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VITA NUOVA

La OTAN de los muertos vivientes

La cumbre de Madrid es analizable como pieza teatral. Era necesario emitir una obra en la que unos aliados, que hace un par de años se mangaban entre ellos mascarillas y medicamentos, se abrazaran e hicieran votos por la democracia cósmica

Guillem Martínez 6/07/2022

<p>Biden, Cumbre OTAN Madrid </p>

Biden, Cumbre OTAN Madrid 

Pedripol

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PRÓLOGO. España es tal vez el país, tras Serbia o Afganistán, en el que la OTAN ha dejado más huella en su paisaje, si bien de otro tipo. La OTAN, aún lejana y desagendada, asomó el morro en la refundación del PSOE, bajo esponsorización alemana, en 1974. Esa presencia no presencial colaboró en a) la verticalidad de los partidos, esto es, las listas cerradas en las elecciones; b) la prevalencia del líder, en algunos casos cooptado por fundaciones atlantistas; y c) la existencia del jefe de organización, un preciosismo, una actividad más española que mirar una obra, y una figura clave de la política local aún hoy: es el/la pollo/a que te cuadra o te expulsa si te pones divine y te alejas de lo que el líder/la lista cerrada fijan como lo-posible. La cosa OTAN, el líder, el jefe de organización, la lista cerrada, determinaron aspectos importantes de la CE78, el texto europeo que permite, con mayor rapidez y menos garantías democráticas, la incorporación a un organismo internacional. Como, pongamos, la OTAN. El referéndum de la OTAN, a su vez, determinó la cultura española democrática de manera absoluta. Estrechándola, colaborando en la elaboración de una cultura vertical –duró intacta hasta 2011–, capaz de expulsar de sí misma a quien no convergiera con las consignas de cada momento. Por eso mismo, la sombra de la OTAN determinó también un PSOE más estrecho de lo esperado, e incluso de lo necesario, del que desaparecieron en breves semanas, zas, los cuadros contrarios a la OTAN, sin consecuencia alguna. La OTAN, en España, determinó la forma de la democracia, y determina aún el carácter del PSOE refundado antes que la democracia española. Un PSOE que tampoco tiene plena soberanía sobre sí mismo, y que firmó algo en 1974 que lleva tatuado en el alma, y que periódicamente se acciona cuando el PSOE necesitaría dar un salto no previsto, que no da. La OTAN es/fue importante, en fin. Al punto que por aquí abajo fue posible en su día un gobierno de coalición porque, precisamente, en aquel momento, la OTAN importaba una higa, en tanto que no estaba viva, sino en muerte cerebral. Qué tiempos.

1- En 2019 Macron, como recordarán, observó los muros de la OTAN de la era Trump, y definió el invento como un cacharro “en muerte cerebral”, ese estado de ánimo en el que aún se puede vender un riñón en Tijuana, pero desde el cual resulta difícil hacer un crucigrama.

2- La frase de Macron puede parecer dramática, pero en política, y desde el Antiguo Egipto, estar muerto no es importante, sino que es un valor agregado. Al punto que, como señaló Jefferson, una persona a lo largo de su vida puede estar, si se descuida, en contacto con más instituciones muertas que vivas. En España, por otra parte, es una dilatada e intensa tradición ser gobernado por muertos. Nadie lo ve, por lo mismo que nadie ve que los bares españoles están repletos de patas de animales muertos.

3- Pero llegados a este punto, se debe ser taxativo: ni siquiera la OTAN, o un zombie con estudios, pueden pasar tan ricamente del modo muerte cerebral al modo cumbre de Madrid. Y, si lo hace, es de nota.

4- La cumbre de Madrid fue, en efecto, de nota. Un éxito. Un éxito absoluto si entendemos que el éxito, en alguien/algo con muerte cerebral, consiste, mayormente, en no mearse encima. Lo que me lleva a un diálogo que en su día tuve con chicos/as de Moncloa, en el que se me señalaron las bazas fuertes de Pedro Sánchez. Son, se me dijo, las cumbres. Esto es, el directo. El triunfo absoluto de la cumbre de Madrid es, por tanto, una consecuencia de la gestión del directo, la actuación y la escenografía. Esto es, del teatro, ese gran ingrediente de la política. La cumbre es analizable, por eso mismo, en tanto que pieza teatral. Y, por lo mismo que en una función es posible distinguir entre lo que el director ha querido hacer y lo que luego le ha salido, en la cumbre es posible distinguir entre lo representado y aquello que no se quería representar, pero que se ha colado en el escenario. Aka la muerte cerebral.

