-con-el-que-etc. Algo, en fin, que no sirve para negociar con un Estado que se ve finalizado, concluso, perfecto, indialogable. Para lograr cambios estructurales –ignoro si el Procesismo quiere eso– es necesario, por tanto, depurar algo democrático, no violento, efectivo, que busque no negociar con el Estado, sino imponerle unilateralmente un cambio radical. Ignoro cómo se hace eso, por cierto. Sé, en todo caso, que el Procés no es eso. Que no lo ha querido ser. Que llegó a su límite intelectual el 10-O creyendo haber creado un objeto con el que negociar con el Estado. El enésimo.