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RITA INDIANA / ESCRITORA, COMPOSITORA Y CANTANTE

“Hombre o mujer, los trans están a la vanguardia de la lucha contra el patriarcado”

Bruno Galindo 26/09/2020

<p>La artista Rita Indiana.</p>

La artista Rita Indiana.

Foto cedida por la entrevistada

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Una pantalla de Zoom y una conexión afortunadamente estable median entre Rita Indiana Hernández Sánchez (Santo Domingo, 1976) y el que escribe, en Puerto Rico y Madrid respectivamente. El motivo de la charla es la edición del disco recién editado por la dominicana, el deslumbrante Mandinga Times, retrato polirrítmico del apocalipsis planetario, obra que muy poco se parece a nada que hayas escuchado antes, con la excepción de El juidero, su anterior disco, publicado hace ya diez años. Entre uno y otro, ha lanzado cuatro novelas (Papi, Nombres y animales, La mucama de Omicunlé y Hecho en Saturno, todas editadas en España, en Periférica) y se ha establecido como una de las creadoras más contundentes, originales y comprometidas del panorama musical y literario hispanoparlante.

Mandinga Times es tu interpretación sonora del complejo momento que vive el planeta. 

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A partir de La mucama –novela que tiene vasos comunicantes con este disco– estoy trabajando sobre el tema del desgaste del planeta, de la democracia... de las cosas que nos mantenían como civilización, si es que se puede usar esa palabra todavía. Y más en el Caribe, donde nuestra cultura es producto del colonialismo y del capitalismo que se fundó con ese negocio triangular de la trata de esclavos. El apocalipsis es algo que siempre me ha obsesionado, desde pequeña. Y los tiempos que estamos viviendo se asemejan mucho a todas las fantasías que hemos podido proyectar, aunque son cosas que ya han pasado antes, quizá cada cien años. Para mí era el momento de hacer algo. Y no quería que fuese una novela: la música tiene algo mucho más rápido, espontáneo. Te conecta con gente que nunca va a leer una página.

Trabajaste bajo la producción de Eduardo Cabra, miembro del ya desaparecido grupo de reguetón y hip hop Calle 13.

Sí. Cuando llegué al estudio de Eduardo no tenía ni una línea escrita ni una melodía ni nada. Salió todo ahí. El primer día sacamos Como un dragón. Todos los días llegaba a mi casa con algo nuevo. Grabamos de octubre a febrero. Lo que vino después fueron pequeños cambios, pequeñas ediciones, pero ya estaba ready. No tengo crédito: no he cultivado el talento de la composición musical. El de la novelística sí. 

Bad Bunny me parece un tipo sumamente creativo que a veces explora unos temas de forma tangencial pero que son cosas políticas también

¿Tienes alguna disciplina por la cual guardas un material para una novela y utilizas otro para una canción?

Tengo disciplina con la novela. En ese caso escribo todos los días. Eso cuando llega el momento de escribir, porque yo trabajo mucho tiempo la novela en mi cabeza antes de sentarme: en sketch books, bocetos, en gráficas conectando cosas, dibujos, collages… Pero con la música soy bastante indisciplinada: lo siento, llega y se escribe. Por ejemplo canción Pa Ayotzinapa me llegó con letra y melodía así, papapapapapapá, como si fuese un dictado.

¿Con rima y todo?

La rima pa mi es esencial, te pone en un lugar donde las palabras tienen que funcionar: es la que decide. Las palabras tienen que funcionar a partir de ese juego. La rima la aprendí bien joven. Estuve en un colegio católico toda mi vida, el Calasanz de los padres escolapios en Santo Domingo. Les debo mucho a aquellos curas, mano, salí de ahí super reprimida, pero me enseñaron a escribir sonetos, décimas, todo, los cabrones, ¿sabes? Nos ponían mucha tarea para la casa y mi primer trabajo fue aprendiendo a rimar ahí en ese colegio. Había compañeros que no les salía la rima de ninguna forma y yo: bueno, dame cinco pesos y yo te traigo tu soneto mañana. Me hacía mi dinerito con eso.

Música o literatura, ¿qué público prefieres? 

Me siento más cómoda cuando voy a actividades literarias, con gente que me lee solamente. En Colombia la gente me lee y me escucha, y esto es bien chévere también. Pero el que te conoce por una canción o por la foto del Instagram no profundiza mucho en el trabajo. Entrar en una novela de 200 o 300 páginas… ahí ya hay una relación casi de amistad, ¿no? Me quedo con este, porque te dedica un tiempo de calidad que tal vez el que escucha una canción de forma pasiva no tiene. Esto tal vez es un prejuicio mío, pero yo lo siento así. 

¿Los músicos no leen tus novelas? 

Bueno, yo sé que Rosalía las ha leído porque hablamos en algún momento y le gustan mucho. Hicimos una colaboración que ella quería hacer, vamos a ver qué pasa si la saca. Sé que hay otros artistas por ahí a los que les gustan, a veces más que mi música. Mi novela Papi es casi como un hip hop novelado; sé que le ha llegado a un par de gentes del género.

¿Qué opinas de la música urbana actual y en particular de la latina? ¿Te sientes parte de esa escena?

Hay artistas que yo admiro muchísimo, como Bad Bunny; me parece un tipo sumamente creativo que a veces explora unos temas de forma tangencial pero que son cosas políticas también. Hay cosas que me gustan y abundan cosas muy malas también, pero eso yo creo que en todos los géneros; si tú ves el merengue cuando explotó en los 80, ¿cuánta banda mala había también? O en la salsa: había montros como Rubén Blades o Willie Colón, pero había mucha bandita mala.

