1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Bernardo Fuster / Músico antifranquista y exmiembro del FRAP

“Nos llamaban terroristas porque nos atrevimos a encararnos a las fuerzas represivas”

Ritama Muñoz-Rojas 25/10/2022

<p>Bernardo Fuster, en una imagen antigua. </p>

Bernardo Fuster, en una imagen antigua. 

Fotografía cedida por el entrevistado

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Hace pocos meses, Bernardo Fuster (Valencia, 1951) ha vuelto a ponerse los zapatos de Pedro Faura, su alter ego, el cantautor que, en los primeros años 70 y por encargo del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota), recorría Europa dando conciertos para llamar la atención sobre la realidad política y social que se vivía en España. “¿Conociste a Pedro Faura?”, le preguntaron alguna vez a su regreso del exilio y ya recuperada su verdadera identidad. Y él no lo contaba. En aquel tiempo, mediados de los 70, Bernardo Fuster era parte de la compañía teatral Tábano; luego llegaría Suburbano, la famosa banda de rock de la que salieron canciones como La Puerta de Alcalá. En determinados círculos, los de la cultura, Bernardo Fuster era una persona conocida; pero su historia y su compromiso político con una banda considerada como terrorista no los conocía casi nadie, y él tampoco lo contaba. Una vida, la suya, medio secreta para casi todos, como también resultó ser la de su padre, que era alemán y nunca habló con su hijo de su pasado nazi. Por eso resulta tan bonito el nombre del disco que Fuster ha sacado hace unos meses, volviendo a Pedro Faura: Que el tiempo no borre. Un título que tiene mucho que ver con nuestra memoria, la que hay que recuperar, y que es lo que ocupa ahora buena parte de su trabajo. Por ejemplo, sacar a la luz en un documental la desconocida historia de La cámara de la cárcel de Carabanchel, que cuenta cómo se las ingeniaron unos presos del FRAP para introducir una cámara en esa prisión durante los años duros de la represión, y las fotos que hicieron. 

¿Cómo y por qué empieza su compromiso político?

Hay dos líneas que influyeron mucho. Por un lado, la línea que podemos llamar cultural o musical; desde pequeño estuve siempre muy ligado a la música. Y por otro lado, la línea más política. Yo empecé a los 15 o 16 años en el Instituto Sorolla, de Valencia: allí teníamos una especie de grupito medio anarquista que se llamaba Bandera Negra. Aunque era casi como jugar a ser anarquistas, es verdad que poco a poco te vas concienciando. Por el lado musical a mí me gustaba mucho tocar la guitarra, y tuve contacto con Paco Ibáñez porque lo llevamos a cantar a nuestro pueblo; cuando Paco Ibáñez prácticamente no podía cantar en España se nos ocurrió la locura de escribirle a París y preguntarle que si vendría a cantar a nuestro pueblo, un pueblo pequeño de la provincia de Valencia que se llama Ayora; y nos contestó que sí, que venía. El caso es que vino desde París, cantó, y estuvimos hablando con él.

Se nos ocurrió la locura de escribir a Paco Ibáñez y preguntarle si vendría a cantar a nuestro pueblo

Luego fui evolucionando, porque en aquella época entrabas en la militancia por lo que se llamaba la suerte de los encuentros. Yo tenía un amigo de las Juventudes Comunistas que me dijo que me integrara en su grupo y me convenció enseguida. No me costó nada saltar del anarquismo al comunismo porque no tenía ni idea teórica de ninguna de las dos; vamos, que mi formación intelectual y la de todos en ese momento era muy baja; simplemente éramos tipos que queríamos enfrentarnos a aquello, que nos enterábamos de lo de Ruano [el asesinato de un militante antifranquista bajo custodia policial] y estábamos en contra del régimen.

¿Cuál era la manera de enterarse de lo que pasaba? Me refiero a lo que tenía que ver con la oposición al franquismo; la prensa no informaba sobre eso.

