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Tribuna

Andalucía sigue siendo progresista

El 2D es un paso más en el desmoronamiento del bipartidismo, pero con una particularidad: mientras las pérdidas de voto del PP han encontrado acomodo en Ciudadanos y Vox, las del PSOE no se han ido a Adelante Andalucía

Ángel Ramírez Troyano 8/12/2018

<p>Propaganda electoral de Adelante Andalucía y el PCE</p>

Propaganda electoral de Adelante Andalucía y el PCE

A.R.T.

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Andalucía, única comunidad en la que ha gobernado siempre el partido socialista, se ha convertido de pronto en la primera con parlamentarios de ultraderecha que, muy probablemente además, apoyarán o participarán en el Gobierno autonómico. De ser el paraíso de las izquierdas y un valladar frente a la derecha, ha pasado a ser la puerta de entrada del populismo de derechas que ya anda asolando otras tierras. Pudiera parecer que todo ha cambiado en 24 horas pero, si uno mira con detenimiento, las cosas no son así. Andalucía sigue siendo más o menos progresista (dejo ya claro que me refiero con esto a que vota más a partidos considerados progresistas que a conservadores) y tan poco o mucho de derechas como ha sido los últimos años, pero es la relación con sus partidos la que ha cambiado. Veamos.

En las elecciones del pasado domingo el voto a los tres partidos de la derecha fue del 29% del censo, el mismo número que en las generales de 2015 y por debajo de las de 2011, 31%. Es cierto que en autonómicas solo alcanzó una cifra cercana en 2008 (28%), pero en definitiva el voto conservador se encuentra en la zona alta de un umbral en el que ya había estado en otras ocasiones. Analizando la abstención diferencial por zonas y otros indicadores, todo hace pensar que no ha habido grandes trasvases, aunque algo más sobre eso lo sabremos con los sondeos postelectorales. En definitiva, parece que la derecha se ha movilizado toda, toda la que existe desde hace ya varios años, y que sin embargo los progresistas se han abstenido en mucha mayor medida, así que explica más esta abstención diferencial que los “préstamos” que se hayan podido producir.

Donde está el interés es en qué ha pasado en el espacio progresista, y parece lógico empezar por intentar entender qué ha pasado con el PSOE-A. Al respecto se están barajando dos tipos de explicaciones, las endógenas, referidas al propio PSOE andaluz, y las derivadas de la política, la supuesta posición del PSOE respecto de los partidos independentistas de Cataluña. Habrá que medir este extremo, pero hay un hecho incontrovertible, la caída del PSOE-A ha sido a cámara superlenta, se inicia en 2008 (35%, tras un 38,2% en 2004 –de nuevo hablo de porcentaje sobre el censo–), perdiendo entre tres y ocho puntos en cada nueva cita autonómica (24,5%, 21,7% y por fin 16%), quince años para perder la mitad de los apoyos. Lo curioso es que ante esta caída, y a pesar de mantener el gobierno, el PSOE-A ha respondido con una extraña inacción, el Gobierno regional ha perdido totalmente su perfil, es difícil recordar algún político del partido que no se apellide Díaz, el nombre de algún consejero o consejera, una sola medida tomada en los últimos años. El PSOE-A ha desaparecido debajo del susanismo, que básicamente ha consistido en un sordo forcejeo con la dirección nacional y en sostener que “sin mí, la cosa hubiera sido aún mucho peor”, todo ello mientras las noticias judiciales de ERES y casos de corrupción se han sucedido incesantes. Un PSOE-A que no había matado al padre como Pedro Sánchez hizo con Rubalcaba y con la propia Susana Díaz, sino que encomendó a una heredera de los últimos presidentes socialistas, ahora encausados, la labor de salir del atolladero mediante una estrategia narcótica de la que ahora Andalucía ha despertado, sudorosa y envuelta en una pesadilla.

Un análisis más detallado requiere la otra pata del progresismo, Adelante Andalucía. Podemos irrumpió en mayo de 2014 en las elecciones europeas con el objetivo y el discurso de cambiar profundamente la política en España; uno de esos partidos surgidos en los últimos años en Europa con una propuesta regeneradora y cuestionadora del statu quo, con la interesante particularidad de que aquí nacía desde el espacio progresista y no desde la ultraderecha, como ha sido norma en nuestro entorno continental. Con una suma de izquierda, regeneracionistas, quincemayistas e indignados varios, Podemos pasa de la nada al 8% de las europeas de mayo del 2014 y al 20,66% (5.189.333 votos) de las generales de 2015 (no ha vuelto Podemos a sumar cifras similares). En esa misma cita, recordemos, Izquierda Unida obtiene el 3,67% de los votos, 923.105. A pesar del continuo crecimiento y el evidente éxito de la operación, Podemos decide que su misión no es la apuntada, sino otra, se dispone a solucionar el único problema que la izquierda no tenía, el de su unidad (por cierto, que buen ejemplo es la derecha andaluza de lo equivocado de confiar ciegamente en las bondades de la unidad). Antes de la emergencia de Podemos, la izquierda (me refiero aquí a la izquierda más allá del PSOE, como ella se define) andaba más o menos a la gresca (de política hablamos) pero básicamente concurría en una sola propuesta electoral, unida e integradora de las etiquetas de las “nuevas izquierdas”, fundamentalmente la sensibilidad a la cuestión territorial, el feminismo y el ecologismo. Su problema no es de división sino de conexión con los ciudadanos, de actualización y, en última instancia, de escala. O sea, que sumando las distintas corrientes, ideologías y sensibilidades obtenía entre el 3,67 reseñado y el 10,4 de 1996. Poco se ha reflexionado sobre este golpe de timón, un cambio de la propia identidad del proyecto que se realiza además con fortísimas tensiones y exclusiones internas y que inicia una caída electoral que sigue aumentando en cada nueva cita desde aquel diciembre de 2015.

Pero volvamos a Andalucía. En Andalucía Teresa Rodríguez fue particularmente tempranera en levantar la bandera de la unidad y la confluencia y lo que vino después lo conté en Y la purga funcionó. La amputación de un sector significativo de la organización, que queda con una evidente hemiplejia, anuncia el abstencionismo de parte de los ciudadanos, que de pronto dejaron de ver la diversidad que Podemos mostró en esos primeros dos años. Como decíamos el precio de la unidad fue una conversión radical del proyecto, que deja de fundamentarse e insertarse en un contexto de crisis y cambio determinado y en tener como eje la apertura y la amplitud imprescindible en un proyecto ambicioso, para convertirse en la enésima operación de convergencia de la izquierda. Por cierto, que en el baile de sillas y mesas se quedan fuera los ecologistas de EQUO, una exclusión poco explicada y que muestra las goteras de la propuesta desde el inicio.

Teresa Rodríguez habla de la gente, pero ya está en otra operación, en la de volver a encontrarse con sus excompañeros de Izquierda Unida, pero ahora desde una posición privilegiada para corregir aquellos errores que ellos mismos vivieron hace años en esa organización (no hay que minusvalorar la importancia que en toda esta deriva tienen los elementos biográficos y sus secuelas). Podemos, en el Estado, pero con más contundencia y claridad en Andalucía, ya ha mutado a otra cosa, no es la propuesta abierta, innovadora y ambiciosa que viene a cambiar el sistema, sino un nuevo dejà vu de las izquierdas españolas, un proceso que ya no se orienta según el momento histórico y las demandas concretas de la ciudadanía, sino según las encriptadas lógicas de la izquierda alternativa desde los años 90. Ver como una y otra vez Teresa Rodríguez pedía el voto a los socialistas votantes del PSOE, es recordar a otros líderes andaluces de IU que antaño insistían una y otra vez en que ellos eran los auténticos socialistas y hacían lo mismo, sin recordar lo que ocurría siempre a continuación, que con frecuencia el PSOE perdía votos y no los ganaba IU. Solo dirigirse a los votantes del PSOE como socialistas, pensar que los que votan al PSOE piensan en sí mismos a partir de esa categoría, ya da señales del aislamiento y la falta de comprensión de la sociedad actual que produce la falta de pluralidad en los análisis.

En definitiva, Podemos y su correlato Adelante Andalucía son ahora pensados como un episodio más en los avatares de la reciente izquierda en España, un spin off que opera como nuevo aglutinante y lo hace a partir de las categorías, modos y lenguaje con que se ha desenvuelto en las últimas décadas la izquierda de tradición comunista, y reproduce sus virtudes pero también sus límites. Tras una irrupción innovadora que le permitió conectar con las aspiraciones de amplios sectores sociales ha vuelto al espacio que la transición diseñó para aquel conglomerado en torno al PCE que emergió en el referéndum de la OTAN ("¡Otan No, Bases Fuera!" coreaba Antonio Maíllo entusiasmado en el acto político de Córdoba el pasado 29 de noviembre), y muestra idénticas dificultades para sumar activistas y votantes ajenos a esa tradición. Las intervenciones de Pablo Iglesias y Teresa Rodríguez en la noche electoral certifican que de aquel proyecto arrollador con vocación decisiva queda ahora la fuerza antagonista de Vox, los dos extremos que aportan simetría al sistema de partidos.

En última instancia, lo que se ha producido en Andalucía es un paso más en el desmoronamiento del bipartidismo, pero con una particularidad, mientras las pérdidas de voto conservadoras del PP han encontrado acomodo en nuevas formaciones como Ciudadanos y Vox, las del partido socialista no se han ido a la propuesta alternativa de Adelante Andalucía, que además se desangra perdiendo espacios que ya eran propios desde el inicio. Buena parte del progresismo se quedó en casa, porque ya no se fiaba de unos, y porque no entendía ni le interesaban los otros, y también porque no vio venir el tsunami ultraconservador que se venía encima.

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Ángel Ramírez Troyano es sociólogo del IESA-CSIC

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Ángel Ramírez Troyano

Es sociólogo del Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA) del CSIC.

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2 comentario(s)

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  1. Óscar

    Lo has bordado, aquí en Andalucía algunos lo tenemos claro desde hace tiempo, se veía venir y se ve a nivel nacional que el abandono de Podemos hacia una organización vertical alejada de las bases de algo que venía a ser horizontal desde el 15M va en una tendencia hacia llegar a ser una IU 2.0, acabando con la herramienta y desmantelando el movimiento. Ahora queda un vacío en lo que se venía a llamar "los de abajo contra los de arriba" que bien harían quienes tuvieron la inteligencia de tomar distancia del macho alfa (con todo lo bueno que este ha hecho), y me refiero a Carmena, Oltra y Colau, de formar algo nuevo que nos dé opciones de voto en las siguientes elecciones generales.

    Hace 5 años 3 meses

  2. viaje_itaca

    Pues para no ser de derechas.... En todo caso, tal cosa se verá en las próximas elecciones, pero la estupidez integrista es un fenómeno generalizado en el país y en Occidente en general. Propio de las sociedades que se están colapsando. La derechización de la sociedad, en general, va más allá del voto. La verdadera pista es ver cómo en las relaciones sociales cada vez hay menos solidaridad e igualdad, y más intento por marcar jerarquía con todos, y la ausencia de una verdadera autoridad con una base asentada ante todo en la moralidad. Aclaración: por moralidad no entiendo nada de carácter metafísico religioso sino un método de comportamiento aceptado socialmente y basado en una adecuada valoración de las consecuencias (por ejemplo, de la muy probable destrucción del planeta como sitio habitable por nuestros actos), pero sin la miopía propia del utilitarismo.

    Hace 5 años 3 meses

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