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islamofobia

Prohibicionismo y pañuelo musulmán: el debate en los centros educativos

Hay estudiantes que en virtud de su opción vestimentaria son susceptibles de ser amonestadas, cuestionadas y excluidas de su entorno

Laura Mijares / Ángeles Ramírez 28/03/2022

<p>Mujer con hiyab</p>

Mujer con hiyab

Pixabay

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Ha vuelto a suceder. Un instituto de educación secundaria concertado católico de la ciudad de Málaga ha vulnerado el derecho de dos hermanas a asistir al centro con hiyab. En esta ocasión no se trata de una expulsión directa, sino de un abandono voluntario decidido por la familia, una vez que la dirección del centro intentara por diversas vías que las alumnas acudieran a clase sin velo y las aislara en la biblioteca durante las horas de clases. 

Esto ha reavivado el debate –especialmente en el ámbito local– sobre la restricción del hiyab en los centros escolares. Uno de los argumentos del prohibicionismo del hiyab es que en España no se debería tolerar una prenda que en otros contextos, como Arabia Saudí o Irán, se impone por ley a las mujeres. De hecho, para las feministas prohibicionistas, si se condenan las leyes que obligan a las mujeres a ponerse pañuelo en algunos países musulmanes, de manera coherente habría que apoyar leyes antihiyab en España y Europa. Esto nos lleva a dos cuestiones fundamentales. La primera, es que en realidad la incoherencia reside en estar en contra de los Estados y las sociedades que obligan a taparse a las mujeres, y al mismo tiempo, apoyar a los que las obligan a destaparse. En el primer caso, el de Irán, el argumento es que el Estado no debería decirle a las mujeres cómo han de vestirse ¿y en el caso de las escuelas españolas? El argumento es el mismo.

En España, las adolescentes que se ponen hiyab en el instituto deben hablar con psicólogos o mediadores que les explicarán qué les pasa si lo llevan, como ha sucedido en el caso malagueño

Aquí emerge la otra cuestión. El prohibicionismo del hiyab considera que las chicas, y las mujeres que llevan hiyab, han de ser liberadas de esa condición. En el pasado, esta liberación era llevada a cabo por el colonizador, como en Argelia, o por el autoritarismo modernista, como en Irán o Turquía. Ahora en España, las adolescentes que se ponen hiyab en el instituto deben hablar con psicólogos o mediadores que les explicarán qué les pasa si lo llevan, como ha sucedido en el caso malagueño. Esto supone una “patologización” de esta práctica, que es tratada como una sociopatía, en el mejor de los casos. Paralelamente, madres y padres son entrevistados por la institución para asegurarse de que no maltratan a sus hijas obligándolas a ponerse el hiyab. En definitiva, hay estudiantes que en virtud de su opción vestimentaria son susceptibles de ser amonestadas, cuestionadas y excluidas de su entorno educativo. En estas situaciones, en las que el nivel de violencia y humillación es insoportable, intersectan cuatro temáticas: el binomio legalidad/ilegalidad, la estructura de la educación en España, la construcción de la islamofobia y el papel de los feminismos.

Comencemos por asumir la legalidad incuestionable del hiyab. Sin embargo, en los últimos años es habitual que aquellos centros educativos que quieren impedir que las alumnas acudan a clase con hiyab recurran a los reglamentos de régimen interior, ya que estos suelen contener artículos que prohíben acudir a clase con la cabeza cubierta, refiriéndose a gorras y prendas similares. Puesto que en España no existe ninguna norma jurídica que prohíba el hiyab en las aulas, ya que su porte estaría protegido por la ley de Libertad Religiosa, la clave aquí no está en la ley, sino en el reglamento. Y esto es viejo, ya lo dijo el conde de Romanones hace mucho tiempo: “Hagan ustedes las leyes y déjenme a mí los reglamentos”. Desde que en el año 2013 el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) se pronunciara con una sentencia que avalaba la expulsión producida en 2010 de una alumna con hiyab en la localidad madrileña de Pozuelo de Alarcón, diversos centros escolares han recurrido a dichos reglamentos para prohibir el pañuelo. En este caso, la interpretación del reglamento se lleva a cabo sobre un sentido común islamófobo que incluye el hiyab como una prenda que es necesario prohibir. Pero no ocurre siempre. En los institutos canarios, como nos comentaba una profesora de secundaria, los reglamentos que prohíben asistir a clase con la cabeza tapada excluyen el hiyab por entender que no tiene la misma categoría que una gorra de béisbol, por ejemplo, lo que demuestra que existen alternativas –obvias– a estas prácticas. 

Es necesario recordar la responsabilidad que tienen –también– los centros educativos concertados, financiados con dinero público, de cumplir con el derecho a la educación de todos y todas las estudiantes

El segundo punto tiene que ver con la estructura educativa en el Estado español y la religión en los centros. Es necesario recordar la responsabilidad que tienen –también– los centros educativos concertados, financiados con dinero público, de cumplir con el derecho a la educación de todos y todas las estudiantes. Sería impensable una expulsión, o aislamiento prolongado, de un alumno que se negara a quitarse la gorra en clase, aunque sea el mismo reglamento que se aplica para prohibir el pañuelo. Resulta llamativo que no sorprenda que esto se haga con una alumna que lleva velo. Además, el que se trate de un colegio concertado religioso añade otros elementos importantes, ya que se estaría coartando el derecho a expresar su religiosidad solo a una parte de sus estudiantes, a las musulmanas o consideradas como tal. Alguien podría pensar que una musulmana no debería haber escogido un centro religioso católico; sin embargo, se trata de una opción muy habitual, condicionada en muchas ocasiones por razones que nada tienen que ver con una adscripción religiosa determinada. De hecho, es bien conocido que muchas familias no religiosas deciden escolarizar a sus hijos e hijas en este tipo de centros concertados ya que, al fin y al cabo, están financiados con fondos públicos.

El tercer punto es la islamofobia y cómo esta construye mecanismos específicos de exclusión en los espacios escolares. Obviamente, la regulación del hiyab no es ninguna necesidad porque no existe ese problema, aunque los debates mediáticos y las prohibiciones continuas pueden terminar provocando que una parte de la población considere que sí lo hay. El manejo del porte de pañuelo en los institutos y su impacto mediático muestra que hay grupos sociales, entre los que se encuentran las personas musulmanas –especialmente si son mujeres y llevan pañuelo– a los que se les puede excluir con total impunidad porque de hecho ya están excluidos. Negar el derecho a la educación de las chicas musulmanas, excluirlas o apartarlas de la escuela, parece, salvo excepciones, gozar de la mayor impunidad. Esto hace que incluso los feminismos tengan dificultades para expresar posiciones que desafíen esta situación de injusticia patriarcal, justamente por el poder del sentido común islamófobo del que hablamos más arriba.

El feminismo y el pañuelo 

Con respecto al cuarto punto, entre los feminismos, la postura más clara ha fluctuado entre apoyar abiertamente la prohibición o mantener una actitud neutra, cuando no indiferente. Tampoco los posicionamientos feministas más críticos han cuestionado efectivamente la aplicación de normatividades occidentales y clasistas a los cuerpos de las mujeres. La realidad es que la mayor parte de las voces feministas que se pronuncian públicamente sobre el islam o las mujeres musulmanas en los espacios públicos son prohibicionistas y aparecen no para denunciar las situaciones de indefensión y desamparo a las que periódicamente se enfrentan estas, fuera y dentro de entornos educativos, sino para apoyar la prohibición o penalizar las posturas proderechos, tachándolas de antifeministas o relativistas. La consecuencia es una paulatina normalización de este tipo de discriminación y la implantación cada vez más asentada de prácticas y legislaciones islamófobas que, de seguir así, solo parecen conducir a una normativa prohibicionista sobre el pañuelo. Lo hemos visto en países como Francia o Bélgica, donde las distintas prohibiciones, tanto del hiyab como del niqab, han sido apoyadas por buena parte del movimiento feminista. En estas posiciones se han dado la mano el feminismo prohibicionista y la extrema derecha, lo cual debería hacernos reflexionar. 

Como feministas, reconocer y condenar que el pañuelo puede formar parte de los dispositivos de control de las mujeres en muchos contextos, no solo no debe impedirnos posicionarnos contra sucesos como el de Málaga, sino que precisamente porque somos feministas, defendemos el derecho de las jóvenes musulmanas a acudir a clase con la cabeza cubierta y adoptamos una postura crítica y combativa frente a prácticas racistas e islamófobas que señalan, marginan y amonestan solo a las mujeres y de entre estas, solo a las musulmanas. 

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Laura Mijares y Ángeles Ramírez son profesoras de la UCM y de la UAM y autoras del libro Los feminismos ante el islam. El velo y los cuerpos de las mujeres (La Catarata, 2021).

Ha vuelto a suceder. Un instituto de educación secundaria concertado católico de la ciudad de Málaga ha vulnerado el derecho de dos hermanas a asistir al centro con hiyab. En esta ocasión no se trata de una expulsión directa, sino de un abandono voluntario decidido por la familia, una vez que la...

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1 comentario(s)

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  1. ctxt1

    Tengo ya una cierta edad y crecí y me eduqué durante el franquismo y nacionalcatolicismo. Aquella experiencia me llevó al ateísmo mas o menos activo y a una actitud muy crítica con la iglesia católica como institución y creencia primero y con todas las religiones después. Creo que se puede (y se tiene) ser muy escéptico con las religiones en tal que creencias y al mismo tiempo respetar las prácticas religiosas privadas de cada persona. Por eso me parece criticable que se condene a cualquiera que se oponga a las prácticas religiosas públicas del islam como "islamofobia" con los tintes de racismo que eso conlleva. Idealmente, la práctica de la religión debería ser algo privado y que no invada el espacio público que compartimos todas, lo cual incluye no dejar exhibir cruces, hijabs o cualquier símbolo religioso. Eso es lo que se practica en Francia, Bélgica y en algún otro país y creo que facilita la convivencia de todas las fés y creencias. Como progresistas, no nos deberíamos dejar tentar por una supuesta anti-islamofobia que establece una falsa equivalencia con el anti racismo. No soy racista pero también sé que a través de la historia las religiones han causado, y lo siguen haciendo, muchas mas víctimas que el racismo.

    Hace 1 año 11 meses

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