Siempre llegaba alguien que traía información. Escuchábamos la BBC, Radio Pirenaica, Radio Tirana. En el instituto había un cura progre, creo que era del Partido Comunista, que también nos contaba cosas. En las misas de ese cura se cantaban canciones de Paco Ibáñez, Labordeta, Raimon.

¿Cómo fue su incorporación al FRAP?

Estuve un tiempo en las Juventudes Comunistas, pero aquello se me quedaba muy corto. En ese momento se formaron en Valencia una cosa que se llamaba Comités Antiimperialistas, y que luego se integraron en los Comités Pro-FRAP, todavía no existía el FRAP, que se crea un poco después, en París, en casa de Arthur Miller. Entré en el FRAP, y ahí la cosa empezó a gustarme más, porque la acción era mucho más directa, empezamos a enfrentarnos con la policía. La primera acción importante en la que estuve, todavía como aprendiz porque acababa de entrar, fue el derribo de la estatua de José Antonio en Valencia, en el 72, en la época dura de Franco. Mi misión era cruzar unos coches, cada uno tenía la suya, y se derribó la estatua de José Antonio. Aquello tuvo mucha repercusión; era una acción muy osada. Esa vez oí por primera vez disparos de la policía. Y a partir de ahí, me integro del todo en acciones del FRAP: ataques a bancos, participamos en la quema de la SEAT de Valencia cuando en Barcelona la policía mató a tres obreros de CC.OO.; seguíamos una política de autodefensa, porque se trataba de defenderse del terrorismo de la dictadura: así era como nos lo plateábamos, ellos tenían unos cuerpos armados terroristas y teníamos que defendernos. Ese fue mi proceso inicial.

Eso entrañaba un peligro real para todos los que como usted estaban en esa lucha. ¿Cómo se protegían?

Las medidas de seguridad eran muy fuertes, aun así, siempre había grietas por las que la policía se colaba y por eso se producían las detenciones. Visto desde ahora, era fácil infiltrarse. De hecho, yo conocí a un infiltrado que llegó a estar bastante alto en el FRAP. Lo sé porque cuando detuvieron a un compañero, lo vieron en la comisaría con la policía. En las acciones era el más osado, el que se atrevía hacer cosas que nadie se atrevía. ¡Claro, era policía! Para las medidas de seguridad, en las células teníamos lo que se llamaban las citas de seguridad. Consistían en acordar un lugar determinado, en el que ciertos días a una hora que también se concretaba, estaba el responsable de la célula y pasábamos por ahí. Era el único momento en que podíamos contactar con él, y él veía que no había caído nadie; cuando alguno de nosotros llevaba dos días sin aparecer por la cita, situación de alarma. Acudías a esas citas, aunque estuvieras enfermo.

Comunicarse por teléfono, impensable, claro.

Jamás, nunca nos comunicábamos por teléfono. Además, teníamos todos nombres falsos. Yo solo conocía a los cuatro o cinco de mi célula, y de ellos, uno era el responsable, que pertenecía al eslabón superior. En una detención, yo solo podría cantar sobre cuatro personas de las que no sabía el nombre. En otros sectores, como la universidad, era distinto, porque la gente se conocía. 

Cuando te ponían una cita con alguien que no conocías había una serie de contraseñas, teníamos trucos para esquivar a nuestros perseguidores

Las citas estaban muy controladas. Cuando te ponían una cita con alguien que no conocías había una serie de contraseñas, por ejemplo, te decían que fueras a una plaza en la que tenías que ver a un tipo con un periódico determinado, y había una pregunta que estaba ya concretada, por ejemplo: “¿Dónde está la exposición de Picasso?”; “en la Gran Vía”; entonces ya sabías que era la persona. También había métodos para protegerte si te seguían: por ejemplo, pararte en un escaparate y comprobar si había alguien que se comportaba de manera rara detrás de ti; si alguien se repetía mucho, te metías en el metro y salías rápidamente cuando sonaba el pitido para cerrar las puertas; al que te seguía no le daba tiempo; había trucos. De todas formas, cuando te seguían tenías que informar a la organización para tomar medidas porque ya estabas tocado. Yo estuve fichado, ¡claro! Pero nunca me detuvieron.

Bernardo Fuster, durante un concierto en Francia como Pedro Faura. | Fotografía cedida por el entrevistado

¿Cómo conseguían el material para esas acciones?

La gasolina era fácil de obtener, bastaba que tuvieras una moto. El ácido sulfúrico era mucho más complicado. Generalmente se podía conseguir en universidades, en la facultad de química, y con una botella era suficiente para muchos cócteles molotov. Era mucho más complicado lo que tenía que ver con las imprentas, conseguir los clichés, la tinta, los folios, eso sí que era complicado porque estaba todo controlado. En esos años, yo puse una imprenta clandestina en Valencia.

Vemos que hasta ahora su actividad se desarrolla en Valencia. ¿Por qué el traslado a Madrid?

Me voy de Valencia cuando cae la imprenta que yo dirigía: era la imprenta en la que se elaboraba la propaganda que luego tirábamos en barrios, en universidades. Era un piso que se había alquilado con documentación falsa, en el que teníamos dos multicopistas en unas habitaciones totalmente aisladas con colchones para que no se oyese el ruido, aunque se oía siempre, pero bueno. Ahí se elaboraba una propaganda que luego se pasaba a un contacto, y ya se distribuía como fuese. ¿Cómo se compraba la tinta? Pues con una documentación falsa, y los que trabajábamos ahí teníamos tres o cuatro personas de apoyo que para determinadas compras les dabas un carnet falso, porque te lo pedían. Si tú ibas a comprar tinta para una multicopista, tenías que dar el DNI, y este era falso. En aquella época era muy fácil de falsificar. 

¿Cómo cayó la imprenta?

No lo sé, eso nunca se sabía. Probablemente porque había un confidente. Un día llegó la policía, se llevó a las personas que estaban trabajando allí, dos o tres. Yo llegué más tarde, en mi vespino, y me llamó la atención que delante de la puerta había unos obreros con un mono azul, que parecía que estaban intentando abrir una zanja, pero que no la abrían, no se sabía bien qué estaban haciendo. Y pensé, qué raro es esto. En aquella época tenías un sexto sentido que te obligaba a estar siempre atento. Así que decidí pasar de largo. Y efectivamente, estaban esperándome. Así que me fui, y ya no volví a Valencia.

Teníamos dos multicopistas en unas habitaciones totalmente aisladas con colchones para que no se oyese el ruido

Y llega a Madrid.

Sí, pero primero fui a Zaragoza. Desde la organización me dijeron que me fuese a Asturias, pero me fallaron las citas; y vine a Madrid. Entonces ya mi vida era clandestina absoluta y estaba liberado, evidentemente, porque yo no podía hacer ni trabajar en nada.

Se ha referido a las casas de apoyo y a personas, como usted, liberadas [los liberados o liberadas eran las personas que trabajaban para una organización, la que fuera, y se les pagaba por ello]. ¿De dónde procedían los fondos para afrontar los gastos de la organización?

Había gente que tenía dinero y lo ponía. Gente, cómo decirlo, gente con mucha pasta, de izquierdas, que ayudaban. Incluso artistas famosos, de izquierdas, dieron dinero y bastante; eso se ha sabido luego. Y luego otra parte de los fondos llegaban a través de la organización y no sabías cómo. Yo sé que se hizo algún atraco a bancos.

Otra parte de los fondos llegaban a través de la organización y no sabías cómo. Yo sé que se hizo algún atraco a bancos

¿Había contactos con grupos de fuera de España?

Sí, claro. Cuando me fui, primero a Francia y luego a Alemania, estaba en contacto con todos. Toda la izquierda europea tenía totalmente mitificada la lucha antifranquista. Tenías apoyos por todos lados.

