1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Periodismo de acoso

En el teatro de la guerra contra el terrorismo, Estados Unidos cuenta con el talento de los periodistas depredadores: reporteros y combatientes a la vez

Rafia Zakaria (The Baffler) 15/11/2018

<p>Una de las calles de Sinjar en junio de 2016.</p>

Una de las calles de Sinjar en junio de 2016.

R.C.

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

CTXT es un medio pequeño pero sus luchas son grandes. Necesitamos tu ayuda para seguir avanzando. Puedes suscribirte en agora.ctxt.es o hacer una donación aquí:

Una noche de 2016, cuando el marido de Rukmini Callimachi se quedó trabajando mientras ella se apoltronaba en su casa de Nueva York, alguien comenzó a golpear insistentemente la puerta y a llamar al timbre. Como los golpes y los timbrazos no paraban, llamó aterrorizada al 911. Callimachi, que es la corresponsal de terrorismo del New York Times, pensó que el Estado Islámico había venido a por ella.

No era el Estado Islámico. De hecho, tras el terror nocturno de Callimachi estaba un asunto bastante trivial: un trabajador público llevaba el pésimo mensaje a los vecinos del barrio de que se había roto una tubería y no se podría tirar de la cadena del baño. Este relato, que se utiliza como ejemplo del rechazo de Callimachi a dejarse intimidar por el Estado Islámico, se narra en el podcast del New York Times llamado Califato. El programa tiene como estrella y locutora a Callimachi, una intrépida periodista que es lo suficientemente humana como para ser paranoica y, aun así, lo suficientemente periodista como para ser osada. Califato también es un nuevo modelo de periodismo occidental, en el que el periodista es el héroe moral y, a la vez, un reportero y protector de los valores occidentales (léase “buenos”). Si Callimachi acorrala al protagonista, si se toma libertades con respecto a la ética periodística y probablemente incluso con las garantías que ofrece a los sujetos, la suma del conjunto se perdona, dada la finalidad más elevada y más noble de combatir el terrorismo.

Al emplear frases cortas y entrecortadas para narrar su historia, Callimachi representa bien su papel. Cambia entre la actuación sexuada de una mujer vulnerable y la periodista que se niega a aflojar la mandíbula y dejar escapar a su prisionero, perdón, a su sujeto. Los primeros capítulos de Califato son de esta guisa, y están debidamente cargados de promesas sobre una comprensión verdadera del Estado Islámico, que se proporcionará en los próximos episodios.

Pero no llega nunca. En cambio, nos presenta el testimonio de un joven llamado “Abu Huzaifa”, un tipo que Callimachi ha conseguido embaucar, gracias a un extenso rastreo de diversos foros yihadistas, para que acepte ser entrevistado en un hotel de Canadá. Si tú (como yo) te preguntas por qué este “auténtico terrorista” aceptaría tal cosa, tendrás que seguir preguntándotelo. Para Callimachi, el encorvado y encapuchado Abu Huzaifa tiene una apariencia amenazante y letal precisamente porque no aparenta ser ninguna de esas dos cosas. Es su “cotidianidad”, nos repite una y otra vez; cualquier hombre color café podría ser un terrorista, se sobreentiende.

Abu Huzaifa, por su parte, cuenta un montón de cosas, todas ellas utilizando el aburrido soniquete propio de un cínico fingido. Traza un relato mediocre sobre alienación y un viaje a Siria, donde dispara armas de fuego y se toma fotos junto al Éufrates con sus colegas del EI. Luego cuenta que tras participar en una ejecución se asusta y corre de vuelta a Canadá, a las comodidades del hogar en el extrarradio que tienen sus padres. Esto dura varios capítulos y solo después del sexto nos libramos finalmente de él porque ya no coge las llamadas de Callimachi. [1]

Janet Malcolm, la famosa periodista, dijo hace décadas que “aprovecharse de la vanidad de la gente, ganarse su confianza y traicionarlos sin remordimientos” son los trucos de la profesión 

