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tribuna

¿Y si gobernaran PP y Vox?

Las fuerzas a la izquierda del PSOE deberían aumentar su colaboración en todo el Estado, compartir espacios de reflexión estratégica y explorar vías confederales

Pablo Iglesias 4/09/2021

<p>Desarme. </p>

Desarme. 

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No ha ocurrido en las cuatro elecciones generales celebradas desde 2015. Pensé durante mucho tiempo que nunca podría llegar a ocurrir. Hoy pienso que es posible. El PP y Vox podrían sumar más de 175 diputados. Más allá de la mayor o menor credibilidad de las encuestas que lo dicen, el hecho de que la derecha vaya a competir la próxima vez con solo dos candidaturas tras el hundimiento de Ciudadanos hace más factible que esa victoria de la derecha y la ultraderecha se produzca. Hay un tercer factor que, a mi juicio, es el crucial y el que ha modificado las bases ideológicas de buena parte de la sociedad española: la correlación mediática de fuerzas. Fuera de los ecosistemas mediáticos vasco y catalán, el dominio cultural de los medios de derechas, con sede en Madrid, es absoluto y tiene una enorme capacidad para determinar y condicionar lo que piensan millones de ciudadanos.

La condición de posibilidad de ascenso de la derecha y ultraderecha ha sido el españolismo más reaccionario y esa misma sería la condición de posibilidad de su permanencia en el poder

¿Vox entraría en el Consejo de Ministros? Les aseguro que sí. El partido de ultraderecha puede permitirse cuidarse del desgaste de participar en gobiernos locales o autonómicos, pero el gobierno de España es irresistible para una fuerza nacida del poder, financiada por grandes empresas y grupos extranjeros (entre ellos el brazo político de una organización terrorista iraní) y con muchos efectivos dentro de las estructuras del Estado. ¿Qué ocurriría entonces? La derecha y la ultraderecha conocen bien las reglas de la guerra cultural; probablemente no se dejarían arrastrar a la política social ni a la economía como marcos de combate. La condición de posibilidad de su ascenso ha sido el españolismo más reaccionario y esa misma sería la condición de posibilidad de su permanencia en el poder. El españolismo reaccionario buscará entonces a su enemigo ideológico natural: la plurinacionalidad. El asalto a las competencias autonómicas será, seguramente, la principal exigencia de Vox a la que el PP no podrá resistirse porque excitará los deseos de las bases culturales de toda la derecha, alimentados por los grandes medios conservadores que llevan años señalando a la escuela catalana como adoctrinadora y cómplice del independentismo. Hagan sus cábalas.

Ante una voluntad gubernamental de tomar, por ejemplo, las competencias educativas, los partidos que defienden la plurinacionalidad, los gobiernos catalán y vasco, las propias comunidades educativas así como amplios sectores ciudadanos, no tendrían más remedio que oponerse y movilizarse. Y ese sería precisamente el terreno elegido por el gobierno PP-Vox para aumentar la tensión y acabar ilegalizando a Bildu y a los independentistas catalanes (así lo afirmó con claridad cristalina Abascal en su moción de censura). A la ultraderecha no solo le sobran 26 millones de ciudadanos; también le sobran buena parte de sus opciones electorales. Esas medidas de excepcionalidad, que sorprenderían a algunos y que indignarían a cualquier demócrata, contarían con importantes apoyos en los sectores dominantes del poder judicial, en muchos sectores del poder económico y en los poderes mediáticos de Madrid. Lo que puedan decir en el futuro las instancias jurisdiccionales europeas no detendría, en ningún caso, la estrategia de involución democrática que conviene al bloque reaccionario. De hecho, esa misma dinámica de involución puede darse también en otros países europeos, empezando por Italia.

Aunque suene fuerte no es tan difícil de imaginar. La ilegalización de partidos ya es conocida en nuestro Estado y encontrar nuevos argumentos para llevarla a cabo (la unidad de España amenazada o el cuestionamiento de la monarquía, por ejemplo) es perfectamente viable y contaría con decenas de juristas importantes prestos a justificarlo. La experiencia del choque con los independentistas catalanes es positiva para la derecha y sería una referencia. Les dio un enemigo al que recurrir permanentemente en sus discursos, normalizó la presencia de presos políticos que no habían cometido, ni de lejos, ningún acto violento, politizó y comprometió políticamente a los sectores más reaccionarios de la judicatura e incluso colocó a la monarquía en un lugar inédito a partir de aquel 3 de octubre de 2017. Desde ese día, PP y Vox han reivindicado a Felipe VI como nunca, en claro contraste con su malogrado progenitor que supo cuidar su feeling con Felipe González y el PSOE. Si en el sistema político que dejó la Transición, la monarquía supo atraer al PSOE e incluso al PCE de Carrillo y a algunos sectores del nacionalismo catalán y vasco, en la perestroika conservadora de Felipe VI, la monarquía es solo una referencia política para las derechas españolistas.

Creo que, a estas alturas, nadie duda de cuál sería el comportamiento de las piezas que la derecha ha sabido situar en el Tribunal Constitucional y en el poder judicial. Ilegalizar a Bildu y a los independentistas catalanes sería además una manera de asegurarse victorias electorales permanentes. Con Bildu, Junts y ERC fuera del juego electoral, la derecha podría asegurarse ganar al PSOE e incluso mantener sobre Unidas Podemos la presión habitual vía cloacas mediáticas y jueces motivados, sin necesidad de buscar excusas para su ilegalización.

Las izquierdas deben asumir que la alianza de gobierno con el PSOE es necesaria para proteger la democracia

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? De la transición española que cerraron el 23F y la abrumadora victoria de Felipe González en el 82, surgió un sistema de partidos determinante para asegurar la estabilidad de nuestro sistema político, pacificar los conflictos derivados de la plurinacionalidad y organizar la modernización económica española en el marco de la división europea del trabajo. Dos grandes partidos estatales; un PSOE alineado con el SPD que pronto abandonó su radicalismo verbal, su marxismo estatutario y, sobre todo, cualquier aspiración de encabezar un proyecto socialista del sur de Europa junto a los socialistas portugueses; y por otro lado, Alianza Popular, una vez absorbida la UCD, no tuvo problema en alejarse de sus orígenes franquistas y alinearse con las tradiciones democristianas de los partidos populares europeos. Aznar, no lo olvidemos, llegó a reivindicar a Azaña. A los dos grandes partidos del sistema español se les añadieron los dos grandes partidos alfa dominantes en los subsistemas políticos catalán y vasco. El PNV, reforzado por la acción de ETA como única opción vasca reconocida para gestionar su particular camino de autogobierno; y la CiU de Pujol como fuerza hegemónica en Catalunya, donde el PSC pronto acabó con las enormes expectativas iniciales del PSUC. Es evidente que el “café para todos” fue una solución cuya simetría era poco coherente con la realidad plurinacional para afrontar el ambiguo título octavo, pero es innegable que funcionó para dar estabilidad, organizar una descentralización administrativa notable y dar espacio a catalanes y vascos para negociar competencias propias, como las policías autonómicas.

Lo fundamental de ese sistema de partidos de 2+2 es que los cuatro compartían los ejes principales de la política económica que debía emprender España en el marco europeo, los cuatro asumían el paraguas de la OTAN como la mejor opción posible y los cuatro aceptaban, si bien con diferente entusiasmo, la forma monárquica. Esos consensos de régimen permitieron, durante más de tres décadas, que los poderes paralelos al sistema de partidos (las oligarquías económicas, los poderes mediáticos, el siempre muy conservador poder judicial y los sectores más ultramontanos de los viejos aparatos represivos que fueron reciclados con la excusa de la lucha antiterrorista) no se hicieran tan visibles en la política como lo son ahora.

¿Qué ha pasado en los últimos 10 años para que estemos en una situación tan peligrosa si la derecha vuelve junto con la ultraderecha al Consejo de Ministros? Ha pasado el independentismo catalán y Podemos. Esos dos actores hicieron saltar por los aires el sistema de partidos en España; la única estructura de poder que los ciudadanos pueden cambiar votando. Para comprobar que esto es así basta asomarse a una sesión de control: un inédito Gobierno de coalición con ministros de Podemos y del PCE sostenido por fuerzas independentistas vascas y catalanas que tiene enfrente al PP más Vox como alternativa de gobierno. 

Lo que se juega ahora en España es quién dirigirá la reforma del Estado. Los poderes no sometidos a controles democráticos –y esto incluye a las élites de un poder judicial que llevan ya más de 1.000 días facilitando al PP el bloqueo de la renovación del CGPJ– son conscientes de ese conflicto y han tomado posiciones. Y ahí también está una monarquía que ha dado por perdida a la España progresista y plurinacional y no ha parado de hacer gestos a la España oscura (la ostentación con la que se ha presentado el traslado de la heredera al trono a un carísimo colegio privado británico es el último ejemplo). Ese bloque de poderes representa la reacción al impulso democrático que siguió a la gran crisis de 2008.

La izquierda debe explorar vías confederales para la re-organización de un Estado compartido, más acordes con la plurinacionalidad y la voluntad de los pueblos del Estado

¿Qué hacer? A mi juicio, las izquierdas diferentes al PSOE en todo el Estado deben aumentar su colaboración y compartir espacios de reflexión estratégica. Creo que deben asumir que la alianza de gobierno con el PSOE es, en esta coyuntura, necesaria para proteger la democracia e implementar la justicia social mediante políticas públicas. La pandemia ha reforzado un sentimiento transversal de orgullo por lo público y el, hasta cierto punto, giro keynesiano al que se ha visto obligada la Unión Europea, es una oportunidad con pocos precedentes. Al mismo tiempo, frente al proyecto reaccionario que, de llegar al gobierno, combinará el más feroz neoliberalismo con el asalto a las competencias autonómicas y la persecución de los independentistas, la izquierda debe explorar vías confederales para la re-organización de un Estado compartido, más acordes con la plurinacionalidad y la voluntad de los distintos pueblos del Estado. Aunque algunas de estas fuerzas políticas puedan competir electoralmente, pienso que deberían acordar una hoja de ruta común en la negociación con los socialistas. El hundimiento de Ciudadanos mató la ensoñación de una tercera vía a la española y la inviabilidad de la gran coalición, que asegura la fuerza de Vox, no ha dejado al PSOE más opción que negociar y acordar la dirección del Estado con Unidas Podemos y con el conjunto del bloque que ha garantizado la viabilidad de la legislatura. La posición táctica de ese bloque es un asunto de primer orden desde una dura certeza que se ha hecho evidente estos años: es altamente improbable que el PSOE hubiera facilitado un gobierno encabezado por UP si hubiese sido superado, como apuntaban todas las encuestas, en 2016 y, en caso de haberlo hecho, es obvio que se habría articulado una reacción concertada de los grandes poderes para hacer caer a ese hipotético gobierno en días. La historia ha demostrado que para gobernar no basta ganar en votos, sino ganar también en unas cuantas correlaciones de poder más.

Además, creo que la izquierda debe asumir que el terreno de la cultura y la ideología es tan decisivo como el institucional y el de la movilización social. Para comprobar lo bien que la derecha ha entendido esto basta encender la televisión o leer los editoriales de la mayor parte de periódicos editados en Madrid. La lección de mayo en Madrid, con la victoria del PP más ultra jamás visto, debe poner en alerta a todos los demócratas y a toda la izquierda por su capacidad de irradiación. Lo que llevamos perdiendo tantos años en Madrid no son solo elecciones, sino una batalla cultural e ideológica. 

No ha ocurrido en las cuatro elecciones generales celebradas desde 2015. Pensé durante mucho tiempo que nunca podría llegar a ocurrir. Hoy pienso que es posible. El PP y Vox podrían sumar más de 175 diputados. Más allá de la mayor o menor credibilidad de las encuestas que lo dicen, el hecho de que la derecha vaya...

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Autor >

Pablo Iglesias

Es doctor por la Complutense, universidad por la que se licenció en Derecho y Ciencias Políticas. En 2013 recibió el premio de periodismo La Lupa. Fue secretario general de Podemos y vicepresidente segundo del Gobierno.

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7 comentario(s)

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  1. Aramis

    EN RESPUESTA A FERNANDO: La cuestión es ¿cómo se ganan unas cuantas correlaciones de poder más? La respuesta nos da pistas sobre el sentido de la frase. Sin respuesta la frase carece de sentido y es puramente retórica. No es una cuestión moral, sino de método. Iglesias señala aquí el fin (ganar más poder), pero no apunta los medios haciendo un alarde de liderazgo caudillista que choca frontalmente con los fundamentos de la izquierda democrática. Así, pues, la constatación de la realidad que hace el comentario de Fernando se queda en la superficie de los hechos que relata. Incluso cuando habla de «tacticismo», «envidia» y «odio» reduce la realidad al mundo tripolar de las películas del oeste; el bueno (podemos), el feo (el PSOE) y el malo (PP-VOX y los poderes fácticos), recogiendo así el método de deformación de la realidad propuesto por Iglesias. Sin embargo, la realidad en mucho más rica, y por eso no hay «casilla de salida». Tampoco es cuestión de argumentos, cónclaves o concilios seculares. El artículo de Iglesias plantea asimismo la cuestión de si la izquierda española responde a la flauta mágica del Hamelín de turno, o si por el contrario responde a una concepción racional de la realidad social. Mucho menos es tiempo de líderes carismáticos que, con errores y aciertos, confunden el keynesianismo con el ordoliberalismo para cautivar a los lectores incautos. En España tenemos tres problemas fundamentales; una derecha eternamente corrupta; una izquierda neoliberal, meritocrática y flautista; y un sistema institucional en ruinas. Iglesias es producto de esa «fe tonta» en la meritocracia que hunde la izquierda en el pantanal de «los listos» de la academia que saben hacer la «o» con el canuto a la demanda. La prensa de izquierdas solo tiene una idea romántica de la izquierda y –sin anunciantes, ni capital–, apuesta por su mesías salvador. La derecha no tiene ese problema porque son básicamente lobistas de los poderes fácticos. Asimismo, la prensa de derechas la financia con abundancia esos mismos poderes fácticos. La ecuación es bien sencilla; la izquierda ni tiene «pasta», ni canaliza suficiente credibilidad para aglutinar las audiencias suficientes. Y peor aún tampoco tiene mensaje, ni concepto de lo social, más allá del martirologio de las injusticias puntuales. O dicho en lenguaje realista; la prensa española no tiene ni la más remota idea de qué puede ser una sociedad no liberal; no totalitarista y solidaria. Los líderes de la izquierda tampoco. Lamentablemente, la realidad es que la gente apenas importa a partir del segundo piso de la larga pirámide jerárquica. No son los sujetos de la historia, son los objetos de la misma. La izquierda se dedica al parcheo de las políticas neoliberales con apósitos de cuidados paliativos de último recurso. Si no eres miserablemente pobre, pobre de solemnidad bíblica, es que eres un impostor (IMV). La izquierda carece de política económica, viable y sostenible, distinta a la que hoy tenemos en España. ¿De qué nos habla Pablo Iglesias?... Y del ilustrador, mejor ni hablar.

    Hace 2 años 7 meses

  2. Pintaius

    El artículo ahonda en la percepción de cuan necesario es la puesta en marcha de una TV decente, honesta, veraz y que llegue a todos los hogares. Y no me refiero a una «13TV» de izquierdas sino a una TV que Informe, con «I» mayúscula (si hay que darle un palo a los nuestros se le da y punto), Forme y Entretenga, también con mayúsculas; que despierte consciencias y no embobe al personal con «soma» siglo XXI. ### ¿Hay talento entre la gente íntegra en este país de países? Lo hay, y mucho. ¿Tendría audiencia entre los usuarios? Sin duda alguna; siempre, insisto, que fuera honesta y veraz. Que no hayamos logrado implantar un ente de esas características durante estas últimas décadas es algo que se me escapa, y si no lo hacemos, ya, estaremos bien jodidos, como siempre. ### Salud y República.

    Hace 2 años 7 meses

  3. Liana Hegui

    Hemos podido comprobar la certeza de tus palabras, de manera descarnada,justicia,medios,acoso. También la escasa o nula reacción, cuando no colaboración, del partido mayoritario en el gobierno. Demasiadas dudas, demasiadas evidencias...demasiado solos estamos frente a la amenaza de la extrema derecha. Gracias infinitas, Pablo.

    Hace 2 años 7 meses

  4. Pintaius

    Se dice que uno no se da verdadera cuenta de lo que tiene hasta que lo pierde. ### Hola Pablo, buen día, ### Llevo un tiempo dándole vueltas a esta frase, más concretamente desde el 5 de mayo de este año. ### En primer lugar pedirte perdón, por la parte que me toca, al ser miembro de esa comunidad de gente comprometida ―los nuestros― que no supo, no pudo y/o no quiso hacer más por defenderte del miserable acoso al que fuiste (y sigues) sometido, tanto tú como tu familia. ### En segundo lugar darte las gracias, de todo corazón, por haber pateado el tablero cambiado la política de este país de países y haber expuesto tanto de ti por el bien de otros. A mí, personalmente, me renovasteis una esperanza ya muy marchita. ### Tengo previsto el descorche de algunas botellas de cava ―que aún no he comprado...― para celebrar acontecimientos tales como la retirada de la cruz del valle, la puesta en marcha de una TV decente ―de una pvta vez―, o la huida de Felipe uve palito con el resto de su familia, rumbo al exilio. Cuando alce mi copa, de eso puedes estar seguro, uno de mis pensamientos serás tú. ### Muchas gracias, Pablo, y que el futuro te sea grato; a ti y a los tuyos. ### Salud y República.

    Hace 2 años 7 meses

  5. Fernando

    «La historia ha demostrado que para gobernar no basta ganar en votos, sino ganar también en unas cuantas correlaciones de poder más.» Esta frase es una constatación de la realidad: se pueden ganar democráticamente unas elecciones, pero tener a los poderes económicos y mediáticos en contra junto al corporativismo institucional provocan erosión en la acción de gobierno. Los telediarios, los programas rosa pálido de canales de TV y las emisiones de la radio reproducen a diario frases antidemocráticas, mentiras y propaganda. Como siempre, en cualquier tiempo y lugar, las fuerzas fácticas tienen en su diana a quienes encabezan movimientos democráticos y alternativos que, en el caso de Pablo Iglesias, con sus errores y aciertos, también ha sido así. Por desgracia, desde la misma orilla, por tacticismo o por envidia, la crítica se convierte en odio y se asume el argumentario de los que a diario van a hostigar a una familia mientras la banca, los fondos de inversión y las grandes corporaciones aplauden. Estaría bien volver a la casilla de salida: sentémonos a hablar y a argumentar sin alienarnos con la ira que rezuman los poderes fácticos.

    Hace 2 años 7 meses

  6. Aramis

    Craso error en el debut mediático de Pablo Iglesias mezclando las figuras del elefante en la cacharrería y la del bombero pirómano. Desde una perspectiva de izquierda el artículo es desgraciado, tanto en su mirada sesgada al pasado, como en su planteamiento especulativo de un futuro visto por el pastorcillo del cuento «que viene el lobo». Su estilo retórico se ancla más en el siglo XIX que en el XXI actual. Habla en niveles de abstracción 3.000 metros por encima del nivel del mar, refiriéndose a élites; instituciones políticas, administrativas, mediáticas y económicas; de «partidos alfa dominantes» ¿?; subsistemas; «espacios de reflexión estratégica»; «Estado compartido» y «posición táctica», entre otras palabrerías dignas del lenguaje de un General de Campo. Brilla, sin embargo, la ausencia de referencia alguna al hecho de que los gobiernos se alcanzan por el voto de los ciudadanos, lo que exige de una revisión crítica de la propia izquierda en sus fracasos en las urnas. Algo debe estar mal en la izquierda española; es obvio. Tan mal, que resulta incomprensible que Pablo Iglesias haya escrito la siguiente frase profundamente antidemocrática; «La historia ha demostrado que para gobernar no basta ganar en votos, sino ganar también en unas cuantas correlaciones de poder más.» Es lamentable desde una perspectiva de izquierda democrática. Tampoco es cierta la afirmación de «giro keynesiano» en la UE, cuando lo que se está viviendo es un resurgimiento del viejo ordoliberalismo alemán.

    Hace 2 años 7 meses

  7. rosateau

    Totalmente de acuerdo contigo Pablo , necesitamos la unidad de toda la izquierda .

    Hace 2 años 7 meses

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