Estando en Madrid, se traslada a Francia. ¿Por qué?

En Valencia, en el 72, ya había grabado varias cintas de caset que se vendían como apoyo a huelgas o al movimiento, asociaciones de vecinos. Se vendían clandestinamente, claro. Algunas de esas cintas llegaron a la dirección del FRAP, y se enteraron de que el que las había grabado era un miembro de su organización. Entonces un día me citan para decirme si estaría dispuesto a salir al extranjero, de alguna manera, a exiliarme, porque aquí ya estaba buscado y tenía que vivir de forma clandestina. Entonces, me fui de España y me convertí en un cantante de agitación y propaganda antifranquista; participaba en mítines y en todo tipo de actos para apoyar y difundir la lucha contra el franquismo. 

¿Quiere decir que le ofrecen difundir la lucha contra el franquismo fuera de España a través de la música?

Efectivamente, creo que soy la única persona que ha entrado en la música por una directriz política. Desde luego siempre me gustó la música y siempre toqué y me dediqué a ella. Ellos entendieron la música como una herramienta que aglutinaba y servía para unir y animar a las personas que estaban en contra del régimen. Ellos [el FRAP] lo entendieron así, lo montaron bien y estuve casi dos años actuando por toda Europa. En Francia grabé dos discos. Te llamaban para un mitin en Portugal, en Suecia, en Noruega, en Italia; todo el día apoyando actos de la lucha antifranquista con mis canciones. 

¿Por qué vuelve a España? 

Se produce una escisión fuerte en el FRAP por la línea que había que seguir; yo no estuve en absoluto de acuerdo y estoy dentro de esa escisión. Ya ha muerto Franco y se están dando pasaportes para poder volver. Se da una primera amnistía, a la que me podía acoger, porque estaba dirigida a personas que habían participado en la lucha antifranquista, pero que no tenían delitos mayores. Pensé que me podía acoger a esa amnistía para regresar a España, y decidí volver.

Durante esos primeros tiempos de la Transición, la policía y las bandas fascistas trabajaban juntas

Cuando regresa, ¿se siente seguro, en el sentido de que ya no le pueden detener?

Detenerte siempre podían hacerlo; porque durante esos primeros tiempos de la Transición, la policía y las bandas fascistas trabajaban juntas, a muchos niveles eran los mismos, y sabían quién era quién. Mira lo que hicieron en el despacho de abogados de Atocha. Ibas siempre con miedo y con precaución. Por suerte, enseguida empecé a trabajar en un grupo de teatro que se llamaba Tábano; y en Tábano conocí a Luis Mendo, y montamos Suburbano. Volví en el 76, y Suburbano se creó en el 80; hubo cuatro años que estuve buscándome la vida como podía. 

Bernardo Fuster, durante un concierto como Pedro Faura en los 70. | Fotografía cedida por el entrevistado. 

La cosa es que usted entra y forma parte de uno de los grupos de rock más potentes de esa época (Suburbano), pero nunca se le relacionó con ese pasado de lucha antifranquista y con ser miembro del FRAP.

Claro, porque durante un tiempo yo no contaba nada; estaba trabajando en Tábano, estaba trabajando con Aute, estaba en Suburbano. Era el momento más duro de la Transición. Pensé que contar mi pasado era exponerme demasiado y también podía perjudicar a mis compañeros. Y esa parte, no la conté. Tardé mucho en contarla hasta que un día, un periodista que andaba trabajando sobre la canción política de autor para una exposición en la Biblioteca Nacional, Fernando Lucini, sacó los discos que había grabado en Europa. Él fue quien hizo público que yo era Pedro Faura. Alguna vez me habían preguntado: “Tú que has vivido en París, ¿no has conocido a Pedro Faura?” Nunca contesté que era yo. Pero hubo un momento en que decidí contarlo.

¿Cómo era la vida en el exilio? ¿Se relacionó con otros exiliados? 

