Godín: qué dolor de cabeza, sin ti
Con su marcha no solo pierde el Atleti sino que pierde la vida, la buena vida, la que mola
Javier Divisa 10/05/2019
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De presencia faraónica o arrastrándose por la hierba ante el drama, de piernas largas y elegantes como remos de piragüismo, su capacidad física en defensa asfixia al rival, aunque a veces haya besado la lona y otras veces la red por su remate de cabeza a balón parado. Su toque de balón derrocha elegancia, porque es capaz de sacar de espuela debajo del arco y arrancar la jugada con precisión y finura, y también dilapida y despilfarra ferocidad y contundencia, revelación inequívoca de un futbolista total.
Su llegada al Atleti coincidió con una hornada irrepetible de talentos en pleno trasvase de la era Simeone, y ante tal compromiso extraordinario de equipo que ninguneó la indolencia y la borrachera de talento, reemplazadas por el esfuerzo y el trabajo solidario, Godín afloró su superioridad hasta en los torneos de verano. Ganó un total de ocho títulos, una Liga (2014), una Copa del Rey (2013), una Supercopa de España (2014), dos Ligas Europa (2012 y 2018) y tres Supercopas de Europa (2010, 2012 y 2018). Jugó dos finales de la Copa de Europa, las perdió, y al modo faulkneriano ante la posibilidad de elegir entre la experiencia del dolor y la nada, eligió el dolor.
Como dolorosa es la hora de retirada en la noche, cuando estás tomando una copa en uno de los últimos bares y miras alrededor y el escenario es tan diferente a las primeras horas que ni siquiera lo reconoces, aunque sea tu bar, tu calle, tu barrio. Llevas minutos sin pintar nada ahí, sin reconocer ni tu sombra, ni la cara de malaje del camarero (que antes sonreía) ni los clientes pasados de todo. Eres un forastero y tomas consciencia de que se acabó y quieres aprovechar el domingo. Llamemos domingo al Inter de Milán, porque tienes más de 33 años, eres el alma de una familia y tus jefes te subestiman. Eres joven, pero esa madrugada que es el Atleti institucional decide que eres viejo y que ese entorno ya no te pertenece. De repente tú no lo reconoces, y eso que no solo te pertenecía como integrante del grupo, sino que eras el dueño de todo ello. El puto amo.
Pero no eres viejo, de hecho eres muy joven, además tampoco eres un jugador de fútbol profesional. El verdadero jugador de fútbol profesional es puro mercenario, tanto que no es necesario en ninguna parte, casi ni contingente. Son solo detalles y pormenores, nada de futuro, pero tú eres una alegoría, el emblema de un escudo, el símbolo de la verdadera grandeza, y da igual que este año te hayan ganado algún salto, alguna carrera, incluso algún diente, también tú has ganado saltos y carreras, y has marcado goles decisivos, así a bote pronto, dos muy concluyentes: últimos minutos frente al Athletic y la Juve en el Metropolitano. Da igual que no seas el crack de la Liga del Camp Nou, pero eres imprescindible como todo adalid de las grandes causas.
Diego Godín es un tipo esforzado, brillante, con una personalidad arrolladora y unas enormes dotes de liderazgo y templanza. Con su marcha no diría que solo pierde el Atleti sino que pierde la vida, la buena vida, la que mola, inspirada por el amor a unos colores y guiada por la inteligencia.
Pánico a despertar en la mañana del domingo con una resaca infame. Habrá que tomar un medicamento alemán, brasileño o argentino de 30 o 40 millones de euros. No hay vuelta atrás.
Qué dolor de cabeza, sin ti.
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Javier Divisa
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