Mi trabajo es propaganda para la justicia social. Y está hecho con esa intención didáctica

Si yo fuese un caballo, una de mis patitas estaría metida en el género urbano, desde el hip hop que nació en los 70 en el Bronx hasta el trap, el dembow y el reguetón. Pero creo que tengo las patas en otros géneros latinos: el bolero, el merengue, las rancheras... He aprendido mucho de todo eso, de ese flow y de esa forma de contar las cosas, pero mi música es un híbrido. 

¿Qué aporta el autotune a estas alturas?

Es una herramienta igual que cualquier otra, igual que los pedales de guitarra. Nadie cuestiona eso, tú vas a cualquier concierto y el que está tocando guitarra eléctrica tiene doce pedales de efectos. El autotune y todos los efectos que ahora se usan son herramientas que crean significado. A mí me gustan: están para utilizarlas y sacarles provecho. 

Tu trabajo está en el lugar del arte político. ¿Hay que involucrarse?

Voy a serte bien franca. Hace tiempo leí que George Orwell decía que su trabajo –sus novelas– eran propaganda. Y quizá yo, cuando saqué El juidero hace diez años, estaba en un lugar más de ser bien cool, ¿tú sabes? Decía que yo no era activista, que el feminismo... tenía un poco de miedo de usar esas palabras por estupideces y prejuicios que creo que ha tenido mi generación, la generación X: ese afán de estar como en una disidencia permanente y con miedo a las etiquetas. Pero sí: mi trabajo es propaganda para la justicia social. Y está hecho con esa intención didáctica. Hay una línea de pensamiento político que no puedo ya evadir por lo que estamos viviendo, por lo que he vivido y por lo que el arte ha hecho para mí.

¿Te interesa trabajar en el arte contemporáneo? Me refiero a las artes plásticas.  

Pues mira, mis amigos me preguntan: ¿a qué escritores tienes de amigos? Y más que escritores –por lo menos en Santo Domingo– siempre fueron y son artistas plásticos. Yo empecé a estudiar Historia del Arte en la universidad y duré seis meses, no aguanté. Luego empecé a estudiar Bellas Artes, y duré también seis meses. Y me dije: pal carajo, voy a ser autodidacta. Entre las dos primeras novelas empecé a joder con unas cosas como de performance art y videoarte para las que también hacía la música, y a la gente lo que le gustaba era la música, ¡las piezas eran una mierda! Así empecé a meterle mano con más seriedad a esos beats; de oído, porque yo no tengo una formación musical.

Me parece que algo de arte hay que saber de todas las otras ramas, de lo que pasó antes de uno porque de ahí uno se nutre. Yo soy parte de un río que viene de un manantial de bien bien bien lejos, cuando empezaron a poner esas manos en las cuevas. Y cuando escribo una canción o una novela, me siento conectada con esas gestas de las guerras y de los héroes que se iban contando de pueblo en pueblo, ¿tú sabes? Por eso no solo es el arte contemporáneo: uno tiene que nutrirse de todo lo que se hace en el panorama artístico. 

Has mencionado el feminismo. ¿Qué opinas del sentimiento transfobo de parte del feminismo, el que se empeña en dejar fuera a personas trans? 

Siempre me ha parecido una estupidez. Yo pienso que las personas trans están a la vanguardia de la lucha contra el patriarcado. Por esa fluidez entre géneros que de alguna forma deconstruye y destruye toda esta idea que tenemos de lo que nacimos para ser, de lo que debemos ser o está establecido en términos de género y sexualidad. Una mujer trans para mí es una mujer, igual que un hombre trans para mí es un hombre. Y las mujeres trans deben ser parte, igual que los hombres, del transfeminismo y de la disidencia sexual.

¿Has cruzado a Haití? ¿Cómo viven esa vecindad los dominicanos?

He estado en la frontera solamente. Esto es muy común en República Dominicana. La primera vez que iba a viajar a Haití ocurrió lo del terremoto. Otra vez que íbamos para allá, a un amigo que iba alante le rompieron los cristales en la frontera. Siempre hay una serie de eventos y situaciones que hacen que no vayas; es muy común para los dominicanos no conocer Haití. Es un tema de miedo y de racismo: no vayas, te puede pasar algo, te pueden secuestrar… Me imagino que es lo mismo que le pasa a muchos gringos con México.

¿Cómo está afectando la pandemia a la escena musical y artística de tu país?

Tengo dos países, te voy a hablar de los dos. En República Dominicana hay ahora mismo una escena pujante: están saliendo muchos proyectos nuevos bregando con la fusión de ritmos afrocaribeños con electrónica, merengue, pop, rock... y eso está bastante bien. Y aquí en Puerto Rico, que es donde yo trabajo, donde hice el disco y me he desarrollado como artista los últimos diez años, pues igual. Pero en todas partes los artistas la estamos pasando mal. Si tú eres artista plástico puedes vender una pieza fácilmente, pero en la música ahora mismo se vive del en vivo, sobre todo la gente que no están en el mainstream. Eso ha dao duro. Pero estamos tratando de hacer cosas.

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Una pantalla de Zoom y una conexión afortunadamente estable median entre Rita Indiana Hernández Sánchez (Santo Domingo, 1976) y el que escribe, en Puerto Rico y Madrid respectivamente. El motivo de la charla es la edición del disco recién editado por la dominicana, el deslumbrante Mandinga Times, retrato...

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Autor >

Bruno Galindo

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