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Análisis

Las elecciones catalanas, en cinco claves

Los socialistas recuperan la implantación territorial que habían tenido históricamente y se erigen después del 14F como la verdadera alternativa al independentismo

Mario Ríos Fernández / Julián Claramunt 16/02/2021

<p>Distribución porcentual de votos del PSC por municipios.</p>

Distribución porcentual de votos del PSC por municipios.

M.R.F. y J.C.

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El 14 de febrero se celebraron las elecciones al Parlament de Catalunya en un contexto fuertemente marcado por el impacto de la pandemia, de su gestión y en un clima de hartazgo y creciente desafección política, tal y como indicaban la mayoría de las encuestas previas a los comicios. El agotamiento evidente de la fórmula de gobierno entre ERC y Junts produjo una lenta agonía de la legislatura, en la que un Govern dividido tuvo que lidiar con la peor pandemia en los últimos años y renunciar a cualquier avance en el tema nacional. Además, el diálogo prometido por Madrid se ha encallado. Por si fuera poco, a un mes para votar y ante el empeoramiento de la situación epidemiológica, todos los partidos menos el PSC decidieron posponer las elecciones hasta el 30 de mayo. Una decisión que fue anulada por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña que decidió que las elecciones se celebrasen el 14 de febrero tal y como estaba previsto desde la inhabilitación del expresidente de la Generalitat Quim Torra. El resultado de estos comicios es el siguiente:

Veamos ahora algunas de las claves de la jornada y que marcarán el futuro político de Catalunya y, probablemente, también del resto del Estado. 

1. La participación más baja de la historia abre la puerta a la vuelta de la abstención diferencial. Únicamente un 53,5% de los ciudadanos llamados a las urnas acudieron a votar en las elecciones al Parlament de Catalunya de 2021. La comparativa con 2017 es demoledora: la participación pasa del 79,1% al 53,5%. Un descenso de más de 25 puntos: del máximo al mínimo histórico. Para encontrar una cifra de participación similar debemos remontarnos a las elecciones de 1992, en las que la participación fue del 54,9%; en aquellos comicios, la abstención diferencial era la norma y la competitividad era baja, dada la fuerza que tenía CiU y las dificultades de crear una alternativa política a la clara hegemonía pujolista

 

El evidente efecto disuasorio de la situación sanitaria puede parecer el factor más importante a la hora de encontrar una explicación al gran aumento de la abstención, aunque algunas encuestas previas a la polémica alrededor de la fecha electoral estimaban una mayor participación pese a que la situación sanitaria en aquellos momentos (principios de enero) era peor.  Sin embargo, parece que no solo la pandemia ha afectado a la participación electoral: el contexto político, claramente marcado por la desafección y la insatisfacción política –como señalan continuamente los barómetros del CEO o del CIS– más la congelación del conflicto territorial, que ha rebajado la polarización nacional existente, pueden estar detrás de las causas de una caída tan abrupta de la participación electoral. Hartazgo y nuevo ciclo político pueden estar detrás del desinterés por estos comicios y de la bajada en la participación.

Una caída que sin embargo no se reparte igual a nivel territorial. La participación electoral en este 2021 ha seguido una distribución que rompe la homogeneización que se había dado en la década del procés, en los que esta había subido con mayor fuerza en aquellas zonas que tradicionalmente habían sido más abstencionistas, es decir, el Área Metropolitana de Barcelona (AMB) y la costa de Tarragona. Esta subida desde 2010 había equilibrado la distribución de la participación electoral acercando las zonas más abstencionistas a la media de participación electoral de Catalunya. Estas elecciones han roto esta tendencia, cuyo apogeo se dio en los comicios de 2017, donde la participación fue claramente igualitaria por territorios. El patrón que presentan estas elecciones de 2021 nos retrotrae a un escenario más propio de los años 90 y principios de los 2000 que a la década de 2010 hacía delante. La participación ha bajado de manera general, pero ha afectado más en aquellas zonas donde el voto a las fuerzas no independentistas es mayor, volviendo al patrón de abstención diferencial ya conocido en Catalunya.

