Rosso di sera
La mafia mata, el silencio también
En el 30 aniversario del asesinato de Giovanni Falcone, Italia se llena de homenajes, hipocresía y tensión. La policía registra una redacción y la casa particular de un periodista que sitúa a un ultraderechista en el atentado contra el juez
Alba Sidera 31/05/2022
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Faltaban apenas cuatro minutos para las seis de la tarde del 23 de mayo de 1992 cuando el Instituto de Geofísica y Vulcanología italiano registró “un pequeño evento sísmico con epicentro entre los municipios de Isola delle Femmine y Capaci”. No se trataba de ningún terremoto: la mafia había hecho saltar por los aires un tramo de la autopista Palermo-Trapani para asesinar al juez Giovanni Falcone. En el atentado murieron otras cuatro personas que circulaban con él en coches blindados: Francesca Morvillo, magistrada, académica y esposa de Falcone, y los escoltas Vito Schifani, Rocco Dicillo y Antonio Montinaro. Hubo, además, 23 heridos. Pasó a la historia como “la matanza de Capaci” y marcó un antes y un después en la percepción de la mafia por parte de los italianos.
Cincuenta y siete días después de la muerte de Falcone la mafia asesinó a su gran amigo Paolo Borsellino, en el centro de Palermo, mientras iba a visitar a su madre. Los dos magistrados estaban investigando los estrechos vínculos entre la mafia y el poder político y económico. No pudieron terminar el trabajo, y los nombres de los peces gordos involucrados en sus indagaciones nunca pudieron ver la luz. Ahora que se ha cumplido el 30 aniversario del asesinato de Falcone, Italia se ha llenado a partes iguales de pomposos homenajes y de una gran hipocresía. Las mismas instituciones que dejaron solos a los dos jueces antimafia los homenajean sin haber querido llegar hasta el fondo para esclarecer sus muertes. Después de tres décadas, los familiares de los dos magistrados asesinados consideran que no se ha hecho justicia.
Los tribunales dictaminaron que la orden material la dio Totò Riina, el capo más famoso de Cosa Nostra, pero se desconocen quiénes fueron los que, en las investigaciones, fueron definidos como “los otros mandantes” de los asesinatos. Il mandante es un término italiano que en ámbito mafioso se utiliza para referirse a aquel que ha encargado la acción criminal, el responsable último. Cada aniversario de la muerte de los jueces, sus familiares aprovechan el foco mediático para reclamar, en vano, que se destape la verdad.
En 2007 se cumplían 15 años del atentado, y María Falcone, hermana del juez, decía al diario La Repubblica: “No habrá justicia hasta que no se descubra el entramado con el mundo de la política y de los negocios, hasta que no se conozcan los nombres de los mandantes externos [a la mafia]’’. Todas las investigaciones judiciales se han detenido al llegar a los mafiosos. A día de hoy, cada intento de ir más allá, más arriba, hacia empresarios y políticos, ha terminado en nada. O archivado, que es lo mismo. Francesco Crescimanno, abogado de Falcone, dijo ese mismo año una frase al respecto que pasó bastante inadvertida, pero que no podía ser más clara: “Las investigaciones se han empantanado, y no por culpa de la policía judicial o los magistrados. Llegados a este punto, el Estado italiano tendría que emprender un recorrido para conocer el interior de sí mismo, de sus entrañas. Comenzando por los servicios secretos”. Italia todavía tiene pendiente, a día de hoy, iniciar este viaje hacia sus cloacas.
¿Y qué vemos si echamos un vistazo a las cloacas italianas? Como en todos los Estados, encontramos a los fontaneros del poder, los servicios secretos, como apuntaba ya hace 15 años el abogado de Falcone. Pero también encontramos otro actor que, en cuanto se rasca un poco, aparece en los episodios más infames de la Italia del último medio siglo: la ultraderecha. Los terroristas neofascistas, en Italia, han hecho a menudo de puente entre la mafia y el poder político. Pero en todos estos años no se ha podido demostrar judicialmente de qué modo estaban involucrados los servicios secretos y la ultraderecha en los asesinatos de Falcone y Borsellino. Tampoco por lo que refiere al poder político y económico. Sin la complicidad de políticos y empresarios, los mafiosos no pasarían de ser una banda de criminales comunes. Porque ¿qué es la mafia sino un sistema de corrupción organizada que ha echado raíces en el poder?
Cuando se produjo el atentado contra Falcone, el Parlamento italiano estaba reunido para elegir nuevo presidente de la República. Y quien estaba mejor posicionado era el democristiano Giulio Andreotti, la personificación del vínculo entre mafia y política. El atentado frustró la ambición del italiano que ha ocupado más cargos de gobierno (fue siete veces primer ministro): la opinión pública estaba conmocionada y el turbio Andreotti no era la mejor opción para aparentar distancia con la mafia. Así que se optó por escoger a Oscar Luigi Scalfaro, magistrado y, por supuesto, exministro de Andreotti. Poco después de ser elegido, la familia de Borsellino echó a empujones a Scalfaro de su funeral, en la catedral de Palermo. Habían rechazado funerales de Estado porque creían que el Estado era directamente responsable de la muerte de Borsellino. Treinta años después, su hija Fiammetta continúa denunciándolo. Y asegura que, desde que rompió el silencio para señalar que la responsabilidad de los asesinatos de Falcone y Borsellino no se detiene en la “mano armada de la mafia, sino que se encuentra a varios niveles”, la han dejado sola. “En los homenajes ningún magistrado me dirige la palabra”, contó hace pocos días en La Repubblica.
Parece que en Italia está bien visto condenar a la mafia, pero no tanto ahondar en los lazos de esta con el poder. Se puede hablar del crimen, no de sus instigadores
La mafia ya había intentado matar a Falcone en otro atentado, fallido, en 1989. En aquella ocasión, Falcone dijo: “Para comprender las razones que han llevado a alguien a eliminarme habrá que pensar en la existencia de centros ocultos de poder capaces de orientar ciertas acciones de la mafia”. ¿Cuáles son esos centros ocultos de poder a los que se refería, premonitoriamente, Falcone? Parece que en Italia está bien visto condenar a la mafia, pero no tanto ahondar en los lazos de esta con el poder. Se puede hablar del crimen, no de sus instigadores.
El día del 30 aniversario del asesinato de Falcone, el programa de la televisión pública ‘Report’ emitió un reportaje que reconstruye los hechos. El reportaje cuenta que la Cosa Nostra no pudo actuar sola y, con documentos y testimonios, muestra cómo los terroristas de ultraderecha se unieron de nuevo –ya lo habían hecho durante los años de plomo– con los mafiosos en la matanza de Capaci. En concreto, ‘Report’ sitúa en el lugar del atentado a Stefano Delle Chiaie, destacado terrorista neofascista, líder de Avanguardia Nazionale, que en los setenta encontró refugio en España y al que se relacionó con los GAL.
Pocas horas después de emitirse el programa, agentes de la DIA (Dirección de Investigación Antimafia) aparecieron en la redacción de ‘Report’ y en casa de Paolo Mondani, el periodista autor del reportaje, para hacer un registro. El fiscal de Caltanissetta que lo ordenó hizo pública una nota para aclarar que el periodista no estaba siendo investigado –¡faltaría más!–, sino que los registros se hacían “para verificar la autenticidad de las fuentes”. Policías registrando teléfonos y ordenadores de periodistas para descubrir cuáles son sus fuentes no parece casar con el ejercicio del periodismo en libertad.
Frente a la exposición en prime time de la relación de la ultraderecha neofascista con el asesinato de Falcone, la reacción del Estado italiano ha sido cuanto menos inquietante. Las principales asociaciones de periodistas han denunciado los hechos y han mostrado su apoyo a los compañeros que han sufrido los registros. “Condenamos lo que supone una amenaza a la confidencialidad de las fuentes, piedra angular de la libertad de prensa”, ha dicho Reporteros Sin Fronteras. Qué cómodo sería para los mafiosos y sus cómplices que las fuentes de los periodistas tuvieran miedo de hablar al no garantizarse su confidencialidad, ¿verdad? Ya lo decía Peppino Impastato, periodista y activista contra la mafia asesinado por la Cosa Nostra: “La mafia mata, el silencio también”.
Faltaban apenas cuatro minutos para las seis de la tarde del 23 de mayo de 1992 cuando el Instituto de Geofísica y Vulcanología italiano registró “un pequeño evento sísmico con epicentro entre los municipios de Isola delle Femmine y Capaci”. No se trataba de ningún terremoto: la mafia había hecho saltar por los...
Autora >
Alba Sidera
Periodista especializada en la extrema derecha y el análisis político. Vive en Roma desde el 2008, donde trabaja como corresponsal. Autora del libro 'Feixisme Persistent'.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí