El arte es mi trinchera
Esto no es un retrato
Recorrido por la obra de Lynette Yiadom-Boakye, retratista de personas que no existen
Deborah García 6/08/2022
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Lynette Yiadom-Boakye es una artista y escritora británica conocida por sus enigmáticos retratos de personas que ni siquiera existen. Las personas que pinta no son personas de carne y hueso. No son retratos. Son escenas creadas a partir de su propia imaginación. Lo que me encanta de su obra es que sus escenas están llenas de relato, algo absolutamente mágico que queda apuntalado por la poética que suele encerrarse en los títulos de los lienzos. Sin duda, lo más interesante de la obra de Lynnete es que su trabajo sitúa la figura negra en el centro de la Historia del Arte. Sus cuadros invitan a quienes miramos a interpretar y plantear interrogantes sobre la identidad y la representación en tiempo presente y a lo largo de la Historia.
Todas las personas que habitan sus cuadros parecen existir fuera del tiempo, pintadas rápidamente, a golpe de brochazo como quien se consagra a la escritura automática. A menudo cuando repasamos la Historia del Arte observamos cómo las personas negras han sido representadas a menudo sin Historia y sin relato. Viene a mi memoria la pintura de Joven arquero atribuida a Govaert Flinck, fechada en 1640. Es una especie de retrato de un joven negro vestido de arquero. Este estilo de pintura es conocido como tronie, cabeza, cara o expresión. Los tronies no eran retratos eran estudios de personajes de figuras exóticas. Este cuadro forma parte de la escuela holandesa, en concreto del taller de Rembrandt, y es una de las primeras representaciones que el arte europeo dedicó a las personas racializadas.
El propio Rembrandt pintó a menudo a personas de origen africano, soldados negros con armadura. Sin embargo, la clave la tenemos en un texto fechado en el 2004 del crítico Andrew Graham Nixon: “Parece probable que el pintor tuviera la intención de mostrarlo como una encarnación viva del orgulloso espíritu marcial de la raza nubia, un contraste conmovedor con su situación real, como esclavo africano de primera generación”.
Los pintores blancos hicieron caso omiso a la realidad de las personas que representaban, idealizaban sus vidas y sus condiciones, convirtiendo a estos sujetos en objetos fetichizados y exóticos. Y durante los siglos siguientes, las mujeres fueron doblemente fetichizadas por su condición de mujeres y negras. Es en este contexto histórico en el que el trabajo de Lynette Yiadom-Boakye emerge poderoso. Ella se re-apropia de un tipo de representación vacía que imaginaba y recreaba la negritud. En sus pinturas al óleo, las personas que ella imagina simplemente están y son. Siguendo la tradición de lo tronie y la pintura al óleo, Lynette nos muestra estados del ser negro. Quizá alguien pueda tachar la obra de Yiadom-Boakye de posmoderna pero su pintura está llena de la sabiduría y del conocimiento de quien conoce la Historia. Hay una larga historia de retratos que parecen ficciones pintadas, y ella lo sabe y por eso destila esa calidad narrativa mientras elimina las referencias a personas reales. Tanto conoce la Historia, que juega como Magritte jugaba con nosotras cuando nos decía que la pipa no existía. Las personas de Lynette tampoco existen, y sin embargo, creemos tanto en ellas como en el relato que cargan.
Pale for the Rapture es un díptico que muestra a dos hombres vestidos elegantemente en actitud melancólica, diferentes pero iguales. Ambos descansando sus rostros sobre sus manos, mientras se sientan con las piernas cruzadas en un sofá; uno de ellos está tapizado en un patrón de diamantes, el otro en rayas amarillas. En la pintura llamada In Lieu of Keen Virtue “retrata” a un joven con barba vestido con un suéter de salmón, con un gato descansando sobre su hombro. El tema en la obra de Lynette parece ser la sensibilidad misma, la naturaleza de la vida interior.
Otra de las cuestiones que me fascina de la obra de Yiadom-Boakye es cómo su obra lleva un paso más allá todo lo que me interesa en el arte. Me viene a la memoria siempre, esa obra maravillosa de Mary Cassat, The Lodge, 1878. En ese cuadro Cassatt explora el acto de mirar: un hombre (en la parte superior izquierda) mira a una mujer desde el otro lado del teatro; ella a su vez, mira a través de sus lentes de ópera hacia otro lugar. A pesar de la mirada intensa del hombre, la mujer no es simplemente un objeto de su atención. Sus propias acciones enfatizan su independencia. En la obra, Ever The Women Watchful, Lynette Yiadom-Boakye, 2017 elimina al hombre de la imagen y cambia a la mujer blanca por dos mujeres negras.
Si os acercáis a la obra de Lynette comprobareis como una y otra vez retrata caras negras en la oscuridad. Es su incursión más profunda en el pasado de la pintura: en el reino del claroscuro, en el lujo derretido de las sombras que logró su apogeo en la edad de oro holandesa, cuando Rembrandt y sus alumnos disfrutaron de entornos nocturnos que insinuaban el alma. Yiadom-Boakye pinta la negritud en la más sagrada de las formas de arte tradicional europeo: pintura al óleo sobre lienzo. Sin acrílicos, sin collage; sin fotografía ni abstracción. Imagina a las personas negras, sus vidas, sus ropas, sus salones, sus conversaciones, y aun siendo ficticias, cargan en sus rostros, en sus gestos, en sus ojos, toda verdad, toda su alma.
Lynette Yiadom-Boakye es una artista y escritora británica conocida por sus enigmáticos retratos de personas que ni siquiera existen. Las personas que pinta no son personas de carne y hueso. No son retratos. Son escenas creadas a partir de su propia imaginación. Lo que me encanta de su obra es que sus escenas...
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