1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

El relato ruso

Putin y los peligros de la melancolía imperial

Al arraigar los conflictos en un pasado lejano, el presidente ruso ha fomentado la sensación de que son fatalmente crónicos e insalvables, favoreciendo la polarización. El conflicto enraíza con un planteamiento cultural pergeñado durante décadas

Edgar Straehle 6/03/2022

<p>Vladimir Putin y el patriarca Kirill, en la celebración del día de la Unidad Popular en 2016. </p>

Vladimir Putin y el patriarca Kirill, en la celebración del día de la Unidad Popular en 2016. 

Oficina de prensa de la Presidencia rusa

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

El 24 de febrero de 2022, Vladimir Putin pronunció el famoso discurso con el que anunció una “operación militar especial” y se inició la invasión de Ucrania. El presidente ruso justificó la agresión desde la autodefensa y la presentó incluso como “en última instancia una cuestión de vida o muerte, una cuestión de nuestro futuro histórico como pueblo”. Luego denunció “el golpe de Estado” de Ucrania en 2014 y se retrató a sí mismo como un pacifista, pues “durante ocho años, interminablemente largos ocho años, hemos hecho todo lo posible para resolver la situación por medios pacíficos y políticos. Todo ha sido en vano”. De ahí que apelara al argumento de la necesidad y concluyera que “era simplemente imposible soportar todo esto. Era necesario detener de inmediato esta pesadilla: el genocidio contra los millones de personas que viven allí, que solo confían en Rusia, que cifran sus esperanzas solo en nosotros”. 

Más tarde, y tras destacar que el nacionalismo ucraniano había sido cómplice de Hitler en la “Gran Guerra Patriótica”, Putin abundó en la reductio ad hitlerum y afirmó que el objetivo de su operación era “proteger a las personas que han sido objeto de intimidación y genocidio por parte del régimen de Kiev durante ocho años. Y para ello lucharemos por la desmilitarización y desnazificación de Ucrania”. De hecho, llegó a exhortar a los soldados ucranianos: “¡Queridos camaradas! Sus padres, abuelos, bisabuelos no lucharon contra los nazis ni defendieron nuestra patria común para que los neonazis de hoy tomaran el poder en Ucrania”.

La retórica empleada por Putin se debe entender en buena medida desde la perspectiva de un país con una memoria antifascista tan importante como la de Rusia. Hay que tener en cuenta que, sobre todo en la etapa de Breznev (1964-1982), la memoria de la victoria rusa contra las tropas nazis pasó a ocupar un lugar central y que ese acontecimiento llegó a ser una especie de episodio fundacional alternativo a la Revolución Rusa de 1917, uno menos ideológico y más pretendidamente cohesivo. 

El gobierno de Ucrania decretó penalizar en 2006 el negacionismo, tanto del Holodomor como el del Holocausto

Lo interesante es que esa memoria antifascista cultivada también ha sido oportunamente empleada para tachar de fascista o nazi cualquier tipo de amenaza al poder, lo que no le ha impedido rehabilitar a figuras controvertidas del pasado como Stalin. Lo que con ello se ha hecho ha sido recuperar sobre todo el recuerdo del vencedor de la “Gran Guerra Patriótica” frente a Hitler, mientras se prefería eludir momentos más incómodos como las terribles purgas estalinistas o el llamado Holodomor, esa terrible hambruna que provocó la muerte de millones de ucranianos y que todavía hoy separa a Ucrania y Rusia, no solo en el terreno del presente, sino también del pasado. Interpretada como un genocidio intencionado por unos o como una suerte “accidente” no planeado por otros, sigue siendo seguramente el episodio central, mas no el único, en su lucha de las memorias. De hecho, el gobierno de Ucrania decretó penalizar en 2006 el negacionismo tanto del Holodomor como del Holocausto, mientras que el gobierno ruso ha introducido en 2014 el polémico artículo 354.1 en el código penal.

Ahora bien, lo curioso para empezar es que en verdad el propio discurso de Putin compartía rasgos con el discurso que Hitler pronunció el 1 de septiembre de 1939 para defender la invasión de Polonia. También el canciller alemán justificó su ataque desde la protección de unas minorías que sufrían una situación que calificó de Terror (la palabra “genocidio” se acuñó cinco años más tarde), se presentó a sí mismo como un pacifista (“como siempre, traté de lograr, por el método pacífico de hacer propuestas de revisión, una alteración de esta intolerable posición”) y retrató su intervención como inevitable y necesaria (“ninguna gran potencia con honor puede permanecer pasiva durante mucho tiempo observando tales acontecimientos”). En otro momento, advirtió Hitler de forma intimidatoria: “¡Lucharé en esta batalla, no importa contra quién, hasta que la seguridad del Reich y sus derechos estén garantizados!”. 

Como de costumbre, y eso obviamente no es una actitud exclusiva de figuras como Putin o Hitler y también ha sido un recurso de potencias oficialmente democráticas, el ataque se prefirió disfrazar de autodefensa. En este sentido, el canciller alemán se remontó al llamado Diktat de Versalles, mientras que el presidente ruso se ha centrado en su célebre discurso en las culpas de una OTAN de la que también ha resaltado su comportamiento hipócrita. Ahora bien, el problema no es que esas críticas sean totalmente falsas o infundadas, ya alguien como Keynes denunció el Tratado de Versalles de 1919 como una “paz cartaginesa” y la conducta de la OTAN no es en absoluto modélica, sino que realmente sean capaces de justificar las respectivas invasiones. Por ello, no deja de ser curioso cómo en ambos casos se combinan un discurso victimista y otro agresivo, como si del primero se siguiera el segundo. De ahí, por ejemplo, que Putin acabase su intervención con estas inquietantes palabras: 

“Quien intente ponernos obstáculos, y más aún crear amenazas para nuestro país, para nuestro pueblo, debe saber que la respuesta de Rusia será inmediata y acarreará consecuencias que nunca han experimentado en su historia. Estamos listos para cualquier desarrollo de los acontecimientos”.

Ahora bien, en estas líneas me gustaría resaltar, no solo lo que dijo Putin, sino también lo que silenció. Y recorrer ese silencio es importante porque ayuda a comprender que el conflicto no es solo geopolítico ni meramente reactivo. En no poca medida, la invasión de las tropas rusas se explica también desde un marco ideológico anterior a esta escalada bélica, y anterior también al Euromaidán. No está de más recordar que en la primera etapa de Putin como presidente de Rusia las relaciones con la OTAN y la Unión Europea fueron más cordiales, y que ya entonces había comenzado a cultivar una especie de “melancolía imperial”; una en la que la reivindicación pública de la gloriosa memoria de un imperio pasado y a su juicio injustamente disgregado, lo que describió Putin ya en 2005 como un gran desastre geopolítico del siglo pasado, ha pasado a ser el marco desde donde querer legitimar la recuperación de ciertos territorios en el presente. Es decir, no se trata tanto de una nostalgia imperial que quiera volver a los tiempos evocados, sino de servirse de una memoria vaga, flexible e instrumentalizada del pasado para justificar y reforzar las políticas actuales.   

Desde este punto de vista, se puede entender la reivindicación pública de figuras históricas como el filósofo Iván Ilyin (1883-1954), el general Anton Denikin (1872-1947) o el célebre escritor Aleksandr Solzhenitsyn (1918-2008), todos los cuales conectaban con una memoria anticomunista y también con un discurso que permitía conectar con un nacionalismo de corte imperial(ista).

Ilyin fue un pensador que tuvo que marcharse al exilio por culpa de la Revolución Rusa, muy cercano al fascismo (si bien por sus vínculos con el cristianismo prefirió a Franco antes que a Hitler) y conectado a una visión mística y religiosa de Rusia. Algunas de sus grandes preocupaciones, rescatadas en estos últimos años, fueron el posible desmembramiento de Rusia contra el cual se debía luchar o la lucha por una autonomía cultural rusa que se librara de la influencia occidental. 

Por su parte, Sozhenitsyn, el famoso autor de Archipiélago Gulag, ganó una gran popularidad en los años 90 en su país gracias a obras como El problema ruso, bestseller donde denunció la deletérea influencia europea en la historia rusa y donde, citando a Lomonossov, enfatizó por ejemplo que “para Rusia sólo hay un tipo de guerra posible contra Europa occidental: la defensiva”. Además, en este libro escribió un pasaje como este, indirectamente evocado por Putin en el discurso del 24 de febrero: “La desgracia no fue que se desintegrara la URSS, eso era inevitable. La gran desgracia (…) es que dicha desintegración se produjera automáticamente siguiendo las falsas fronteras trazadas por Lenin, de manera que Rusia se vio privada de regiones enteras”.

Acerca de la memoria de Denikin, el historiador Serhii Plokhy ha recordado esta anécdota que tuvo lugar en una visita de 2009 al monasterio Donskoy para dejar flores en la tumba de Solzhenitsyn:

“¿Has leído los diarios de Denikin?” preguntó Vladimir Putin una vez a Larisa Kaftan, reportera de origen ucraniano del principal periódico ruso, Komsomol'skaia pravda (La verdad del Komsomol). La referencia era a las memorias de un líder del Ejército Blanco ruso de la época revolucionaria, el general Anton Denikin. “No”, respondió Kaftan, que prometió leer la obra. “Asegúrate de leerlas”, sugirió Putin, y luego añadió: “Denikin habla de la Gran y Pequeña Rusia, de Ucrania. Escribe que nadie puede entrometerse en las relaciones entre nosotros; eso siempre ha sido asunto de la propia Rusia”. Kaftan hizo lo prometido y más tarde publicó un artículo que incluía una selección de citas de los escritos de Denikin. La que Putin tenía en mente decía lo siguiente “Ninguna Rusia, sea reaccionaria o democrática, sea republicana o autoritaria, permitirá jamás que Ucrania sea desgajada. La estúpida, infundada y externamente agravada disputa entre la Rusia de Moscú y la Rusia de Kiev es nuestra disputa interna, no concierne a nadie más, y será decidida por nosotros mismos”.

Además, la memoria del controvertido Denikin –uno de los responsables del Terror Blanco y, por cierto, junto al también polémico nacionalista ucraniano Simon Petliura– fue reivindicada por Putin y sus restos, como también los de Solzhenitsyn y los de Ivan Ilyin, fueron enterrados en el monasterio Donskoy de Moscú. 

Putin denunció que, por culpa del colapso de la Unión Soviética, “la nación rusa se convirtió en una de los mayores, si no el mayor, grupo étnico del mundo dividido por fronteras”

Desde la perspectiva de esta memoria nacional-imperial reivindicada, se puede entender que en julio de 2013 Putin afirmara por vez primera, justamente en Kiev y con motivo de la celebración del 1025 aniversario de la conversión del príncipe Vladimir I al cristianismo, que bielorrusos, ucranianos y rusos no eran más que un solo pueblo. Más tarde, fue repitiendo esta idea en diversos escenarios y contextos hasta que el 18 de marzo de 2014, en el discurso pronunciado para justificar la anexión de Crimea, volvió a insistir en que Ucrania y Rusia eran un solo pueblo cuyo origen se situaba en Kiev. Además, Putin denunció que por culpa del colapso de la Unión Soviética “la nación rusa se convirtió en una de los mayores, si no el mayor, grupo étnico del mundo dividido por fronteras”. 

Putin retomó ese mantra en el artículo “Sobre la histórica unidad de rusos y ucranianos”, texto publicado el 12 de julio de 2021 que anticipa en muchos aspectos el discurso de hace unos días y en el que pretendió demostrar históricamente la tesis de la unidad de los pueblos ruso y ucraniano. En este escrito también sostuvo el carácter meramente inventado de la nación ucraniana (“la Ucrania moderna es totalmente el producto de la era soviética”), algo que ha repetido en el discurso de hace unos días, mientras que su conclusión no fue otra que:

Estoy seguro de que la verdadera soberanía de Ucrania sólo es posible en asociación con Rusia. Nuestros lazos espirituales, humanos y de civilización se formaron durante siglos y tienen sus orígenes en las mismas fuentes, se han endurecido por pruebas, logros y victorias comunes. Nuestro parentesco se ha transmitido de generación en generación. Está en los corazones y en la memoria de las personas que viven en la Rusia y Ucrania modernas, en los lazos de sangre que unen a millones de nuestras familias. Juntos siempre hemos sido y seremos mucho más fuertes y exitosos. Porque somos un solo pueblo. 

Hay que tener en cuenta que Putin ha destacado por cultivar una memoria conservadora, nacionalista y al mismo tiempo transversal o “transideológica”. De ahí, por ejemplo, que Putin haya querido rehabilitar diversos referentes de exiliados contrarios a la Revolución Rusa (incluyendo a un filósofo como Berdiaeff) y que se haya apoyado en múltiples ocasiones a la Iglesia ortodoxa (que, por cierto, de la mano del patriarca Kirill ha apoyado ahora la invasión rusa), al mismo tiempo que eso no le ha impedido cultivar políticamente la memoria de Stalin. O proponer incluso rebautizar de nuevo la ciudad de Volgogrado con el nombre de Stalingrado. Una buena muestra de la importancia dada al relato histórico nacionalista oficial se manifiesta en la renovada constitución rusa de 2020, cuyo artículo 67.3, además de manifestar honrar “la memoria de los defensores de la Patria”, expone desde entonces que se “garantiza la protección de la verdad histórica” y que “se excluye la disminución de la gesta heroica del pueblo defensor de la Patria”.  

Convertir a Putin en algo así como un mero discípulo de Stalin, Ivan Ilyin o Aleksandr Dugin, es una simplificación

Ahora bien, no por ello se debe confundir a Putin con Stalin (tampoco con Hitler), ni se lo debe describir como un simple producto de los diferentes referentes ideológicos de los que se ha servido. Por ello, más que plantearse quién es algo así como el filósofo de Putin, como Timothy Snyder ha intentado hacer de manera muy detallada a partir de su conexión con Iván Ilyin en su libro El camino hacia la no libertad, se debe observar cómo la política del dirigente ruso se ha caracterizado por hacer usos selectivos de los legados de esa pluralidad de referentes, lo que en la práctica le ayuda a generar una imagen de transversalidad a la postre focalizada sobre todo en la cuestión nacional-imperial. Convertir a Putin en algo así como un mero discípulo de Stalin, Ivan Ilyin o, peor, Aleksandr Dugin (muy popular entre los círculos de la revolución conservadora europea) es una simplificación, pues su política en verdad se desarrolla de manera pragmática y en relación con la sucesión de los acontecimientos. Además, las referencias públicas de Putin a esas figuras del pasado tienen a menudo más el objetivo de mandar un mensaje simbólico a la sociedad, que no la de visibilizar una influencia real. De ahí que los referentes empleados sean una pluralidad de figuras históricas que, en muchos de los aspectos que no se resaltan de ellos, esgrimen ideas no solo diferentes sino contrarias entre sí.

Un buen ejemplo del juego de continuidades y discontinuidades llevado a cabo por el gobierno de Putin fue la recuperación en 2000 del himno soviético

Un buen ejemplo del juego de continuidades y discontinuidades llevado a cabo por el gobierno de Putin fue la recuperación ya en 2000 del himno soviético, si bien al precio de cambiarle una letra para que fuera propiamente patriótica y, entre otras cosas, eliminara las referencias a Lenin y al comunismo de la versión de 1977. Además, hay que tener en cuenta que es difícil pretender crear una “identidad nacional antifascista” que al mismo tiempo condene duramente a Stalin, principal responsable de la derrota del ejército nazi. Eso resulta oportuno en el contexto de un conflicto con el nacionalismo ucraniano, cuyas conexiones con el fascismo (habitualmente enfocadas desde la controvertida figura de Stepan Bandera, colaborador con unos nazis que también lo encerraron en un campo de concentración) han sido subrayadas. Y también, al querer confundir el pasado con el presente y tomar la parte por el todo, han sido no poco exageradas. Entre otras cosas, desde el relato ruso se ningunean figuras muy celebradas en Ucrania como Mijailo Hrushevski (1866-1934), miembro del Partido de Socialistas Revolucionarios de Ucrania, primer presidente de la Rada ucraniana en 1917 y principal representante de la fundación contemporánea de la historiografía ucraniana.

Por otro lado, y como ya expliqué en un artículo que describía las maniobras actuales de reescribir la historia desde perspectivas nacionalistas o populistas, la influencia de Stalin también se ha notado en la relectura de algunos controvertidos episodios rusos del siglo XX. Por ejemplo, Putin se sirvió de un texto oficial del estalinismo como Los falsificadores de la historia (1948) para justificar el Pacto de no agresión entre Hitler y Stalin y el consiguiente reparto de Polonia en 1939, culpar por extensión del estallido de la Segunda Guerra Mundial a Francia e Inglaterra por el fracaso de los Acuerdos de Munich y con ello intentar deshacer la supuesta “leyenda negra de Stalin” (una expresión de Domenico Losurdo). 

Putin ha apelado constantemente a una oportuna y elástica rusofobia, en la que deliberadamente ha presentado las críticas a su persona y a su gobierno como críticas a Rusia

De hecho, a menudo se arguye que la condena generalizada de Stalin sería una muestra más de la rusofobia occidental, una activa tanto en el presente como en el pasado y una en verdad no exenta de un victimismo no pocas veces apuntalado sobre teorías de la conspiración. Más aún, Putin ha apelado constantemente a una oportuna y elástica Rusofobia o Leyenda negra rusa en la que deliberadamente ha pretendido presentar las críticas a su persona y a su gobierno como críticas a Rusia en general. Como ha mostrado Marlène Laruelle en Russian Eurasianism: An Ideology of Empire, también se ha alentado una suerte de lucha cultural conectada con corrientes de pensamiento como la euroasiática, esbozada intelectualmente en el siglo XIX, desarrollada con más fuerza por los exiliados de la Revolución Rusa y actualizada y popularizada de nuevo por figuras como Lev Gumilev (1912-1992) o Aleksandr Dugin (1962). Por cierto, en su libro Fundamentos de geopolítica (1997) ya señaló que Rusia debía resolver el problema de una Ucrania soberana.

Por ello, se debe recalcar que esta apelación a la rusofobia no se trata de una postura exclusivamente actual y que se apoya tanto en un pasado reciente como en uno más lejano que es oportunamente recuperado y actualizado. Por ejemplo, Igor Shafarenski escribió un importante best-seller Rusofobia no por casualidad ya en 1989 y uno de los referentes intelectuales de este libro, Lev Gumilev, fue un pensador muy popular en Rusia cuyo “extraordinario talento” ha sido reivindicado por Putin. Por cierto, Gumilev ya escribió un libro curiosamente titulado La leyenda negra (Chernaia legenda) que hacía referencia a su proyecto de deshacer los prejuicios historiográficos antirrusos y occidentales contra el “yugo tártaro” y, de paso, contra la historia nacional rusa en general. Como ha mostrado Mark Bassin en The Gumilev Mystique, lo que se ha pretendido desde sus posiciones y su memoria ha sido una relectura del pasado con el fin de difundir y prestigiar las tesis euroasiáticas. Además, desde posiciones nacionalistas rusas también se ha querido desautorizar la imagen de Europa al retratarla como una cultura decadente, también en un sentido moral o espiritual, y se la ha rebautizado incluso como Gayropa.     

Es preciso observar que ya en el discurso pronunciado en 2014 para justificar la anexión de Crimea Putin también apeló al pasado, pero no ya solo a uno cercano y meramente restringido a la OTAN, sino uno mucho más lejano. Sus palabras fueron: 

“En resumen, tenemos todos los motivos para suponer que la infame política de contención, llevada a cabo en los siglos XVIII, XIX y XX, continúa en la actualidad. Constantemente intentan arrinconarnos porque tenemos una posición independiente, porque la mantenemos y porque llamamos a las cosas como son y no nos dedicamos a la hipocresía. Pero todo tiene un límite”.

Al arraigar los conflictos en un pasado lejano Putin ha fomentado la sensación de que son fatalmente crónicos e insalvables y favorece así la polarización. Por ello, hay que recordar que toda esta retórica comenzó mucho antes del conflicto actual. No por ello se debe caer en lecturas intencionalistas, como si la invasión de Ucrania estuviera pensada desde el principio del gobierno de Putin, pero sí que es importante retener que el conflicto actual no solo se explica desde un choque geopolítico, palabra no por casualidad muy de moda a la hora de enfocar este conflicto y muy usada desde nuevos sesgos por pensadores como Dugin, sino que también cuadra con un imaginario y un planteamiento cultural que ayudan a comprender el origen de la guerra. Un imaginario y un planteamiento cultural, por cierto, que no solo están presentes en Putin, sino que, con sus diversas modulaciones nacionales o geográficas, comparten parcialmente muchos de quienes al menos hasta hace poco eran sus admiradores.

El 24 de febrero de 2022, Vladimir Putin pronunció el famoso discurso con el que anunció una “operación militar especial” y se inició la invasión de Ucrania. El presidente ruso justificó la agresión desde la autodefensa y la presentó incluso como “en última instancia una cuestión de vida o muerte, una cuestión de...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí