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Andreu Navarra / historiador

“Eugeni d’Ors era fascista, Ortega y Gasset, no”

Sebastiaan Faber 19/12/2018

<p>Andreu Navarra</p>

Andreu Navarra

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Eugeni d’Ors era un “fascista convencido” que “en ningún momento mostró ni el más leve vector de resistencia dialéctica” ante la dictadura franquista, escribe el joven historiador Andreu Navarra (Barcelona, 1981) en una nueva y completísima biografía del intelectual catalán (La escritura y el poder. Vida y ambiciones de Eugenio d’Ors, Tusquets). Y, sin embargo, cuando después de la muerte de Ors en 1954 se organizó una exposición de homenaje, enviaron su obra, entre otros, Rafael Barradas, Josep Clarà, Pau Gargallo, Josep Guinovart, José Gutiérrez Solana, Frederic Marés, Joan Miró, Antoni Tàpies y Joaquín Torres-García. Su férrea adhesión al régimen y su ideología, que ayudó a legitimar con sus ideas y prestigio, no impidió que D’Ors —que en catalán firmaba sus “glosas” periodísticas como Xènius— inspirara admiración y respeto entre una amplia gama de creadores.

Hoy, la situación es distinta. Aunque su obra nunca se ha dejado de editar —afirma Navarra— la recepción de Ors está adulterada por prejuicios, malentendidos y lagunas. Lo que, a su vez, nos impide comprender de verdad la historia cultural catalana y española de la primera mitad del siglo XX.

Como periodista literario, novelista y crítico de arte, D’Ors tuvo un papel central en el noucentisme catalán de los años diez y veinte —de hecho, fue el que inventó el término—. A partir de los años 20, después de mudarse a Madrid y pasar a escribir en castellano —momento visto en Catalunya como un acto de traición—, se convirtió en protagonista de la alta cultura de la capital. Dejó huellas duraderas. Escritor “elitista, autoritario, antiliberal, imperialista [y] antidemócrata” que era, por ejemplo, fue el que inspiró más que ningún otro intelectual a los jóvenes que en 1934 fundaron la Falange. El régimen no le dejó sin recompensa. Durante la Guerra Civil, Franco le nombra Director General de Bellas Artes; en 1938, ingresa a la Real Academia; en 1953, se le otorga una cátedra.

Navarra nos atiende en Barcelona, el mismo día 2 de diciembre que la ultraderecha española irrumpe en el parlamento andaluz. Quizá sea un buen momento para hablar de un padre fundador del pensamiento reaccionario español.

¿Por qué una nueva biografía de D'Ors ahora?

Porque faltaba un relato de la vida de este escritor: un relato narrativo, no un engranaje teórico. Porque no se había conseguido coser al d'Ors catalán con el castellano. Un relato así es imprescindible para entender la época, pero la inmensidad de su obra escrita y su carácter polémico lo impedían; además, la bibliografía era extensa pero permanecía dispersa. Y, sobre todo, porque se necesitaba una biografía centrada sobre su vida y su persona y no sobre sus glosarios. Una biografía así la vi posible, porque existe un gran legado archivístico que no había sido suficientemente explorado.

Argumenta que la imagen de D'Ors que predomina en la historia de la cultura catalana está basada sobre premisas dudosas. También sugiere que esa imagen tergiversada satisface a ciertos intereses. ¿Qué implicaría para Catalunya asumir el D'Ors que nos presenta usted?

Yo no sería tan duro con los críticos catalanes. Hay sí, la imagen del gran traidor y el clasicista a ultranza de los manuales, pero también están las aportaciones de excelentes filólogos: Xavier Pla, el mejor de ellos, Murgades, Castellanos, Bou, Albertí. Sus visiones son plurales, libres, no las veo dirigidas. De hecho, un problema de la bibliografía castellana sobre Ors consistía, precisamente, en ignorar a los filólogos catalanes, lo cual, metodológicamente, me parece un disparate. Lo que sí existe, claro, es un interés político, o un haz de ellos, interesados en la simplificación de los discursos históricos. Según mi criterio, asumir el d'Ors que propongo no significaría otra cosa que una inyección de verosimilitud que me gustaría que se socializara a través de un libro manejable. Para Catalunya, este d'Ors que surge de sus cartas y sus materiales personales es más comprensible, matizado, rico en contradicciones, y más vulnerable, diferente.

Los historiadores españoles, muchas veces, escriben cosas muy ridículas sobre Catalunya

Argumenta algo similar para el D'Ors que han venido construyendo filólogos y biógrafos en la historia literaria e intelectual española.

Los historiadores españoles, muchas veces, escriben cosas muy ridículas sobre Catalunya, su cultura y su nacionalismo. Leo cosas como, por ejemplo, que Ors y la Lliga Regionalista eran “separatistas”, lo cual es un dislate de enormes dimensiones. Equiparar a Cambó con Estat Català, cosas así. Otro disparate que leí hace poco, en otro libro: que el nacionalismo catalán era materia básicamente carlista. Ignorando que su fundador, Valentí Almirall, era un republicano federal. Ignorando la tradición de Pi i Margall, de todo el republicanismo urbano y rural catalán. También es verdad que tenemos voces como las de Núñez Seixas o Vicente Cacho Viu, que hablan de un fenómeno plural con suficiente apertura de miras y con resultados excelentes.

Esa dificultad de “los dos lados” (Madrid y Barcelona) de asumir una persona que, como D'Ors, era una bisagra entre los dos, ¿es sintomática de cierta dinámica cultural-institucional en la España democrática?

Ors no era bisagra entre Barcelona y Madrid. Ors era bisagra entre Ors y Ors. No funcionó como bisagra, sino como colonizador cultural. Ors buscaba un patrón, se ponía a sus órdenes y empezaba a escribir, en la lengua que tocase, y a dar charlas y a construir instituciones. Lo hizo en Barcelona, Madrid, París, y en menor medida, en Ginebra, Buenos Aires y Roma. Allí donde iba fagocitaba la prensa, desembarcaban el Glosario y la "heliomaquia". En cuanto a la España democrática, no es mi campo de investigación. Aunque, lógicamente, tengo mis lecturas. Lo que puedo decir es que echo de menos curiosidad y respeto mutuo entre culturas o tradiciones que son, si no vecinas, cercanas. Pero es un problema peninsular: nuestras ciudades no se conocen entre sí. Nuestras autonomías funcionan como reinos de taifas, hay desconfianza mutua. Faltan curiosidad, conocimiento y respeto: nuestro Estado es campo abonado para el odio rentable.

nuestras ciudades no se conocen entre sí, nuestras autonomías funcionan como reinos de taifas

Los biógrafos suelen decir que, en el largo proceso de investigación y redacción, la persona biografiada llega a ser una presencia diaria en la vida doméstica del biógrafo. ¿Ha sido así en su caso y, si es así, cómo ha sido convivir con Xènius?

Ante esta pregunta, puedo responder cosas que suenen un poco extrañas. Lo que dice es totalmente cierto, y yo, que hasta ahora no había escrito ninguna biografía, lo he vivido de forma muy radical. Empezar tu andadura con un proyecto sobre d'Ors es atrevido pero extraordinariamente entretenido, puesto que d'Ors era muy reservado en cuanto a su vida privada, y en sus textos memorialísticos era totalmente juguetón y malicioso, por no decir que mentía constantemente. Porque se automitificaba, y porque no debía conceder tanta importancia a su persona como a su obra. Lo escribió varias veces: su biografía era la historia de sus lecturas. El juego consistía en identificar los engaños, las pistas falsas, desentrañar mil y un enigmas. Pero d'Ors mismo me ayudó a veces. Tras pasar todo un día preocupado por un misterio por resolver, me visitaba en sueños. Él, o su Ángel. Como fuera, por la mañana había dado con la solución al acertijo. Sé que si su fantasma deambulara por aquí abajo, se estaría choteando de mí, con una sonrisa. Era un burlón: dejó una biografía por escribir llena de trampantojos y enigmas. A veces, sin embargo, sé que he conseguido vencerle, hallar algunas claves. Pero no lo puso fácil.

Su biografía es dura y al mismo tiempo aboga por que recuperemos a D'Ors, o al menos que lo sigamos leyendo y apreciando. Menciona que no se le lee ni en los institutos ni en la Universidad. Y, sin embargo, no me queda siempre muy claro por qué. Si, de un día para otro, se dejara de reeditar a D'Ors, ¿qué se perdería? ¿Un gran estilista? ¿Cierta visión matizada de la historia del arte? ¿Algo más?

Se perdería la relación, en Catalunya y en Madrid, entre el regeneracionismo autoritario y la extrema derecha republicana. Yo no acudo a una figura histórica para “reivindicarla” o recomendarla. Yo no soy un locutor de Teletienda. Procuro escribir como un historiador, es decir, aportar las claves para la comprensión de unas determinadas figuras de una época. Si se dejaran de reeditar los mejores ensayos orsianos así como sus mejores narraciones, dejaríamos de poder leer a uno de los escritores catalanes y españoles más importantes del siglo XX. Aun así, añado, mi interés fundamental es repensar una época y unos determinados resortes de poder, que me parecían mal explicados o necesitados de una revisión.

A pesar de su famosa rivalidad, se me hace que D'Ors y Ortega tenían más en común de lo que les separaba. No solo el hecho de que los dos vivían de las colaboraciones periodísticas o que, en la Guerra Civil, se pusieron del lado rebelde; sino también cierto diletantismo crónico: limitaciones intelectuales muy claras en comparación con los filósofos, literatos y periodistas genuinos de su generación, fueran españoles, americanos o europeos. Finalmente, me parece que en los dos, la vanidad impedía que tomaran plena conciencia de esas limitaciones, llegando a tener una imagen bastante inflada de su propia capacidad y estatura. ¿Está de acuerdo?

No estoy de acuerdo en absoluto. De hecho, para un trabajo que estoy ultimando, estoy trabajando precisamente este aspecto. Eugeni d'Ors era fascista, Ortega y Gasset, no. Me parece una diferencia fundamental. Ortega forma parte del grupo de escritores mayores (Marañón, Baroja, Unamuno, Azorín) que, sin ser fascistas, apoyaron al bando nacional, convirtiéndose en franquistas. Provenían de un sector liberal de pensamiento. Hubo, en el campo republicano, zozobras parecidas, sobre todo reservas y fobia al comunismo, posturas como de, por ejemplo, un Salvador de Madariaga. El proyecto de centroderecha republicano basado en un “partido nacional” orteguiano no tiene nada que ver con el imperialismo de Ors, que está pensando siempre en una Restauración del Imperio Romano. Romano en lo espiritual o en lo palpable. Ors buscaba la restitución del imperio europeo unificado, federado internamente. Ahora bien, las coincidencias son evidentes: ambos se enfrentan a la crisis del positivismo de hacia 1890 con armas parecidas: razón vital en el caso de Ortega, razón irónica ampliada o dialogismo en el caso de Ors. En el caso de Ortega, creo que su auténtica influencia práctica se produjo, sobre todo, en los años setenta, cuando tocó diseñar el proyecto constitucional. Lean España invertebrada y luego comparen ese proyecto con el Estado desplegado entre 1975 y 1982. Ortega mantuvo discípulos entre el exilio y también entre falangistas, los más cultos o conscientes. La vida de Ors se apagó sin dejar prácticamente más que un puñado de simpatizantes.

Su biografía es refrescante y provocadora. Por un lado, no deja ninguna duda sobre la naturaleza y constancia de las ideas políticas de D’Ors (fascista, imperialista, monárquico); sobre su conducta política (su integración plena en el franquismo); y sobre su oportunismo profesional y actitud crematística (cobraba sumas perversas, por ejemplo, incluso en tiempos de gran escasez). Por otro, como biógrafo, se resiste usted a todo moralismo: empatiza con D’Ors como ser humano y subraya lo que tiene de admirable su obra. Me consta que ha sido una decisión consciente suya esta aproximación, digamos, liberal. En este sentido, cuando empezó a escribir, ¿tenía presente algún modelo, español o internacional, cuyo tono o actitud hacia la persona biografiada le interesaba emular? Cierta biografía, no sé, ¿de Céline?

No pensaba en ninguna biografía concreta. Lo que sí tenía muy claro es que libros que vengo leyendo últimamente —por ejemplo, El equipo de Stalin, de Sheila Fitzpatrick; o París, 1919, de Margaret MacMillan— estaban a años luz de cualquier producción historiográfica española. Excepciones podrían ser Núñez Seixas, o Julián Casanova; otra: Calvo Maturana. Pero percibo temor, falta de atrevimiento, en muchos libros catalanes y españoles que voy leyendo. Se escriben hagiografías, ditirambos, se condena o se eleva a determinados personajes, haciendo que las cosas pasadas encajen en esquematismos presentes. Este presentismo es una plaga, a veces hace que los libros se me caigan de las manos. Lo que menos soporto de un libro es que trate de darme gato por liebre. Cuando una historiadora norteamericana aborda la figura de Stalin, no está pensando en la rentabilidad política o ideológica de “recuperar” a ciertos personajes. Lo que intenta es que se conozca lo que pasó. Lo bueno y lo repugnante. En este sentido, parece que en el ámbito anglosajón se pueda escribir sobre las figuras históricas con más naturalidad, con móviles científicos y no propagandísticos. Las a menudo grotescas luchas partidistas de nuestros días se trasladan al campo científico, y lo degradan de mala manera. Núñez Seixas acaba de denunciarlo en una entrevista para Historia y vida. Quizá no sabía tanto lo que iba a hacer como lo que no quería repetir: era preciso arrancar a d'Ors de nuestras obsesiones actuales, para acercarnos a la persona real o, cuanto menos, verosímil. Algo que sólo podía hacerse a través del archivo. Bueno, miento, rectifico: sí sabía lo que quería hacer: una biografía biográfica, un relato sobre la vida de un hombre y lo que escribió, no (otra vez) un acercamiento a sus glosarios, otro comentario de texto extendido hasta los centenares de páginas. El acceso del público medio a biografías rigurosas y divulgativas me parece ahora mismo una prioridad de nuestro mercado cultural.

parece que en el ámbito anglosajón se pueda escribir sobre las figuras históricas con más naturalidad, con móviles científicos y no propagandísticos

A pesar de lo que acabo decir sobre su refrescante resistencia ante todo moralismo, lo que sí me chirría algo es lo poco que habla de la responsabilidad de una figura como D'Ors, en su papel no solo institucional (es decir: su posición de poder) sino también en su papel más puramente intelectual (por ejemplo, como uno de los inspiradores principales de la Falange). Para decirlo de forma cruda: las ideas y actuaciones de D'Ors resultaron funestas. ¿Le parece que D'Ors —con toda su frivolidad— en algún tiempo de su vida se planteó su propia trayectoria en términos de responsabilidad? ¿Cree que le ha tocado a usted, como biógrafo, llamarle a cuenta?

No lo creo. En algunos de sus aforismos, Ors reniega del arrepentimiento. Él creía que cada nuevo día era un episodio más de la Heliomaquia, y sus responsabilidades debían de quedar dentro de la casilla de la “Anécdota”, no de la “Categoría”. Había que seguir adelante sin tener en cuenta a los heridos. Era un especialista en quemar las naves. Sus escritos y creaciones eran su Categoría, sus miserias y errores y fangos, Anécdota. Quizá tuvo un fugaz momento de replanteamiento cuando escribió, para Cuadernos Hispanoamericanos, en la posguerra, un diálogo fantasmal entre Octavio de Romeu y Juan de Mairena. Ahora bien, hay que hacer precisiones. Me parece que la aportación orsiana a la extrema derecha antiliberal y antidemocrática española es de primera magnitud. Aun así, no era un hombre violento, y cuando estalló la guerra civil se encontraba fuera de España. No espoleó linchamientos ni, que yo sepa, fue el responsable de ninguna muerte o masacre. Sí de alguna depuración. Su perfil se parece al de Pedro Sainz Rodríguez, con quien llegó a trabajar mano a mano.

Vivimos en una época tristemente dominada por la contrarrevolución antiilustrada

Como biógrafo de un fascista en España, quiera que no, entra en cierta compañía: Andrés Trapiello, Jordi Gracia, Javier Cercas, Javier Tusell, Gregorio Morán. ¿Cómo se siente en ese grupo? ¿Qué le distingue a usted de ellos?

Me cita a autores muy consagrados, algunos de ellos muy respetados por mí. Una diferencia: Trapiello nació en 1953; Javier Cercas, en 1962; Tusell, en 1945; Gracia tiene 53 años; Gregorio Morán es de 1947… ¡yo nací en 1981! Me parece evidente que debe de haber una diferencia abismal entre sus experiencias vitales y la mía. Yo no viví la transición. Lo que ha marcado más salvajemente a mi generación fue la llamada crisis, que ha dejado a muchos de mis compañeros en la cuneta, no sólo de la academia, sino también de la vida. Yo me siento muy cercano a autores, historiadores o críticos, llamémosles como queramos, más cercanos a mi edad o intereses: Francisco Fuster, Jordi Amat, Lucila Mallart, Francesc Montero o Mario Martín Gijón. Y resulta extraño, porque yo siento un gran respeto por estos intelectuales que citas, podría añadir a Ricardo García Cárcel, mi maestro, y a referentes intelectuales de primer orden para mí: pienso en Mainer, Fontana, o en Borja de Riquer. Sin embargo, percibo que nos han dejado un espacio público muy degradado, presidido por la desesperación, la desorientación y la incertidumbre. Incluso podríamos pensar, lo he hablado con muchas compañeras y compañeros, que algo o alguien ha tratado de quitarnos de en medio. Por esta razón, escribir y sobrevivir, completar un proyecto ambicioso como La escritura y el poder, o cualquiera de mis anteriores libros, en este medio tan pesimista y negativo, precario, arruinado, puede llegar a convertirse en un ejercicio de afirmación identitaria. Pienso que muchos jóvenes podrían decir, hoy: pese a todo, trabajo. Contra todo, puedo seguir investigando. Y nos va la dignidad en ello.

D'Ors quizá sea el mejor ejemplo de la existencia, en España, de una tradición culta de derechas: tal y como lo representa en su libro, era un fascista, sí; pero era inteligente, educado, un gran estilista, multilingüe, erudito e incluso, a su modo, generoso y tolerante con los que pensaban diferente. ¿Todavía hay una derecha culta así en España? ¿Y en Catalunya?

Yo creo que no, ni en Catalunya ni en España. Los ámbitos públicos están sumamente emocionalizados. Vivimos en una época tristemente dominada por el linchamiento, la tosquedad, la frase rudimentaria, la sentencia campanuda, el cipotudismo, el infantilismo obligado, y la contrarrevolución antiilustrada. Sí conozco a decenas de intelectuales de derechas con quienes dialogo y con quienes mantengo una relación de colaboración científico-humanística. Entre civilizados tenemos que buscarnos y dialogar. En nuestro país falta empatía y sobran apocalipsis cotidianos.

Hoy la derecha española se va derechizando a pasos de gigante. ¿D'Ors es recuperable para una formación como Vox, o el PP de Casado?

Radicalmente, no. Por una sencilla razón: d'Ors proponía un proyecto de despotismo ilustrado. Para el Pantarca, el Estado era el ente que se encargaba, sobre todas las cosas, de proporcionar cultura y socializarla. Eso hizo el tándem Aunós/Ors desde la Escuela Social de Madrid. Los proyectos de partido de nuestras derechas hoy rebosan cutrez y malos instintos, son injertos de ideas recalentadas de afuera. Y también en Catalunya: los populismos más groseros y simplistas tratan de abrirse paso. Existen voces diferentes, razonadas, y son el tesoro que debemos conservar. Porque pronto harán falta los relatos de restauración anímica, los reencuentros. Hay quien ya no siquiera concibe que a uno le interese escribir una monografía científica: todo ha de ser propaganda y de la peor. Me parece que ni un solo partido español o catalán está por la labor de recuperar las infraestructuras de investigación. Parece que todo el mundo, excepto un puñado de individualidades, esté de acuerdo en implantar la cultura del tic, el autoritarismo, la violencia verbal, el caudillaje, el neocaciquismo, la destrucción del espacio de intercomunicación pública, en aras del clientelismo y el lucro más brutal. Lo más inquietante es que parece que nos hayamos acostumbrado a aceptar censuras, insultos, griteríos, boicots, eslóganes totalizados. Pero algunos ya han empezado a ponerse las pilas. De las zonas ajenas a la crispación tendrán que volver los puentes, todos los puentes. Y aún quedan zonas de éstas, aunque desde ellas no se haga tanto ruido.

 

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Sebastiaan Faber

Profesor de Estudios Hispánicos en Oberlin College. Es autor de numerosos libros, el último de ellos 'Exhuming Franco: Spain's second transition'

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5 comentario(s)

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  1. Sebastiaan Faber

    Más sobre Ortega, a propósito de otra biografía, aquí: http://www.fronterad.com/?q=biografia-hombre-masa-que-le-debe-espana-a-jose-ortega-y-gasset

    Hace 5 años 3 meses

  2. Andres

    Gracias UNO me ha evitado perder el tiempo leyendo este disparate. No, si va a resultar que Ortega era progre. como una chota.

    Hace 5 años 3 meses

  3. Uno

    Como una chota. Precisamente en La España invertebrada Ortega nos habla, con la sofisticación de un columnista de OKdiario o de un tertuliano de esRadio, de la necesidad de construir una sociedad en que, todos a una, contribuyamos a la formación de un Imperio sin cuestionar nunca al poder en lo más mínimo. Despliega, de hecho, el ideario de Falange. Si eso lo convierte en una monjita de la caridad en lugar de en un fascista (que es lo que son básicamente la mayoría de los citados "escritores mayores"), que baje San Marx y lo vea. Por lo demás de acuerdo en que hay mucho prejuicio y mucho complejo. Concretamente en los catalanes, que se empeñan en estudiar la lengua, la historia y la literatura de un país fascista, y que tan renuentes son a admitir, no se sabe bien si ante ellos mismos o ante los demás, que efectivamente se trata de un país fascista. "No podemos decir que es fascista aunque sea fascista... sería como tener prejuicios... nos mirarían mal y nos sentiriamos peor".

    Hace 5 años 3 meses

  4. Luis Castro

    A primera vista, no me parece que D'Ors sea un autor tan importante, aunque resulte significativo para su época. Su Instituto de España o sus normas de estilo para los monumentos fascistas no fueron más que meras ocurrencias y su influencia sobre Falange más bien visible solo en el grupo de Pamplona en torno a Yzurdiaga. Por otra parte, aunque Ortega no fuera un fascista, su influencia en Falange sí me parece más determinante (y así lo reconocían los propios falangistas, empezando por José Antonio y Giménez Caballero). Reléase la "España invertebrada" y se encontrarán ideas principales de Falange, que no tenía muchas, así como un estilo semejante al de Gentile en la Enciclopedia italiana, cuando define el fascismo. A mi no me recuerda nada la Transición; parece que hemos leído un libro distinto.

    Hace 5 años 3 meses

  5. Francisco

    Los que ahora se lamentan del auge de Vox, vieron impasibles como levantaba querella contra el independentismo y se apandillaron para implantar el 155. Hasta Podemos y los Comunes se lavaron las manos al tiempo que decían no estar de acuerdo con la repugnante medida. Todavía hoy siguen presionando para apoyar a Sánchez, quien hasta tuvo el descaro de burlarse de los que hacían huelga de hambre. Hombre, pero de qué estamos hablando?

    Hace 5 años 3 meses

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