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Lo que nos jugamos el 28A

Encrucijadas para el cuatrimestre: entre ofensivas conservadoras, apropiaciones falaces, y la manipulación de la memoria

María García Yeregui 13/03/2019

<p>Imagen de <em>La Desbandá,</em> febrero de 1937.</p>

Imagen de La Desbandá, febrero de 1937.

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El pasado 8 de febrero, hizo 82 años de la Desbandá, el desplazamiento masivo de población de la ciudad de Málaga ante la entrada del Ejército franquista. Entre 150.000 y 300.000 personas en éxodo por la carretera de Almería fueron masacradas; las víctimas asesinadas se calculan entre 3.000 y 5.000. La sangre corrió también en la represión de la ciudad, 8.000 fusilados. 

Esta masacre administrada tuvo lugar a un mes de que se cumplieran 19 años de la quema de 129 mujeres en huelga, trabajadoras de la Cotton Textil Factory de Nueva York, encerradas, por su propietario, en la fábrica donde trabajaban. El patrón fabril repetía el mismo modelo represivo que ya habían aplicado, junto al resto de los empresarios de la industria textil, contra las trabajadoras de la gran huelga de 1857, y que reproducía también, como macabra muestra de impunidad sistémica, la forma de morir que sufrieron las 123 trabajadoras y los 23 trabajadores del incendio de la fábrica Triangle Shirtwaist de la misma ciudad, tres años después de aquel 8 de marzo de 1908. Como símbolo, en su memoria, intrincada en nuestra lucha colectiva contra el patriarcado, las mujeres del movimiento feminista hemos seguido organizando la movilización cada 8M, hasta las huelgas de esta imparable e internacionalista ola que vivimos. 

Siempre sobrecogen los números de las matanzas. En el caso de la represión sistemática del avance del ejército franquista en Málaga, nos dan frío testimonio de la guerra de conquista colonial contra la población civil en la retaguardia que llevó a cabo el ejército sublevado africanista (colonialista español del norte de África). 

Se lo había dicho Franco al periodista Jay Allen, en la conocida entrevista de julio del 36, después del fracaso parcial del golpe de estado militar que dio lugar a la guerra civil, ante su pregunta: “¿Ninguna tregua, ningún acuerdo es posible?”. “No, no, decididamente, no. Nosotros luchamos por España. Ellos luchan contra España. Seguiremos cueste lo que cueste”, contestó el militar golpista contra la Constitución republicana de 1931. “Tendrán que fusilar a media España”, le dijo entonces el periodista. A lo que el genocida contestó, “sonriendo y mirando fijamente”: “He dicho cueste lo que cueste”. 

El tridente de las derechas

Tengamos presente que fue dos días después de este aniversario –a menos de un mes de los 80 años del comienzo de la dictadura franquista en todo el territorio nacional y del exilio masivo de cerca de medio millón de personas– cuando, en la plaza Colón de Madrid, el tridente de las derechas hizo su concentración “españolista”, pinchando en cuanto a expectativas, con un manifiesto explícitamente mentiroso contra el gobierno “sociata” y por la “unidad de España”. 

Lo hicieron reproduciendo la matriz de apropiación de España que el pasado imperialista del reino enraizó en un franquismo heredero directo del pacto de sangre: primero del ejército colonial en Marruecos y, después, de la Guerra Civil. Una idea de España que impregnó “estructuras históricas” del país a través del ejercicio de su victoria durante 40 años. 

El tripartito reaccionario y neoliberal se ha podido apropiar en el discurso mediático de otros dos conceptos, después de que la crisis de régimen pasara a tener como eje lo nacional y dejara como contradicción secundaria, consciente, lo social y sistémico, a partir de la fase del procés que arrancó en septiembre de 2017. Se están apropiando descaradamente del significante de la “Constitución” vigente,como señaló la exministra de Hacienda en el debate de Presupuestos, y del término “democracia”, ya raptada por otros con anterioridad, en coyunturas históricas tanto de disputa como de ejercicio de hegemonía. Pero tiene su peliaguda particularidad que estos raptores sean reaccionarios neoliberales en un ciclo avanzado de la crisis de régimen político que venimos atravesando, abierta a partir de la crisis estructural de esta fase tardía del sistema-mundo en el que vivimos. 

Peligrosa especificidad coyuntural por tanto, la de esta apropiación del significante “democracia” por las tres derechas. Combinada con la ofensiva frente al movimiento feminista, con estrategias bien distintas, aunque reaccionarias por igual si atendemos a su papel dentro de la reproducción estructural del orden de poder. Ciudadanos es la pata del trío cuya estrategia se centra, una vez más, en la apropiación. En este caso es un intento de distorsionar lo que han sido y lo que son los feminismos, en estos tiempos de viejas mentiras, “moderna” propaganda de masas y, sobretodo, posverdad tardo-capitalista. 

La triple apropiación

Pues bien, desde la triple apropiación –España, Constitución, Democracia-, las tres cabezas del tridente de derechas adjetivaron a Sánchez como presidente ilegítimo, traidor, golpista, y lo que sería traducido en Latinoamérica como “vendepatrias”, aunque, claro, no al imperialismo estadounidense o los intereses de los lobbies europeos y globales -eso en sus mentes discursivas es “atraer capitales, modernidad y futuro”- sino a los “golpistas que quieren liquidar España”. El autoerigido como “bloque constitucionalista” no ceja en denominar, con cinismo histórico, al “proceso” independentista centrado en el ilegalizado referéndum del 1 de octubre, como “golpe de Estado” y “golpe a la democracia”. 

Recapitulando: el día del aniversario de la masacre de la Desbandá, los neofranquistas de Vox se hacían cargo, por acuerdo de gobierno con el PP, y por ende, con Ciudadanos, de la comisión de cultura y patrimonio para acabar con la ley de Memoria Histórica autonómica. Mientras no parábamos de oír, con aval de los grandes medios de comunicación, una suerte de banalización del mal discursiva en el uso del término golpe de Estado. En el mismo país en el que una guerra de exterminio y las posteriores prácticas sociales genocidas fueron perpetradas a partir de un golpe de Estado. 

El reino de este idealismo neoliberal, que pretende ser un proyecto civilizatorio e implica una fetichización de la construcción de subjetividades, no significa la cancelación ni de la materialidad ni de los estratos históricos en las identidades e imaginarios. 

Así que, como es bien sabido, la apropiación del „constitucionalismo‟ actual por las derechas resulta evidentemente falsaria: la Constitución se asienta en un modelo de “Estado autonómico” y quien lo ataca hoy, como hacen Ciudadanos, el PP de Casado y Vox, simplemente no es constitucionalista. Son otra cosa: una “contrarreforma” en relación con el régimen de poder reformulado en la transición “lampedusiana”; ya que, efectivamente, defienden la función estructural que articuló para el orden social la Constitución, siguiendo el proceso de reforma política (“de la ley a la ley”). 

La intocable e inmutable Constitución, hasta tiempos recientes en la práctica (aplicación del 135) y hasta hoy mismo en el discurso (simbólico 40 aniversario), diseñó un Estado no centralista, aunque ya estamos viendo en el Tribunal Supremo lo lejos que estuvimos y estamos del federalismo, pese a las tácticas y logros de los regionalismos. Un modelo que, en efecto, deja fuera de foco las diferencias centro-periferia del desarrollo capitalista del territorio nacional. Tal y como nos muestra el estudio de dicha lógica dentro del desarrollo nacional italiano por parte de Gramsci o el análisis de cómo la banca aseguró el desarrollo de unas zonas, financiándolas a costa del llamado subdesarrollo de las latifundistas –territorios que sufrieron las masivas emigraciones del desarrollismo tardofranquista, primero, y la sentencia para el medio rural de la modernización socialista neoliberal a partir de los 80s, tal y como testimonia el cancionero–. 

Así, el modelo de la llamada “transición pactada” –aquella correlación de debilidades, según Montalbán– dejaba fuera el sueño ideológico de la historia del imperialismo español, que ahora pretende un revival en el ordenamiento territorial del país; mientras se aseguraba, entre otras cosas, de cancelar la España republicana, en una consagración monárquica: enésima “restauración” borbónica. 

Pues bien, hablando de correlación de fuerzas, o de debilidades, el nacionalismo catalán nos dejó atónitos a aquellos que jamás pensamos, antes de octubre del 2017, que el pulso independentista era un farol con cartas en blanco. Un “idealismo naif posmo” que se reducía a su imaginario autorreferencial: a su propia construcción de la idea de España, de ellos mismos como catalanes, y de Europa, frente al poder de un Estado moderno y sus monopolios de la fuerza y la violencia. Alucinante con lo que ha llovido en el mundo: esos monstruos de la “razón moderna” y, ya a estas alturas, posmoderna. 

De hecho, el independentismo continúa igual en las primeras semanas del histórico juicio, acusados vergonzosamente de sedición y rebelión, además de por desobediencia y malversación. Por dicha continuidad, lógica por otro lado, ni escuchamos diferenciar entre los dos presos políticos y los otros diez presos de conciencia por hechos de naturaleza política, sentados en el banquillo; ni aprobaron los presupuestos del gobierno Sánchez, negociados (peleados) en mínimos por Unidos Podemos. 

Las fatigas del PSOE

Y llegamos a este intento discursivo del PSOE por cerrar una doble crisis: la del Régimen del 78 y la de la socialdemocracia, en tiempos de hegemonía neoliberal poscrisis económica 2008. Eso han sido estos meses en el ejecutivo, la “restauración” de la centralidad del régimen político con loas, aunque acomplejadas y vacías, al diálogo. Un diálogo sacralizado en el relato del imaginario transicional y que ahora criminalizan los supuestos “constitucionalistas” de las derechas, por ser, en este caso, con los independentistas catalanes. El diálogo fue el justo para que el rechazo de los catalanistas a los presupuestos de la “recuperación de las políticas de ajuste y austeridad” quede patente de cara a las elecciones generales: la encrucijada del 28 de abril. 

Este intento de resucitar la socialdemocracia, modernizada con “meritocracia de notables” y tecnócratas new style, frente a las tres derechas explícitamente neoliberales –anomalía de los neofranquistas respecto al resto de Europa, cosa fundamental para el análisis–, pretende restringir la democracia a la ley: el conservadurismo constante del PSOE que nació en la transición. En este espíritu de la “transición reloaded”, la reducción de la democracia a la ley se convierte en un renovado fetiche del “fin de la historia‟ neoliberal de Fukuyama, como lo pretendió ser el relato ideológico sobre el Estado del bienestar y la “modernización Maastricht” de una España periférica dentro de la UE, a cargo de González. La ministra de Hacienda, en el debate de presupuestos, el mismo martes que comenzaba el juicio al procés, decía: “No hay democracia fuera de la ley”. En la Sexta, hasta en “El Intermedio” afirmaban que “saltarse la ley es saltarse la democracia”. 

Pero lo cierto es que la historia del empuje popular a lo sancionado por el ordenamiento jurídico no se detiene –más allá del reduccionismo naif del “procesismo”–, excepto, claro, coyunturalmente en un marco de estados de excepción permanentes. Y si no que se lo digan al movimiento negro, tan duramente reprimido, al de los derechos civiles, a los pueblos originarios, a la historia del movimiento obrero, al histórico movimiento de mujeres a lo largo de los siglos, que se lo digan al feminismo en cada lucha. Quien crea que la democracia se reduce a la ley no ve el trasfondo de las huelgas del 8M. 

Unas huelgas que se inscriben, no obstante, como todas, en una coyuntura. En este caso, de relaciones de fuerza, sistemas de poder y micropoder, de estructura y superestructura, de penetraciones de largo aliento y extremada porosidad, en la que el mismo mes que se cumplen 80 años de la victoria del franquismo en todo el territorio, con Franco todavía en Cuelgamuros, tenemos unas elecciones generales en las que nos jugamos que puedan cerrar el ciclo de crisis en el sistema política por arriba con ofensiva neoliberal reaccionaria, en un punto de inflexión decisivo de la crisis estructural del sistema- mundo, como apunta Wallerstein. Ahí es nada.

¡Hola! El proceso al procés arranca en el Supremo y CTXT tira la casa through the window. El relator Guillem Martínez se desplaza tres meses a vivir a Madrid. ¿Nos ayudas a sufragar sus largas y merecidas noches de...

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María García Yeregui

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3 comentario(s)

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  1. María García Yeregui

    Fernando, aclaro, no soy ‘excelentísima’ ni ‘señora’. Independientemente del trabajo de los editores de poner un título corto, que atraiga al lector y refiera al final del texto, combinado con una foto de ‘la Desbandá’, masacre con la que arranco el artículo como un ejercicio de memoria centrada en las estelas de las represiones (con el poso de W. Benjamin) y sus aniversarios, las fechas; concluyo por tu comentario que no tienes mucha idea sobre lo que es la memoria colectiva, como vestigios para las luchas hoy y el poso traumático para los colectivos represaliados, lo cual lamento. Tampoco parece que te interese adentrante sobre los llamados conflictos sobre la memoria social, la construcción de imaginarios e identidades colectivas a lo largo de la historia ni sobre la construcción de significantes en las relaciones sociales. Todo esto en caso de que te hayas ojeado el artículo (siendo generosa). Ahora bien, en caso de que te lo hayas leído, debo decirte que tienes problemas de calado con la comprensión lectora. Atentamente.

    Hace 5 años

  2. María García Yeregui

    Fernando, aclaro, ni soy ‘excelentísima’ ni ‘señora’. Independientemente del trabajo de los editores de poner un título corto y que atraiga al lector, combinado con una foto de ‘la Desbandá’, masacre con la que arranco el artículo como la intención de hacer un ejercicio de memoria centrada en las estelas de las represiones y sus aniversarios, las fechas, concluyo por tu comentario que no mucha idea sobre lo que es la memoria colectiva y sus conflictos, tampoco de la construcción de imaginarios e identidades colectivas a lo largo de la historia, ni de la construcción de significantes. Todo esto en caso de que te hayas hojeado u ojeado el artículo (siendo generosa). Ahora bien, en caso de que te lo hayas leído, debo decirte que tienes problemas de calado con la comprensión lectora. Atentamente.

    Hace 5 años

  3. Fernando

    Excelentísima Sra. María García Yeregui, Pero qué tipo de ensayo o relato es este? Me imagino que sabe que vivimos en el siglo XXI en una democracia consolidada. Hablar de un pasado como el que se refiere no es justo para la gran mayoría de españoles que quiere vivir en paz. For Christ sake! Escriban algo mas sério!

    Hace 5 años

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