Eso importa poco, porque Callimachi va detrás de la historia y la obtiene. Y tampoco debería sorprendernos, ya que los periodistas están a la caza de historias todo el tiempo. Janet Malcolm, la famosa periodista, lo confirmó hace décadas cuando dijo: “Aprovecharse de la vanidad de la gente, ganarse su confianza y traicionarlos sin remordimientos” son los trucos de la profesión. Si Callimachi actuó, como Malcolm describe el método habitual, “tan amistosa y comprensiva, tan interesada en comprenderle en profundidad” solo para que picara el anzuelo, muchos antes que ella han hecho lo mismo, han tragado la historia con avidez y luego han escupido lo que no podían consumir.

De igual modo, aunque puede que el ambicioso plan de embaucar a un sujeto para que suelte la historia sea una maniobra muy trillada, el periodismo depredador de la era de la guerra contra el terrorismo posee una dimensión única. Si los periodistas cazadores de Malcolm adoptaban la pose superficial de querer comprender de verdad a sus sujetos antes de abandonarlos de forma sumaria, los periodistas buitres, alentados por su recién adquirida posición de héroes morales, los someten a un elevado grado de deshumanización incluso mientras insisten en que están haciendo lo contrario.

Los occidentales, y entre ellos los periodistas, piensan de sí mismos que están en una guerra buena contra el terrorismo y contra todos los demás

En el caso de Callimachi, nadie se para a pensar por qué ella parece dispuesta a entregar a las autoridades a una persona que está entrevistando de forma confidencial. Callimachi periodista tiene que conseguir la historia, pero Callimachi luchadora antiterrorista tiene que identificar al terrorista, meterse en su cabeza y ofrecernos auténticas joyas de entendimiento. Cuando termina, hasta se pregunta por qué las autoridades canadienses no están actuando más rápido, no lo detienen y no presentan cargos contra él. De acuerdo con este planteamiento, es imposible diferenciar dónde termina el periodismo y dónde comienza la lucha contra el terrorismo. Los occidentales, y entre ellos los periodistas, piensan de sí mismos que están en una guerra buena contra el terrorismo y contra todos los demás que ocupan los puestos moralmente inferiores de víctimas o partidarios. Las conductas predatorias y carroñeras para conseguir las historias o personas que forman parte de ellas queda por tanto absuelta de la inmoralidad, o al menos de la parcialidad, que de otro modo se asociaría con ellas.

Solo hay otro abismal problema con la historia de Abu Huzaifa: Callimachi emitió los primeros capítulos sin saber cuánto de lo que estaba diciendo era verdad. No contaba con muchos elementos que confirmaran la historia. Solo en el sexto episodio inicia junto a sus colegas un tardío viaje para comprobar los datos. E incluso entonces, ni siquiera llega hasta el final de la información que apareció más tarde: Huzaifa le dijo a Callimachi que había participado en una ejecución, pero también declaró a los periodistas canadienses de la CBC que no había participado en ningún asesinato, y que solo “era un oficial de policía de grado menor”. La pregunta que flota en el aire al terminar el sexto capítulo es: ¿cuánto conocimiento hemos adquirido de la historia de este sujeto si ni siquiera podemos saber cuánto de lo que dice es verdad?

---------

Para un informe del Foro Internacional de Estudios sobre Mujeres que se publicó a comienzos de este año, las investigadoras Sherizaan Minwalla y Johanna Foster estudiaron las experiencias de las mujeres yazidíes que habían sido entrevistadas por periodistas que documentaban la violencia sexual que perpetró el Estado Islámico. Estas mujeres denunciaron las presiones que recibieron por parte de los periodistas para compartir lo que les había sucedido durante su cautiverio. Según parece, los periodistas habían convencido a los directores de los campos para que les ayudaran a presionar a las víctimas para que estas contaran sus historias. De acuerdo con las palabras de una superviviente: “Al principio dije que no, pero me respondieron 'es por tu propio bien'. Por ese único motivo terminé hablando con ellos, pero no nos hizo ningún bien, ni se produjo ningún cambio en nuestra situación”.

Un 85% de las mujeres yazidíes supervivientes del Estado Islámico afirmó que los periodistas hicieron cosas poco éticas: revelar identidades, caras, tatuajes o nombres

El estudio también detectó que los periodistas revelaban la identidad de las mujeres en la prensa, lo que las dejaba al descubierto y ponía en peligro la seguridad de los supervivientes. Según contó una mujer que entrevistó Minwalla, los periodistas venían “de Europa, Estados Unidos e Irak. Vino [un periodista] para entrevistarnos y le dijimos ‘por favor, no lo emitas en televisión’, y dijo, ‘sí, lo juro, no saldréis en televisión’. Pero encendimos la tele por la noche y nos vimos a nosotras. Le llamamos, pero no contestó”. Los periodistas que van tras la historia del Dáesh y la esclavitud sexual ni siquiera perdonan a los niños. En un caso, una mujer denunció que su hijo no quería que le sacaran fotos, pero cuando vinieron los periodistas le quitaron la mano de la cara y lo hicieron de todas formas. Un ochenta y cinco por ciento de las mujeres afirmó que los periodistas hicieron cosas poco éticas: revelar identidades, caras, tatuajes o nombres, cosas que podrían poner en serio peligro a mujeres en cautividad.

Los periodistas pudieron hacer todo esto no solo por las enormes diferencias de poder entre ellos y la desventurada población de mujeres yazidíes devastadas por la guerra, sino porque consideran que están inmersos en una labor dual de periodistas y soldados en la actual guerra contra el terrorismo. En primer lugar tenían que conseguir la historia, lo que significaba presionar a las mujeres como fuera, utilizando a los directores del campo, usando a familiares, haciendo promesas sobre posibles compensaciones, para lograr que contaran su historia. En segundo lugar, la finalidad más importante de insistir sobre el discurso de la brutalidad del EI, de los malos contra los occidentales (incluidos los periodistas mismos), significaba que los sujetos reales de la historia, las mujeres en sí, eran irrelevantes. En la dinámica de buenos contra malos, de la civilización occidental contra la barbarie islamista, las mujeres no desempeñaban ningún papel más allá de ser los personajes planos y pasivos que sufrieron el abuso. El papel activo de héroe estaba destinado para los periodistas mismos.

Al igual que la guerra contra el terrorismo, el periodista como depredador y héroe moral no nació en la guerra contra el Estado Islámico. El primer escenario de acción, tanto para los periodistas occidentales como para los soldados de la OTAN, fue Afganistán, como es lógico. La frontera confusa entre reportero antiterrorista y combatiente antiterrorista comenzó probablemente aquí y no se limitó a los numerosos corresponsales que acompañaban a las tropas. En su libro Es mi trabajo: la vida de una fotógrafa de amor y guerra, la fotoperiodista Lynsey Addario cuenta cómo coló una cámara en una escuela subterránea secreta que estaba educando mujeres a pesar de la prohibición de los talibanes. Sacó fotos sin que nadie, ni siquiera las mujeres, lo supieran. El hecho de que esto pueda comprometer la operación y las vidas del guía que la ha llevado hasta allí y, más importante aún, de las mujeres en sí, no parece preocuparla. Igual que el periodista que saca fotos de las mujeres yazidíes en Irak, el proyecto sirve para alimentar un discurso general sobre occidente y los demás; la humanidad perdida de la gente que queda atrapada en el medio no son más que daños colaterales.

Pensemos por ejemplo en el reciente libro que ha publicado Rod Nordland, el corresponsal del New York Times. En Los amantes: los Romeo y Julieta de Afganistán, la verdadera historia sobre cómo desafiaron a sus familias y escaparon a un crimen de honor, Nordland ofrece un ejemplo de cómo el periodismo predatorio, al desarrollarse en un entorno en el que nadie o casi nadie se preocupará o vigilará la ética de los periodistas occidentales, terminó por poner en peligro a los mismísimos “amantes” sobre los que escribe. Las fotos de la pareja, junto con la historia que escribió Nordland, podría haber revelado su identidad y haberlos obligado a escaparse de nuevo. Las fotos del New York Time se reimprimen a menudo en los periódicos afganos. Los que estuvieron en peligro una vez, pueden estarlo de nuevo con la misma impunidad. Nordland describe cómo él y sus fotógrafos querían realizar otra tanda de fotos y entrevistas con la pareja en uno de sus escondites. Como los encontraron, el grupo del Times terminó por transportarlos lejos de allí. Nordland confiesa ser “consciente de que estábamos traspasando la línea que separa al periodista de su sujeto”. Luego cuenta cómo su fotógrafo insistió en detener el “coche fuga” que habían facilitado para que la pareja posara “en lo alto de una colina” en el preciso momento en que la policía estaba persiguiéndolos. [2]

El saqueo de historias no es el único tipo de pillaje que los periodistas partidistas practican. En el caso de Rukmini Callimachi, la emisión del podcast Califato vino acompañada de una polémica aún mayor. Durante el período que siguió a la caída de Mosul y la derrota del Estado Islámico, Callimachi, junto con su equipo del Times, entró en edificios, casas y comisarías de policía que el EI había abandonado, y comenzó a llenar bolsas de basura con papeles que se encontró repartidos por el suelo. En los “Archivos del Dáesh”, la serie de artículos que siguieron, Callimachi afirma que estaba buscando un “diario del Dáesh”, una forma de mostrar (¡madre mía!) cómo operaba el grupo en realidad. En el desenmascaramiento posterior, revela un nombre detrás de otro de los que encontró en las “más de 15.000” páginas de documentos [3] de los que consiguió apoderarse sin ningún permiso oficial del Gobierno iraquí. El hecho de que desvelar la identidad de las personas cuyo nombre aparecía en esos documentos pueda suponer una amenaza para los que permanecieron, sus familiares o sus amigos, no era (no es) algo de lo que haya que preocuparse.

Resulta irónico que fuera a raíz del expolio de este material por lo que se criticó a Callimachi y que la apropiación de documentos fuera puesta en tela de juicio. El Comité de Libertad Académica de la Asociación de Estudios de Oriente Próximo (MESA por sus siglas en inglés) escribió una carta abierta a los editores del Times, en la que expresaba su asombro y consternación por el saqueo que realizó la periodista de los registros iraquíes. MESA destacó que, aunque la media verdad que utilizaba Callimachi en el artículo fuera cierta, en la que afirmaba que fuerzas de seguridad iraquíes la habían acompañado “la mayor parte del tiempo”, esas fuerzas no podrían haber autorizado que se llevara esos documentos. Callimachi, que a menudo presume de haber hecho lo mismo en Tombuctú después de la caída de una base de Al-Qaeda que había allí, solo se aprovechó de los momentos caóticos y sin ley que siguieron a la caída de Mosul para conseguir la primicia y apropiarse de lo que quiso, con el objetivo de progresar en su carrera profesional. Eso terminó convirtiéndose en el comienzo de los “Archivos del Dáesh” y del podcast Califato.

Lo que resulta destacable es que ninguna asociación periodística criticó sus acciones. El Columbia Journalism Review, un órgano de control que se centra en la ética periodística, habló de ella en su podcast. Entre las preguntas que nunca se hicieron, está la de por qué el New York Times, que hace gala tan a menudo de neutralidad y equidad en lo que a política nacional se refiere, se permite cruzar del lado del periodismo antagonista o partidista en otros casos. Ni la ética ni la información imparcial fueron nunca lo que guiaron las acciones de Callimachi, sino que fue la convicción de que los occidentales que combatían en la guerra contra el terrorismo, ella entre ellos, los que merecían comprender de verdad al EI y averiguar cuáles eran sus motivaciones.