Claro, ahí estábamos todos juntos. Ibas a tocar con gente que era de otras organizaciones. Yo era muy amigo de Imanol, el cantante vasco que por entonces era de ETA VI; conocí a José Bergamín, a gente de la Nueve, a gente del maqui; gente por la que sentía una gran admiración y con los que la relación era de tú a tú, porque estábamos todos en lo mismo, y las diferencias políticas se notaban poco. En el exilio podías hablar abiertamente con todos. Y es que hay un problema grave que tenía la clandestinidad, que era el no poder relacionarte abiertamente con nadie, ni siquiera con la gente de tu partido, porque tú solo tenías relación con la gente de la célula y poco más, y las discusiones políticas eran muy escasas; no podías hablar abiertamente con una persona del PCE y llegar a acuerdos; era todo muy cerrado. Ese es uno de los problemas graves que trae la clandestinidad. 

¿Cómo fue la vuelta a España?

La vuelta a España fue muy dura, porque cuando has estado seis años en una organización y lo has dado todo por ella, cuando tienes compañeros que han sido torturados, condenados a muchos años de cárcel, o incluso, fusilados, de pronto te das cuenta que ya no tienes ese soporte con el que has vivido durante años; ya no tienes a tu lado la organización, el soporte ideológico. Entonces sientes un gran vacío, una situación de desamparo; es algo parecido a lo que le pasa al que siempre ha creído en dios y de pronto se da cuenta de que es todo mentira. Eso pasa también con la política. 

Y cuando llega esa escisión en el FRAP, usted abandona.

Sí, me voy, y no vuelvo a tener contacto con ningún compañero de mi época del FRAP hasta muchos años después. Además, Pedro Faura, por decisión propia, estaba enterrado y lo ha estado hasta hace apenas dos años, en que he visto que volvemos otra vez a todo el facherío franquista que actúa sin complejos con la extrema derecha en el Parlamento; por eso decidí que había que resucitar a Pedro Faura, recuperar alguna de esas canciones políticas que forman parte de la Memoria Histórica; porque a través de la música, de una canción, puedes identificar muy bien un hecho histórico. La música refleja muy bien el estado anímico, la emoción y el compromiso que se da en un determinado momento. Además, ahora la canción de autor se mueve mayoritariamente dentro de una línea blanca, bastante poco comprometida. Hay que recuperar la memoria, la resistencia y el compromiso, también con la música.

Faura ha estado enterrado hasta hace dos años, en que he visto que volvemos al facherío franquista que actúa sin complejos con la extrema derecha en el Parlamento

Para terminar, su relación con su padre, sus ideas y cómo de pronto llegan a su vida. Aquello debió ser traumático.

Bueno, tampoco fue tan traumático. Yo sabía que mi padre siempre había sido nazi. Era alemán y como muchos alemanes de aquella época, había participado en el movimiento nazi. Lo que me sorprendió fue enterarme de que había sido un funcionario de la Embajada [alemana] al que nombraron jefe de las juventudes hitlerianas, y que, tras la derrota alemana, se quedó aquí, protegido por Franco durante más de un año y con una documentación falsa. Es curioso, pero tanto él como yo, en distintos tiempos, tuvimos que vivir con nombre falso, aunque en trincheras opuestas. 

¿Nunca hablaron de política?

No, nunca.

Él conocería sus ideas, supongo.

Por supuesto. Si no las conocía al detalle, se las podía imaginar, sobre todo después de mi huida de Valencia. Es más, estoy seguro de que cuando yo estaba buscado por la policía, él llegó a protegerme. Porque yo, en aquella época, tenía documentación alemana por ser hijo de alemán; la documentación alemana me protegía, porque si te cogían o te torturaban se les complicaba al ser yo súbdito de otro país. Por eso decidí seguir como alemán. Pero tuve que renovar mi documentación alemana en un momento en el que yo estaba perseguido, y eso suponía un problema de seguridad para mí. Mi padre me renovó los papeles para evitar que yo fuera a la embajada. No recuerdo qué le dije para que lo hiciera sin contarle la verdad, pero el caso es que lo hizo. 

La relación con su padre, ¿era buena?

Al principio, cuando yo estaba en España clandestino, no había casi relación, porque, claro, yo no podía contarle lo que hacía. La situación de mi casa era la del ochenta por ciento de las familias que tenían un padre de derechas. Luego, cuando volví del exilio, me llamó mucho la atención que él nunca me echó en cara mi actividad política. Nunca me preguntó nada sobre mi actividad, como si no hubiera existido ese tiempo. También es cierto que yo tampoco conocía la suya. Sabía que trabajó en la embajada alemana; yo pensaba que era profesor de música en colegios alemanes que, lógicamente, estaban vinculados a las juventudes hitlerianas. Yo iba muy poco por el pueblo, pero cuando iba, era una relación normal. Cuando me enteré de que estuvo protegido por Franco, escondido con otra identidad porque lo reclamaron los aliados, él ya había muerto. Porque si no, por supuesto, le hubiera preguntado. Me hubiera gustado mucho conocer cómo fue esa red que se montó aquí, en España, para proteger a los nazis, cómo se les daba la documentación… La verdad es que conocer todo ese tema me daba mucho morbo. Lo hablé en varias ocasiones con Almudena Grandes como documentación para el libro del Doctor García, y en algún momento me cita. 

Esto que me pasó a mí, que es muy llamativo visto ahora, un padre nazi y un hijo que sale muy de izquierda, se daba mucho

Por eso usted va tirando del hilo, y se va enterando de cómo se movían los nazis en España durante el franquismo.

Claro, como no me lo pudo contar, lo investigué. Y sé que se creó aquí una red, con una señora que se llamaba Clara Stauffer, que era la secretaría de Pilar Primo de Rivera, una red para apoyar a los nazis, a los que se proporcionaba una documentación falsa. En aquella época, 1945 o 1946, no existía el carnet de identidad que ahora tenemos todos, y lo que se les daba era un carnet de Falange. Esta señora era familia de los Mahou; su padre era un alto mando que dirigía la fábrica de cervezas y su madre era la dueña de Loewe.

Esto que me pasó a mí, que es muy llamativo visto ahora, un padre nazi y un hijo que sale muy de izquierda, se daba mucho. La relación con él, cuando yo ya no estaba tan directamente relacionado con el FRAP y ya no era un “terrorista”, no era especialmente estrecha, pero no había enfrentamientos entre nosotros.

Ha dicho “cuando yo ya no era un terrorista”. ¿Cree que usted fue un terrorista?

Así es como nos llamaba la dictadura. Pero los terroristas eran ellos. Recuerdo que en el pueblo, la gente tenía miedo cuando se cruzaba con “la pareja”, que es como se llamaba a la Guardia Civil. La policía torturaba, los jueces condenaban a largas penas de cárcel, el Estado era un Estado dictatorial, mantenido con la represión y el miedo. Nosotros estábamos en grupos de autodefensa contra su terrorismo. Pero es verdad que, en esa época, los terroristas en España éramos los anarquistas, los del FRAP y los de la ETA; porque hasta la muerte del tirano, fuimos los que nos atrevimos a encararnos con las fuerzas represivas. Y pagamos por ello.

Hace pocos meses, Bernardo Fuster (Valencia, 1951) ha vuelto a ponerse los zapatos de Pedro Faura, su alter ego, el cantautor que, en los primeros años 70 y por encargo del FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota), recorría Europa dando conciertos para llamar la atención sobre la realidad política y...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autora >

Ritama Muñoz-Rojas

Periodista y licenciada en Derecho. Autora de 'Poco a poco os hablaré de todo. Historia del exilio en Nueva York de la familia De los Ríos Giner, Urruti'.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí