José Antonio Martín Pallín / Magistrado emérito del Supremo
“El Supremo no es franquista, sobre todo es centralista”
Miguel Mora Madrid , 22/11/2020
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No es usual que en España un magistrado estudie, analice y critique a fondo las decisiones de sus compañeros de carrera. José Antonio Martín Pallín (A Coruña, 1936) es una de las más brillantes excepciones a esa regla no escrita. Fiscal y juez en la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo durante 22 años, y expresidente de la Asociación Pro Derechos Humanos, Pallín es uno de los juristas más eminentes y reputados del país, y sigue ejerciendo con especial atención y lucidez su derecho de réplica a las decisiones judiciales (y políticas) que le parecen arbitrarias, injustas o simplemente parciales.
Pallín acaba de publicar El Gobierno de las Togas (Catarata y CTXT), un libro imprescindible para especialistas y público en general, especialmente para aquellos que se dejaron llevar por la ola vengativo-punitivista, resumida en el grito futbolero ¡A por ellos!, durante los acontecimientos sucedidos en Catalunya en el otoño de 2017.
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Escrito con una prosa limpia y clara, pese a las frecuentes incursiones en cuestiones técnico-jurídicas, el libro prologado por Josep Ramoneda arranca con una elocuente cita del jurista y dramaturgo Ugo Betti: “Cuando la política penetra en el Palacio de Justicia, la justicia salta despavorida por la ventana”.
A partir de ahí, Pallín desmenuza en capítulos breves su idea fundamental (que el juicio a los líderes procesistas supuso una violación en toda regla de la separación de poderes y criminalizó la actividad parlamentaria), y utilizando una batería de argumentos garantistas y democráticos, hace literalmente trizas, entre otras cosas, la intervención del Rey, la querella del Fiscal General, el espectáculo televisado del juicio oral, la sentencia de Manuel Marchena y el bochorno internacional de las euroórdenes.
Por teléfono desde su despacho de abogados, Pallín comenta con CTXT algunas de las “aberraciones” que llevaron a la derecha política y judicial española a tratar de resolver la cuestión catalana por la vía penal y que culminaron con la condena a penas de entre 9 y 13 años de cárcel para 12 líderes políticos y asociativos catalanes.
En el libro afirma que el juicio penal al procés violó la separación de poderes consagrada por la Constitución española. ¿Quién fue, para usted, el enterrador de Montesquieu? Marchena, Rajoy...
Quizá haría falta ir más atrás. En 1985 se modifica la Ley Orgánica del Poder Judicial: los padres de la patria decidieron que los partidos eligieran a los Vocales del CGPJ. Algunos dicen que fue Alfonso Guerra quien pronunció aquella frase lapidaria, “Montesquieu ha muerto”.
¿Politización judicial o judicialización de la política? ¿Qué fórmula debemos usar?
Son cosas distintas. De la judicialización de la política el mejor ejemplo es el Procés. Pero hay antecedentes claros: primero fue el Caso Atutxa, luego Mas, después el Procés, y finalmente Torra... Y espero que ahí se pare. Luego la política ha irrumpido en el Palacio de Justicia y la respuesta de algunos jueces ha sido excesivamente política, invadiendo terrenos que no les corresponden. Poniendo esto en perspectiva, digamos que hay 5.300 jueces en España y que el 90% se dedica a sus cosas. Veremos qué pasa con la Ley Celaá y con las querellas sobre la gestión de la pandemia. El problema es que hay muchos jueces centralistas y poco proclives a las autonomías, y muchos de ellos practican un activismo pernicioso para la independencia del poder judicial.
El problema es que hay muchos jueces centralistas y poco proclives a las autonomías, y muchos de ellos practican un activismo pernicioso para la independencia del poder judicial
En el libro lamenta que la eterna cuestión de Catalunya se haya intentado resolver por la vía penal.