El periodista depredador es una creación de la guerra contra el terrorismo, cuyo relato reclama que se canonice todo lo que sea occidental, mientras que todo lo demás queda reducido a ser una herramienta al servicio de ese objetivo. Por tanto, el periodista que se propone “desvelar” los secretos ocultos es un guerrero al servicio de ese relato tanto como un soldado que ejecuta ese programa de forma visible. Todo esto sería menos cuestionable si al menos lo asumieran y admitieran, si buscar historias de violaciones entre las mujeres yazidíes o sacarles fotos a mujeres en escuelas secretas no pretendiera ser periodismo, o respetar un código ético que obliga a obtener el consentimiento de las personas, a respetar su humanidad y a garantizar la confidencialidad.

En el teatro de la guerra contra el terrorismo, Estados Unidos ya no necesita enviar drones depredadores, puede servirse del talento de los periodistas depredadores

El componente fatídico del periodista depredador es la simulación, la connotación frente a los lectores de que ellos en realidad son “objetivos”, de que están sujetos a la ética, aunque ningún tipo de freno moral impida que lleven a cabo sus acciones. Esto supone denigrar el concepto de verdad y reducirlo al objetivo pasado de moda de un periodismo obsoleto, apoyándose en un idealismo desacreditado en la actualidad. Lo que queda es una burda conducta depredadora, reducir la comprensión al hecho de conseguir acceso, e historias profundamente exploradas que orquestan presiones y conductas depredadoras sobre personas desdichadas. En el teatro de la guerra contra el terrorismo, Estados Unidos ya no necesita enviar drones depredadores, puede servirse del talento de los periodistas depredadores, cuya ladina capacidad de metamorfosearse es mucho más elegante y, en ocasiones, un arma mucho más letal.

 

[1] Correcciones: Esta frase se ha corregido para indicar que fue después del sexto capítulo, y no del cuarto, que el pódcast Califato abandonó la historia de Abu Huzaifa. Aunque dejó temporalmente de responder a las llamadas de Rukmini Callimachi, ella pudo retomar contacto con él y entrevistarlo de nuevo para el décimo episodio, titulado “Un año después”, que se emitió el 21 de junio.

[2] Este pasaje se ha revisado para eliminar la afirmación incorrecta de que Norland “confiesa haber sobornado a un familiar de la pareja para sacarles más fotos”. Una lectura minuciosa del capítulo en cuestión desvela que entregó dinero no a un familiar, sino a Ali, el sujeto masculino de la pareja de amantes: “antes de meternos en los coches, le di a Ali mil dólares cuando no miraba nadie”. Aunque lo considera dinero que algunos benévolos donantes ofrecieron porque querían ayudar a la pareja, no queda claro si después intentó que se lo reembolsaran o si salió de su propio bolsillo. Admite que “algo más grave que el dinero, periodísticamente hablando, era ser cómplice de su huida”. Señala que no había tiempo para preguntarles a sus jefes qué les parecía, “pero daba igual, pues me temo que sé cuál habría sido su respuesta y no habría podido acatarla”. Este es uno de varios pasajes en los que Nordland analiza cómo el hecho de perseguir la historia de la pareja terminó enredándole “en sus vidas de maneras que amenazaban mis propios valores y mi ética profesional”.

[3] Hemos revisado esta frase para emplear la cifra que da el New York Times de 15.000 “páginas de documentos” que se obtuvieron, y no la cifra que aparece en el comunicado de prensa de la Asociación de Estudios de Oriente Próximo, que hablaba de “casi 16.000 documentos” y que originalmente registramos como “más de 16.000 documentos”.

Rafia Zakaria es la autora de La mujer de arriba: una historia íntima de Pakistán (Beacon, 2015) y Velo (Bloomsbury, 2017). Es columnista de Dawn en Pakistan y escribe con asiduidad para Guardian, Boston Review, The New Republic y The New York Times Book Review.

---------------------------

Este artículo se publicó en inglés en The Baffler

Traducción de Álvaro San José.

CTXT es un medio pequeño pero sus luchas son grandes. Necesitamos tu ayuda para seguir avanzando. Puedes suscribirte en agora.ctxt.es o hacer una donación aquí:

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Rafia Zakaria (The Baffler)

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí