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El silencio de los corderos

Algunos viven sus militancias con la pasión de un Ultra Sur, donde importa más la lealtad a unas siglas y a unas personas que las necesidades y la urgencia del cambio social

Silvia Cosio 2/05/2023

<p>Fotograma de <em>El silencio de los corderos </em>(1991). <strong>/ Jonathan Demme</strong></p>

Fotograma de El silencio de los corderos (1991). / Jonathan Demme

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Hace mucho tiempo, mi tío nos fabricó a mi hermana y a mí un escritorio, bajo la dirección artística de mi madre, que consistía en una tabla de madera lo suficientemente larga para que mi hermana y yo pudiéramos hacer los deberes sentadas la una frente a la otra –grave error ya que nos pasábamos el rato hablando–, pero, hete aquí la mente práctica de mi madre y la habilidad como carpintero de mi tío, el tablero se podía plegar cuando ya no era necesario despejando así espacio de nuestra habitación para que pudiéramos jugar a gusto con nuestros Pin y Pon. Dentro de aquel armario/escritorio de subir y bajar mi tío había colocado en el hueco unas baldas en las que con el tiempo comenzaron a convivir pacíficamente el Manifiesto Comunista con los Tolkien, y aquel tablero se fue llenando también de coranzoncitos, estrellitas, hoces y martillos y después de fotos del Super Pop pero también de Lenin y de la toma del Reichstag, en un popurrí muy típico de las adolescentes/comunistas de la época.

Un mundo entero ha pasado ya y ni existe el escritorio ni mis padres viven siquiera en la casa de mi infancia. Con el paso del tiempo, de las lecturas, de la reflexión y de la experiencia, la adolescente que yo era en comparación a la mujer adulta que soy ahora no pasaría de ser una pequeñoburguesa reformista, entre otras cosas porque tengo más claro que nunca que el derecho al bienestar de todas las personas está muy por encima del derecho a la propiedad privada y que cualquier intento de hacer negocio con un bien de primera necesidad no solo es inmoral, también debería de ser ilegal.

El derecho al bienestar está muy por encima del derecho a la propiedad privada y que cualquier intento de hacer negocio con un bien de primera necesidad

Pero soy muy consciente de que ahora mismo no se dan las condiciones materiales ni sociales para la revolución de las masas obreras y campesinas, no al menos para una revolución progresista y emancipatoria –porque la reaccionaria va viento en popa a toda vela–, así que las fuerzas progresistas debemos, por el momento, conformarnos y refugiarnos en la política institucional. Que no es poca cosa, porque si bien es cierto que la política institucional nunca será revolucionaria ni está concebida para impugnar el sistema, sí que puede ser tremendamente útil para mejorar sustancialmente nuestras vidas. Y también para todo lo contrario, no lo olvidemos. 

Desde que las fuerzas progresistas decidieron acatar las reglas del juego de las democracias liberales se han tenido que enfrentar al dilema de participar en el gobierno e implementar políticas progresistas aunque eso implique renunciar a parte de la ‘pureza’ de la izquierda o replegarse en esa ‘pureza’ irrenunciable a pesar de que eso suponga no llegar a tener nunca ninguna posibilidad de ser útil políticamente. Este dilema, sin embargo, saltó por los aires con la llegada de Podemos, ese fue el momento en el que muchos comenzamos a entender que un partido era, en este sistema, en este tiempo, con este tablero de juego, un mero instrumento para llegar al poder y poder empezar a cambiar –algunas de– las reglas del juego, al menos las que más nos perjudicaban. Pero para conseguirlo era imprescindible saltarse la ortodoxia y acabar con los tabús y mitos de las siglas y la pureza, jugar a lo grande para poner en jaque al sistema desde dentro. Y vaya sí funcionó, por un tiempo, al menos. Pero los ciclos políticos son veleidosos, y adaptarse y saber mutar es una lección política dura e injusta, como dura e injusta es la política institucional, que no está hecha para estómagos sensibles ni corazones delicados.

Es indecente que muchos estén empleando todas sus energías en atacar a los suyos, aunque estos se hayan salido del redil

En este nuevo ciclo, el de la postpandemia, las derechas han dinamitado el pacto de posguerra –o en nuestro caso, el pacto de la Transición– y han optado por la vía de la reacción más violenta y nostálgica. En un mundo al borde del desastre medioambiental, de turbocapitalismo en estado de putrefacción, de repliegue identitario, de ataque indisimulado a los derechos y las vidas de las personas LGTBI, las mujeres, los migrantes y las personas racializadas, la posibilidad de formar parte de forma activa y útil en la política institucional se nos hace imprescindible, como imprescindible es encontrar el mejor vehículo con el que lograrlo. Dice Pablo Batalla que la gente de izquierdas somos un auténtico coñazo y no le falta razón, pero los reaccionarios no nos van a la zaga, todo el día dando la turra con la cancelación, la dictadura woke o la inclusión forzada. Sin embargo, no creo que el problema de fondo sea si somos pesados o no, sino el hecho de que algunos viven sus militancias con la pasión de un Ultra Sur, donde importa más la lealtad a unas siglas y a unas personas que las necesidades y la urgencia del cambio social y, además, con el mismo espíritu revanchista y de desprecio hacia el equipo contrario que un tifosi en horas bajas. Esto te asegura, sin duda, un suelo electoral que, si bien es fiel hasta la muerte, también es cada vez más exiguo y te acaba colocando en la casilla de salida del parchís, como si no hubiéramos recorrido más de medio tablero del juego ya. 

Cuando nos enfrentamos a la posibilidad de tener a Abascal como vicepresidente del gobierno y ocupando los Ministerios de Trabajo e Igualdad gente que se inspira en DeSantis –individuo que defiende el trabajo infantil entre otras barbaridades– y que niega la violencia de género, es indecente que muchos estén empleando todas sus energías en atacar a los suyos, aunque estos se hayan salido del redil, que a ayudar a poner freno a la reacción que nos acecha. Habrá que esperar, como Clarice, a que los corderos dejen de gritar para ponernos manos a la obra.

Hace mucho tiempo, mi tío nos fabricó a mi hermana y a mí un escritorio, bajo la dirección artística de mi madre, que consistía en una tabla de madera lo suficientemente larga para que mi hermana y yo pudiéramos hacer los deberes sentadas la una frente a la otra –grave error ya que nos pasábamos el rato...

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Autora >

Silvia Cosio

Fundadora de Suburbia Ediciones. Creadora del podcast Punto Ciego. Todas las verdades de esta vida se encuentran en Parque Jurásico.

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7 comentario(s)

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  1. josevht

    Hola Silvia, me temo que los símiles que ha utilizado para decir (sin decir), que Podemos es el malo y Sumar es el bueno (o Clarice), no han sido muy afortunados. Ya tengo unos años y políticamente en participado en batallas, en las que aparecía un "nuevo proyecto" al que había que sumarse porque esa era la corriente. En difinitiva, no eran "nuevos proyectos" eran unas caras que no soportaban a otras caras, y si realmente tenemos tanto miedo al lobo que va a venir, no montemos un nuevo tingado reforcemos lo que ya hay, con corderos y con Clarice. Saludos.

    Hace 10 meses 22 días

  2. pipe49

    Sra. Cosío, yo estoy dispuesto a aceptar sus lecciones de democracia, pero no con cartas trucadas, sabiendo antes de empezar quién va a ser el condenado. Ser juez y parte no es un buen punto de partida. Saludos

    Hace 10 meses 23 días

  3. fpg999

    Brillante. Nunca pensé que en CTXT, alguien dijera, de manera bastante discreta, por cierto, una verdad tan grande y tan, hasta ahora, poco aireada. Por fin alguien se atreve a decir  que los Ultra Sur -supongo que se refiere a los de Más Madrid- y los tifosi -supongo que se refiere a los de Compromís- se han puesto de acuerdo y se han negado a negociar la unidad de las izquierdas con Unidas Podemos y así ponérselo más fácil al PP-Vox para que sigan controlando la capital del estado y, de paso, consigan hacer lo mismo con Valencia y su Comunidad Autónoma. Por cierto, nombra la autora como peligro inminente a Abascal ¿Qué extraño que no haya nombrado a Ayuso ni Almeida?. Bueno, un despiste lo tiene cualquiera.

    Hace 10 meses 26 días

  4. joamella

    Palmeros! Un paso al frente, la cabeza levantada y como granítica piedra, cantemos "La verdad al sol" y "Prietas y prietos en la verdad" y "Somo el hoy, el mañana". Sí, y si miran a la historia de este país, se verán perfectamente reflejados en el pasado.

    Hace 10 meses 26 días

  5. antonio-gonzalez-alvarez

    Tiene usted un lío mental de magnitudes siderales. No es Yolanda la que sale del "redil". Es la que abandona el rebaño y se une al perro pastor ayudándoles a disciplinar a Podemos, es el tío Tom, es el "cuando nosotros le damos una hostia, les duele de cojones" ejecutado desde dentro, es la que silencia el acoso mediático, político y personal a ex-compañeros. En esa etapa post-pandémica fascista en la que vivimos, donde se desmantelan servicios públicos, se destruye el medio ambiente, se acosa política, personal y judicialmente no a quien se rebela, sino a quien se opone democrática y pacíficamente a la cleptocracia más corrupta de Europa, es más necesario que nunca saber identificar que lo que unos llaman "ruido", son en verdad gritos de auxilio. No se equivoque, usted está ahora al lado del perro de su amo, segura y feliz porque el perrito "Ferri" ya no le muerde, criticando sonriente a las ovejas por gritonas y puretas. Su destino es también el matadero.

    Hace 10 meses 26 días

  6. jordi-riera-selas

    El artículo es un llamamiento a la unidad, lo cual está muy bien. Pero dos no se juntan si uno no quiere o si para que quiera, exige la fagocitación del otro. Cada uno que le ponga nombre al uno y al otro.

    Hace 10 meses 26 días

  7. juan-ab

    Me temo que usted de fútbol no sabe mucho: cuando el equipo no va bien, porque no juega bien, son los propios socios y aficionados los que terminan por pitar al palco pidiendo al “jefe” cambios. El primero en caer es el entrenador; con el nuevo suelen venir algún que otro fichaje. Pero si el equipo marcha bien, juega como equipo, hay buen rollo y su hinchada va al estadio, disfruta y sale satisfecha, aunque no se gane la competición todo está bien. Y al “rival”... lo justo. Y si no que se lo digan al dire de este medio que el blanco solo le gusta en los dientes (por aquello de una bella sonrisa). Cuando he leído su afirmación: “es indecente que muchos estén empleando todas sus energías en atacar a los suyos”, me he quedado pensando (poco, eh, es que estoy harto de ambigüos y templadas) y diciéndome que es una pena que no nos dé alguna pista sobre quiénes son unos (los indecentes atacantes) y los otros (los “suyos” atacados). Ya con el griterío de los corderos he terminado de perderme...

    Hace 10 meses 26 días

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