La propia sentencia, en una contradicción asombrosa, afirma que la supuesta rebelión, después sedición, se solucionó con la mera exhibición en el BOE del Artículo 155 CE. El lenguaje nunca es inocente. Marchena, que es un buen jurista, debía acudir a las máximas autoridades del derecho penal. En la página 31 cito a Claus Roxin, una de las máximas autoridades en la ciencia penal: “El derecho penal es la última de las medidas protectoras, al que solo se puede recurrir cuando fallen otras vías”. Si el BOE solucionó de un plumazo la rebelión o sedición, ¿qué sentido tenía acudir al derecho penal para terminar condenando a políticos por sus actividades políticas, a penas de hasta trece años de prisión?
El ensayo describe al Tribunal Constitucional como a un ariete político y a Marchena como un emperador togado. ¿De dónde le viene a Marchena tanto protagonismo, tanto poder?
No lo sé. La única explicación sería su conexión muy directa con los políticos desde los albores de su carrera. Siendo Fiscal en Las Palmas hizo amistad con Eligio Hernández, destacado dirigente del PSOE, que lo trajo a Madrid. Y ha hecho carrera gracias a esa conexión. No sería raro que acabe en el TC o de presidente del Supremo. En la judicatura y en el Supremo el pensamiento centralista predomina sobre el autonómico. Y él es un militante centralista que, según la estadística de sus decisiones, al parecer, se centra en políticos vascos y catalanes.
Pero si Marchena es tan constitucionalista como las derechas políticas, ¿acaso ignora que la Constitución consagra el Estado de las Autonomías?
No, claro. El problema es que ellos se inspiran en el Artículo 2, que glosa la indivisible unidad de la nación, que no del territorio, y ahora han encontrado el 155 también. Y esos son los dos artículos que rigen para la derecha.
Y para Vox...
En el caso de Vox, si pudieran, redactarían una Constitución tipo pinochetista.
Una frase del libro: “Y mientras, oportunistas y analfabetos políticos se han apropiado de la Constitución”.
En realidad solo comulgan con una Constitución minimalista, porque como sabemos el partido matriz del PP no era muy partidario de otros aspectos del texto constitucional. Y no solo se apropian de la Constitución, también de la bandera. Entre los países más avanzados, solo la Constitución italiana habla de la bandera. Los países consolidados no necesitan poner “banderita tú eres roja, banderita tú eres gualda”. Y habría que recordar además que el escudo, si le quitas algunos aditamentos, es igual que el de la bandera de la II República.
Mucha gente piensa que la judicatura española tiene resabios franquistas, pero en el libro usted desmiente eso y afirma que el problema viene de mucho antes, citando un diálogo entre Sebastiaan Faber e Ignacio Echevarría que publicamos en CTXT...
Obviamente no conozco los lazos familiares de todos los jueces. Sí sé que hay mucha gente pudiente en la carrera, y esto quizá se debe a que las oposiciones a juez son aberrantes: se tienen que aprender todo de memoria, y necesitan entre 4 y 6 años para aprobar. Para poder aguantar ese tiempo, tienes que estar alimentado por tus padres. El hijo de una portera es difícil que aguante, y encima necesita tener una memoria de elefante. Es verdad que hay sagas judiciales, que entran mejor en el sistema, como los Mariscal de Gante o los Hernández Gil... Algunos de ellos han sido buenos jueces... Otros no son tan buenos, y han acabado entrando gracias a favores, o al apellido.
En España no hay conservadores ilustrados, simplemente son de derechas
¿Y por qué a mucha gente le parece que la judicatura es muy de derechas?
Ese es un matiz importante. De derechas. En Inglaterra, Francia o Estados Unidos hay muchos jueces que son conservadores, en el buen sentido de la palabra. Son conservadores ilustrados. Pero como decía Albert Camus, “yo también sería conservador si lo que hubiera que conservar merece la pena". En España no hay conservadores ilustrados, simplemente son de derechas. Generacionalmente, en la carrera judicial no debe quedar mucha gente nacida durante el franquismo. La mayor parte nació después de la Constitución. Lo que digo en el libro es que ese derechismo de la judicatura tiene orígenes y raíces históricas que yo situaría en el 2 de mayo, en el retraso de España y de sus élites respecto a las ideas ilustradas y revolucionarias francesas y estadounidenses. Aquí las revoluciones liberales y las Repúblicas siempre fueron sofocadas por golpes militares.
¿Quizá esa pulsión autárquica influyó en el ridículo que hicieron los jueces españoles con las órdenes europeas de entrega?
Fue un verdadero ridículo, europeo e internacional. Nadie pudo entender que un sistema democrático moderno no fuera capaz de integrar y resolver un proceso político que había sido anunciado a los electores con anticipación y votado por millones de personas. Llegaron a declarar una independencia relámpago, y se acabó. Yo les hubiera dejado ir hasta el final. Y cuando hubieran intentado ir más allá, habría aplicado el 155. Pero no se les dejó. Los acontecimientos del 1 de octubre difícilmente pueden ser aparcados. La sentencia de Marchena dice que sobre las dos de la tarde del 1 de octubre se dio orden a la Guardia Civil y a la Policía de retirarse porque su actuación pudiera resultar desproporcionada. La imagen de los policías cargando contra la gente que trataba de votar fue un escándalo mundial. Estando en Guatemala, en la selva del Peten; me hicieron una entrevista sobre un conflicto local y la periodista, sorpresivamente, me preguntó :“¿Pero qué pasa en Cataluña, doctor?”. Las imágenes del 1 de octubre habían llegado hasta esos confines.
Ese derechismo de la judicatura tiene orígenes y raíces históricas que yo situaría en el 2 de mayo, en el retraso de España y de sus élites respecto a las ideas ilustradas y revolucionarias francesas y estadounidenses
En el libro resume el proceso judicial contra los líderes catalanes como “el escarmiento”. Sobre el discurso del Rey del 3 de octubre, ¿cree que tuvo influencia sobre la Fiscalía General y sobre el Supremo?
El Supremo se ha convertido en este caso en un poder político sin responsabilidad política. Y eso es aterrador en una democracia. Y sobre el discurso del Rey, conforme pasa el tiempo más me parece que es la clave de que se iba a criminalizar el asunto. Al exagerar la gravedad de los acontecimientos, abrió la posibilidad de considerarlos como una rebelión. Hay también una frase de Soraya Sáenz de Santamaría, tremenda y muy significativa: “Hemos descabezado al movimiento independentista catalán”. Lenguaje antiterrorista. Que cada uno saque sus conclusiones.
Lo cual llevó a suspender de paso los derechos políticos de los imputados...
Eso fue una tramposa operación jurídica diseñada y alentada por Marchena y Llarena. En Europa (Bélgica y Alemania) concedieron la entrega de Puigdemont y Comín por malversación y desobediencia. Y aquí se pasaron por el forro esas respuestas, incluso la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que afirmaba que Junqueras tenía derecho a tomar posesión de su escaño. Fue una cadena de despropósitos que nos ha dejado muy malparados. Y el uso de prisión preventiva fue también denunciado por el Grupo de Trabajo de Detenciones Arbitrarias, de Naciones Unidas.
Y pese a todo, Marchena sigue en ello...
De una forma muy parecida al encarnizamiento, recurriendo y anulando todas las medidas penitenciarias de salidas, el tercer grado y lo que venga. Por eso creo necesaria, cuanto antes, la vía de la amnistía, que por cierto nada que ver con el derecho de gracia, que se tramita como un expediente administrativo. La amnistía es un acto político, se vota, como cualquier otra ley, en el Parlamento y ya está. Pero nadie se atreve. En todo caso, como el indulto, tendría que tramitarse con carácter urgente. Están a la vuelta de la esquina las elecciones catalanas. No es un indulto más. Se puede tramitar de forma rápida como se hizo con algún banquero en el pasado.
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No es usual que en España un magistrado estudie, analice y critique a fondo las decisiones de sus compañeros de carrera. José Antonio Martín Pallín (A Coruña, 1936) es una de las más brillantes excepciones a esa regla no escrita. Fiscal y juez en la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo durante 22...
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Miguel Mora
es director de CTXT. Fue corresponsal de El País en Lisboa, Roma y París. En 2011 fue galardonado con el premio Francisco Cerecedo y con el Livio Zanetti al mejor corresponsal extranjero en Italia. En 2010, obtuvo el premio del Parlamento Europeo al mejor reportaje sobre la integración de las minorías. Es autor de los libros 'La voz de los flamencos' (Siruela 2008) y 'El mejor año de nuestras vidas' (Ediciones B).
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