ALMA COLCHONERA
Tranquilidades y despedidas
Atlético de Madrid 1 - Sevilla 0
Ennio Sotanaz 16/05/2022
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Fiestas de San Isidro, primavera disfrazada de verano, un horario bastante decente, la posibilidad de despedir con honores a un futbolista especial y la seguridad de que, pasase lo que pasase, el equipo había conseguido ya el último objetivo por el que peleaba. Sí, hoy era un buen día para acudir al Metropolitano. Sí, porque, aunque quizá no sea tan divertido, el fútbol es mucho más tranquilo cuando tu equipo no se juega nada.
Creo que los colchoneros necesitaban una tarde así, después de una temporada tan extraña, tan hostil y tan plagada de curvas. Tiempo habrá de plantearnos si merece la pena seguir viviendo al dictado esa montaña rusa diseñada por un entorno cada vez más tóxico o si deberíamos hacer un ejercicio de introspección y despreciar de una vez por todas las recomendaciones envenenadas de los que solamente quieren hacer daño, pero disfrutemos antes de lo poco que queda de fútbol en vivo, porque seguramente no tardaremos muchas semanas en echarlo de menos.
La tarde se presentaba preciosa, con un estadio prácticamente lleno y un ambiente de celebración que se pegaba al cuerpo casi tanto como el calor de mayo. El Atleti, el equipo, intentó sumarse al espíritu que había alrededor y encaró el partido de la mejor manera posible: queriendo ganarlo. Saltó al césped con una intensidad impropia del momento, que era muy de agradecer. Sin ser una primera parte de muchas ocasiones, los rojiblancos eran los únicos en el campo que parecían querer ser protagonistas. El Sevilla, puede que presionados por lo mucho que tenía en juego, aparecía errático, timorato y muy por debajo de lo que podría esperarse de un conjunto que peleaba por el tercer puesto de la liga.
El dominio madrileño comenzó a transformarse en ocasiones, pero ninguna llegaba a fructificar, seguramente por ese empeño de los rojiblancos en que Luis Suárez sellase su despedida con un gol. Eso limitaba el ataque colchonero, pero habla muy bien del uruguayo. Un jugador top, que fue ejemplar cuando le tocó vivir en ese paraíso que llevó al Atleti a ganar la Liga y que lo ha sido también cuando, sobrepasado por el devenir de la vida, ha tenido que ser un simple futbolista de equipo.
Al final, el gol llegó recuperando una de esas cosas que añorábamos desde la grada: un córner bien sacado y un remate efectivo. Tan fácil. Tan difícil. Giménez fue el que inauguró el marcador volviéndose a encontrar con el gol después de mucho tiempo.
No cambió mucho el panorama al inicio de la segunda parte. El Atleti seguía dominando el juego y el marcador, mientras que el Sevilla seguía en estado de letargo, prácticamente desactivado. La cosa comenzó a variar con los cambios. Primero Cunha, sustituyendo a un agotado Suárez, y después Correa y Herrera, cambiaron el equipo… a peor, desgraciadamente. Especialmente doloroso fue lo de Correa, que desperdició un mano a mano clarísimo contra la defensa sevillista, haciendo lo que nunca debe hacer un delantero en esa situación: dudar. El argentino termina muy mal una temporada en la que claramente ha ido de más a menos.
El Atleti no sólo sesteaba, sino que daba la sensación de haber perdido la chispa de los minutos anteriores. Demasiadas facilidades para los de Lopetegui, que si bien no habían hecho nada hasta ese momento, entendieron que tenían una oportunidad única para sellar su clasificación para la Champions League. Y a por ello que fueron. Estiraron el equipo, comenzaron a jugar en campo contrario y avisaron primero con un remate de cabeza de En-Nesyri al larguero. Después, también de cabeza y mediante el mismo jugador, ya no perdonaron más. Oliver Torres colgó un buen balón al área que el delantero sevillista transformó en gol.
Y ya no se jugó más hasta el final. Desde ese momento, y hasta que terminó el partido, asistimos a una especie de comedia de enredo interpretada con eficacia por los pupilos de Lopetegi y protagonizada por un señor colegiado que no quiso dejar pasar la ocasión de demostrar su enorme capacidad para transformar la justicia arbitral en otra cosa mucho más difícil de entender.
Se acababan así los partido en el Metropolitano para la temporada 2021/22. Con las apuestas en la grada sobre quién estará en agosto y quién no, con los abrazos de despedida entre todos esos amigos de grada que pasarán meses antes de volverse a ver y con el aplauso generoso y merecido para dos futbolistas que dejan de pertenecer a la disciplina colchonera. Un Héctor Herrera que se marcha dejando la elegancia de los jugadores de clase, el cariño de los futbolistas que no generan problemas y la duda de lo que podría haber sido con algo más de continuidad y algún salto transoceánico menos. Y un Luis Suárez del que ya está todo dicho. Para mí, el mejor delantero centro puro de la última década. Un tipo que deja una marca bien visible en la historia colchonera y que se lleva a cambio un sentimiento del que le va a costar mucho desprenderse. Tampoco creo que él quiera.
Fiestas de San Isidro, primavera disfrazada de verano, un horario bastante decente, la posibilidad de despedir con honores a un futbolista especial y la seguridad de que, pasase lo que pasase, el equipo había conseguido ya el último objetivo por el que peleaba. Sí, hoy era un buen día para acudir al...
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