El éxito del que todo el mundo habla es teatral. Y lo es porque era necesaria antes la teatralidad que la realidad

5- El éxito del que todo el mundo habla es teatral. Y lo es porque era necesaria antes la teatralidad que la realidad. Era necesario emitir una obra en la que unos aliados, que hace un par de años se mangaban entre ellos mascarillas y medicamentos, se abrazaran e hicieran votos por la democracia cósmica. Y era necesario establecer un nuevo concepto estratégico, en tanto emitir estrategias –emitir, en general, lo que sea– es una suerte de fe de vida. Los muertos no emiten nada, salvo tufo.

6- Se estableció, así, que Rusia pasa de “socio estratégico”, a “amenaza directa”. China, a su vez, “plantea serios desafíos”. La sensación es que una OTAN muy optimista, que se comporta –esto es, actúa– como si lo de Ucrania estuviera canalizado –no lo está–, trabaja y emite para ser escuchada por China, el receptor real de la cumbre. Algo pasa en el Pacífico, que es más trascendental de lo que pasa en Europa. Por primera vez la OTAN recoge explícitamente el concepto Flanco Sur, algo que ya hace cotidianamente desde hace años, si bien fuera de sus cumbres. No se trata de una cita de Ceuta o Melilla, que no se produjo. Sí que se emitió una preocupación por África. Algo que, glups, debería preocupar, por eso mismo, a África. La OTAN fija sus futuribles mosqueos en el Sahel. En todo caso, la OTAN utiliza para África conceptos dadás, de cierta tradición –como la unión del concepto migración al concepto mafia, muy utilizada en España e Italia cuando no se tiene nada que decir ante una masacre, accidental o manufacturada, de migrantes–. En otro apartado asegura que “defenderá la integridad territorial de todos los aliados”. Alude a regiones de Estados del Este, y no a Ceuta y Melilla –nota mental: lo que la OTAN piensa o no de Ceuta & Melilla no lo quiere por escrito–. Importante: la OTAN realizará la aludida defensa territorial de sus aliados “contra cualquier agresor”. Lo que en términos militares es una cita al famoso enemigo interno. Una posibilidad peligrosa, cuando pensamos que Turquía, que está a tutiplén de enemigos internos, es miembro de la OTAN.

7- Otro aspecto importante –el que más– es una palabra, utilizada por el secretario general de la OTAN. Esa palabra igual es la única noticia seria y concreta, no interpretable, de la cumbre. A saber: otanización, en el contexto de la frase “Europa se otaniza”, con la que se alude al hecho de que habrá 300.000 soldados de la OTAN desplegados en el continente. Y al hecho, más trascendente aún, de que cada Estado subirá su presupuesto de defensa al 2% del PIB. Sin ninguna coordinación especificada al respecto, algo propio de organismos sin cerebro operativo. Se trata de un aumento en gasto armamentístico europeo similar, en su vigor y estética, al de 1912, pero en esta emisión propuesto en 2014 por una institución en muerte cerebral, a la que ahora se escucha. ¿Qué puede salir mal? En España, por cierto, se accedería a ese 2% en ocho años, contando el actual. Lo que supone un sablazo de 1.000 millones este mismo año, y sin necesidad de pasar por lo casilla de salida y de que lo apruebe el Congreso. Lo que supone una crisis de Gobierno. No se pierdan el punto 11.

8- Por lo demás, la OTAN llegó a Madrid arrastrando sus muertos cerebrales. Les enumero unos cuantos llamativos. Llegó a Madrid una organización que, en febrero de 2020, carecía de crédito intelectual, al punto de no ser creída cuando avisaba de una invasión a Ucrania. Llegó una organización que no arrasó en la ONU, cuando se votó una condena a la invasión injusta y salvaje de Ucrania, posiblemente porque esa misma organización había optado, en el tiempo, por invasiones similares. Llegó una organización que, desde 1989, no ha entendido un mundo multipolar, al que no respetó y que incluso saboteó. Llegó una organización que, desde 1989, no supo ganar, ganarlo todo, y que por ello ha carecido de buenos análisis. Llegó una organización que, durante la cumbre, se lució, en tiempo real, con sus análisis sobre África/el Flanco Sur, viéndola como enemiga, mientras Rusia –el autoritarismo, pero también la energía nuclear, las armas, las infraestructuras, los cereales– está ampliando su relación en amplias regiones africanas, olvidadas por la UE y la OTAN bajo el epígrafe ‘mafias’, o ‘invasores’.

9- Llegó una organización bloqueada por un Estado autoritario, Turquía, que finalmente desbloqueó el ingreso de Suecia y Finlandia el mismo día que pedía a Suecia y Finlandia la extradición de, glups, 17 opositores. Llegó a Madrid una organización que no puede preverse a sí misma, que carece por ello de la estabilidad necesaria para salir de una muerte cerebral y gestionar un conflicto largo: organización de preeminencia norteamericana, la OTAN durará lo que dure una presidencia demócrata, lo que puede ser una duración inferior a esta guerra. Cúmulo de contradicciones, solventadas por ahora por el liderazgo USA, tampoco está claro que la OTAN pueda imponer, canalizar y distribuir los gastos que supone la guerra, que pueden superar los 5.000 millones de dólares mensuales –se dice rápido–. En caso de victoria, la reconstrucción de Ucrania está estipulada, además, en 750.000 millones de euros. Tampoco está claro que la OTAN pueda aportar inteligencia en otoño, cuando empiece el marrón –indicio del marrón: los Estados dependientes del gas ruso no pueden cubrir sus reservas, en tanto Putin, ese filántropo, obstaculiza las ventas–. Y tampoco está claro lo que pasaría en otoño con la ‘excepción alemana’, mucho más importante que el chiste de la ‘excepción ibérica’, en tanto que es un cacharro tolerado no por la UE, sino por la OTAN. La ‘excepción alemana’ consiste en que el Estado-motor de la UE, dotado de moneda propia, el euro, y para el cual el resto de Estados UE son un suerte de sistema defensivo de su economía, compre gas al enemigo en una guerra, mientras la OTAN ríe la gracia.

10- Veremos si en otoño hay algún tipo de canalización ante lo que se prevé, o volvemos al tradicional y nacionalista sálvense-quién-pueda-europeo, ensayado con total éxito –esto es, con el fracaso habitual, de siglos– en la pandemia. Veremos si Alemania enloquece, se retrotrae a su mito confesable más longevo –el terror a la inflación– y busca la paz por separado –ojo: junto a Francia, Alemania ya ha esbozado esa actitud; hay ganas–, o pasa a ser un Estado más del sur europeo, endeudado, en rescate de su industria y sociedad, en rescate de su banca ante la morosidad mediterránea, y en pleno love-power-revolution de la distribución. Hagan sus apuestas.

11- Otoño puede ser la prolongación de la cumbre de Madrid. Nada. Una muerte cerebral dramatizada. O puede ser un giro absoluto de las políticas en Europa. La fosilización del neoliberalismo eterno, o su fin. O, al menos, su matización.

EPÍLOGO. Y sí, la OTAN ha sido/es determinante en España. Es un tatuaje que carga la inteligencia del PSOE, y que lo aproxima a la muerte cerebral, ese punto en el que los mitos impiden a un cuerpo calcular y caminar. Sucede siempre que es preciso que el PSOE experimente el contacto con puntos no previstos en el tatuaje. Ese tatuaje le resta soberanía al PSOE. Le hace otro partido español, predecible no tanto en su discurso, sino en su ausencia de soberanía. No sé, ese tatuaje brilló con la imposibilidad de hacer un IMV (Ingreso Mínimo Vital) competente, con la imposibilidad de acometer la prometida regulación de los alquileres, con la imposibilidad de que Trabajo completara la Reforma laboral, con la imposibilidad de sacar del mercado la Ley Mordaza, la única y verdadera excepción ibérica en Europa. Brilló con luz propia en la crisis de Melilla. El tatuaje de 1974 le impide al PSOE acceder a la época que se está dibujando, que tal vez estará dibujada ya en otoño. E, incluso, le impide la coalición. No existe coalición cuando no hay participación de los coaligados. Que, por otra parte, son básicamente socialdemocracia, poco más, pero sin el tatuaje aludido. La gestión de los 1.000 millones en otanización, la asunción de esa obligación, la ausencia de discusión, de negociación de esa medida, también es el tatuaje. Es su condensación. Nadie necesita un partido de 1974. Ni siquiera ese partido. Ser un partido más viejo que el PP tiene, por otra parte sus lastres. Tiempo al tiempo.

PRÓLOGO. España es tal vez el país, tras Serbia o Afganistán, en el que la OTAN ha dejado más huella en su paisaje, si bien de otro tipo. La OTAN, aún lejana y desagendada, asomó el morro en la refundación del PSOE, bajo esponsorización alemana, en 1974. Esa presencia no presencial colaboró en a)...

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Autor >

Guillem Martínez

Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo) y de 'Caja de brujas', de la misma colección. Su último libro es 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama).

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