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TRIBUNA

Spain is not different

Nueve cuestiones para entender y combatir a Vox

Steven Forti 5/12/2018

<p>Fuga</p>

Fuga

MALAGÓN

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Aquí la tenemos. De golpe. Inesperadamente. O quizás no tanto. También España ahora tiene su extrema derecha: visible, desacomplejada, orgullosa de serlo. Se acaba la excepción española en esta Europa sumergida por la ola negra. Spain is not different. Lo único diferente, de momento, es Portugal. Veremos hasta cuándo. ¿Qué es, pues, este objeto aún no identificado que se llama Vox? ¿Qué pasará ahora? ¿Qué se debería hacer? Y, ¿qué no se debería hacer? La comparación con lo que ha ocurrido en otros países europeos en los últimos años puede darnos unas pistas para entender el fenómeno, recapacitar y responder.

1. El éxito de Vox se debe al auge de los nacionalpopulismos de ultraderecha a nivel mundial. De eso no cabe duda. Vox es la declinación española de un fenómeno que se ha asentado ya en Europa, Estados Unidos, América Latina y Asia (no nos olvidemos de la India de Modi y las Filipinas de Duterte). Ese viento ha tardado en llegar por estos lares, pero ha llegado. Al mismo tiempo, Vox tiene características peculiares que dependen de la historia y el contexto político español. Así, en su discurso y sus propuestas políticas, encontramos tanto elementos compartidos por la mayoría de los partidos de la extrema derecha actual en otras latitudes (el ultranacionalismo; la defensa de los valores tradicionales; las políticas securitarias; los ataques a la inmigración, el Islam, el feminismo, los colectivos LGTBI, los derechos civiles, la globalización, la UE, etc.) como elementos peculiares, todo bajo una espesa retórica antielitista que pretende defender a “los de casa”.

Entre las peculiaridades, destaca la reivindicación de Gibraltar –salvando las distancias, ¿os imagináis a Salvini reivindicando a Niza o a los de Alternative für Deutschland a Kaliningrado?–, un confesionalismo que se acerca más a la ultraderecha del Este de Europa –piénsese en los polacos de Ley y Justicia– y la cuestión de la unidad nacional y la lucha contra el separatismo, con Cataluña como tema central, que recuerda muy bien al falangismo joseantoniano. De ahí el tema clave de la recentralización (fin de las autonomías, cierre del Senado, etc.) que se entrelaza, en el discurso de Vox, a la lucha contra la corrupción, el clientelismo y el “despilfarro”. Desde el punto de vista social, el discurso de Vox es claramente neoliberal, desmarcándose al menos en parte de otras ultraderechas que añaden, aunque sea sobre todo retórica, un discurso proteccionista (Trump) o estatista (Salvini). Abascal es mucho más Bolsonaro y Strache que Orbán. 

2. Las razones del éxito de Vox en las elecciones andaluzas se han explicado ya en las últimas horas: el cansancio de casi cuarenta años de gobiernos socialistas, el hastío hacia el susanismo, la desmovilización de las izquierdas, la resaca del octubre catalán, el desgaste del PP, la fragmentación de las derechas, las consecuencias sociales de la Gran Recesión y el aumento de las llegadas de migrantes en los últimos meses, por mencionar los más importantes. De fondo hay una cuestión: la crisis del sistema político de la transición, el mal llamado ‘régimen del 78’. Pensábamos que la transformación había finalizado con el tránsito de un sistema bipartidista a uno tetrapartidista. Nos equivocamos: el sistema de partidos no se ha estabilizado aún. Ahora sabemos que, como mínimo, será pentapartidista y nadie descarta que se produzcan más sorpresas. Basta con mirar las continuas convulsiones que se dan desde hace una década en el sistema político catalán. Vamos hacia un escenario belga u holandés. Lo viejo no desaparece y lo nuevo no lo arrasa todo, pero lo cambia por completo. Veremos cómo y cuánto. Se anuncia una fase de gran inestabilidad.

3. Una de las grandes cuestiones abiertas es qué hará la derecha liberal y conservadora. ¿PP y Ciudadanos elegirán el camino austriaco, donde los conservadores de Kurz gobiernan con el FPÖ de Strache? ¿O se decantarán por el camino francés, donde los Republicanos y el macronismo han mantenido, al menos parcialmente, la barrera de contención hacia el Front National (ahora rebautizado Rassemblement National)? Las premisas parecen bastante claras: hasta ahora PP y Ciudadanos se han derechizado en el discurso y han abierto la puerta a la posibilidad de un acuerdo de gobierno en Andalucía con Vox. Esta vía no acarrea muchos dolores de cabezas a Casado, que apuesta por una reunificación de las derechas mirando el ejemplo de su mentor, José María Aznar (la FAES ha bendecido el pacto de las tres derechas). Sin embargo, pone delante del espejo a Ciudadanos: ¿cómo se puede ser el referente del macronismo en España en el caso que decidas aliarte con los amigos de Marine Le Pen? Si esto pasase, ¿cómo se lo explicará Rivera a Guy Verhofstadt, presidente de los liberales europeos (ALDE), grupo del que forma parte el partido naranja, que ya el lunes tuiteó preocupado por el éxito de Vox? Aquí está la madre del cordero. Pase lo que pase, me temo que para Vox será una batalla ganada: si entra en el gobierno controlará recursos e influirá notablemente sobre las políticas, además de poder martillear constantemente con su propaganda. Véase el ejemplo de la Liga de Salvini que ha entrado en el ejecutivo como socio minoritario y en nueve meses, según todas las encuestas, se ha comido a los 5 Estrellas, llevando su partido del 17 al 36%. Si se queda fuera, podrá capitalizar su discurso en contra de la “casta” desde la oposición, reforzando su implantación, véase los casos del Frente National o de Alternative für Deutschland.

4. Lo de Vox no es un susto pasajero. Ha venido para quedarse. Tengámoslo claro. Si en Andalucía, donde históricamente las izquierdas gozaban de una amplia mayoría, Vox ha obtenido el 11% de los votos, ya nos podemos imaginar los votos que podrá sumar en Valencia, Murcia o en Madrid. Los resultados de la provincia de Almería –casi el 17%– lo demuestran. Además, en España todo será muy rápido: mientras en Alemania Alternative für Deutschland ha tardado unos tres años en entrar en todos los parlamentos regionales y dar el salto al Bundestag, en España bastará menos de un año visto el calendario electoral. Antes del verano tendremos a Vox con representación en todos los niveles: municipal, autonómico y europeo. Y, en las mismas fechas o un poco más tarde, en el nivel estatal, dependiendo de cuando se celebren las generales. Ya ahora tienen derecho a un senador autonómico, igual que Adelante Andalucía. Y, no lo descarten, en mayo tendremos a Vox ya en el gobierno de algunos municipios –en El Ejido, Balanegra, La Mojonera ha sido el partido más votado: dudo que deje de serlo de aquí a seis meses– y posiblemente, en coalición, en el gobierno de algunas comunidades autónomas y, si el pacto de las tres derechas tira adelante, en algún ministerio.

5. Los medios de comunicación tienen una responsabilidad enorme. De cómo se tratarán cuestiones como Cataluña, la inmigración, Europa, la violencia de género o los derechos LGTBI, entre otros, dependerá en buena medida el avance de Vox. No se trata de descargar responsabilidades sobre televisiones, radios y periodistas: es una sencilla constatación. ¿O creemos que no ha influido en casi 400.000 andaluces que han escogido la papeleta del partido de Santiago Abascal la manera en la que se ha tratado y se ha hablado del independentismo catalán en muchos medios de comunicación? Lo mismo puede decirse del tema de los migrantes. Y esto, evidentemente, no quita responsabilidades a los partidos políticos: Casado que tacha de “golpista” a Pedro Sánchez, los independentistas catalanes que tildan a España de país autoritario y franquista, PP y Ciudadanos que piden la aplicación constante del artículo 155, Rivera que se pasea por la valla de Ceuta hablando del “problema de la inmigración ilegal” y un largo etcétera. En Italia, Salvini pudo beneficiarse de un país obsesionado desde hace más de dos décadas con el problema de los inmigrantes, sobredimensionado por los medios de comunicación: su discurso securitario ha podido cuajar con extrema facilidad en una población acostumbrada a ver cada día las noticias de robos o violaciones cometidas por extranjeros en los telediarios y en las primeras páginas de los periódicos. Atención, porque aquí está pasando lo mismo, sobre todo con la cuestión territorial.

6. Un tema directamente conectado es el de qué espacio debemos conceder ahora a Vox. ¿Se debe hablar de ellos? ¿Se debe evitar hablar de ellos en la medida de lo posible? ¿Se les debe invitar a las tertulias o no? Si se les invita, les daremos visibilidad gratuita: llegarán así a las casas de todos los españoles. Si no se les invita, podrán cargar contra el sistema que los “excluye”. La experiencia italiana es sintómatica desde este punto de vista: Salvini pasó del 4% de los votos en 2013 al 17% en 2018 también por haber estado cada día en los programas de televisión como tertuliano o invitado. Ha utilizado la televisión para ganar protagonismo, para difundir su discurso, para que se hable de él, aunque se hable mal. Y los programas lo llamaban continuamente porque aumentaba la audiencia. Todos los programas, no sólo los de Mediaset. ¿Pasaría lo mismo con Abascal? El de Vox no parece un líder muy carismático ni un gran orador, pero lo mismo se decía de Salvini hace un lustro o de Bolsonaro hace tan sólo seis meses. Era fácil reírse de ellos. Parecían una caricatura. Y ahora ahí los tenemos. A día de hoy, no es difícil crear un personaje.

7. Evidentemente, los medios de comunicación tradicionales no lo son todo. El otro elemento crucial son y serán las redes sociales. Vox casi no ha tenido visibilidad en la campaña electoral, excepto por lo que decían sobre el partido de Abascal los demás partidos o, indirectamente, por cómo PP y Ciudadanos han comprado parte de su programa. Como en el caso de Trump, Salvini, los 5 Estrellas o Bolsonaro un peso importante lo han jugado las redes sociales. De hecho, se habla ya de la importancia de la campaña en whatsapp “Eres de Vox y no lo sabes”, sobre la cual es necesario investigar más. ¿Es legal? ¿Hasta qué punto? ¿Quién la ha financiado? Ahí está la mano de Steve Bannon, no cabe duda de ello. El exconsejero de Trump y fundador de The Movement tiene relaciones con Abascal desde el pasado mes de abril.

Volvamos una vez más al caso italiano. Salvini sabe utilizar extremadamente bien las redes sociales, aconsejado por un equipo liderado por Luca Morisi: basta con ver sus perfiles donde mezcla propaganda de su acción en el Gobierno, ataques ad personam a la oposición (muchas veces con memes), victimismo (cuando se lo critica o ataca) y post o tuit sobre su vida cotidiana (comiéndose un plato de pasta, tomándose una cerveza, visitando un mercadillo, etc.). Añádanse, diariamente, los vídeos en vivo de Facebook donde Salvini evita la mediación de los periódicos –tachados de “enemigos”– para llegar al “pueblo”. Los 5 Estrellas han utilizado esta estrategia desde el principio: rechazaban ir a cualquier programa de televisión o radio –por imposición de Grillo y Casaleggio– y se comunicaban únicamente a través de sus canales en las redes, imponiendo el discurso de que los medios de comunicación son la casta y mienten. Por ahí irán también los tiros con Vox.

8. ¿Qué hacer, entonces? Lo que está claro es lo que no se debe hacer: comprar, aunque sea solo parcialmente y de forma táctica, el discurso de la extrema derecha. Sería un error garrafal y un suicidio político por parte de las izquierdas. Sólo se le despejaría el camino. Si la izquierda empieza a hablar de limitar la entrada de migrantes y de cerrar las fronteras, ¿pensamos que la clase trabajadora, urbana y rural, no votará a Vox? Lo mismo puede decirse de otras cuestiones, como el feminismo y los derechos LGTBI. Es siempre mejor el original a la copia, no lo olviden.

Además, esa idea se basa en una posible entelequia. Aún no sabemos quién ha votado a Vox: por lo que se desprende de los primeros análisis, se trata principalmente de un voto de electores decepcionados con el PP, de localidades con una mayor capacidad adquisitiva, de ámbito urbano y en zonas con mucha inmigración. En El Ejido, donde Vox rozó el 30%, el PP obtuvo el 48% en 2015. En el barrio de Los Remedios de Sevilla, donde Vox llegó al 24,7%, el PP sumó el 61% hace tres años. Hay mucho de mito en lo de que los obreros votan a la extrema derecha, también en el caso del Frente Nacional en Francia o de la Liga en Italia. Esto no quita que una parte de la clase trabajadora se haya pasado a la extrema derecha, o pueda hacerlo. Pero, ¿no teníamos en las últimas dos décadas a obreros que votan para el PP?

9. Lo que la izquierda debe hacer es elaborar un proyecto de esperanza que sepa sumar todas las luchas y reivindicaciones existentes, dándoles unidad. Las cosas no van separadas: todo está entrelazado e interconectado. El feminismo no se entiende sin la lucha en defensa de los migrantes; la reivindicación de una sociedad más justa y la lucha contra la precariedad no se pueden separar de la ampliación de los derechos a las minorías. Y se debe tener un discurso claro –ojo: no simplista– para poder llegar a todas y a todos. La izquierda no conseguirá pararle los pies a la extrema derecha hablando de seguridad y soberanía como lo hacen los nacionalpopulismos hoy en día en boga por doquier: la seguridad es un horizonte de futuro compartido en un mundo en rápida transformación, no el cierre nativista y excluyente. No se puede volver a una supuesta Arcadia feliz que jamás existió: la globalización es un hecho y no desaparecerá gracias a una varita mágica. Démonos prisa en entenderlo: se debe lidiar con ella y saber regularla. No hay vuelta atrás por más que se repita cada dos por tres. Y por último, la izquierda no puede comprar el antieuropeismo descargando de forma burda todas las responsabilidades sobre la Unión Europea y el euro como hacen Le Pen, Salvini o Orbán. De esta forma le harían el trabajo sucio. Porque, ojo, Salvini y compañía no quieren salir del euro ni destruir la UE: quieren conquistarla y gobernarla, así como hacen a nivel estatal. Su objetivo es una democracia iliberal, tal y como declaró en más de una ocasión Orbán. Esto es lo que nos jugamos aquí y ahora.

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Steven Forti es profesor asociado en Historia Contemporánea en la Universitat Autònoma de Barcelona e investigador del Instituto de Historia Contemporánea de la Universidade Nova de Lisboa. 

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Steven Forti

Profesor de Historia Contemporánea en la Universitat Autònoma de Barcelona. Miembro del Consejo de Redacción de CTXT, es autor de 'Extrema derecha 2.0. Qué es y cómo combatirla' (Siglo XXI de España, 2021).

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2 comentario(s)

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  1. Xurxo Ventos

    Es un análisis bastante completo. Sin embargo me parece que no incide lo suficiente, y hasta olvida diría que conscientemente, el aspecto que a mi juicio es el más determinante en el ascenso del fascismo. En el punto 8 el autor asegura que lo peor que podría hacer la izquierda es comprar el discurso del fascismo, pero pone el ejemplo equivocado: no comprar el discurso hostil a los migrantes. Algo que de momento no ha hecho la izquierda. Aquí procedía en cambio nombrar algo que sí ha hecho la izquierda española, que es comprar el discurso antisoberanista del fascismo. La izquierda, ante el mayor embate que ha sufrido el régimen posfranquista monárquico desde que rige con placidez el país que heredó del dictador, y que le ha obligado a ponerse en evidencia ante la Europa democrática pisoteando todos los derechos civiles y mostrando una justicia bajo control político –medidas extremas que dan fe de la magnitud del desafío que enfrentan-, la izquierda española se ha alineado claramente y sin fisuras con el régimen. Mientras la autocrítica desde la izquierda siga obviando este aspecto capital, que es el que más votos ha dado al fascismo –el anticatalanismo y la defensa de la unidad nacional-, y no vire 180 grados su discurso para empezar a hacer pedagogía política sobre el derecho de autodeterminación y derechos de participación política, ese será su talón de Aquiles y trampolín del fascismo. Pero claro, para eso la izquierda española tendría que desembarazarse primero de su rancio nacionalismo español y entender de una vez el sentido del internacionalismo marxista...

    Hace 5 años 3 meses

  2. cayetano

    Es un artículo bastante acertado, pero respecto a la inmigración la experiencia europea y andaluza dice que hay que explicar que política migratoria tenemos, cual es la realidad de la convivencia de los migrantes en España y su diversidad, que aportan a España. No hay que darle centralidad, está debe ser del proyecto de progreso y transformación de España, de la mejora de las vidas de españoles y españolas; pero hay que desvanecer los fantasmas que sobre la inmigración y el modelo territorial del estado, siembran las derechas todas. Un cordial saludo

    Hace 5 años 3 meses

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