Si nos fijamos en la variación de la participación respecto a 2017 por municipios, tal y como muestra el mapa anterior, podemos ver cómo en las localidades que rodean a la ciudad de Barcelona –Hospitalet, Badalona, Sant Adrià de Besòs, Santa Coloma de Gramanet o Cornellà– se ha reducido en más de 30 puntos porcentuales la participación. Este patrón también se da en ciudades del Vallés Occidental y del Oriental. Unos números similares a los que se dan en la costa de Tarragona y el interior de esta provincia. Es en estas zonas donde predomina el color rojo que indica una mayor pérdida de puntos porcentuales de voto. Por el contrario, en la Cataluña central, Lleida o Girona, la reducción es cercana a los 20 puntos y en algunos casos es menor. Esto es lo que simboliza el color más azulado. Tiurana, un pueblo de Lleida, tiene el honor de ser el único lugar en donde ha votado más gente, con victoria clara de Junts. En el lado opuesto encontramos a Montmell, en el Baix Penedès, donde 7 de cada diez habitantes optaron por no votar. Estas elecciones representarían, pues, el retorno a un comportamiento electoral que apunta a un cierto retorno a la normalidad preprocés, pero sumando el fuerte impacto de la pandemia del coronavirus.

2. Efecto Illa: vuelve el PSC. Otra de las conclusiones del 14F es que el efecto Illa existió. No fue un constructo mediático, sino que la candidatura de Illa propulsó al PSC hasta convertirlo en una opción competitiva electoralmente como hacía años que no lo era. Tanto es así que los socialistas ganaron los comicios en votos, por tercera vez desde 1980, y por primera vez en la historia también lo hicieron en escaños empatando a 33 diputados con ERC. El PSC ha conseguido un total de 651.027 votos (con un 99,79% escrutado). Esto representa un 23,1% del voto. Los socialistas han subido 44.368 votos y 9,17 puntos porcentuales en comparación con 2017. Son la única formación que crece, además de Vox. El siguiente gráfico nos muestra la recuperación del voto socialista en 2021, rompiendo la tendencia a la baja que se producía desde 1999.

No obstante, para observar la magnitud del cambio registrado por los socialistas es necesario bajar a nivel municipal. Un vistazo a la distribución territorial del voto del PSC nos muestra que Illa ha arrasado en el AMB y ha aumentado considerablemente en los municipios de la costa de Tarragona. Sin embargo, el PSC no solo ha aumentado sus apoyos gracias a estos buenos resultados en sus feudos históricos: los socialistas también han incrementado su apoyo en el interior del país, especialmente en Lleida y Girona, feudos independentistas, en los que el PSC consigue subir y situarse en tercer lugar en muchos municipios. Veámoslo con más detalle.

El mapa nos muestra un PSC intratable en el Área Metropolitana de Barcelona (AMB) en la que ha obtenido porcentajes cercanos al 40% en la mayoría de los municipios del histórico cinturón rojo, donde Ciudadanos arrasó en la pasada convocatoria: L’Hospitalet de Llobregat, Cornellà de Llobregat, El Prat de Llobregat, Badalona, Sant Adrià del Besòs Santa Coloma de Gramenet, Terrassa, Sabadell o Rubí son ejemplo de ello. Pero el PSC no solo ha obtenido buenos resultados en esta zona. El 14F ha supuesto la “vuelta a casa” para muchos de estos votantes.  La costa de Tarragona y del Maresme y de la Selva de Mar también se han teñido de rojo con porcentajes superiores al 20%. Destacan Mataró, Blanes o Lloret de Mar en esta zona. Además, el PSC ha obtenido buenos resultados en las capitales de provincia: ha ganado en Barcelona (23,5%), Tarragona (24,5%) y queda tercero en Lleida (20,7%) y en Girona (16,5%). Además, el PSC es tercera fuerza en muchos municipios del interior de Catalunya con porcentajes de voto alrededor del 10%, unos números que Ciudadanos no consiguió en 2017. Los socialistas recuperan la implantación territorial que habían tenido históricamente y se erigen después del 14F en la verdadera alternativa al independentismo.

3. La estrategia pactista de ERC supera a Junts en unos comicios con mayoría absoluta y de votos del independentismo. Una de las noticias de la jornada fue el resultado del conjunto de las fuerzas procesistas. ERC y la CUP han crecido en 1 y 5 parlamentarios respectivamente y Junts ha perdido solo dos representantes respecto a 2017. Esta cifra supone el máximo histórico de los partidos independentistas, con 74 diputados. Además, por primera vez en la historia, el voto a opciones independentistas ha sobrepasado el 50% de los votos. Si en las elecciones de 2017 se quedó en un 47,5% de los votos, en 2021 el porcentaje ha sido del 50,73% sumando a ERC, Junts, CUP y PDECAT. Pese a que el alto nivel de abstención, que afecta más a las zonas no independentistas, ha tenido que ver en la obtención de estos resultados, no hay duda de que estos refuerzan la apuesta independentista. 

Sin embargo, es necesario señalar que dentro del independentismo conviven, como mínimo, dos almas o mejor dicho dos estrategias. La que sale más fortalecida es la que propone ERC. Los de Junqueras y Aragonès llevan tiempo apostando por lo que se denomina como ensanchar la base. La lectura sería la siguiente: con las fuerzas actuales el independentismo no tiene suficiente y hay que buscar formas de convencer a nuevos votantes. Para aplicar esto, han seguido un plan que consiste en un importante trabajo de base en municipios tradicionalmente no proclives al independentismo y en la promoción de figuras que pueden movilizar este electorado, como Gabriel Rufián. ERC consigue ser segunda fuerza en muchos de los municipios donde gana el PSC, creciendo elección tras elección. Estos “nuevos independentistas” sumados a las fuerzas republicanas más tradicionales han situado a ERC como primer partido del independentismo.

En Junts, por su parte, pueden estar satisfechos y preocupados al mismo tiempo. La mala noticia es que, por primera vez, el espacio heredero de Convergencia no se ha situado como primer partido del independentismo. La buena es que se han quedado considerablemente cerca de ERC, reduciendo la distancia que hace tiempo venían indicando las encuestas y superando una nueva fragmentación de su espacio político. Como buen partido mayoritario, recoge electores de todas las zonas, pero sobre todo en el interior y en especial Girona, que es su bastión más claro. La candidatura de Borràs ha arrasado en las comarcas gironinas con porcentajes superiores al 40% en algunos municipios. También es justo señalar que, aunque no es una de las fuerzas principales en esta zona, Junts aguanta el tirón en el AMB más de lo esperado. 

La evolución de esta competición entre ERC y Junts ha seguido el siguiente patrón: mientras que la histórica CIU mantenía diferencias de más de 30 y 40 puntos porcentuales de voto con ERC a lo largo de los años 80 y principios de los 90, estos márgenes se han ido estrechando desde los años 2000 y su reducción se ha acelerado desde el inicio del procés, en el que cada proceso electoral ha bajado más el voto al espacio postconvergente y ha ido aumentando el apoyo a ERC. Es ahora, en las elecciones de 2021, en las que ERC ha consolidado esa tendencia y ha acabado superando a Junts por primera vez en la historia en unas elecciones al Parlament de Catalunya: 21,3% vs. 20%. Esta victoria de los republicanos certifica las tres victorias electorales anteriores: las dos generales de 2019 y las municipales del mismo año. Sin embargo, la escasa diferencia entre ambas formaciones no permite dilucidar quién acabará siendo hegemónica en el independentismo, aunque parece que en los dos últimos años estamos asistiendo a una basculación hacia posiciones más nítidamente progresistas.

4. Crisis en las derechas estatales con la irrupción de Vox. El resultado de la formación liderada por Garriga, que pasa de no tener representación a obtener 11 diputados con un 7,7% y 217.883 votos, es una de las grandes sorpresas de la jornada. La extrema derecha penetra con fuerza en el Parlament y consigue representación en las cuatro provincias: Vox obtiene un 7,8% en Barcelona, 166.056 votos y 7 escaños; un 6,2% en Girona, 16.917 votos y un diputado; un 5,5% en Lleida, lo que equivale a 8.839 votos y a un diputado, y obtiene un 9,4% en Tarragona y 26.071 votos equivalentes 2 diputados. La distribución de Vox sigue un patrón similar a la de Ciudadanos en 2017 pero es más débil su implantación en el AMB, aunque es tercero en algunos municipios, y se consolida con fuerza en Tarragona, donde es cuarta fuerza con un 9,40% del voto. Estos resultados le permiten consolidarse con fuerza en todo el territorio. Los dos municipios en donde se ha situado como primera fuerza son La Pobla de Mafumet (Tarragona) y Vilamalla (Girona) con un 21,3% y un 22,5%, respectivamente. La distribución territorial del voto de Vox es la siguiente:

Pese a que podamos afirmar que VOX tiene fuerza en cada una de las provincias, si hay zonas en las que recibe muy poco apoyo. En concreto el interior de Cataluña, en zonas con baja densidad de población y municipios pequeños. El factor litoral parece ser clave, pues su base de electores en Barcelona, Tarragona y Girona se concentra en la costa. También es fuerte en las diversas fronteras, tanto en la norte como en la sur, pese a ser pueblos con poca población, y destaca que en La Jonquera o La Sènia supera el 10% de los votos. Aparece de forma contundente en La Val d’Aran, que es un microclima político donde la derecha estatal siempre ha sido fuerte. 

Además, un análisis de correlación entre el voto a Vox y la caída de voto a Ciudadanos nos muestra claramente cómo el crecimiento de los de Abascal y Garriga se relaciona directamente con la pérdida de voto de C’s. Esta tendencia es congruente con lo que mostraban las encuestas preelectorales en Catalunya: una fuga de Ciudadanos a Vox de alrededor del 15% del voto de los naranjas en 2017. Ciudadanos, que jugó a la polarización durante toda la legislatura sin captar el cambio de rasante que se estaba produciendo en la sociedad catalana, más abierta al pacto, le ha puesto la alfombra roja a Vox para que esta formación obtenga los votantes más radicalmente anti independentistas de su formación. Recordemos que, entre el original y la copia, el votante siempre prefiere al original, y Vox es más genuinamente nacionalista español que Ciudadanos. Esta dinámica se ha repetido en Europa en los últimos años.

La otra cara de la moneda del ascenso de Vox es la situación de C’s y PP. La formación liderada por Carrizosa ha padecido un auténtico desastre electoral. C’s pierde el 85,7% de su voto de 2017: una caída de más de 951.829 votos. Esto equivale a casi 20 puntos menos de voto, pasando del 25,35% a un 5,57% actual. El desastre es evidente. C’s obtiene sólo 157.903 votos y 6 escaños: 5 por Barcelona y 1 por Tarragona.  Una caída en picado de los naranjas. Sin embargo, de esta caída en picado no se beneficia el PP. Casado vuelve a fracasar en Catalunya: si en las generales sitúo a Cayetana Álvarez de Toledo para tapar fugas hacia Vox y evidenciar una estrategia claramente antiindependentista, la combinación entre la moderación de Alejandro Fernández y la aparición estelar de Isabel Díaz Ayuso ha dado aún peores resultados. Los populares bajan de 4 a 3 diputados y obtienen 109.067 votos, perdiendo casi 80.000 votos de unos comicios a otros. En este gráfico podemos ver la evolución de voto de las derechas estatales en Catalunya y cómo Vox supera a C’s y PP en estos comicios.

 

Vox aprovecha el hundimiento de las derechas estatales en Catalunya para fortalecerse y ser el partido que lidere el unionismo duro en el Parlament. Además, esto dibuja una serie de derivadas que afectarán de lleno a la política estatal: la apuesta errática de Ciudadanos está obteniendo unos resultados electorales pésimos. Cada elección que pasa, los naranjas pierden apoyo y representación. Pasó con las generales de noviembre de 2019, con las autonómicas vascas y gallegas y ahora en su feudo histórico. Los continuos giros llevados a cabo por Rivera y Arrimadas no parecen consolidar un espacio político que se desangra. El futuro del partido está en riesgo. Pero no solo Arrimadas tiene un problema: Casado no acaba de encontrar su sitio y es incapaz de parar el ascenso de Vox, que empieza a ser claramente su amenaza electoral. El PP se encuentra ante un dilema en el que debe cerrar las fugas hacia Vox y a la vez contar con la extrema derecha para llegar al poder. Mientras tanto, es Abascal el que se frota las manos sabiendo que la crisis de las derechas estatales en Catalunya ha propulsado a un Vox que no para de crecer cada vez que se abren las urnas. Cabe resaltar, sin embargo, que se ha producido una caída enorme en las derechas: han pasado de 40 diputados (suma de 36 diputados de Ciudadanos y 4 del PP) a 20 diputados. 

5. Un Parlament claramente escorado a la izquierda. La última clave es que la composición de la cámara es la más escorada a la izquierda de los últimos años. Nos encontramos con el Parlament con más escaños para partidos de izquierda. Este bloque viene liderado por el PSC y ERC, con 33 parlamentarios cada uno, seguidos de CUP y En Comú Podem con 9 y 8 respectivamente. Juntos suman 83 representantes y más de 1.600.000 votos. Aunque pensar que estas fuerzas se puedan unir en un hipotético gobierno parece utópico, debido a las desavenencias en el eje nacional, puede abrir la puerta acuerdos puntuales en leyes concretas. Esta aritmética parlamentaria será especialmente relevante en una legislatura como la que comienza en Cataluña. Desde este Parlament se decidirán las claves de una reconstrucción económica que se augura necesaria para una comunidad como Cataluña, donde el sector turístico y de restauración juega un papel tan importante. Propuestas como la Renta Básica, que los cuatro partidos de la izquierda en Cataluña llevaban en su programa, se podrían desarrollar y aplicar.

¿Un resultado que facilita la gobernabilidad en el Estado? Una de las lecturas políticas que se puede desprender de las elecciones catalanas es que las opciones que integran el gobierno central salen reforzadas de las elecciones catalanas. El PSC mejora sus resultados, tal y como hemos podido ver, y el espacio de En Comú Podem, pese a padecer la bajada generalizada que se ha producido en votos en todas las formaciones políticas, resiste con sus 8 diputados y un porcentaje similar de apoyo electoral en un contexto en el que sus competidores en la izquierda, socialistas, republicanos y cupaires, han logrado unos resultados históricos. Además, las urnas han refrendado la estrategia pactista de ERC basada en garantizar la gobernabilidad en España a cambio de establecer mecanismos para resolver el conflicto territorial entre Catalunya y el Estado. De hecho, ERC ha sido la primera fuerza del independentismo en todos los comicios celebrados desde que apostó por el pragmatismo ampliando su base electoral y haciéndola cada vez más plural. 

Sin embargo, todo esto podría cambiar. La única suma políticamente viable es la de un gobierno independentista liderado por ERC. Ni ERC ni el PSC apuestan por un tripartit en un momento en que el escenario político parece dibujar una competición entre republicanos y socialistas alrededor de la Generalitat de Catalunya justo cuando los republicanos son cada vez más fuertes en el Área Metropolitana de Barcelona y cuyo voto es más homogéneo, y con un PSC que ha recuperado una distribución territorial del voto que le hace una opción claramente competitiva. La reedición del acuerdo entre ERC y Junts es el escenario más probable y la propia inclusión de Junts más el necesario apoyo de la CUP, ya sea desde dentro o desde fuera del Govern, no garantizan que ERC pueda poner en práctica su estrategia pragmática desde la Presidencia de la Generalitat. La imposibilidad de un tripartit y la fuerza que Junts y la CUP puedan tener en el próximo ejecutivo catalán no es una buena noticia para la coalición del PSOE y UP. No obstante, la lucha fratricida por liderar la derecha entre PP y Vox evita que exista una alternativa conservadora con opciones reales de llegar al poder derivado de los efectos del sistema electoral y de la incapacidad de llegar a pactos con fuerzas regionalistas, nacionalistas e independentistas. Esta es la gran noticia para Sánchez, a la espera de que el independentismo decida qué rumbo tomar.

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Mario Ríos Fernández es analista político y profesor asociado en la Universidad de Girona.

Julián Claramunt es politólogo, doctorando en la Universidad de Girona.

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Mario Ríos Fernández /

Es analista político y profesor asociado en la Universidad de Girona.

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Julián Claramunt

Es politólogo doctorando en la Universidad de Girona.

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